Aunque las temperaturas batan records, al humor de esta nación lo determina el calentamiento organizado por sectores que son minoritarios y corporativos pero son, también, poderosísimos y con una largamente demostrada capacidad de daño a la línea de flotación de cualquier gobierno. Finalmente, esta semana, lograron averiar al hasta ahora invicto kirchnerismo.
Esto no necesariamente significa que estemos volviendo a los horrorosos tiempos de imprevisibilidad e ingobernabilidad que ya padeció esta nación, pero es preocupante que no se vea con claridad la salida del laberinto, ni con qué costos para 38 o 39 millones de argentinos que seguramente no han visto un dólar ni un euro en todas sus vidas, y sin embargo trabajan duro y todo lo que quieren y necesitan es que continúe aquella previsibilidad, así como muchos otros añoran aquella mística con la que el país se recuperó del desastre de 2001-2002.
La situación es compleja y da para todas las interpretaciones, porque sin dudas la realidad es inquietante y sobrepropagandizada por los grandes diarios y sus teles mentirosas, pero también es verdad que el kirchnerismo ya demostró tener espaldas duras para aguantar lo que le tiren y recuperar agenda y protagonismo cada vez que lo acosan.
No obstante, en esta semana no se ha visto todo lo galvanizado que supo ser y, en materia de dólar, reservas e inflación el rumbo económico se mostró bastante errático hasta que llegaron los anuncios del viernes, a cargo de Jorge Capitanich y Axel Kicillof, dos funcionarios que son como decir la Presidenta.
Por eso este fin de semana nadie sabría decir con certeza se verá a partir del lunes si la venta libre de dólares para tenencia y ahorro que anunció Capitanich es mejor que los cepos; si los controles de precios funcionan; si los exportadores empiezan a liquidar divisas al nuevo tipo de cambio y varios etcéteras. En cambio, si continuaran la presión de las corporaciones, las habituales conductas conspirativas y los afanes golpistas de encumbrados empresarios, la timba de divisas podría continuar, estimulada además por el declaracionismo irresponsable de economistas expertos en fracasos y la endémica obsesión especuladora de sectores que ganaron dinero como nunca antes pero nada los conforma.
La semana cerró como agua hirviendo en todos los sentidos. Y aunque la lluvia y la chistosa convocatoria urgente del señor Macri a su equipo económico, cuando ya todo había pasado, llevaron momentáneo alivio a los porteños, en el resto del país sucedían otras cosas, como una insólita nevada en Bariloche y en Esquel, el lanzamiento del gobernador salteño Juan Manuel Urtubey como nuevo precandidato presidencial, una temperatura record absoluto en Córdoba, superior a los 50 grados y el avance imparable de la frontera sojera.
A todo esto, reapareció Cristina el miércoles con un discurso más mesurado, sin provocaciones ni ironías y anunciando un nuevo plan social de asistencia para estudios a jóvenes de entre 18 y 24 años que estén desempleados o no lleguen al salario mínimo. No habló, en cambio, de los puntos críticos que dos días después estallarían y que son peligrosos escalones descendentes de una gestión de diez años de logros que se podrán sobreestimar o ningunear de la manera más necia, pero ahí están. La Argentina cambió en una década como nunca antes y fueron cambios en general positivos, más allá de desaciertos, contradicciones y la furia militante del poder mediático opositor.
Por cierto, otra novedad de la semana fue que el Grupo Clarín aceptó finalmente cambiar la grilla de canales de su sistema analógico de cable, sometiéndose a lo dispuesto por la ley de medios. Mover su canal de bandera (TN) al Canal 8, y aceptar a la TV Pública en el Canal 11, entre Telefe y el Trece es todo un gesto, tanto como incluir finalmente al estupendo Pakapaka, así como a Telesur, IncaaTV y 360TV, entre otras modificaciones.
Estos cambios no son meramente formales, sino que hacen a la necesaria pero siempre demorada mejora en los sistemas informativos que padece la Argentina. Y no sólo en la tele. El miércoles pasado, por caso, el portal del diario La Nación se componía de 5 noticias sobre el derrumbe de la economía, 5 de crímenes y robos y 7 de asuntos internacionales y deportivos. El sentido general de ese periodismo es subrayar el país horroroso que supuestamente somos uno de los países peor calificados del mundo, textualmente y para ello brindan espacio a ex funcionarios de todos los fracasados gobiernos argentinos de los últimos veinte años, ahora columnistas habituales que brindan recetas supuestamente salvadoras. Entre ellos los señores Martín Redrado, Emilio Cárdenas, Daniel Montamat, Alieto Guadagni, Martín Lousteau y la lista continúa.
Habrá que ver cómo evoluciona el enfermo, suele decirse en los partes médicos hospitalarios. En esos casos por accidentes, epidemias o cirugías programadas se supone que el cuerpo de profesionales sabe lo que está haciendo. Y los que piensan que no, en general se manejan con prudencia y discreción, y hasta con grandeza. Tres cualidades que no se ven en los que provocaron esta crisis y que tanto bien harían a una nación que siempre parece estar al borde mismo del incendio.
Esto no necesariamente significa que estemos volviendo a los horrorosos tiempos de imprevisibilidad e ingobernabilidad que ya padeció esta nación, pero es preocupante que no se vea con claridad la salida del laberinto, ni con qué costos para 38 o 39 millones de argentinos que seguramente no han visto un dólar ni un euro en todas sus vidas, y sin embargo trabajan duro y todo lo que quieren y necesitan es que continúe aquella previsibilidad, así como muchos otros añoran aquella mística con la que el país se recuperó del desastre de 2001-2002.
La situación es compleja y da para todas las interpretaciones, porque sin dudas la realidad es inquietante y sobrepropagandizada por los grandes diarios y sus teles mentirosas, pero también es verdad que el kirchnerismo ya demostró tener espaldas duras para aguantar lo que le tiren y recuperar agenda y protagonismo cada vez que lo acosan.
No obstante, en esta semana no se ha visto todo lo galvanizado que supo ser y, en materia de dólar, reservas e inflación el rumbo económico se mostró bastante errático hasta que llegaron los anuncios del viernes, a cargo de Jorge Capitanich y Axel Kicillof, dos funcionarios que son como decir la Presidenta.
Por eso este fin de semana nadie sabría decir con certeza se verá a partir del lunes si la venta libre de dólares para tenencia y ahorro que anunció Capitanich es mejor que los cepos; si los controles de precios funcionan; si los exportadores empiezan a liquidar divisas al nuevo tipo de cambio y varios etcéteras. En cambio, si continuaran la presión de las corporaciones, las habituales conductas conspirativas y los afanes golpistas de encumbrados empresarios, la timba de divisas podría continuar, estimulada además por el declaracionismo irresponsable de economistas expertos en fracasos y la endémica obsesión especuladora de sectores que ganaron dinero como nunca antes pero nada los conforma.
La semana cerró como agua hirviendo en todos los sentidos. Y aunque la lluvia y la chistosa convocatoria urgente del señor Macri a su equipo económico, cuando ya todo había pasado, llevaron momentáneo alivio a los porteños, en el resto del país sucedían otras cosas, como una insólita nevada en Bariloche y en Esquel, el lanzamiento del gobernador salteño Juan Manuel Urtubey como nuevo precandidato presidencial, una temperatura record absoluto en Córdoba, superior a los 50 grados y el avance imparable de la frontera sojera.
A todo esto, reapareció Cristina el miércoles con un discurso más mesurado, sin provocaciones ni ironías y anunciando un nuevo plan social de asistencia para estudios a jóvenes de entre 18 y 24 años que estén desempleados o no lleguen al salario mínimo. No habló, en cambio, de los puntos críticos que dos días después estallarían y que son peligrosos escalones descendentes de una gestión de diez años de logros que se podrán sobreestimar o ningunear de la manera más necia, pero ahí están. La Argentina cambió en una década como nunca antes y fueron cambios en general positivos, más allá de desaciertos, contradicciones y la furia militante del poder mediático opositor.
Por cierto, otra novedad de la semana fue que el Grupo Clarín aceptó finalmente cambiar la grilla de canales de su sistema analógico de cable, sometiéndose a lo dispuesto por la ley de medios. Mover su canal de bandera (TN) al Canal 8, y aceptar a la TV Pública en el Canal 11, entre Telefe y el Trece es todo un gesto, tanto como incluir finalmente al estupendo Pakapaka, así como a Telesur, IncaaTV y 360TV, entre otras modificaciones.
Estos cambios no son meramente formales, sino que hacen a la necesaria pero siempre demorada mejora en los sistemas informativos que padece la Argentina. Y no sólo en la tele. El miércoles pasado, por caso, el portal del diario La Nación se componía de 5 noticias sobre el derrumbe de la economía, 5 de crímenes y robos y 7 de asuntos internacionales y deportivos. El sentido general de ese periodismo es subrayar el país horroroso que supuestamente somos uno de los países peor calificados del mundo, textualmente y para ello brindan espacio a ex funcionarios de todos los fracasados gobiernos argentinos de los últimos veinte años, ahora columnistas habituales que brindan recetas supuestamente salvadoras. Entre ellos los señores Martín Redrado, Emilio Cárdenas, Daniel Montamat, Alieto Guadagni, Martín Lousteau y la lista continúa.
Habrá que ver cómo evoluciona el enfermo, suele decirse en los partes médicos hospitalarios. En esos casos por accidentes, epidemias o cirugías programadas se supone que el cuerpo de profesionales sabe lo que está haciendo. Y los que piensan que no, en general se manejan con prudencia y discreción, y hasta con grandeza. Tres cualidades que no se ven en los que provocaron esta crisis y que tanto bien harían a una nación que siempre parece estar al borde mismo del incendio.