El estadounidense Paul Singer tiene 68 años, está divorciado y es padre de un hijo gay. Gestiona, como director del fondo Elliott Capital Management, un capital superior a 15.000 millones de dólares (11.500 millones de euros). Y este fondo, a su vez, es propietario de NML Capital, la empresa que ha conseguido confiscar la fragata argentina Libertad. Singer lleva décadas especializándose en comprar deuda de países como Perú o Congo cuando su valor se encuentra por los suelos para después reclamar un precio mucho más elevado. Opera en Wall Street, es asesor del candidato republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney, y uno de los principales contribuyentes a las campañas electorales de este partido. Además, influido por su hijo, quien se casó en 2010 con otro hombre, ha donado más de 12 millones de dólares para las campañas a favor del matrimonio homosexual.
Desde hace varios años, Singer se ha convertido en la pesadilla del Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina. Cada vez que en la Casa Rosada se prepara un viaje se tiene muy presente que los despachos de abogados de Singer permanecen al acecho.
Cuando la presidenta Cristina Fernández viaja a Estados Unidos, la larga mano de Singer ya ha pagado con antelación a jóvenes que reparten folletos contra la política del Gobierno allá donde la presidenta se presenta. Cuando se supo que Singer había conseguido confiscar la fragata en Ghana, el Ministerio de Exteriores argentino se apresuró a emitir un comunicado donde informaba sobre el millonario y su fondo de inversión: “El fondo buitre NML tiene su sede en las islas Caimán, una guarida fiscal que, vale recordar, es una colonia de Gran Bretaña, desde la cual operan quienes no se someten a las leyes de ninguna jurisdicción y han sido denunciados tanto por el G-20 como las Naciones Unidas. (…) El Grupo NML pertenece al especulador internacional Paul Singer y es el principal financista del lobby que opera en la justicia y el Congreso de Estados Unidos con el nombre ATFA (Grupo de Tareas Argentina, por sus siglas en inglés) para perjudicar a nuestro país”.
El comunicado del Gobierno de Buenos Aires recordaba que entre las acciones del fondo que preside Paul Singer se encuentra la de “colocar una rata gigante en la puerta de la Embajada argentina en Washington” mientras se celebraba un aniversario de la independencia argentina. Singer no escatima gastos en acciones legales. Y más de una vez logró torcer los planes logísticos del Gobierno. Entre 2007 y 2010, el Gobierno de Argentina tuvo que cancelar vuelos del avión oficial Tango 01 a Estados Unidos y a Alemania para que no lo embargaran.
Paul Singer suele conceder muy pocas entrevistas. Año tras año su fortuna ha ido creciendo entre fondos de inversiones y otros especulativos con peor imagen. Su estrategia es cultivar la “humildad” y la discreción lo máximo posible. Pero también a Singer le ha salido la horma de su zapato en Estados Unidos. Se trata de David Martínez, un mexicano de 55 años, con un perfil más discreto aún que el de Singer.
Martínez mantiene un litigio legal contra Elliott Management a raíz de la crisis de Vitro, la mayor empresa mexicana fabricante de vidrio, original de Monterrey. Martínez también compró deuda argentina en 2001, pero en 2005 aceptó la oferta del Gobierno de Néstor Kircher, renunció a parte de los intereses, cobró el resto y quedó en paz con Argentina. Aquella operación no le hizo ninguna gracia a Paul Singer, quien perdía un importante aliado a la hora de reclamar los 284 millones de dólares más intereses que reclama su fondo NML. Cuatro años después, en 2009, Vitro entró en bancarrota, y la familia Sada, propietaria de la misma, recurrió a Martínez para mantener el control de la misma. Y ahora, Martínez y Singer mantienen un pulso millonario en los tribunales de EE UU. Una persona próxima a Martínez explicaba la semana pasada en The New York Times: “Si no sabes quién es el tonto en un negocio, entonces el tonto eres tú. Cuando David está envuelto en algún caso tú sabes que él no es el tonto”. Si Martínez termina ganándole el pulso a Singer en Argentina encontrará muchos amigos.
Desde hace varios años, Singer se ha convertido en la pesadilla del Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina. Cada vez que en la Casa Rosada se prepara un viaje se tiene muy presente que los despachos de abogados de Singer permanecen al acecho.
Cuando la presidenta Cristina Fernández viaja a Estados Unidos, la larga mano de Singer ya ha pagado con antelación a jóvenes que reparten folletos contra la política del Gobierno allá donde la presidenta se presenta. Cuando se supo que Singer había conseguido confiscar la fragata en Ghana, el Ministerio de Exteriores argentino se apresuró a emitir un comunicado donde informaba sobre el millonario y su fondo de inversión: “El fondo buitre NML tiene su sede en las islas Caimán, una guarida fiscal que, vale recordar, es una colonia de Gran Bretaña, desde la cual operan quienes no se someten a las leyes de ninguna jurisdicción y han sido denunciados tanto por el G-20 como las Naciones Unidas. (…) El Grupo NML pertenece al especulador internacional Paul Singer y es el principal financista del lobby que opera en la justicia y el Congreso de Estados Unidos con el nombre ATFA (Grupo de Tareas Argentina, por sus siglas en inglés) para perjudicar a nuestro país”.
El comunicado del Gobierno de Buenos Aires recordaba que entre las acciones del fondo que preside Paul Singer se encuentra la de “colocar una rata gigante en la puerta de la Embajada argentina en Washington” mientras se celebraba un aniversario de la independencia argentina. Singer no escatima gastos en acciones legales. Y más de una vez logró torcer los planes logísticos del Gobierno. Entre 2007 y 2010, el Gobierno de Argentina tuvo que cancelar vuelos del avión oficial Tango 01 a Estados Unidos y a Alemania para que no lo embargaran.
Paul Singer suele conceder muy pocas entrevistas. Año tras año su fortuna ha ido creciendo entre fondos de inversiones y otros especulativos con peor imagen. Su estrategia es cultivar la “humildad” y la discreción lo máximo posible. Pero también a Singer le ha salido la horma de su zapato en Estados Unidos. Se trata de David Martínez, un mexicano de 55 años, con un perfil más discreto aún que el de Singer.
Martínez mantiene un litigio legal contra Elliott Management a raíz de la crisis de Vitro, la mayor empresa mexicana fabricante de vidrio, original de Monterrey. Martínez también compró deuda argentina en 2001, pero en 2005 aceptó la oferta del Gobierno de Néstor Kircher, renunció a parte de los intereses, cobró el resto y quedó en paz con Argentina. Aquella operación no le hizo ninguna gracia a Paul Singer, quien perdía un importante aliado a la hora de reclamar los 284 millones de dólares más intereses que reclama su fondo NML. Cuatro años después, en 2009, Vitro entró en bancarrota, y la familia Sada, propietaria de la misma, recurrió a Martínez para mantener el control de la misma. Y ahora, Martínez y Singer mantienen un pulso millonario en los tribunales de EE UU. Una persona próxima a Martínez explicaba la semana pasada en The New York Times: “Si no sabes quién es el tonto en un negocio, entonces el tonto eres tú. Cuando David está envuelto en algún caso tú sabes que él no es el tonto”. Si Martínez termina ganándole el pulso a Singer en Argentina encontrará muchos amigos.