El futuro no está escrito

El futuro no está escrito
Por Manuel Barrientos Nuevos desafíos para la “Generación del Bicentenario”: la construcción de una identidad propia y una agenda para la Argentina de las próximas décadas.
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Una serie de nuevos desafíos se eleva en sus horizontes. ¿Cómo contribuir a la consolidación de un armado político y electoral que permita avanzar en la superación de las asignaturas pendientes? ¿Cómo pasar de ser una fuerza que “banca el modelo”, iniciado en 2003, a un espacio que gestione políticas públicas con eficacia y sentido popular y que, a la vez, piense de forma propositiva sobre las demandas que presentará la Argentina de las próximas décadas? ¿Cómo configurar una identidad propia, dentro del universo kirchnerista, que les permita convertirse en organizaciones que persistan en el tiempo, incluso más allá de las eventualidades de 2015? ¿Cómo posicionarse ante el arco de fuerzas aliadas y ante el aparato del Partido Justicialista? ¿Cómo generar una política de comunicación que les permita entablar un diálogo con sectores más amplios de la sociedad?
La presidenta Cristina Kirchner los definió como la “Generación del Bicentenario” y sostuvo que tienen el rol central de institucionalizar las políticas implementadas desde 2003 y “ayudar a organizarlas socialmente para que nadie pueda derrumbar los logros que no son de un sector ni de un partido; son de toda la Argentina”.
Muchos de ellos ya no se consideran a sí mismos como “jóvenes” (sus principales referentes tienen entre 30 y 45 años), aunque sí reconocen lazos generacionales en la forma en la que vivieron los procesos históricos de la Argentina reciente. Es decir, los años de la infancia bajo la última dictadura; la ilusión y el desencanto del alfonsinismo; la “resistencia” en los noventa y el “reencuentro” con la política partidaria durante el kirchnerismo.
La lista de organizaciones y movimientos sociales que los congrega es amplia y heterogénea. Surgida al calor de las largas conversaciones políticas con Néstor Kirchner, en las noches de la Quinta de Olivos, La Cámpora es la agrupación de mayor despliegue territorial y visibilidad periodística en los grandes centros urbanos. Sus principales referentes hoy ocupan lugares de peso en la gestión pública. Eduardo “Wado” de Pedro, Mayra Mendoza y Andrés Larroque forman parte del bloque de diputados nacionales del FPV. Axel Kicillof es el viceministro de Economía de la Nación. Julián Álvarez es secretario de Justicia. Cecilia Nahón es secretaria de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería. Mariano Recalde es el presidente de Aerolíneas Argentinas. Juan Cabandié lidera la bancada del kirchnerismo en la Legislatura porteña.
Buena parte de ellos proviene de la militancia en la universidad, en los organismos de derechos humanos o en distintas organizaciones sociales. De Pedro fue uno de los impulsores de la organización H.I.J.O.S. y fundó la agrupación estudiantil NBI en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), junto a Recalde. El fallecido Iván Heyn, Kicillof y Nahón formaron parte de la agrupación TNT en Ciencias Económicas de la UBA, que logró romper la hegemonía de Franja Morada en 2001. Larroque presidió el Centro de Estudiantes del Colegio Nacional en 1996. Ellos citan estos antecedentes para aclarar que no son “tan” jóvenes y que, desde hace ya una década y media, vienen debatiendo en los ámbitos universitarios con muchos de quienes hoy aparecen como sus principales opositores.
Bajo fuego
Son uno de los blancos preferidos de los grandes medios de comunicación. Se los acusa de “militantes rentados”, de manejo discrecional de las “cajas” del Estado, de obsecuencia y seguidismo acrítico, de “adoctrinamiento” en las escuelas públicas y hasta de remedo de las juventudes hitlerianas.
Historiador e investigador del Conicet, Omar Acha tiene 41 años y es el autor del libro Los muchachos peronistas, en el que indagó sobre los orígenes olvidados de la Juventud Peronista, entre 1945 y 1955. Desde esa perspectiva, establece una distinción entre aquellos momentos en los que el peronismo estuvo en el poder y aquellos otros en los que formó parte de la oposición o debió resistir a las dictaduras. Por eso, recuerda que, durante los primeros gobiernos peronistas y luego entre 1973 y 1976, la juventud encontró dificultades para generar una identidad autónoma. En cambio, cuando el PJ no estuvo en el Gobierno, sí pudo desarrollar una táctica y una estrategia propias y, en consecuencia, consolidar poder y militancia. Bajo esa lógica de análisis, señala que “La Cámpora nació con el kirchnerismo en el poder y, por tanto, no es sorprendente que su agenda no presente diferencias con la del propio Gobierno”.
¿Por qué están en la línea de fuego? Acha sostiene que las críticas de la oposición no cuestionan el programa de fondo del kirchnerismo y apuntan a aquellos aspectos que consideran más vulnerables. “Aparece como un blanco fácil porque no se trata de un sector autónomo, y aún parece tener una mayor debilidad frente a otros sectores aliados al Gobierno”, indica el historiador.
Con 36 años, Nicolás Tereschuk es politólogo de la UBA y uno de los fundadores del blog colectivo Artepolitica.com, surgido en 2008 en plena pelea entre el Gobierno y las entidades agropecuarias por la resolución 125. Desde esa mirada cogeneracional, afirma que la estigmatización de la militancia juvenil y, en especial de La Cámpora, se debe a que la oposición no puede dirigir los dardos de forma directa sobre la figura presidencial, por el elevado porcentaje de votos que obtuvo en las últimas elecciones y por sus consecuentes altos niveles de imagen positiva. También reconoce que el ascenso de los cuadros juveniles en los cargos ejecutivos o legislativos genera acusaciones de “arribismo”, precisamente por parte de quienes quieren esos lugares y no los tienen. O los tienen y temen perderlos. “Hoy son el depósito de todo lo malo que tiene el Gobierno. Ellos dirán que son mejores y tal vez no sea así, pero tampoco pueden ser peores al promedio de la política argentina”, razona.
La historia reciente y, más exactamente, los años de la última dictadura, son clave para entender los argumentos descalificatorios que se vierten sobre los jóvenes kirchneristas, según entiende Alejandro Horowicz. Doctor en Ciencias Sociales y ensayista, es el autor del clásico Los cuatro peronismos y el más cercano Las dictaduras argentinas. Historia de una frustración nacional. Nacido en 1949, fue integrante de la Federación Universitaria Argentina (FUA) en los años previos al golpe de Estado de 1976 y sostiene que, a partir de aquellos tiempos, la conjugación de jóvenes y política se transformó en una actividad peligrosa, una práctica delictiva.
En ese sentido, Horowicz considera que, para los sectores reaccionarios, los militantes de La Cámpora vuelven a ocupar el lugar que tenía la Juventud Peronista revolucionaria de los años setenta, en un intento por reinstaurar el terror social hacia la ligazón de los jóvenes con la política. “Se trata, sin embargo, de una forma de ignorar a La Cámpora, de no observar sus particularidades, porque la analogía con la juventud de los setenta es poco feliz y oculta más de lo que ilumina”, asegura.
Profesor de Sociología de la UBA, Horowicz señala que la abolición de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y de los indultos representó una restauración entre las palabras y las cosas que, entre otros aspectos, permitió la revinculación de los jóvenes con la militancia. De esta forma, según su lectura, se introdujo una modificación relevante en el programa impuesto por la dictadura “que concebía a la política como una actividad sólo destinada a las clases dominantes y lejana para los plebeyos”. Por tanto, considera que no tiene sentido hablar de “militancia rentada” o “no rentada” porque desde el retorno democrático de 1983, la política se ha transformado en una actividad profesionalizada para todas las fuerzas partidarias.
Tereschuk también establece sus diferencias frente a las analogías que se suelen trazar entre la militancia actual y la JP revolucionaria. “Si bien se conserva cierta épica de los años setenta, hoy no se observa una visión sacrificial de la política. Y creo que, lejos de ser una frivolidad, es un activo de estas generaciones”, señala. Para el politólogo, otra diferencia clave está en la mirada sobre el rol interventor del Estado, que antes no solía tener un lugar central en el pensamiento político de los sectores más jóvenes. “Es decir, una mirada sobre las políticas públicas como herramientas de transformación de la vida de la gente”, agrega. Así, apunta como un elemento novedoso el hecho de que, actualmente, los jóvenes discutan resoluciones, programas de gobierno u ocupen un sillón en el directorio de aquellas empresas que tienen participación accionaria de la Anses. Tereschuk cree que podrían encontrarse ciertas similitudes con los cuadros juveniles de la UCR durante el alfonsinismo, aunque aquélla haya sido una experiencia más acotada en el tiempo.
La agenda que viene
Como las figuras del espectáculo, los deportistas y todos aquellos que requieren de notoriedad pública, los políticos parecen estar obligados a una lógica implacable: hoy ser es ser-visto-en-televisión. Quien asume un cargo ejecutivo o legislativo, tiene entre su lista de prioridades la contratación de un jefe de prensa que posibilite su aparición en los medios de comunicación. Sin embargo, buena parte de los referentes de La Cámpora parece sentirse más cómodo fuera de los estudios televisivos y suele optar por no responder a las críticas que se les hacen desde los medios masivos.
Se trata de una decisión consciente y consensuada. Ellos explican que se debe a la necesidad “casi pedagógica” de plantear al resto de los militantes de sus agrupaciones la necesidad de no acumular capital político sólo desde los medios y apostar a la militancia barrial y la atención de la gestión pública cotidiana. Horowicz encuentra una racionalidad en esa no intervención en los debates mediáticos. “No es un pase a la clandestinidad, sino simplemente es una forma de marcar que la política empieza a vivir también por fuera de la lógica de los grandes medios”, señala.
Por su parte, Tereschuk considera que se trata de una estrategia que debe ser coyuntural, y que no puede extenderse a largo plazo. “Uno de los desafíos que se les presenta es encontrar un lenguaje y una estética propios, con formatos y temas que deben ser comunicados a una sociedad plural, diversa y compleja como la argentina”, apunta. También cree que otro de los retos que tendrán en el futuro estará ligado a la propia gestión y al potencial salto de jerarquía que supondría estar al frente de un ministerio. O a los requerimientos que conllevaría la necesidad de encabezar una lista electoral y, en consecuencia, hablarles a públicos más amplios. Desde estas agrupaciones, responden que éste es un año de gestión pero que 2013 sí puede ser un momento para participar de forma más activa en los debates mediáticos.
Sin embargo, si se piensa en tiempos más largos, el desafío central se encontraría en la posibilidad de aportarle una identidad propia que actúe como un valor agregado al kirchnerismo. Así, el editor de Artepolítica recuerda que hay temas que hoy no están en la agenda política y que podrían ser planteados por estos sectores en el futuro.
Hoy, el kirchnerismo plantea el problema de su propia sucesión, que va más allá de lo que suceda en 2015. Acha coincide con Tereschuk en que uno de los principales desafíos para estos sectores pasará, precisamente, en cómo incidir en el porvenir del kirchnerismo. Con ese objetivo, deberá forjarse una identidad propia que le permita persistir en el tiempo. Y plantearse cómo se sitúa en el poder de las alianzas del kirchnerismo y en relación al aparato del PJ. Ante este dilema, habrá que observar cómo evoluciona La Cámpora en el rol central que hoy tiene en la configuración del Frente Unidos y Organizados junto a espacios como La Corriente, el Movimiento Evita y Nuevo Encuentro, entre otros. Además, Acha agrega que “otro eje central será encarar el debate acerca de qué significa profundizar el modelo y cómo resolver temas no resueltos como las desigualdades persistentes. Es decir, cómo pensar políticas para esas asignaturas pendientes”.
Finalmente, Horowicz indica que la ausencia de una agenda propia que se les endilga a las agrupaciones kirchneristas también podría dirigirse a buena parte del arco político nacional. “La oposición también carece de una agenda propia, porque asume la agenda mediática”, retruca. Y asegura que hoy el país está frente a problemas novedosos, propios de la reconstrucción del poder político operada en la última década y que vuelve a Sudamérica uno de los espacios más estimulantes de la política a nivel global. “Estas nuevas condiciones de posibilidad imponen también nuevos desafíos. Y hacen necesario el surgimiento de un sistema de cuadros populares de los que la Argentina hace varias décadas carece”, plantea.
*Lea la nota completa en la edición impresa de la revista Debate de setiembre.

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