Macri encabezó ayer el último timbreo del año en la localidad entrerriana de Larroque.
Luego de la semana más conflictiva con el peronismo por el impuesto a las ganancias, el gobierno de Mauricio Macri cambió su estrategia: comenzó a tomar conciencia de que debe mejorar el nivel de la ejecución política de las decisiones técnicas para garantizar la gobernabilidad y la capacidad de que las buenas intenciones se materialicen en las condiciones adversas.
Para ello, en las reuniones de coordinación de Olivos, el Presidente comenzó a definir a sus «aliados» peronistas entre los bloques legislativos, los gobernadores y dentro de la CGT. De ese modo buscará diferenciarlos en el trato de aquellos «que ponen palos en la rueda».
Por ejemplo, en la intimidad de la Casa Rosada comenzaron a hablar de «la liga de gobernadores buenos»; hacia afuera la bautizaron «la mini-liga». Frente a éstos existe también una «liga de los malos».
Para la discusión por el impuesto a las ganancias, según pudo saber LA NACION, Macri determinó que, luego del fracaso del proyecto propio, la prioridad será acordar con la CGT. La Casa Rosada descuenta que tiene el apoyo de 21 gobernadores. Pero no todos los diputados y senadores del PJ responden a ellos.
«Un acuerdo con la CGT permite que los legisladores que no reportan a los gobernadores puedan votarlo y se sientan amparados ante su electorado por la bendición del sindicalismo», señaló a LA NACION un funcionario del ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
Ello explica, en parte, que ayer se definió una segunda reunión con la CGT para mañana con el fin de cerrar un acuerdo, que estaría encaminado (ver aparte). Y es por ello que la reunión con los bloques legislativos se postergó unas horas, para mañana a la tarde. La cumbre con los gobernadores será pasado mañana.
En la Casa Rosada admiten que el error original fue haber enviado el proyecto oficialista al Congreso sin acordarlo con suficientes diputados de diversos bloques peronistas ni con la CGT. Solo había un vago consenso con los gobernadores sobre el impacto fiscal de $ 27.000 millones en el Presupuesto 2017.
Eso le enrostró el dirigente sindical Omar Maturano (La Fraternidad) al ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, en la Mesa de Diálogo por la Producción y el Trabajo, hace tres semanas, y amenazó con un paro de transportes. En la primera mesa, el Gobierno se había comprometido a consultar a la CGT.
Según la mesa chica de Macri, los aliados en la CGT son Juan Carlos Schmid (transportes), uno de los miembros de la conducción tripartita; José Luis Lingieri (Obras Sanitarias) y Gerardo Martínez (construcción). Schmid responde al influyente Hugo Moyano (camioneros), que habla con Macri en Olivos.
Si bien anunció una jornada de asambleas de los transportistas para mañana por reclamos en Ganancias, la Casa Rosada considera que Schmid logró en realidad frenar paros o medidas más duras.
Lingieri influye en la empresa estatal de aguas Aysa y apadrina a Luis Scervino, nombrado por Macri al frente de la Superintendencia de Seguros de Salud, que regula las obras sociales.
Martínez tiene una relación de vieja data con el Presidente desde que éste era empresario de la construcción en Socma y luego jefe de gobierno porteño. En Olivos también consideran aliado a Luis Barrionuevo (gastronómicos).
La Casa Rosada, en cambio, definió a los otros dos miembros del triunvirato de la CGT como «adversarios»: son los aliados del diputado y líder del Frente Renovador, Sergio Massa: Carlos Acuña (estacioneros) y Héctor Daer (Sanidad). En el resto de la conducción también rivalizan con Pablo Moyano, hijo de Hugo.
En lo político, el Gobierno definió como adversarios irrecuperables a Massa, a todo el bloque del Frente para la Victoria, y a los gobernadores Gildo Insfrán (Formosa), Carlos Verna (La Pampa) y Alicia Kirchner (Santa Cruz). Son aquellos en los que Macri nunca volverá a confiar, más allá de ciertas circunstancias.
Con este grupo habrá un abierto enfrentamiento verbal -como ya se vio en los últimos días- y una confrontación directa en el plano electoral.
En contrapartida, el Gobierno buscará fortalecerse en la «mini-liga» de gobernadores afines. La cabeza visible es Juan Manuel Urtubey (Salta), que conversa con Frigerio como si fueran del mismo gabinete.
La integran además Juan Schiaretti (Córdoba), Domingo Peppo (Chaco), Sergio Uñac (San Juan), Rosana Bertone (Tierra del Fuego), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Alberto Weretilneck (Río Negro), Omar Gutiérrez (Neuquen), Sergio Casas (La Rioja) y Hugo Passalacqua (Misiones).
Pese a su condición de massista, Frigerio busca recuperar su buena relación con Mario Das Neves (Chubut) y considera que Lucía Corpacci (Catamarca) se podría sumar al lote.
Luego de la semana más conflictiva con el peronismo por el impuesto a las ganancias, el gobierno de Mauricio Macri cambió su estrategia: comenzó a tomar conciencia de que debe mejorar el nivel de la ejecución política de las decisiones técnicas para garantizar la gobernabilidad y la capacidad de que las buenas intenciones se materialicen en las condiciones adversas.
Para ello, en las reuniones de coordinación de Olivos, el Presidente comenzó a definir a sus «aliados» peronistas entre los bloques legislativos, los gobernadores y dentro de la CGT. De ese modo buscará diferenciarlos en el trato de aquellos «que ponen palos en la rueda».
Por ejemplo, en la intimidad de la Casa Rosada comenzaron a hablar de «la liga de gobernadores buenos»; hacia afuera la bautizaron «la mini-liga». Frente a éstos existe también una «liga de los malos».
Para la discusión por el impuesto a las ganancias, según pudo saber LA NACION, Macri determinó que, luego del fracaso del proyecto propio, la prioridad será acordar con la CGT. La Casa Rosada descuenta que tiene el apoyo de 21 gobernadores. Pero no todos los diputados y senadores del PJ responden a ellos.
«Un acuerdo con la CGT permite que los legisladores que no reportan a los gobernadores puedan votarlo y se sientan amparados ante su electorado por la bendición del sindicalismo», señaló a LA NACION un funcionario del ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
Ello explica, en parte, que ayer se definió una segunda reunión con la CGT para mañana con el fin de cerrar un acuerdo, que estaría encaminado (ver aparte). Y es por ello que la reunión con los bloques legislativos se postergó unas horas, para mañana a la tarde. La cumbre con los gobernadores será pasado mañana.
En la Casa Rosada admiten que el error original fue haber enviado el proyecto oficialista al Congreso sin acordarlo con suficientes diputados de diversos bloques peronistas ni con la CGT. Solo había un vago consenso con los gobernadores sobre el impacto fiscal de $ 27.000 millones en el Presupuesto 2017.
Eso le enrostró el dirigente sindical Omar Maturano (La Fraternidad) al ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, en la Mesa de Diálogo por la Producción y el Trabajo, hace tres semanas, y amenazó con un paro de transportes. En la primera mesa, el Gobierno se había comprometido a consultar a la CGT.
Según la mesa chica de Macri, los aliados en la CGT son Juan Carlos Schmid (transportes), uno de los miembros de la conducción tripartita; José Luis Lingieri (Obras Sanitarias) y Gerardo Martínez (construcción). Schmid responde al influyente Hugo Moyano (camioneros), que habla con Macri en Olivos.
Si bien anunció una jornada de asambleas de los transportistas para mañana por reclamos en Ganancias, la Casa Rosada considera que Schmid logró en realidad frenar paros o medidas más duras.
Lingieri influye en la empresa estatal de aguas Aysa y apadrina a Luis Scervino, nombrado por Macri al frente de la Superintendencia de Seguros de Salud, que regula las obras sociales.
Martínez tiene una relación de vieja data con el Presidente desde que éste era empresario de la construcción en Socma y luego jefe de gobierno porteño. En Olivos también consideran aliado a Luis Barrionuevo (gastronómicos).
La Casa Rosada, en cambio, definió a los otros dos miembros del triunvirato de la CGT como «adversarios»: son los aliados del diputado y líder del Frente Renovador, Sergio Massa: Carlos Acuña (estacioneros) y Héctor Daer (Sanidad). En el resto de la conducción también rivalizan con Pablo Moyano, hijo de Hugo.
En lo político, el Gobierno definió como adversarios irrecuperables a Massa, a todo el bloque del Frente para la Victoria, y a los gobernadores Gildo Insfrán (Formosa), Carlos Verna (La Pampa) y Alicia Kirchner (Santa Cruz). Son aquellos en los que Macri nunca volverá a confiar, más allá de ciertas circunstancias.
Con este grupo habrá un abierto enfrentamiento verbal -como ya se vio en los últimos días- y una confrontación directa en el plano electoral.
En contrapartida, el Gobierno buscará fortalecerse en la «mini-liga» de gobernadores afines. La cabeza visible es Juan Manuel Urtubey (Salta), que conversa con Frigerio como si fueran del mismo gabinete.
La integran además Juan Schiaretti (Córdoba), Domingo Peppo (Chaco), Sergio Uñac (San Juan), Rosana Bertone (Tierra del Fuego), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Alberto Weretilneck (Río Negro), Omar Gutiérrez (Neuquen), Sergio Casas (La Rioja) y Hugo Passalacqua (Misiones).
Pese a su condición de massista, Frigerio busca recuperar su buena relación con Mario Das Neves (Chubut) y considera que Lucía Corpacci (Catamarca) se podría sumar al lote.