La última sesión del período ordinario en el Senado fue, como es regla, tumultuosa y desordenada. El oficialismo consiguió la aprobación del Presupuesto 2017 que prevé lluvia de inversiones y de maná e inflación que sería menos de la mitad de la del año en curso. Realizó concesiones cuyo auténtico valor se medirá cuando se transformen en hechos… si eso sucede.
La vicepresidenta Gabriela Michetti, cuentan compañeros del basculante bloque del Frente para la Victoria (FpV), no daba pie con bola en la jornada híper quinética. Hace falta destreza para conducir esas sesiones. A Michetti no le ha bastado un año para manejar con soltura las reglas parlamentarias, que le son tan esquivas como las que estipulan el manejo prolijo de la Fundación SUMA.
En medio del barullo, se hizo ley la expropiación del Hotel Bauen, una tradicional empresa recuperada y defendida por la conciencia de sus trabajadores. Ni el oficialismo ni Michetti ansiaban el desenlace pero no se dieron maña para impedirlo. Un senador peronista que usó la camiseta amarilla en demasiadas sesiones decisivas, se ufana en off the record del resultado e interpreta que es una señal: hay una nueva correlación de fuerzas. Seguramente exagera pero la muestra es interesante.
El texto de la nueva versión de la Ley de Emergencia Social, acordado entre Cambiemos, las organizaciones sociales y buena parte de la oposición parlamentaria, consiguió con facilidad dictamen aprobatorio en la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados.
Los referentes de los movimientos sociales lo evalúan como consecuencia de movilizaciones y protestas: el 29 de abril con las CGT y las CTA, San Cayetano, el acto pionero ante el Congreso congregando a dirigentes gremiales y las agrupaciones del territorio. La caracterización es correcta, tal vez sea prematuro el optimismo acerca de los resultados contantes y sonantes de los acuerdos.
La ley debe comenzar a tratarse en extraordinarias, solo podrá salir a fin de año si median acuerdos con el Gobierno del presidente Mauricio Macri. Hasta ahora, la administración nacional se caracterizó por burlar pactos, retacear partidas y sub ejecutar a lo pampa. El avance es innegable, el producido se medirá en el rectángulo de juego.
En plena vigencia del compromiso de no despedir gente durante el verano, la empresa estatal YPF decide cesar la actividad en 33 equipos petroleros en el Neuquén, lo que presupone el posible despido de 1700 trabajadores, una cantidad imponente incluso de las altas marcas de 2016.
Más combativa que la media de la CGT reunificada, la Bancaria consigue aumentos importantes para fin de año con la mayoría de las patronales del sector. Su Secretario General, Sergio Palazzo, continúa diferenciándose virtuosamente del triunvirato cegetista que se muestra apagado en estos días. El Ministro de Trabajo Jorge Triaca (h) (que nunca se equivoca a favor de los laburantes) anuncia que no homologará el convenio paritario. Eso no impide su validez para todos los trabajadores de la actividad, ya que se cerró con representaciones empresarias que emplean al 80 por ciento de los trabajadores del sector. La reticencia de Triaca tiene más valor simbólico que eficacia pero expresa que el Gobierno obstaculiza mejoras de la condición de los trabajadores.
El ramillete de hechos sucedidos en la semana pinta un cuadro novedoso, dialéctico. Un retroceso de Cambiemos sin renunciar a sus premisas.
En el archipiélago opositor se atisba una etapa más propicia (o menos desfavorable) en la correlación de fuerzas. El Gobierno explica puertas adentro que está aplacando el conflicto social, mientras aumenta la distancia entre fuerzas sociales y sindicales respecto del kirchnerismo.
– – –
Formas de pago: Este cronista es refractario a evaluar el resultado de negociaciones cuando las tratativas no se han cerrado. Todas incluyen regateos, amagues, pulseadas, trampitas.
Una regla de oro, que los peronistas conocen mejor que nadie, estipula que se debe tratar de cobrar de contado y pagar diferido. Vale para cualquier transacción, es esencial cuando hay pícaros o fulleros del otro lado de la mesa. Para evaluar cabalmente el New Deal habrá que esperar unos meses.
En el ínterin, los popes de la CGT entregaron de contado la ley de Riesgos de Trabajo que solo atiende a los intereses de las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART), a los “costos empresarios”, al exceso de “litigiosidad”. La contrapartida de cajón, el núcleo de un sistema de seguridad en el Trabajo, se difirió por un semestre (vocablo fatal en bocas macristas). Recién entonces, se aduce, habrá que dedicarse al tratamiento integral de los accidentes y enfermedades laborales, que son casi siempre una consecuencia de la explotación capitalista y demasiado a menudo un producto de la desidia patronal.
El conjunto es dialéctico, complejo, con pluralidad de actores. El arranque triunfal del macrismo queda fechado en sus primeros cincuenta días en el que se comía a los chicos crudos y sobre cumplía sus promesas clientelistas a favor de los exportadores, la banca, las patronales agropecuarias, los medios dominantes.
La impresión compartida es que pasó el mejor cuarto de hora del oficialismo. De nuevo, nada es definitivo mientras el partido se sigue jugando. El Gobierno maneja la caja y una ración importante de la iniciativa. Pero jamás toda.
– – –
“Oooocho” diría Riverito: Macri, en gesto magnánimo, calificó con ocho puntos el primer año de su gestión de gobierno. La libertad de expresión es amplia y contiene en su borde el derecho de macanear o mentir crasamente. La auto benevolencia no es una originalidad de la dirigencia de PRO, atañe a muchos oficialismos. Todo esto aceptado, la cifra asombra: es la más generosa del segundo semestre que se va yendo dejando promesas incumplidas y una estela de desolación.
El “ocho” se consigue con indicadores deprimentes de inflación, recesión, reducción del PBI, aumento del desempleo, cantidad de despidos, suspensiones en espiral ascendente, caída alarmante del consumo popular. También con el encarcelamiento por motivos políticos de Milagro Sala, repudiado por autoridades de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Una pregunta de cajón quedó en el tintero de quienes entrevistaron a Macri. ¿Qué daño debería haber causado el presidente y el mejor equipo de la historia para merecer un cuatro o un aplazo? Tal vez hiperinflación, records aún mayores de desmantelamiento del aparato productivo, millones de personas puestas de patitas en la calle, militantes sociales deportados o sujetos a quién sabe qué otras sevicias.
La autosatisfacción declamada es contradicha por las discusiones internas en la coalición gobernante, por el publicitado “retiro espiritual” en Chapadmalal, por las recriminaciones crecientes de los medios hegemónicos que le aguantan los trapos, por los empresarios que siguen sin encontrar el agujero del mate.
Las corporaciones patronales transmiten su sorpresa por las consecuencias previsibles y cantadas de devaluar y bajar retenciones al unísono, por primera vez en la historia nacional. Fundamentalistas al fin, se compungen porque sus plegarias no fueron atendidas y por la ineficacia de los sacrificios que ejecutaron. Sacrificios de otrxs, se entiende.
Los más locuaces cancherean hablando de política democrática, arte que desconocen. Se resignan a un interregno de populismo impostado, kirchnerismo con buenos modales o como se lo quiera llamar durante “el año electoral” para retomar la ofensiva ajustadora en 2018. Suponen que las personas de a pie, las que votan en los años incómodos, son como pavos o cerdos que se alegran mientras los engordan para ser sacrificados cuando el dueño esté de fiesta. El mecanicismo del razonamiento revela las limitaciones de su saber.
El establishment sigue bancando este proyecto que privilegia sus intereses, que trata de seguir aumentando la desigualdad y que (en el peor de los casos) es el mayor antídoto contra “el populismo y el pasado”.
Los tironeos internos entre figuras o sectores del “equipo económico” no trasgreden los límites de un pensamiento compartido, que tal vez hasta crea en las inconsecuencias que enuncia.
En un año, el macrismo recalculó varias veces sus metas colectivas, siempre a menos. Hoy han entrado en el pasado las ambiciones de ampliar el Commonwealth Cambiemos con peronistas disconformes o con integrantes del Frente Renovador conducido por el diputado Sergio Massa o con sumarlo a él mismo.
Mientras el Gobierno redibuja sus metas, compara resultados tangibles con fantasías sobre inversiones o lanzamiento de la obra pública, hasta los opositores más transigentes se realinean pensando en el año electoral. En general, admitiendo que siempre hay excepciones minoritarias, se percatan de que ser oficialista luce pianta votos. También ha registrado que el Gobierno es astuto para retroceder cuando no le queda otra. Y que es posible frenar sus iniciativas o “sacarle algo” y que para eso será mejor ganarle en las urnas que sumarse al centro del dispositivo.
Sin haberse conjurado, concuerdan las tácticas de la CGT reunificada, los movimientos sociales, los mandatarios provinciales y comunales, hasta diputados o senadores transigentes en exceso. En el último trimestre todos internalizaron que hay que pulsear con el oficialismo para reposicionarse y darle batalla cuando se vote.
La diáspora opositora es por ahora una fortaleza de Cambiemos. El FpV se enreda en internas poco interesantes para muchas personas del común. La necesidad de reunificarse, que en buena dosis es recrearse, forma parte del repertorio retórico común pero la praxis cotidiana enfila para otros lados.
“La política” es menos ingrata que la economía para el macrismo quizás porque se puede interpretarse libremente lo que es más difícil cuando se trata de datos duros.
– – –
Subestimaciones y balances: En el transcurso del primer año (un cuarto del mandato) de Macri se tendió a subestimar el impacto de la protesta social, mayormente segmentada y referida a reivindicaciones sectoriales. La lectura instantánea de los efectos, el “minuto a minuto” distorsiona las proporciones, minimiza las proyecciones.
Un repaso menos ansiógeno comprueba que fueron el primer freno a la ofensiva oficial contra derechos de los sectores populares. Tardó un rato en trasladarse al terreno institucional, en el que empiezan a madurar sus frutos.
En contrapeso, el aprendizaje debería matizar lecturas triunfalistas sobre avances y retrocesos en el final del año. La historia fluye y ningún escenario es su final. La chocante mala fe del presidente reformando por decreto la ley de blanqueo debe servir de alerta (ver asimismo nota aparte).
El gobierno nunca baja la guardia, ni es un ejemplo a la hora de cumplir sus pactos. Pocos argentinos, acaso el primer quintil en ingresos, patrimonios y poder fáctico festejarán el primer cumpleaños.
La vicepresidenta Gabriela Michetti, cuentan compañeros del basculante bloque del Frente para la Victoria (FpV), no daba pie con bola en la jornada híper quinética. Hace falta destreza para conducir esas sesiones. A Michetti no le ha bastado un año para manejar con soltura las reglas parlamentarias, que le son tan esquivas como las que estipulan el manejo prolijo de la Fundación SUMA.
En medio del barullo, se hizo ley la expropiación del Hotel Bauen, una tradicional empresa recuperada y defendida por la conciencia de sus trabajadores. Ni el oficialismo ni Michetti ansiaban el desenlace pero no se dieron maña para impedirlo. Un senador peronista que usó la camiseta amarilla en demasiadas sesiones decisivas, se ufana en off the record del resultado e interpreta que es una señal: hay una nueva correlación de fuerzas. Seguramente exagera pero la muestra es interesante.
El texto de la nueva versión de la Ley de Emergencia Social, acordado entre Cambiemos, las organizaciones sociales y buena parte de la oposición parlamentaria, consiguió con facilidad dictamen aprobatorio en la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados.
Los referentes de los movimientos sociales lo evalúan como consecuencia de movilizaciones y protestas: el 29 de abril con las CGT y las CTA, San Cayetano, el acto pionero ante el Congreso congregando a dirigentes gremiales y las agrupaciones del territorio. La caracterización es correcta, tal vez sea prematuro el optimismo acerca de los resultados contantes y sonantes de los acuerdos.
La ley debe comenzar a tratarse en extraordinarias, solo podrá salir a fin de año si median acuerdos con el Gobierno del presidente Mauricio Macri. Hasta ahora, la administración nacional se caracterizó por burlar pactos, retacear partidas y sub ejecutar a lo pampa. El avance es innegable, el producido se medirá en el rectángulo de juego.
En plena vigencia del compromiso de no despedir gente durante el verano, la empresa estatal YPF decide cesar la actividad en 33 equipos petroleros en el Neuquén, lo que presupone el posible despido de 1700 trabajadores, una cantidad imponente incluso de las altas marcas de 2016.
Más combativa que la media de la CGT reunificada, la Bancaria consigue aumentos importantes para fin de año con la mayoría de las patronales del sector. Su Secretario General, Sergio Palazzo, continúa diferenciándose virtuosamente del triunvirato cegetista que se muestra apagado en estos días. El Ministro de Trabajo Jorge Triaca (h) (que nunca se equivoca a favor de los laburantes) anuncia que no homologará el convenio paritario. Eso no impide su validez para todos los trabajadores de la actividad, ya que se cerró con representaciones empresarias que emplean al 80 por ciento de los trabajadores del sector. La reticencia de Triaca tiene más valor simbólico que eficacia pero expresa que el Gobierno obstaculiza mejoras de la condición de los trabajadores.
El ramillete de hechos sucedidos en la semana pinta un cuadro novedoso, dialéctico. Un retroceso de Cambiemos sin renunciar a sus premisas.
En el archipiélago opositor se atisba una etapa más propicia (o menos desfavorable) en la correlación de fuerzas. El Gobierno explica puertas adentro que está aplacando el conflicto social, mientras aumenta la distancia entre fuerzas sociales y sindicales respecto del kirchnerismo.
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Formas de pago: Este cronista es refractario a evaluar el resultado de negociaciones cuando las tratativas no se han cerrado. Todas incluyen regateos, amagues, pulseadas, trampitas.
Una regla de oro, que los peronistas conocen mejor que nadie, estipula que se debe tratar de cobrar de contado y pagar diferido. Vale para cualquier transacción, es esencial cuando hay pícaros o fulleros del otro lado de la mesa. Para evaluar cabalmente el New Deal habrá que esperar unos meses.
En el ínterin, los popes de la CGT entregaron de contado la ley de Riesgos de Trabajo que solo atiende a los intereses de las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART), a los “costos empresarios”, al exceso de “litigiosidad”. La contrapartida de cajón, el núcleo de un sistema de seguridad en el Trabajo, se difirió por un semestre (vocablo fatal en bocas macristas). Recién entonces, se aduce, habrá que dedicarse al tratamiento integral de los accidentes y enfermedades laborales, que son casi siempre una consecuencia de la explotación capitalista y demasiado a menudo un producto de la desidia patronal.
El conjunto es dialéctico, complejo, con pluralidad de actores. El arranque triunfal del macrismo queda fechado en sus primeros cincuenta días en el que se comía a los chicos crudos y sobre cumplía sus promesas clientelistas a favor de los exportadores, la banca, las patronales agropecuarias, los medios dominantes.
La impresión compartida es que pasó el mejor cuarto de hora del oficialismo. De nuevo, nada es definitivo mientras el partido se sigue jugando. El Gobierno maneja la caja y una ración importante de la iniciativa. Pero jamás toda.
– – –
“Oooocho” diría Riverito: Macri, en gesto magnánimo, calificó con ocho puntos el primer año de su gestión de gobierno. La libertad de expresión es amplia y contiene en su borde el derecho de macanear o mentir crasamente. La auto benevolencia no es una originalidad de la dirigencia de PRO, atañe a muchos oficialismos. Todo esto aceptado, la cifra asombra: es la más generosa del segundo semestre que se va yendo dejando promesas incumplidas y una estela de desolación.
El “ocho” se consigue con indicadores deprimentes de inflación, recesión, reducción del PBI, aumento del desempleo, cantidad de despidos, suspensiones en espiral ascendente, caída alarmante del consumo popular. También con el encarcelamiento por motivos políticos de Milagro Sala, repudiado por autoridades de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Una pregunta de cajón quedó en el tintero de quienes entrevistaron a Macri. ¿Qué daño debería haber causado el presidente y el mejor equipo de la historia para merecer un cuatro o un aplazo? Tal vez hiperinflación, records aún mayores de desmantelamiento del aparato productivo, millones de personas puestas de patitas en la calle, militantes sociales deportados o sujetos a quién sabe qué otras sevicias.
La autosatisfacción declamada es contradicha por las discusiones internas en la coalición gobernante, por el publicitado “retiro espiritual” en Chapadmalal, por las recriminaciones crecientes de los medios hegemónicos que le aguantan los trapos, por los empresarios que siguen sin encontrar el agujero del mate.
Las corporaciones patronales transmiten su sorpresa por las consecuencias previsibles y cantadas de devaluar y bajar retenciones al unísono, por primera vez en la historia nacional. Fundamentalistas al fin, se compungen porque sus plegarias no fueron atendidas y por la ineficacia de los sacrificios que ejecutaron. Sacrificios de otrxs, se entiende.
Los más locuaces cancherean hablando de política democrática, arte que desconocen. Se resignan a un interregno de populismo impostado, kirchnerismo con buenos modales o como se lo quiera llamar durante “el año electoral” para retomar la ofensiva ajustadora en 2018. Suponen que las personas de a pie, las que votan en los años incómodos, son como pavos o cerdos que se alegran mientras los engordan para ser sacrificados cuando el dueño esté de fiesta. El mecanicismo del razonamiento revela las limitaciones de su saber.
El establishment sigue bancando este proyecto que privilegia sus intereses, que trata de seguir aumentando la desigualdad y que (en el peor de los casos) es el mayor antídoto contra “el populismo y el pasado”.
Los tironeos internos entre figuras o sectores del “equipo económico” no trasgreden los límites de un pensamiento compartido, que tal vez hasta crea en las inconsecuencias que enuncia.
En un año, el macrismo recalculó varias veces sus metas colectivas, siempre a menos. Hoy han entrado en el pasado las ambiciones de ampliar el Commonwealth Cambiemos con peronistas disconformes o con integrantes del Frente Renovador conducido por el diputado Sergio Massa o con sumarlo a él mismo.
Mientras el Gobierno redibuja sus metas, compara resultados tangibles con fantasías sobre inversiones o lanzamiento de la obra pública, hasta los opositores más transigentes se realinean pensando en el año electoral. En general, admitiendo que siempre hay excepciones minoritarias, se percatan de que ser oficialista luce pianta votos. También ha registrado que el Gobierno es astuto para retroceder cuando no le queda otra. Y que es posible frenar sus iniciativas o “sacarle algo” y que para eso será mejor ganarle en las urnas que sumarse al centro del dispositivo.
Sin haberse conjurado, concuerdan las tácticas de la CGT reunificada, los movimientos sociales, los mandatarios provinciales y comunales, hasta diputados o senadores transigentes en exceso. En el último trimestre todos internalizaron que hay que pulsear con el oficialismo para reposicionarse y darle batalla cuando se vote.
La diáspora opositora es por ahora una fortaleza de Cambiemos. El FpV se enreda en internas poco interesantes para muchas personas del común. La necesidad de reunificarse, que en buena dosis es recrearse, forma parte del repertorio retórico común pero la praxis cotidiana enfila para otros lados.
“La política” es menos ingrata que la economía para el macrismo quizás porque se puede interpretarse libremente lo que es más difícil cuando se trata de datos duros.
– – –
Subestimaciones y balances: En el transcurso del primer año (un cuarto del mandato) de Macri se tendió a subestimar el impacto de la protesta social, mayormente segmentada y referida a reivindicaciones sectoriales. La lectura instantánea de los efectos, el “minuto a minuto” distorsiona las proporciones, minimiza las proyecciones.
Un repaso menos ansiógeno comprueba que fueron el primer freno a la ofensiva oficial contra derechos de los sectores populares. Tardó un rato en trasladarse al terreno institucional, en el que empiezan a madurar sus frutos.
En contrapeso, el aprendizaje debería matizar lecturas triunfalistas sobre avances y retrocesos en el final del año. La historia fluye y ningún escenario es su final. La chocante mala fe del presidente reformando por decreto la ley de blanqueo debe servir de alerta (ver asimismo nota aparte).
El gobierno nunca baja la guardia, ni es un ejemplo a la hora de cumplir sus pactos. Pocos argentinos, acaso el primer quintil en ingresos, patrimonios y poder fáctico festejarán el primer cumpleaños.