A propósito del libro Entre la década ganada y la década perdida, conversamos con Martín Schorr y Agostina Constantino sobre el balance del período kirchnerista y las nuevas encerronas de la economía bajo el gobierno Macri.
¿Había “modelo” kirhcnerista sin el brutal ajuste de 2002? El crecimiento económico desde 2003 hasta 2008, y con vaivenes hasta 2011, ¿fue todo “viento de cola” por la demanda de los commodities, o se debió a las políticas de ingresos? ¿Política soberana y recreación de una “burguesía nacional”, o continuidad en lo esencial de los legados neoliberales? Estas son algunas de las muchas claves en las que se viene desarrollando un debate encendido sobre lo que caracterizó la economía del período kirchnerista. Se podrían agregar varias más [1]
El libro Entre la década ganada y la década perdida. La Argentina kirchnerista. Estudios de economía política (Buenos Aires, Batalla de Ideas, 2018), obra colectiva coordinada por Martín Schorr, sienta postura sobre estas cuestiones desde la perspectiva de la economía política crítica. Sus capítulos analizan las distintas dimensiones que hicieron posible a la clase dominante restablecer las condiciones de valorización con el ajuste, y restablecer bajo los gobiernos kirchneristas las condiciones de dominación sobre los sectores populares, así como las contradicciones con las que se chocó este proceso.
A propósito de este trabajo, que ya tuvimos oportunidad de comentar, conversamos con Schorr y Agostina Constantino [2]. A continuación reproducimos algunos momentos de la charla, que puede verse completa en video.
Haciendo a un lado el hecho de que el período kirchnerista se inició en un momento donde el país empezaba a registrar condiciones inusitadamente favorables en materia de comercio exterior, ¿cuáles son los factores y cuándo podemos decir que se crean condiciones para el crecimiento registrado en los primeros años de la posconvertibilidad?
Martín Schorr: El libro trata de discutir con la tesis del viento de cola y después, para explicar los problemas, con la del viento de frente. Por supuesto, en una economía periférica como la de la Argentina el escenario internacional necesariamente tiene que formar parte del análisis, pero le damos mucha más entidad en la explicación a las variables, llamémosle, internas.
En ese marco, creo que un aspecto muy importante, que está en todos los trabajos, es lo que implicó en términos de una avanzada del capital contra el trabajo la megadevaluación con la que se sale de la convertibilidad durante el gobierno de Duhalde. El “duhaldismo”, desde el punto de vista del proceso económico, es el origen del kirchnerismo, por decirlo de alguna manera.
Eso después se va complementando con otro tipo de políticas, que tienen que ver con manejo de salarios, política de ingresos, tratamiento al tema de la deuda de sectores productivos, pero esa primera salida, con una caída del salario real que promedió 30 % y los trabajadores perdiendo alrededor de 7 puntos de su participación en el ingreso, es el gran puntapié inicial de este esquema.
Agostina Constantino: El default, la devaluación, las retenciones, fueron implementadas por Duhalde o Rodríguez Saá, o sea antes de que llegue el kirchnerismo al poder, pero fueron esas las medidas que quedaron como paradigmáticas de la época kirchnerista. Entonces, qué fue el kirchnerismo es parte de lo que intentamos responder en el libro.
Leyendo casi todos los trabajos encontramos que hay tres momentos claramente diferenciados en este período. ¿Cuál es el hilo conductor para explicar el pasaje de un momento a otro?
MS: Para mí lo que explica el cambio de las etapas es la falta de cambio estructural. Ahí hay cuatro o cinco aspectos que el kirchnerismo hereda de los años anteriores y que no cuestiona ni corrige. El primero tiene que ver con el predominio del capital extranjero. La mitad del poder económico en 2001 era extranjero, la mitad del poder económico al final del kirchnerismo era extranjero. Y la mitad de la remisión de utilidades tiene que ver con comprometer la mitad del superávit comercial. Ahí hay un elemento estructural muy fuerte, que hasta los controles cambiarios de 2011/2012 fue central en la explicación de cómo la economía iba caminando hacia el escenario de restricción externa.
El segundo elemento estructural es la cuestión industrial. Es verdad que creció la industria, pero no menos cierto es que el perfil dependiente histórico del sector industrial argentino no solo que no se revirtió en esta década, sino que se amplificó. Ahí tenés un peso también fuerte en términos de restricción externa.
El tercero es un aspecto novedoso pero estructural que incorporó el kirchnerismo, que es la llamada crisis energética, que tiene que ver básicamente con haber sostenido los pilares de la política energética neoliberal, con un desenlace muy crítico en términos del sector cambiario.
Y el último es la fuga de capitales. Quizás en esos años de kirchnerismo no hubo tanta fugada ligada a negocios financieros, pero sí tuviste niveles de fuga de capitales por parte de los grandes grupos económicos muy fuertes.
Con lo cual, tenés una economía que llega estructuralmente muy deteriorada al escenario de reversión de los términos de intercambio. Y con serios problemas, vinculados, por lo menos en la mirada que trasunta varios de estos trabajos, a la falta del cambio estructural.
Entonces, a partir de 2011/2012, cuando empiezan los verdaderos problemas y el kirchnerismo va tratando de hacer cosas para no caer en lo inevitable que es el ajuste, que ocurre en el año 2014, el kirchnerismo apela a la tesis del “viento de frente”. Yo creo que este libro aporta mucha evidencia respecto de que, más allá de que evidentemente hay un viento de frente para una economía muy ligada a una inserción primaria al estilo muy tradicional, pero con problemas estructurales no resueltos y amplificados que la hacen mucho más endeble.
En el libro también señalan que durante los gobiernos kirchneristas se mantuvieron los compromisos del Estado argentino con la regulación del capital global. No se denunciaron los Tratados Bilaterales de Inversión, se permaneció en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
AC: Toda la configuración de la estructura económica durante el kirchnerismo se dio sobre las bases que venían desde fines de los ’70 para acá. Todo el entramado legislativo y regulatorio establecido a partir de la última dictadura militar: la ley de inversiones extranjeras, la ley de minería de los ’90. Son todas regulaciones que no fueron modificadas por el kirchnerismo. Lo que hizo, en términos de regulación –como parte también de esto que tuvo de novedoso de gestión de los conflictos sociales que surgen por la profundización de ese modelo económico–, fue sancionar algunas leyes, como la de tierras extranjeras, o algunas que restituyeron tierras a pueblos originarios, etc. Pero terminaron siendo más un maquillaje para gestionar el conflicto social. La ley de glaciares, o la ley de bosques, no se terminaron de aplicar en profundidad, y tampoco tenían un objetivo regulatorio tan importante como lo decían discursivamente.
Incluso cuando en 2012 intentaron frenar el giro al exterior de utilidades, me acuerdo que parte de los motivos por los cuales Guillermo Moreno apelaba a la presión informal sobre las firmas extranjeras para que no giraran, era porque formalmente por los Tratados Bilaterales de Inversión, no tenían formalmente herramientas para impedirlo.
AC: Sí. Además, si bien es cierto que con esa medida disminuyó la fuga de divisas por giro de utilidades, siguió –acentuada todavía más– por medio de otras vías que tienen las empresas trasnacionales: precios de transferencia, importaciones, pagos de deuda, etc. También puede pensarse como un maquillaje, si se quiere. Tenían esas cifras para mostrar: que cayó la remisión de utilidades al exterior; pero no mostraban la fuga por otros lados.
El kirchnerismo, desde que asumió Néstor Kirchner, habló de la necesidad de reconstruir una burguesía nacional. Parte de su discurso de “capitalismo en serio” con el que coqueteaba en 2003 tenía que ver con esto. Si uno mira de punta a punta el período, lo que se obtuvo como resultado en este plano está focalizado en unos pocos grupos. ¿Cómo cambió en este período la fisonomía de la clase dominante?
MS: Se favorecieron algunos grupos, por ejemplo, los que entraron a YPF para vaciarla y hacer un negocio financiero al estilo de Eskenazi/Petersen. Y después se consolidan dos tipos de grupos locales: 1) los tradicionales, como Techint, los ligados a los sectores primarios exportadores más tradicionales; y 2) los que creo que llamar burguesía nacional es muy condescendiente, que son un puñado de pequeños grupos que, vinculados a núcleos de negocios articulados alrededor del Estado, tuvieron un crecimiento fabuloso; los Lázaro Báez, los Cristóbal López, Electroingeniería y tantos etcéteras. Lo que estamos viendo ahora es que, en la medida en la que esos núcleos de privilegio vinculados al nexo con el Estado retroceden, se redefinen, o se modifican, son grupos que desaparecen.
El último capítulo del libro analiza la dinámica laboral y las políticas de los gobiernos kirchneristas en este terreno. Durante los años kirchneristas se habló de un modelo de “crecimiento con inclusión”. ¿En qué medida los resultados del período confirman este planteo?
AC: Como en todas las dimensiones que nosotros intentamos abarcar con el libro, acá también pueden verse etapas. Hay una mejora en los primeros años, pero llega hasta 2006/2007. A partir de ahí, ya no se ven mejoras en términos de salario medio real.
MS: Vos tenés una etapa de mucho crecimiento del empleo hasta 2007, y de mejora fuerte del salario, viniendo del 2002. En 2007 recuperaste lo del 2001, pero a partir de ahí ya no tanto. Y lo mismo podríamos decir en términos de distribución del ingreso. Lo interesante es que el momento de mayor esfuerzo del kirchnerismo por mejorar la distribución del ingreso, que podríamos decir que se da desde 2008/2009 en adelante con la Asignación Universal por Hijo y otras políticas, coincide con un momento en el que la distribución del ingreso se estanca.
Ahí lo que está jugando muy fuerte en términos de parálisis de la potencia redistributiva del esquema es la inflación. Ese es el otro aspecto de la falta de cambio estructural. El deterioro lo termina de sellar en 2014 el ajuste que tiene que ver con el otro eje de la falta de cambio estructural que es la restricción externa, que va a implicar un fuerte retroceso en términos de poder adquisitivo y de la participación del trabajo en el ingreso.
¿Cómo se explica el gobierno de Macri a la luz del balance de lo que dejó el kirchnerismo?
MS: El kirchnerismo dejó servido en bandeja el ajuste. Dicho esto, también es claro que en lo que lleva transcurrido el gobierno de Macri, que no es poco, hay aspectos de cierto cambio respecto de lo anterior. Hasta hace poco [cuando se inició la corrida, NdR] , los dólares que sostuvieron este esquema no venían de los grandes exportadores, sino que estaban más ligados a la vinculación con deuda externa y el capital financiero internacional. Ahí hay un cambio en la fracción del poder económico que ejerce la centralidad del esquema.
El ajuste lo iba a hacer cualquiera. En todo caso Macri lo que hace es sacarle los límites que tienen que ver con la construcción social y política del kirchnerismo, eso está claro. Pero el escenario 2014/2015 es uno de ajuste que el kirchnerismo empieza a procesar. Yo creo que hay mucho de “herencia recibida” en ese sentido.
AC: Creo que el macrismo en realidad viene a eliminar cualquier tipo de contradicción en materia del ajuste que iba a hacer cualquiera que llegara. Si había algún prurito respecto de las negociaciones con los sectores populares, etc., este gobierno deja completamente claro que eso no es un problema, y que van a hacer el ajuste que tengan que hacer. Esto se puede ver no solo en lo que hace al ajuste, sino también por ejemplo en lo que hace a la profundización del aprovechamiento de las ventajas comparativas: minería, expansión de la soja. Una de las primeras medidas de Macri cuando asume es la modificación de la ley de Tierras extranjeras.
Respecto del rol de la deuda y el capital financiero, estamos viendo que rápidamente las finanzas internacionales le cortaron el financiamiento a Macri, que sufrió una dura corrida y terminó en el FMI. ¿Qué perspectiva ven para el gobierno y la posibilidad de llevar adelante su plan de ajuste?
MS: Desde el punto de vista económico, antes de la corrida era un escenario, y ahora es otro. Pero yo creo que la limitación del gobierno no es tanto económica sino política. El intento que uno ve desde abril hasta acá es la desesperación por generar la idea de crisis. Ahora, lo cierto es que con todas las restricciones que charlamos largo y tendido, el kirchnerismo no dejó una economía como en el ’89, o en el 2001, cuando la sociedad pedía “hagan lo que tengan que hacer con tal de encausar este desastre”. No venimos de un escenario de crisis terminal, por lo tanto los márgenes sociales para procesar un ajuste son limitados.
Leyendo el libro, la conclusión es que el capitalismo dependiente argentino no tiene más futuro que continuar en un círculo vicioso de algunos años de expansión basada en deuda, entrada de capitales o términos de intercambio inusualmente favorables, para después retornar a chocarse con la crisis externa y el ajuste. Uno de los artículos habla de “articular el sujeto social” que rompa el ciclo del capitalismo dependiente. Pero, ¿cuál sería este? ¿Puede haber un sector de la burguesía que lo lidere, o estamos hablando de la clase trabajadora?
MS: Lo que vos planteaste, lo compartimos: esto es lo que hay, este es el capitalismo posible en un país como la Argentina, desde el punto de vista económico y político-social. Ahora, está claro, como plantea el trabajo de Andrés Wainer y Paula Belloni, que hay muchas dudas respecto de qué actor del capital podría cargarse al hombro un proceso de desarrollo, con lo cual me parece que es evidente que todos los cañones apuntan a la clase trabajadora o el campo popular. También es verdad que ahí hay un debate pendiente importante en términos de cómo estructurar un modelo distinto.
AC: El objetivo del libro era dejar sentadas las bases para plantear esta pregunta que vos hacés. Invitar a pensar qué hacemos, no solo referido a la etapa del kirchnerismo sino también a la actual. Sabiendo que incluso un gobierno que se presenta como popular tiene todas estas restricciones y limitaciones, ¿qué hacemos con el gobierno que sigue; qué hacemos el año que viene en las elecciones? ¿Cuál es la salida a esta crisis política y económica que tenemos ahora?
Sobre esto último que planteás, yo creo que la conclusión es que hay una serie de condiciones básicas, que tienen que ver con los núcleos centrales que ustedes señalan: cómo ubicarse frente al imperialismo, la deuda, los TBI, el capital extranjero, y demás, que dan como una serie de puntos de partida para la discusión del proyecto político. Para pensar puntualmente el año que viene, ahora que tenemos de vuelta un crédito del FMI, es claro que si aceptás como precondición que no podés romper con el organismo, ya te pusiste un grillete para 2020, 2021… En ese sentido ahí hay como varias pistas.
MS: Sí, pero, por ejemplo sobre los TBI, nosotros mencionamos que esto está, y en la caracterización nuestra es un gran lastre en términos de pensar un modelo alternativo. Ahora, dicho esto, ¿qué hacemos? Tenés una economía en la que la mitad del poder económico es extranjero, los renglones centrales del comercio exterior te los maneja el poder económico, todo eso tiene que entrar en la discusión. Ahí, la denuncia de que este es el capitalismo que tenemos no alcanza.
Nosotros llegamos a mostrar eso, y ahora habrá que seguir trabajando. Pero me parece que desde la izquierda, definida en un sentido amplio, nos debemos una discusión al respecto de cómo resolver esto. Si no, tenés el riesgo de tratar de hacer o generar cosas, pero el poder económico y de veto que tenés enfrente es gigantesco, y no es solamente una cuestión imperialista, sino que tiene que ver con actores concretos y sus socios políticos; es dificilísimo. Alumbrar sobre estos problemas para empezar a pensar por dónde pueden venir las alternativas me parece que es importante.
Nacido en Bs. As. en 1980. Es economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Coedita la sección de Economía de La Izquierda Diario, es autor del libro La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo (Ediciones IPS, 2015), y compilador junto a Juan R. González de Para entender la explotación capitalista (segunda edición Ediciones IPS, 2018).
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¿Había “modelo” kirhcnerista sin el brutal ajuste de 2002? El crecimiento económico desde 2003 hasta 2008, y con vaivenes hasta 2011, ¿fue todo “viento de cola” por la demanda de los commodities, o se debió a las políticas de ingresos? ¿Política soberana y recreación de una “burguesía nacional”, o continuidad en lo esencial de los legados neoliberales? Estas son algunas de las muchas claves en las que se viene desarrollando un debate encendido sobre lo que caracterizó la economía del período kirchnerista. Se podrían agregar varias más [1]
El libro Entre la década ganada y la década perdida. La Argentina kirchnerista. Estudios de economía política (Buenos Aires, Batalla de Ideas, 2018), obra colectiva coordinada por Martín Schorr, sienta postura sobre estas cuestiones desde la perspectiva de la economía política crítica. Sus capítulos analizan las distintas dimensiones que hicieron posible a la clase dominante restablecer las condiciones de valorización con el ajuste, y restablecer bajo los gobiernos kirchneristas las condiciones de dominación sobre los sectores populares, así como las contradicciones con las que se chocó este proceso.
A propósito de este trabajo, que ya tuvimos oportunidad de comentar, conversamos con Schorr y Agostina Constantino [2]. A continuación reproducimos algunos momentos de la charla, que puede verse completa en video.
Haciendo a un lado el hecho de que el período kirchnerista se inició en un momento donde el país empezaba a registrar condiciones inusitadamente favorables en materia de comercio exterior, ¿cuáles son los factores y cuándo podemos decir que se crean condiciones para el crecimiento registrado en los primeros años de la posconvertibilidad?
Martín Schorr: El libro trata de discutir con la tesis del viento de cola y después, para explicar los problemas, con la del viento de frente. Por supuesto, en una economía periférica como la de la Argentina el escenario internacional necesariamente tiene que formar parte del análisis, pero le damos mucha más entidad en la explicación a las variables, llamémosle, internas.
En ese marco, creo que un aspecto muy importante, que está en todos los trabajos, es lo que implicó en términos de una avanzada del capital contra el trabajo la megadevaluación con la que se sale de la convertibilidad durante el gobierno de Duhalde. El “duhaldismo”, desde el punto de vista del proceso económico, es el origen del kirchnerismo, por decirlo de alguna manera.
Eso después se va complementando con otro tipo de políticas, que tienen que ver con manejo de salarios, política de ingresos, tratamiento al tema de la deuda de sectores productivos, pero esa primera salida, con una caída del salario real que promedió 30 % y los trabajadores perdiendo alrededor de 7 puntos de su participación en el ingreso, es el gran puntapié inicial de este esquema.
Agostina Constantino: El default, la devaluación, las retenciones, fueron implementadas por Duhalde o Rodríguez Saá, o sea antes de que llegue el kirchnerismo al poder, pero fueron esas las medidas que quedaron como paradigmáticas de la época kirchnerista. Entonces, qué fue el kirchnerismo es parte de lo que intentamos responder en el libro.
Leyendo casi todos los trabajos encontramos que hay tres momentos claramente diferenciados en este período. ¿Cuál es el hilo conductor para explicar el pasaje de un momento a otro?
MS: Para mí lo que explica el cambio de las etapas es la falta de cambio estructural. Ahí hay cuatro o cinco aspectos que el kirchnerismo hereda de los años anteriores y que no cuestiona ni corrige. El primero tiene que ver con el predominio del capital extranjero. La mitad del poder económico en 2001 era extranjero, la mitad del poder económico al final del kirchnerismo era extranjero. Y la mitad de la remisión de utilidades tiene que ver con comprometer la mitad del superávit comercial. Ahí hay un elemento estructural muy fuerte, que hasta los controles cambiarios de 2011/2012 fue central en la explicación de cómo la economía iba caminando hacia el escenario de restricción externa.
El segundo elemento estructural es la cuestión industrial. Es verdad que creció la industria, pero no menos cierto es que el perfil dependiente histórico del sector industrial argentino no solo que no se revirtió en esta década, sino que se amplificó. Ahí tenés un peso también fuerte en términos de restricción externa.
El tercero es un aspecto novedoso pero estructural que incorporó el kirchnerismo, que es la llamada crisis energética, que tiene que ver básicamente con haber sostenido los pilares de la política energética neoliberal, con un desenlace muy crítico en términos del sector cambiario.
Y el último es la fuga de capitales. Quizás en esos años de kirchnerismo no hubo tanta fugada ligada a negocios financieros, pero sí tuviste niveles de fuga de capitales por parte de los grandes grupos económicos muy fuertes.
Con lo cual, tenés una economía que llega estructuralmente muy deteriorada al escenario de reversión de los términos de intercambio. Y con serios problemas, vinculados, por lo menos en la mirada que trasunta varios de estos trabajos, a la falta del cambio estructural.
Entonces, a partir de 2011/2012, cuando empiezan los verdaderos problemas y el kirchnerismo va tratando de hacer cosas para no caer en lo inevitable que es el ajuste, que ocurre en el año 2014, el kirchnerismo apela a la tesis del “viento de frente”. Yo creo que este libro aporta mucha evidencia respecto de que, más allá de que evidentemente hay un viento de frente para una economía muy ligada a una inserción primaria al estilo muy tradicional, pero con problemas estructurales no resueltos y amplificados que la hacen mucho más endeble.
En el libro también señalan que durante los gobiernos kirchneristas se mantuvieron los compromisos del Estado argentino con la regulación del capital global. No se denunciaron los Tratados Bilaterales de Inversión, se permaneció en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
AC: Toda la configuración de la estructura económica durante el kirchnerismo se dio sobre las bases que venían desde fines de los ’70 para acá. Todo el entramado legislativo y regulatorio establecido a partir de la última dictadura militar: la ley de inversiones extranjeras, la ley de minería de los ’90. Son todas regulaciones que no fueron modificadas por el kirchnerismo. Lo que hizo, en términos de regulación –como parte también de esto que tuvo de novedoso de gestión de los conflictos sociales que surgen por la profundización de ese modelo económico–, fue sancionar algunas leyes, como la de tierras extranjeras, o algunas que restituyeron tierras a pueblos originarios, etc. Pero terminaron siendo más un maquillaje para gestionar el conflicto social. La ley de glaciares, o la ley de bosques, no se terminaron de aplicar en profundidad, y tampoco tenían un objetivo regulatorio tan importante como lo decían discursivamente.
Incluso cuando en 2012 intentaron frenar el giro al exterior de utilidades, me acuerdo que parte de los motivos por los cuales Guillermo Moreno apelaba a la presión informal sobre las firmas extranjeras para que no giraran, era porque formalmente por los Tratados Bilaterales de Inversión, no tenían formalmente herramientas para impedirlo.
AC: Sí. Además, si bien es cierto que con esa medida disminuyó la fuga de divisas por giro de utilidades, siguió –acentuada todavía más– por medio de otras vías que tienen las empresas trasnacionales: precios de transferencia, importaciones, pagos de deuda, etc. También puede pensarse como un maquillaje, si se quiere. Tenían esas cifras para mostrar: que cayó la remisión de utilidades al exterior; pero no mostraban la fuga por otros lados.
El kirchnerismo, desde que asumió Néstor Kirchner, habló de la necesidad de reconstruir una burguesía nacional. Parte de su discurso de “capitalismo en serio” con el que coqueteaba en 2003 tenía que ver con esto. Si uno mira de punta a punta el período, lo que se obtuvo como resultado en este plano está focalizado en unos pocos grupos. ¿Cómo cambió en este período la fisonomía de la clase dominante?
MS: Se favorecieron algunos grupos, por ejemplo, los que entraron a YPF para vaciarla y hacer un negocio financiero al estilo de Eskenazi/Petersen. Y después se consolidan dos tipos de grupos locales: 1) los tradicionales, como Techint, los ligados a los sectores primarios exportadores más tradicionales; y 2) los que creo que llamar burguesía nacional es muy condescendiente, que son un puñado de pequeños grupos que, vinculados a núcleos de negocios articulados alrededor del Estado, tuvieron un crecimiento fabuloso; los Lázaro Báez, los Cristóbal López, Electroingeniería y tantos etcéteras. Lo que estamos viendo ahora es que, en la medida en la que esos núcleos de privilegio vinculados al nexo con el Estado retroceden, se redefinen, o se modifican, son grupos que desaparecen.
El último capítulo del libro analiza la dinámica laboral y las políticas de los gobiernos kirchneristas en este terreno. Durante los años kirchneristas se habló de un modelo de “crecimiento con inclusión”. ¿En qué medida los resultados del período confirman este planteo?
AC: Como en todas las dimensiones que nosotros intentamos abarcar con el libro, acá también pueden verse etapas. Hay una mejora en los primeros años, pero llega hasta 2006/2007. A partir de ahí, ya no se ven mejoras en términos de salario medio real.
MS: Vos tenés una etapa de mucho crecimiento del empleo hasta 2007, y de mejora fuerte del salario, viniendo del 2002. En 2007 recuperaste lo del 2001, pero a partir de ahí ya no tanto. Y lo mismo podríamos decir en términos de distribución del ingreso. Lo interesante es que el momento de mayor esfuerzo del kirchnerismo por mejorar la distribución del ingreso, que podríamos decir que se da desde 2008/2009 en adelante con la Asignación Universal por Hijo y otras políticas, coincide con un momento en el que la distribución del ingreso se estanca.
Ahí lo que está jugando muy fuerte en términos de parálisis de la potencia redistributiva del esquema es la inflación. Ese es el otro aspecto de la falta de cambio estructural. El deterioro lo termina de sellar en 2014 el ajuste que tiene que ver con el otro eje de la falta de cambio estructural que es la restricción externa, que va a implicar un fuerte retroceso en términos de poder adquisitivo y de la participación del trabajo en el ingreso.
¿Cómo se explica el gobierno de Macri a la luz del balance de lo que dejó el kirchnerismo?
MS: El kirchnerismo dejó servido en bandeja el ajuste. Dicho esto, también es claro que en lo que lleva transcurrido el gobierno de Macri, que no es poco, hay aspectos de cierto cambio respecto de lo anterior. Hasta hace poco [cuando se inició la corrida, NdR] , los dólares que sostuvieron este esquema no venían de los grandes exportadores, sino que estaban más ligados a la vinculación con deuda externa y el capital financiero internacional. Ahí hay un cambio en la fracción del poder económico que ejerce la centralidad del esquema.
El ajuste lo iba a hacer cualquiera. En todo caso Macri lo que hace es sacarle los límites que tienen que ver con la construcción social y política del kirchnerismo, eso está claro. Pero el escenario 2014/2015 es uno de ajuste que el kirchnerismo empieza a procesar. Yo creo que hay mucho de “herencia recibida” en ese sentido.
AC: Creo que el macrismo en realidad viene a eliminar cualquier tipo de contradicción en materia del ajuste que iba a hacer cualquiera que llegara. Si había algún prurito respecto de las negociaciones con los sectores populares, etc., este gobierno deja completamente claro que eso no es un problema, y que van a hacer el ajuste que tengan que hacer. Esto se puede ver no solo en lo que hace al ajuste, sino también por ejemplo en lo que hace a la profundización del aprovechamiento de las ventajas comparativas: minería, expansión de la soja. Una de las primeras medidas de Macri cuando asume es la modificación de la ley de Tierras extranjeras.
Respecto del rol de la deuda y el capital financiero, estamos viendo que rápidamente las finanzas internacionales le cortaron el financiamiento a Macri, que sufrió una dura corrida y terminó en el FMI. ¿Qué perspectiva ven para el gobierno y la posibilidad de llevar adelante su plan de ajuste?
MS: Desde el punto de vista económico, antes de la corrida era un escenario, y ahora es otro. Pero yo creo que la limitación del gobierno no es tanto económica sino política. El intento que uno ve desde abril hasta acá es la desesperación por generar la idea de crisis. Ahora, lo cierto es que con todas las restricciones que charlamos largo y tendido, el kirchnerismo no dejó una economía como en el ’89, o en el 2001, cuando la sociedad pedía “hagan lo que tengan que hacer con tal de encausar este desastre”. No venimos de un escenario de crisis terminal, por lo tanto los márgenes sociales para procesar un ajuste son limitados.
Leyendo el libro, la conclusión es que el capitalismo dependiente argentino no tiene más futuro que continuar en un círculo vicioso de algunos años de expansión basada en deuda, entrada de capitales o términos de intercambio inusualmente favorables, para después retornar a chocarse con la crisis externa y el ajuste. Uno de los artículos habla de “articular el sujeto social” que rompa el ciclo del capitalismo dependiente. Pero, ¿cuál sería este? ¿Puede haber un sector de la burguesía que lo lidere, o estamos hablando de la clase trabajadora?
MS: Lo que vos planteaste, lo compartimos: esto es lo que hay, este es el capitalismo posible en un país como la Argentina, desde el punto de vista económico y político-social. Ahora, está claro, como plantea el trabajo de Andrés Wainer y Paula Belloni, que hay muchas dudas respecto de qué actor del capital podría cargarse al hombro un proceso de desarrollo, con lo cual me parece que es evidente que todos los cañones apuntan a la clase trabajadora o el campo popular. También es verdad que ahí hay un debate pendiente importante en términos de cómo estructurar un modelo distinto.
AC: El objetivo del libro era dejar sentadas las bases para plantear esta pregunta que vos hacés. Invitar a pensar qué hacemos, no solo referido a la etapa del kirchnerismo sino también a la actual. Sabiendo que incluso un gobierno que se presenta como popular tiene todas estas restricciones y limitaciones, ¿qué hacemos con el gobierno que sigue; qué hacemos el año que viene en las elecciones? ¿Cuál es la salida a esta crisis política y económica que tenemos ahora?
Sobre esto último que planteás, yo creo que la conclusión es que hay una serie de condiciones básicas, que tienen que ver con los núcleos centrales que ustedes señalan: cómo ubicarse frente al imperialismo, la deuda, los TBI, el capital extranjero, y demás, que dan como una serie de puntos de partida para la discusión del proyecto político. Para pensar puntualmente el año que viene, ahora que tenemos de vuelta un crédito del FMI, es claro que si aceptás como precondición que no podés romper con el organismo, ya te pusiste un grillete para 2020, 2021… En ese sentido ahí hay como varias pistas.
MS: Sí, pero, por ejemplo sobre los TBI, nosotros mencionamos que esto está, y en la caracterización nuestra es un gran lastre en términos de pensar un modelo alternativo. Ahora, dicho esto, ¿qué hacemos? Tenés una economía en la que la mitad del poder económico es extranjero, los renglones centrales del comercio exterior te los maneja el poder económico, todo eso tiene que entrar en la discusión. Ahí, la denuncia de que este es el capitalismo que tenemos no alcanza.
Nosotros llegamos a mostrar eso, y ahora habrá que seguir trabajando. Pero me parece que desde la izquierda, definida en un sentido amplio, nos debemos una discusión al respecto de cómo resolver esto. Si no, tenés el riesgo de tratar de hacer o generar cosas, pero el poder económico y de veto que tenés enfrente es gigantesco, y no es solamente una cuestión imperialista, sino que tiene que ver con actores concretos y sus socios políticos; es dificilísimo. Alumbrar sobre estos problemas para empezar a pensar por dónde pueden venir las alternativas me parece que es importante.
Nacido en Bs. As. en 1980. Es economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Coedita la sección de Economía de La Izquierda Diario, es autor del libro La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo (Ediciones IPS, 2015), y compilador junto a Juan R. González de Para entender la explotación capitalista (segunda edición Ediciones IPS, 2018).
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