Ante la nueva etapa de gobierno pareciera que los sindicatos nos encontramos tironeados por el tiempo de la inmediatez, de la coyuntura, con las pequeñas o grandes contradicciones magnificadas por la prensa “seria” o interpretadas en clave política por otros sectores. Como he dicho en otra oportunidad, el clima inestable refleja la administración de una nueva etapa por parte del gobierno. Hay un reacomodamiento lógico de la sociedad. Y es bueno mirarlo con un ojo puesto en cómo va evolucionando la crisis internacional; atender los sucesos en Italia son la contraparte de nuestra propia política nacional.
El proceso en marcha en torno al nuevo relacionamiento Argentina-Brasil, y la generosa convocatoria, respetando tiempos y particularidades políticas, nación a nación, sentó una bandera emblemática en la cumbre de Caracas con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y despliega un toque de atención.
Porque en materia internacional, la única certeza es la incertidumbre. Desde 2008, el gobierno ha demostrado ser un buen piloto de tormentas y las perspectivas económico-sociales son de un horizonte favorable, dicho esto con la cautela del caso.
El discurso de la presidenta compañera Cristina Kirchner en la UIA fue una muestra más de que nada está cerrado, donde cada sector de la sociedad tiene “su verdad” y que de la relación capital-trabajo surgen necesariamente las tensiones, por la propia naturaleza del capitalismo.
“Estas cosas se arreglan o se desarreglan desde el Estado”, dijo la presidenta, enmarcando al todo sobre las partes. Desde distintos sectores de la sociedad, mucho se ha reclamado sobre “las políticas de Estado” en materias diversas como las políticas de empleo, el agregado de valor a nuestros productos, el mayor acceso al consumo de bienes, servicios y alimentos. El fomento a la promoción para satisfacer distintas necesidades, vía los subsidios, asistencia crediticia, y otras medidas anticrisis.
El pueblo ha sabido apreciar estas políticas y se manifestó de modo claro y contundente en 2003, 2007 y 2011. Y en ese período, podemos rastrear los conflictos, que en algunos casos, como el “reclamo del campo” en 2008, encubría el ánimo destituyente de sus dirigentes.
Mirando ese período de tiempo extendido, existió una clara divisoria de aguas entre las organizaciones sindicales, los movimientos sociales y los partidos políticos. La CGT junto a otras organizaciones sociales y partidos, se encolumnó en defensa del gobierno y la democracia. Mientras que otros callaban o se probaban el traje “para el cambio”; entre ellos especuladores, banqueros, la prensa “seria”, los políticos del Grupo A y algunos de los empresarios reunidos en la UIA.
No puedo dejar de recordar que en Rosario se organizaron jornadas donde tampoco faltó el apoyo externo. Allí, en Rosario, estuvieron confabulando los neoliberales de la Fundación Libertad, recomendando recetas contra el populismo y otros peligros latinoamericanos. Algunos “prohombres” como Aznar, Vargas Llosa, Fox, entre otros ilustres desconocidos no se cansaron de criticar la gestión del gobierno nacional.
En materia de lealtades, en este tiempo histórico ¿quién se atrevería a dudar de la adhesión a un “modelo de crecimiento con justicia social” de parte del pueblo trabajador, de parte de la CGT?
Más allá de la diversidad de opiniones y expectativas que se manifiestan en el seno de la clase trabajadora y sus organizaciones, ¿por qué justamente la CGT debería enemistarse con la presidenta al punto extremo de oponerse al gobierno?
Que existen miradas diferentes en el gobierno y la CGT es natural, existen y son de público conocimiento; existen tensiones en las relaciones obrero-patronales, existirán siempre; como que existe una burocracia en el sector estatal; como que existe un alto grado de improvisación e imprevisión de parte del gobierno.
Sin embargo, somos conscientes que atravesar las fronteras del infierno neoliberal, en un contexto de crisis global con epicentro en los países centrales, no ayuda a la elaboración de estrategias muy prolijas. Este es el atenuante al déficit del gobierno. Los comprendemos, y por estas razones no nos enemistamos con nadie y mucho menos vamos a la guerra.
En la CGT valoramos las obras de este gobierno, pero nos preocupa cierta tendencia a navegar con “piloto automático” porque es una manera de dejar varados a muchos argentinos en sus posibilidades de realización. La casi inexistencia de loteo de tierras para uso de la familia trabajadora y la construcción de la casa propia en la provincia de Buenos Aires es tan permisiva como la edificación (y derrumbes con víctimas fatales) sin los controles pertinentes en la Ciudad de Buenos Aires y esto ejemplifican al llamado “Estado ausente”.
Del discurso de la presidenta en la UIA se desprenden muchas cosas. Hacemos votos para que la relación entre funcionarios nacionales y municipales, trabajadores y beneficiarios tenga la capacidad de superar las tensiones para la concreción de los objetivos propuestos. Que el árbol no nos impida ver el bosque, porque eso sería reducirlo todo al tiempo de la inmediatez. Y en tiempos de crisis global esto sería imperdonable.<
El proceso en marcha en torno al nuevo relacionamiento Argentina-Brasil, y la generosa convocatoria, respetando tiempos y particularidades políticas, nación a nación, sentó una bandera emblemática en la cumbre de Caracas con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y despliega un toque de atención.
Porque en materia internacional, la única certeza es la incertidumbre. Desde 2008, el gobierno ha demostrado ser un buen piloto de tormentas y las perspectivas económico-sociales son de un horizonte favorable, dicho esto con la cautela del caso.
El discurso de la presidenta compañera Cristina Kirchner en la UIA fue una muestra más de que nada está cerrado, donde cada sector de la sociedad tiene “su verdad” y que de la relación capital-trabajo surgen necesariamente las tensiones, por la propia naturaleza del capitalismo.
“Estas cosas se arreglan o se desarreglan desde el Estado”, dijo la presidenta, enmarcando al todo sobre las partes. Desde distintos sectores de la sociedad, mucho se ha reclamado sobre “las políticas de Estado” en materias diversas como las políticas de empleo, el agregado de valor a nuestros productos, el mayor acceso al consumo de bienes, servicios y alimentos. El fomento a la promoción para satisfacer distintas necesidades, vía los subsidios, asistencia crediticia, y otras medidas anticrisis.
El pueblo ha sabido apreciar estas políticas y se manifestó de modo claro y contundente en 2003, 2007 y 2011. Y en ese período, podemos rastrear los conflictos, que en algunos casos, como el “reclamo del campo” en 2008, encubría el ánimo destituyente de sus dirigentes.
Mirando ese período de tiempo extendido, existió una clara divisoria de aguas entre las organizaciones sindicales, los movimientos sociales y los partidos políticos. La CGT junto a otras organizaciones sociales y partidos, se encolumnó en defensa del gobierno y la democracia. Mientras que otros callaban o se probaban el traje “para el cambio”; entre ellos especuladores, banqueros, la prensa “seria”, los políticos del Grupo A y algunos de los empresarios reunidos en la UIA.
No puedo dejar de recordar que en Rosario se organizaron jornadas donde tampoco faltó el apoyo externo. Allí, en Rosario, estuvieron confabulando los neoliberales de la Fundación Libertad, recomendando recetas contra el populismo y otros peligros latinoamericanos. Algunos “prohombres” como Aznar, Vargas Llosa, Fox, entre otros ilustres desconocidos no se cansaron de criticar la gestión del gobierno nacional.
En materia de lealtades, en este tiempo histórico ¿quién se atrevería a dudar de la adhesión a un “modelo de crecimiento con justicia social” de parte del pueblo trabajador, de parte de la CGT?
Más allá de la diversidad de opiniones y expectativas que se manifiestan en el seno de la clase trabajadora y sus organizaciones, ¿por qué justamente la CGT debería enemistarse con la presidenta al punto extremo de oponerse al gobierno?
Que existen miradas diferentes en el gobierno y la CGT es natural, existen y son de público conocimiento; existen tensiones en las relaciones obrero-patronales, existirán siempre; como que existe una burocracia en el sector estatal; como que existe un alto grado de improvisación e imprevisión de parte del gobierno.
Sin embargo, somos conscientes que atravesar las fronteras del infierno neoliberal, en un contexto de crisis global con epicentro en los países centrales, no ayuda a la elaboración de estrategias muy prolijas. Este es el atenuante al déficit del gobierno. Los comprendemos, y por estas razones no nos enemistamos con nadie y mucho menos vamos a la guerra.
En la CGT valoramos las obras de este gobierno, pero nos preocupa cierta tendencia a navegar con “piloto automático” porque es una manera de dejar varados a muchos argentinos en sus posibilidades de realización. La casi inexistencia de loteo de tierras para uso de la familia trabajadora y la construcción de la casa propia en la provincia de Buenos Aires es tan permisiva como la edificación (y derrumbes con víctimas fatales) sin los controles pertinentes en la Ciudad de Buenos Aires y esto ejemplifican al llamado “Estado ausente”.
Del discurso de la presidenta en la UIA se desprenden muchas cosas. Hacemos votos para que la relación entre funcionarios nacionales y municipales, trabajadores y beneficiarios tenga la capacidad de superar las tensiones para la concreción de los objetivos propuestos. Que el árbol no nos impida ver el bosque, porque eso sería reducirlo todo al tiempo de la inmediatez. Y en tiempos de crisis global esto sería imperdonable.<