Desde el punto de vista comercial, los negocios de la Argentina con Irán son marginales. La mayor operación de importaciones desde ese mercado en 2014 correspondió a una empresa que compró 18 toneladas de azafrán por 6 millones de dólares. La segunda fue una compra de etanodiol, un insumo químico que se usa como refrigerante para motores de combustión interna, por 135 mil dólares. En tercer lugar quedó una partida de frascos para conservas, por 20 mil dólares, y en el cuarto puesto figuró el ingreso de recipientes de vidrio para beber (copas), por 19 mil. El volumen total de importaciones desde Irán no llegó a 6,2 millones de dólares el año pasado, el 0,01 por ciento de los 65.249 millones de dólares que destinó el país a compras en el exterior. No hubo importaciones de petróleo ni de combustibles como fueloil, gasoil o gas licuado. Tampoco en 2013, ni en 2012, ni en los últimos diez años, cuando el comercio con el país asiático se movió en niveles despreciables.
Los datos oficiales muestran un panorama similar para las exportaciones a ese destino en términos macroeconómicos, aunque los volúmenes son un poco más elevados. En 2014 las ventas llegaron a 905,9 millones de dólares, el equivalente al 1,25 por ciento de los envíos totales del país, que ascendieron a 71.935 millones de dólares. Las exportaciones a Irán estuvieron concentradas en productos primarios: harina de soja y pellets de la extracción del aceite de soja representaron 905 millones; los envíos de aceite de soja en bruto ascendieron a 721 mil dólares, también hubo ventas menores de aparatos para filtrar gases, partes de compresores, válvulas y sembradoras, entre otras.
El saldo comercial de 2014 fue favorable para la Argentina en 899,7 millones de dólares. Fue el más bajo de los últimos cinco años. En 2013 había ascendido a 1103 millones; en 2012, a 986 millones; en 2011, a 1075 millones, y en 2010, a 1429 millones. Es decir, la firma del memorándum con Irán en enero de 2013 no provocó ninguna variación en los volúmenes de intercambio e incluso los resultados fueron ligeramente más deslucidos, dentro de un contexto general que, como se dijo, es insignificante.
Si se revisa la evolución de las exportaciones, las conclusiones son las mismas: en 2008 ascendieron a 1082 millones de dólares; en 2009, a 855 millones; en 2010, a 1453 millones; en 2011, a 1093 millones; en 2012, a 987 millones; en 2013, a 1103 millones, y en 2014, a 905,9 millones. Una vez más: fueron en baja desde el pico alcanzado hace cinco años. Las importaciones, en tanto, resultaron casi nulas: 7,9 millones en 2008; 8,6 millones en 2009; 23,7 millones en 2010; 16,9 millones en 2011; 1,4 millón en 2012; 0,1 millón en 2013, y 6,1 millones en 2014.
¿Podían cambiar radicalmente las cosas con un nuevo acuerdo comercial que surgiera de la implementación del memorándum, tal como planteó la denuncia de Nisman? No parece. En primer lugar, porque supuestamente ese convenio era para importar petróleo y exportar granos, productos que son commodities a nivel mundial, que pueden comprarse y venderse en cualquier mercado. De hecho, no existe ninguna restricción para exportar a Irán más soja o cualquier otro bien primario, manufactura agropecuaria o industrial. No hay un cuadro de preferencias arancelarias o de algún otro tipo al que las grandes exportadoras de cereales y oleaginosas pudieran aspirar. Venden lo que les dan el negocio, la demanda y la producción local. Tampoco existen trabas que el supuesto pacto de impunidad por comercio hubiera podido diluir.
Las exportaciones a Irán son dominadas por un puñado de empresas multinacionales y grandes compañías locales como Bunge Argentina, Cargill, Oleaginosa Moreno, Nidera, Aceitera General Deheza, Vicentin, Noble Argentina y la Asociación de Cooperativas Argentinas. Entre ellas quedó el 99,7 por ciento de las ventas a ese país en 2014. Las tres primeras concentraron el 61 por ciento de los envíos en el cuatrienio 2011-2014. La característica saliente de estas firmas es que su mercado es el mundo. Si no colocan los productos en un país, tienen capacidad para llevarlos a otro. Fue lo que ocurrió, por ejemplo, cuando China impuso restricciones a las exportaciones argentinas de aceite de soja. Lo que hicieron fue derivar esa producción hacia India y Pakistán.
China, India, la Unión Europea y Pakistán son los mercados que concentran la demanda de productos primarios que exporta la Argentina, que el año pasado ascendieron a 28.153 millones de dólares. La potencialidad de compra adicional que pudiera significar un pacto con Irán –en el supuesto de que existieran obstáculos para las exportaciones, cosa que no existe– es mínima en términos macro. De hecho, las restricciones a las ventas de un solo producto, los biocombustibles, que impuso la Unión Europea al país hace dos años causaron más daño que todo lo que genera el comercio con Irán: 906 millones de dólares en 2014.
En el mejor de los casos, Nisman sobreestimó notablemente la importancia que podía tener ese supuesto acuerdo entre ambos gobiernos en términos comerciales. El imaginado pacto secreto no era con alguno de los socios comerciales importantes del país, sino con uno que hay que buscar con lupa en los últimos lugares de los registros de comercio. Y para venderle lo mismo y a los mismos precios que al resto del mundo, donde la demanda no falta. “Irán ni siquiera está en nuestro radar de negocios por la marginalidad que tiene”, graficó ante este diario el directivo de una de las grandes productoras y exportadoras de cereales de la Argentina.
Por el lado de las compras de petróleo, el panorama es similar. Lo primero que hay que aclarar es que las importaciones de crudo son bajas, y encima el petróleo que genera Irán no es compatible con el que procesan las refinerías argentinas, o bien podrían hacerlo pero a costos antieconómicos. El grueso de las importaciones en el rubro combustibles y energía está concentrado en gasoil, fueloil y gas licuado, además del gas que el Gobierno le compra a Bolivia. En los tres primeros casos, también se trata de commodities que llegan desde distintos productores a nivel mundial. La Argentina realiza licitaciones internacionales para abastecerse en esos rubros. Un eventual pacto secreto con Irán no hubiera significado una reducción sustancial de precios. Como se indicó al comienzo, en la última década la Argentina no realizó importaciones de petróleo ni combustibles desde Irán, aunque tampoco existen obstáculos en ese sentido. Las empresas del país asiático podrían participar de licitaciones que son abiertas a escala global.
Así como Interpol rechazó que el Gobierno le hubiera pedido suspender los pedidos de captura internacional de los sospechosos iraníes de la causa Amia, la otra pata de la denuncia por encubrimiento que alcanzó a Cristina Fernández de Kirchner, la de las supuestas ventajas económicas de ese acuerdo, es pura fantasía. No deja de llamar la atención que una acusación tan grave tuviera tan poco sustento técnico.
Los datos oficiales muestran un panorama similar para las exportaciones a ese destino en términos macroeconómicos, aunque los volúmenes son un poco más elevados. En 2014 las ventas llegaron a 905,9 millones de dólares, el equivalente al 1,25 por ciento de los envíos totales del país, que ascendieron a 71.935 millones de dólares. Las exportaciones a Irán estuvieron concentradas en productos primarios: harina de soja y pellets de la extracción del aceite de soja representaron 905 millones; los envíos de aceite de soja en bruto ascendieron a 721 mil dólares, también hubo ventas menores de aparatos para filtrar gases, partes de compresores, válvulas y sembradoras, entre otras.
El saldo comercial de 2014 fue favorable para la Argentina en 899,7 millones de dólares. Fue el más bajo de los últimos cinco años. En 2013 había ascendido a 1103 millones; en 2012, a 986 millones; en 2011, a 1075 millones, y en 2010, a 1429 millones. Es decir, la firma del memorándum con Irán en enero de 2013 no provocó ninguna variación en los volúmenes de intercambio e incluso los resultados fueron ligeramente más deslucidos, dentro de un contexto general que, como se dijo, es insignificante.
Si se revisa la evolución de las exportaciones, las conclusiones son las mismas: en 2008 ascendieron a 1082 millones de dólares; en 2009, a 855 millones; en 2010, a 1453 millones; en 2011, a 1093 millones; en 2012, a 987 millones; en 2013, a 1103 millones, y en 2014, a 905,9 millones. Una vez más: fueron en baja desde el pico alcanzado hace cinco años. Las importaciones, en tanto, resultaron casi nulas: 7,9 millones en 2008; 8,6 millones en 2009; 23,7 millones en 2010; 16,9 millones en 2011; 1,4 millón en 2012; 0,1 millón en 2013, y 6,1 millones en 2014.
¿Podían cambiar radicalmente las cosas con un nuevo acuerdo comercial que surgiera de la implementación del memorándum, tal como planteó la denuncia de Nisman? No parece. En primer lugar, porque supuestamente ese convenio era para importar petróleo y exportar granos, productos que son commodities a nivel mundial, que pueden comprarse y venderse en cualquier mercado. De hecho, no existe ninguna restricción para exportar a Irán más soja o cualquier otro bien primario, manufactura agropecuaria o industrial. No hay un cuadro de preferencias arancelarias o de algún otro tipo al que las grandes exportadoras de cereales y oleaginosas pudieran aspirar. Venden lo que les dan el negocio, la demanda y la producción local. Tampoco existen trabas que el supuesto pacto de impunidad por comercio hubiera podido diluir.
Las exportaciones a Irán son dominadas por un puñado de empresas multinacionales y grandes compañías locales como Bunge Argentina, Cargill, Oleaginosa Moreno, Nidera, Aceitera General Deheza, Vicentin, Noble Argentina y la Asociación de Cooperativas Argentinas. Entre ellas quedó el 99,7 por ciento de las ventas a ese país en 2014. Las tres primeras concentraron el 61 por ciento de los envíos en el cuatrienio 2011-2014. La característica saliente de estas firmas es que su mercado es el mundo. Si no colocan los productos en un país, tienen capacidad para llevarlos a otro. Fue lo que ocurrió, por ejemplo, cuando China impuso restricciones a las exportaciones argentinas de aceite de soja. Lo que hicieron fue derivar esa producción hacia India y Pakistán.
China, India, la Unión Europea y Pakistán son los mercados que concentran la demanda de productos primarios que exporta la Argentina, que el año pasado ascendieron a 28.153 millones de dólares. La potencialidad de compra adicional que pudiera significar un pacto con Irán –en el supuesto de que existieran obstáculos para las exportaciones, cosa que no existe– es mínima en términos macro. De hecho, las restricciones a las ventas de un solo producto, los biocombustibles, que impuso la Unión Europea al país hace dos años causaron más daño que todo lo que genera el comercio con Irán: 906 millones de dólares en 2014.
En el mejor de los casos, Nisman sobreestimó notablemente la importancia que podía tener ese supuesto acuerdo entre ambos gobiernos en términos comerciales. El imaginado pacto secreto no era con alguno de los socios comerciales importantes del país, sino con uno que hay que buscar con lupa en los últimos lugares de los registros de comercio. Y para venderle lo mismo y a los mismos precios que al resto del mundo, donde la demanda no falta. “Irán ni siquiera está en nuestro radar de negocios por la marginalidad que tiene”, graficó ante este diario el directivo de una de las grandes productoras y exportadoras de cereales de la Argentina.
Por el lado de las compras de petróleo, el panorama es similar. Lo primero que hay que aclarar es que las importaciones de crudo son bajas, y encima el petróleo que genera Irán no es compatible con el que procesan las refinerías argentinas, o bien podrían hacerlo pero a costos antieconómicos. El grueso de las importaciones en el rubro combustibles y energía está concentrado en gasoil, fueloil y gas licuado, además del gas que el Gobierno le compra a Bolivia. En los tres primeros casos, también se trata de commodities que llegan desde distintos productores a nivel mundial. La Argentina realiza licitaciones internacionales para abastecerse en esos rubros. Un eventual pacto secreto con Irán no hubiera significado una reducción sustancial de precios. Como se indicó al comienzo, en la última década la Argentina no realizó importaciones de petróleo ni combustibles desde Irán, aunque tampoco existen obstáculos en ese sentido. Las empresas del país asiático podrían participar de licitaciones que son abiertas a escala global.
Así como Interpol rechazó que el Gobierno le hubiera pedido suspender los pedidos de captura internacional de los sospechosos iraníes de la causa Amia, la otra pata de la denuncia por encubrimiento que alcanzó a Cristina Fernández de Kirchner, la de las supuestas ventajas económicas de ese acuerdo, es pura fantasía. No deja de llamar la atención que una acusación tan grave tuviera tan poco sustento técnico.