El fin de ciclo alcanza a la región

Nicolás Maduro enfrenta el domingo una elección crucial. Las encuestas, si es que creemos todavía en ellas después de la experiencia argentina, lo dan por perdedor por una diferencia apreciable. Los que saben dicen que está dispuesto a gobernar por decreto porque, si pierde el control del Congreso, la oposición no podrá reunir los dos tercios de los legisladores para obstruir sus planes. Lo que ningún artilugio de Maduro podrá corregir es el precio del petróleo, que se derrumbó, y su propia impericia. Esa combinación letal para un régimen que extraña demasiado a Chávez muestra el tamaño del desaguisado de la dupla de Maduro y Diosdado Cabello, que controla a los militares.
Hay quienes cuentan que el ex presidente de Uruguay, José Mujica, se esforzaba para explicarle a Joe Biden, el vice de Obama, por qué no se debe presionar más a Maduro. La razón: la posibilidad de un golpe de “izquierda” en Venezuela, protagonizado por sectores militares que ven cómo todo se desliza inexorablemente por la pendiente.
El centro de la cuestión, no sólo en Venezuela, es que el precio de los commodities que empujaron de cola las políticas de distribución y crecimiento estatal están colapsándose. Esa es la razón por la cual los problemas se han agudizado y tienen consecuencias políticas. Si a ese importante factor le sumamos los intentos de perpetuidad que impregnan a esos movimientos populistas, comprenderemos por qué Rafael Correa ya le puso fin a su experiencia. Será en el 2017, según se anunció ayer en Quito.
Los procesos de expansión de la economía en la región están terminando y los ciclos son reemplazados por los que deben tratar de gobernar en otras situaciones mucho más complicadas. Porque a la expansión, por ejemplo la Argentina, le sigue el reacomodamiento del desbarajuste que deja como herencia el kirchnerismo para que Macri tenga que lidiar con el problema.
Si Scioli hubiera ganado, tendría una agenda llena de problemas. Ya lo dijo el inefable Aníbal Fernández cuando anticipó, en el final de la campaña, que el candidato del kirchnerismo tendría que hacer un ajuste duro.
Si hay alguna duda hay que mirarse en el espejo brasileño: Dilma, en pleno ajuste y con una recesión muy fuerte, está pisando los umbrales del impeachment, que aquí se conoce como juicio político. La corrupción en Brasil –como en la Argentina o en Venezuela– es un factor que juega un papel corrosivo sobre el segundo turno de Rousseff, que hoy recibirá en Brasilia a Mauricio Macri.
Un nuevo ciclo regional ha comenzado.

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