La paranoia se propaga generalmente a todo el entorno del sujeto afectado por esa patología. Los más cercanos suelen ser los primeros en sufrir el pánico de los que han perdido la confianza en todo el mundo», escribe la periodista e historiadora belga Diane Ducret en un libro elocuente que publicó Aguilar, Las mujeres de los dictadores . Se trata de un trabajo dedicado a indagar en la vida íntima de los líderes totalitarios del siglo XX y en la relación que mantuvieron con sus mujeres.
En esas páginas nos podemos sumergir en la intimidad de Mussolini, Stalin, Mao, Ceausescu o Hitler para poder saber más sobre el carácter, las convicciones y la irremediable vinculación entre vida privada y pública. La incapacidad de amar y el sometimiento y la humillación de quienes los aman parece ser la regla entre aquellos que, en nombre del amor a la patria o a la revolución, humillaron a sus pueblos. Quien daña a quien dice amar es incapaz de provocar un acto de justicia en beneficio de sus gobernados.
La relación que los dictadores tienen con sus mujeres denota la que construyen con sus pueblos. La mujer como instrumento, como objeto manipulable y descartable, que es factible de ser sustituida por otra que fomente aún más su narcisismo infinito, es la constante en estos líderes.
Nadie lo puede decir mejor que el jefe del servicio de prensa de Hitler, que cita Ducret: «Hitler era un tipo narcisista, para el cual la multitud representaba un sustituto de la mujer que parecía incapaz de encontrar. Para él hablar era una forma de satisfacer un deseo violento y agotador. Así el fenómeno de su elocuencia se me hizo más comprensible. Los ocho o diez minutos de un discurso parecían un orgasmo de palabras».
Ducret muestra, en un texto muy bien documentado y en el que se advierte una investigación histórica enamorada de la precisión, que todos ellos reinventaron un pasado sustituyendo sus errores, delitos o contradicciones por hechos heroicos; que fomentaron el culto a la personalidad; que tenían una obsesión por la propaganda política; que eran desconfiados; que expresaban celos para apropiarse de sus mujeres, a las que cosificaban y maltrataban; que mentían y engañaban a sus mujeres con la misma pasión con la que lo hacían con sus pueblos.
Remarco mujeres y no esposas porque el destrato era igual tanto para sus mujeres oficiales como para sus amantes ocasionales, amantes que a veces terminan siendo esposas con un enorme poder y que convierten en tiranas que descargan su furia hasta en los más cercanos. Como la mujer de Mao, que envía a la cárcel a su empleada porque le sirvió una leche que le cayó mal, o Elena, la esposa de Ceausescu, que disfruta leyendo las escuchas que pide al servicio secreto sobre ministros y sus esposas, al extremo de llegar a perseguir al novio de su hija, indignada porque «usa vaqueros».
Elena fue despojada de su nombre y de su fecha de nacimiento. El día del casamiento, Nicolae Ceausescu consideró que su nombre, Lenuta, literalmente «la dulce», era muy popular y por ende «poco respetable» para la compañera de un líder. Entonces decide modificar su partida de nacimiento y cambiar su natalicio, porque era mayor que su marido. El dictador necesitaba que fuese más joven que él.
La flamante Elena es ambiciosa y se dice científica, así que dedica su vida a coleccionar títulos con el objetivo de escalar posiciones de poder y gobernar al lado del dictador. Ducret dice que tiene dos modelos a seguir: Jiang Ging, la cuarta esposa de Mao, e Isabel Perón. Narra la autora que Elena «ha quedado impresionada por el destino de esa ex bailarina que ahora ha ascendido a vicepresidente», y que luego será presidente. Elena ve allí su destino y no duda en ser implacable con las mujeres que pueden ser sus competidoras.
En Las mujeres de los dictadores encontramos relaciones opresivas, violentas y asfixiantes. Un endiosamiento que las lleva al sometimiento, un sometimiento que, de víctimas, las convierte en victimarias. Celos encarnizados que generan vuelcos en el devenir político. Mentiras que se convierten en verdades históricas por gracia del relato construido por los regímenes dictatoriales. En definitiva, vemos hombres con múltiples caras que proclaman el amor a su pueblo y a sus mujeres, pero que con su crueldad desnudan la incapacidad de tener sentimientos profundos que vayan más allá de su propio egocentrismo. El amor a sí mismos les impide la piedad.
© LA NACION.
En esas páginas nos podemos sumergir en la intimidad de Mussolini, Stalin, Mao, Ceausescu o Hitler para poder saber más sobre el carácter, las convicciones y la irremediable vinculación entre vida privada y pública. La incapacidad de amar y el sometimiento y la humillación de quienes los aman parece ser la regla entre aquellos que, en nombre del amor a la patria o a la revolución, humillaron a sus pueblos. Quien daña a quien dice amar es incapaz de provocar un acto de justicia en beneficio de sus gobernados.
La relación que los dictadores tienen con sus mujeres denota la que construyen con sus pueblos. La mujer como instrumento, como objeto manipulable y descartable, que es factible de ser sustituida por otra que fomente aún más su narcisismo infinito, es la constante en estos líderes.
Nadie lo puede decir mejor que el jefe del servicio de prensa de Hitler, que cita Ducret: «Hitler era un tipo narcisista, para el cual la multitud representaba un sustituto de la mujer que parecía incapaz de encontrar. Para él hablar era una forma de satisfacer un deseo violento y agotador. Así el fenómeno de su elocuencia se me hizo más comprensible. Los ocho o diez minutos de un discurso parecían un orgasmo de palabras».
Ducret muestra, en un texto muy bien documentado y en el que se advierte una investigación histórica enamorada de la precisión, que todos ellos reinventaron un pasado sustituyendo sus errores, delitos o contradicciones por hechos heroicos; que fomentaron el culto a la personalidad; que tenían una obsesión por la propaganda política; que eran desconfiados; que expresaban celos para apropiarse de sus mujeres, a las que cosificaban y maltrataban; que mentían y engañaban a sus mujeres con la misma pasión con la que lo hacían con sus pueblos.
Remarco mujeres y no esposas porque el destrato era igual tanto para sus mujeres oficiales como para sus amantes ocasionales, amantes que a veces terminan siendo esposas con un enorme poder y que convierten en tiranas que descargan su furia hasta en los más cercanos. Como la mujer de Mao, que envía a la cárcel a su empleada porque le sirvió una leche que le cayó mal, o Elena, la esposa de Ceausescu, que disfruta leyendo las escuchas que pide al servicio secreto sobre ministros y sus esposas, al extremo de llegar a perseguir al novio de su hija, indignada porque «usa vaqueros».
Elena fue despojada de su nombre y de su fecha de nacimiento. El día del casamiento, Nicolae Ceausescu consideró que su nombre, Lenuta, literalmente «la dulce», era muy popular y por ende «poco respetable» para la compañera de un líder. Entonces decide modificar su partida de nacimiento y cambiar su natalicio, porque era mayor que su marido. El dictador necesitaba que fuese más joven que él.
La flamante Elena es ambiciosa y se dice científica, así que dedica su vida a coleccionar títulos con el objetivo de escalar posiciones de poder y gobernar al lado del dictador. Ducret dice que tiene dos modelos a seguir: Jiang Ging, la cuarta esposa de Mao, e Isabel Perón. Narra la autora que Elena «ha quedado impresionada por el destino de esa ex bailarina que ahora ha ascendido a vicepresidente», y que luego será presidente. Elena ve allí su destino y no duda en ser implacable con las mujeres que pueden ser sus competidoras.
En Las mujeres de los dictadores encontramos relaciones opresivas, violentas y asfixiantes. Un endiosamiento que las lleva al sometimiento, un sometimiento que, de víctimas, las convierte en victimarias. Celos encarnizados que generan vuelcos en el devenir político. Mentiras que se convierten en verdades históricas por gracia del relato construido por los regímenes dictatoriales. En definitiva, vemos hombres con múltiples caras que proclaman el amor a su pueblo y a sus mujeres, pero que con su crueldad desnudan la incapacidad de tener sentimientos profundos que vayan más allá de su propio egocentrismo. El amor a sí mismos les impide la piedad.
© LA NACION.
¿Quién es Elisa Carrió?
Una mujer que se dedica a la politica, sin la suerte de haber dado con un marido que sabia hacerlo mucho mejor que ella.
Si la chicana es para CFK, cabe recordar que, muerto Néstor, ella construyó el triunfo más amplio desde el retorno de la democracia.
Y, si Isabelita se hubiera presentado a elecciones al mes de morir Peron, arrasaba tambien. Lo que puede hacer en las urnas una poblacion sensiblera, funebrera y con alma de teleteatro frente a una viuda llorosa y bien peinada no siempre sigue las reglas de la sensatez. Esperate a ver que pasa en Octubre.
Exhibir ese desprecio racista por los argentinos no lo convierte ni lo convertirá en británico.
Sin olvidar que ‘su pueblo’ votó a quien dijo ‘no existe cosa tal como una sociedad’. Y la colmó de votos después de que hundió un barco fuera de la zona de conflicto.
También votó a quien acompañó a otro país a bombardear e invadir un tercer país, causando enormes bajas en su población civil, invocando armas de destrucción masiva que no existían en absoluto.
No hay como las razas superiores para votar bien.
Es una política absolutamente intrascendente, pero que nunca pasa desapercibida para el colectivo nac & pop.
No pasa desapercibido para vos que adherís dogmaticamente a sus sesudos postulados politicos y morales…
Perdón, Silenoz: yo solo publiqué una respuesta a un comentario sobre esa señora.
Postulados políticos, muchos no, algunos sí, como la AUH.
Y morales, por supuesto: no hay República sin moral (aunque todavía no nos dimos cuenta).
Je je..
Si AUH… vamos a propiciar cambiar el monumento a Roca por el ballenata de mármol…
Y su moral tampoco deberías por que esta señora tiene su pasado
Una de las cosas buenas que tuvo Perón fue aplicar muchas iniciativas del socialista Alfredo Palacios, ¿por qué no?
Y, todos tenemos nuestro pasado. ¿Quién resiste el archivo?
Ja ja..
No no, no tire’ la pelota afuera Davi’, vo’ so’ uno dentro de la runfla de por acá, que la limpieza de los curriculums de todo tipo son condición sine qua non
No te entiendo:
Tus falencias idiomáticas, sintácticas y semánticas disfrazadas de lunfardo patoruzista me supera.
¿De qué limpieza de currículums hablás?
De los comentarios se observa que los herederos del General siguen siendo fieles a los ídolos de éste: Mussolini, Stalin, Mao, Ceausescu o Hitler. No encuentro otra explicación a las críticas de la resumen del libro que hace Lilita. Se lo tomaron a pecho.
Bueno, vamos a recordar una vez más -y todas las que sea necesario-, que Carrió fue Fiscal General de la Provincia de El Chaco, nombrada ***personalmente*** por el general dictador encargado de matar gente en esa área.
Respuestas de maknual, no. Estamos en el 2013. Imaginación muchachos que para ustedes este puede ser el año del Armagedon.
Daio, son los hechos. No es ningún manual. Y yo se los vengo recordando desde hace mucho, para que nadie se haga el estúpido.
A propósito, cada vez que les recuerdo esto de Carrió TIRAN LA PELOTA AFUERA.
Raúl C:
Si se tira la pelota afuera, es porque ya se ha debatido sobre ello. El tema eran las esposas de los dictadores.
Usted desvió el tema diciendo que determinada gente tiene como ídolos a esos dictadores.
No. Ese es el tema de la nota de Lilita. Precisamente quienes idolatran a los dictadores. Si quieres puedes acceder al texto:
http://www.librosaguilar.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/201108/primeras-paginas-mujeres-dictadores.pdf
ja ja..
Decilo de tefren man….
Justo vo’ que defende’ a la corpo judicial y lo’ monopolio’, entre otras sectas, que si bancaron a los genocidas…
Guarda, que en la kofradia hay muchos que también los bancaron (en el doble aspecto: de apoyar y de juntar platita en los bancos con la 1050).
Je je…. no tire’ la talope ajuera…
Como le dije al otro por arriba:
«vo’ so’ uno dentro de la runfla de por acá, que la limpieza de los curriculums de todo tipo son condición sine qua non»
Limpiar los curriculums de algunos, es un trabajo que ni Hércules podría realizar.
Ahhh mirá vo’…. mirámelo a don Daio…
No entiendo entonces los KBytes propinados por vo’ a la base de datos de AP, «corriéndonos» con «moral y buenas costumbres», ataque a las instituciones y libertades individuales de este gobierno, por supuesto, a los ciudadanos «bian»
Dale a ve’…
Eso no es curriculums, es prontuario.
je je…
Seee, dale…. los «tuyos» tienen prontuario y muchos de ellos están en cana y/o procesados…
A ve’… C’mon man
es que para Daio la larga marcha es lo mismo que el genocidio provocado por la raza superior,y Peron fue igual que Videla.
Perón seguro que no, pero Daio bien podría ser de los que decia Duhalde ‘que les gusta Videla’.
No entiendo.¿Pochita Morfoni ha iniciado una investigación sobre las mujeres de Videla, Massera y Agosti?
«La paranoia se propaga generalmente a todo el entorno del sujeto afectado por esa patología».
con la primera frase se explica toda la existencia de la CC.