¿A quién le debe pedir consejo el nuevo líder de China? Xi Jinping, que asumirá el jueves el cargo más alto del país, sabe que no debe buscar inspiración en Mao, el reverenciado fundador del régimen comunista que juró que jamás tomaría «la ruta capitalista». No es un mensaje que resuene mucho entre los cientos de millones de chinos que en las últimas tres décadas han salido de la pobreza gracias a las reformas de mercado.
Xi Jinping. Foto: Archivo
Xi podría, en cambio, ir más atrás en la milenaria historia de China y prestar atención a las palabras de Mencio, uno de los principales representantes de la escuela confuciana que abogaba por el principio del «mandato del cielo», que justificaba el derrocamiento de un emperador injusto. «¿Por qué hablar de las ganancias?», le pregunta Mencio a un gobernante en su obra más famosa. Si un rey prioriza las ganancias sobre la humanidad y el deber, también lo harán sus príncipes y la gente común, observa. «Habrá entonces una constante lucha por ganancias entre todas las clases del pueblo y el Estado estará en gran peligro».
Ahí, precisamente, radica el desafío para Xi y el resto del nuevo liderazgo chino. El país en su conjunto se ha beneficiado enormemente de la lucha por las ganancias de las grandes masas de chinos, pero los mandamases de las clases superiores no han podido resistir hacer lo mismo, aprovechándose de su privilegiada posición en un sistema que está lejos de ser un verdadero mercado.
Xi, de 59 años, toma el timón en un año de extraordinarias revelaciones sobre corrupción y abuso de poder en el Partido Comunista, en particular el asesinato en noviembre de un empresario británico e informante del MI6, el servicio secreto británico, a manos de la esposa de Bo Xilai, una estrella ascendente en las filas del PC.
Incluso Hu Jintao, que ha liderado a China desde 2002, reconoció la magnitud del problema de corrupción en un discurso pronunciado el jueves, durante la jornada inaugural del 18º Congreso del Partido Comunista, un encuentro de casi 3.000 delegados que ungirá a la nueva generación de líderes. «Si no somos capaces de abordar adecuadamente este tema, podría ser fatal para el partido e incluso provocar el colapso del partido y la caída del Estado», dijo Hu en su discurso final como jefe del PC.
Corresponde ahora a Xi, como mascarón de proa de la «quinta generación» de líderes chinos desde 1949, encontrar una manera de adaptar el sistema de gobierno leninista a los problemas económicos del siglo XXI y las dinámicas políticas de la era de los medios sociales. Xi, actual vicepresidente, tiene varias aparentes ventajas sobre Hu, a cuyo liderazgo relativamente débil muchos le atribuyen la ausencia de reformas políticas y económicas desde 2002.
El padre de Xi fue un héroe revolucionario que luchó junto al presidente del partido Mao Zedong, sólo para ser purgado en la década de los 60 y luego vuelto a nombrar a altos cargos del PC en los años 80, cuando pasó a ser uno de los grandes artífices de las primeras reformas de mercado. Él suministró al joven Xi una red de aliados que son sus compañeros «príncipes» -como se conoce a los hijos de los líderes del partido- y ahora ocupan puestos de responsabilidad en el liderazgo civil y militar. El padre de Hu tenía una tienda de té.
Mientras Hu pasó los primeros años de su carrera política en provincias del interior del país y tenía escaso contacto con la empresa privada o la inversión extranjera, Xi dedicó la mayor parte de los últimos 30 años a resolver entuertos y apoyar a las empresas del oriente del país, que son el motor del crecimiento económico. Asimismo, tiene una afinidad mucho mayor que Hu con Occidente, en especial con Estados Unidos, país que visitó por primera vez en 1985 cuando se alojó con una familia en una pequeña ciudad de Iowa. Su hija estudia en la Universidad de Harvard.
Fanático del fútbol y de las películas de guerra de Hollywood, Xi también es una figura con mejor llegada en las clases popu-lares, en parte gracias a su corpulencia, su voz profunda y sonora, y una esposa glamorosa que es una de las cantantes más famosas del país, aunque en los últimos años ha adoptado un perfil público más bajo.
«Xi está seguro de sus antecedentes partidistas, sus antecedentes administrativos, sus antecedentes militares y el pedigrí político de su padre», señala Kevin Rudd, ex primer ministro australiano que también se desempeñó como diplomático en Beijing y se reunió varias veces con Xi. «Por lo tanto, es un hombre en paz consigo mismo. Creo que también capta plena-mente las dimensiones del desafío que tiene por delante», afirma.
La pregunta es si Xi puede aprovechar su herencia revolucionaria, sus contactos de élite, su carisma personal y su amplia experiencia administrativa para combatir los intereses creados al interior del PC y colocar a China en una nueva senda de desarrollo.
Los economistas dentro y fuera de China advierten que para seguir creciendo China necesita depender más de la empresa pri-vada y el consumo. Eso significa recortar el poder de las empresas estatales, frenar la apropiación de tierras por parte de funcionarios locales corruptos y crear decenas de millones de nuevos consumidores en las ciudades, dando a las familias migrantes mejor acceso al Estado de bienestar.
China también enfrenta crecientes tensiones con sus vecinos sobre territorios en disputa.
El sentido de la crisis dentro de la élite del PC llega a tal extremo, según algunas fuentes cercanas, que los principales líderes estudiaron a fondo en el último tiempo las ideas del teórico político del siglo XIX, Alexis de Tocqueville, quien sostuvo que, en última instancia, la Revolución Francesa, no hizo más que replicar el «Antiguo Régimen» que pretendía sustituir.
El Congreso del Partido Comunista de China, en pleno al inaugurarse. Foto: EFE De todos modos, es improbable que el nuevo liderazgo trate de llevar adelante grandes reformas de la noche a la mañana. El jefe del banco central de China, Zhou Xiaochuan, un defensor de la liberalización financiera, advirtió recientemente a un ex funcionario estadounidense que no espere una gran ofensiva reformista al menos hasta octubre del año próximo, relató el funcionario. Xi también se verá obstaculizado por un proceso de toma de decisiones colectivo que valora el compromiso por encima de la acción decisiva y exige que los líderes nuevos consulten con los retirados sobre cambios de política clave.
En una entrevista con una revista china en 2000, Xi advirtió que no había que ser demasiado ambicioso al tomar un nuevo puesto en el PC. «Uno siempre quiere hacer algo nuevo durante el primer año», manifestó. «Pero tiene que ser sobre los cimientos de su predecesor. Se trata de una carrera de relevos. Uno tiene que recibir el bastón de mando de manera apropiada, luego ejecutarlo bien uno mismo». También cito a Guanzi, un antiguo filósofo chino que dijo: «No tratemos de hacer lo imposible. No tratemos de conseguir lo inalcanzable».
Los amigos de la familia dicen que la más probable fuente de inspiración de Xi será su padre, un reformador en lo económico y relativamente progresista en lo político, que defendió la purga reformista del líder del partido Hu Yaobang en 1987 y condenó la violenta represión de manifestantes en la Plaza de Tiananmen de 1989, según miembros del partido. Xi Jinping nunca ha hablado sobre su padre en público, pero algunos amigos dicen que está orgulloso del legado familiar y que es cuidadoso con los riesgos de ir demasiado rápido, sin el apoyo de otros líderes del partido.
«Un hombre no puede cambiar China», dijo un viejo amigo de Xi. «Si trata de hacer frente a los grupos de poder a su alrededor demasiado rápido, correrá la misma suerte que Hu Yaobang y Zhao Ziyang». Zhao fue otro líder reformista del partido, purgado en 1989.
Desde su ascenso al Comité Permanente del Politburó, el principal órgano de gobierno, en 2007, Xi se ha vuelto más cauteloso con sus comentarios en público y privado. Ex funcionarios estadounidenses que lo conocieron dicen que puede pa-recer que responde a las preguntas, pero en un examen más minucioso, sus respuestas son ambiguas.
En ocasiones ha adoptado un tono nacionalista en público, en particular durante un discurso en México en 2009: «Hay algunos extranjeros con los estómagos llenos y nada mejor que hacer que apuntarnos con el dedo», observó.
Sin embargo, durante su primera visita como vicepresidente a EE.UU., en enero, Xi consiguió encantar a sus anfitriones de una manera que Hu nunca pudo. Además de visitar a la familia con la que vivió en Iowa en 1985, asistió a un partido de la NBA y se reunió con deportistas como David Beckham y Magic Johnson.
Xi hizo casi el mismo recorrido que su padre cuando visitó EE.UU. en 1980. «Su padre fue una figura muy carismática que fue muy afectada por su paso por EE.UU.», dice Steve Orlins, presidente del Comité sobre Relaciones de EE.UU.-China. «Esperemos que lo que se herede no se hurte»..
Xi Jinping. Foto: Archivo
Xi podría, en cambio, ir más atrás en la milenaria historia de China y prestar atención a las palabras de Mencio, uno de los principales representantes de la escuela confuciana que abogaba por el principio del «mandato del cielo», que justificaba el derrocamiento de un emperador injusto. «¿Por qué hablar de las ganancias?», le pregunta Mencio a un gobernante en su obra más famosa. Si un rey prioriza las ganancias sobre la humanidad y el deber, también lo harán sus príncipes y la gente común, observa. «Habrá entonces una constante lucha por ganancias entre todas las clases del pueblo y el Estado estará en gran peligro».
Ahí, precisamente, radica el desafío para Xi y el resto del nuevo liderazgo chino. El país en su conjunto se ha beneficiado enormemente de la lucha por las ganancias de las grandes masas de chinos, pero los mandamases de las clases superiores no han podido resistir hacer lo mismo, aprovechándose de su privilegiada posición en un sistema que está lejos de ser un verdadero mercado.
Xi, de 59 años, toma el timón en un año de extraordinarias revelaciones sobre corrupción y abuso de poder en el Partido Comunista, en particular el asesinato en noviembre de un empresario británico e informante del MI6, el servicio secreto británico, a manos de la esposa de Bo Xilai, una estrella ascendente en las filas del PC.
Incluso Hu Jintao, que ha liderado a China desde 2002, reconoció la magnitud del problema de corrupción en un discurso pronunciado el jueves, durante la jornada inaugural del 18º Congreso del Partido Comunista, un encuentro de casi 3.000 delegados que ungirá a la nueva generación de líderes. «Si no somos capaces de abordar adecuadamente este tema, podría ser fatal para el partido e incluso provocar el colapso del partido y la caída del Estado», dijo Hu en su discurso final como jefe del PC.
Corresponde ahora a Xi, como mascarón de proa de la «quinta generación» de líderes chinos desde 1949, encontrar una manera de adaptar el sistema de gobierno leninista a los problemas económicos del siglo XXI y las dinámicas políticas de la era de los medios sociales. Xi, actual vicepresidente, tiene varias aparentes ventajas sobre Hu, a cuyo liderazgo relativamente débil muchos le atribuyen la ausencia de reformas políticas y económicas desde 2002.
El padre de Xi fue un héroe revolucionario que luchó junto al presidente del partido Mao Zedong, sólo para ser purgado en la década de los 60 y luego vuelto a nombrar a altos cargos del PC en los años 80, cuando pasó a ser uno de los grandes artífices de las primeras reformas de mercado. Él suministró al joven Xi una red de aliados que son sus compañeros «príncipes» -como se conoce a los hijos de los líderes del partido- y ahora ocupan puestos de responsabilidad en el liderazgo civil y militar. El padre de Hu tenía una tienda de té.
Mientras Hu pasó los primeros años de su carrera política en provincias del interior del país y tenía escaso contacto con la empresa privada o la inversión extranjera, Xi dedicó la mayor parte de los últimos 30 años a resolver entuertos y apoyar a las empresas del oriente del país, que son el motor del crecimiento económico. Asimismo, tiene una afinidad mucho mayor que Hu con Occidente, en especial con Estados Unidos, país que visitó por primera vez en 1985 cuando se alojó con una familia en una pequeña ciudad de Iowa. Su hija estudia en la Universidad de Harvard.
Fanático del fútbol y de las películas de guerra de Hollywood, Xi también es una figura con mejor llegada en las clases popu-lares, en parte gracias a su corpulencia, su voz profunda y sonora, y una esposa glamorosa que es una de las cantantes más famosas del país, aunque en los últimos años ha adoptado un perfil público más bajo.
«Xi está seguro de sus antecedentes partidistas, sus antecedentes administrativos, sus antecedentes militares y el pedigrí político de su padre», señala Kevin Rudd, ex primer ministro australiano que también se desempeñó como diplomático en Beijing y se reunió varias veces con Xi. «Por lo tanto, es un hombre en paz consigo mismo. Creo que también capta plena-mente las dimensiones del desafío que tiene por delante», afirma.
La pregunta es si Xi puede aprovechar su herencia revolucionaria, sus contactos de élite, su carisma personal y su amplia experiencia administrativa para combatir los intereses creados al interior del PC y colocar a China en una nueva senda de desarrollo.
Los economistas dentro y fuera de China advierten que para seguir creciendo China necesita depender más de la empresa pri-vada y el consumo. Eso significa recortar el poder de las empresas estatales, frenar la apropiación de tierras por parte de funcionarios locales corruptos y crear decenas de millones de nuevos consumidores en las ciudades, dando a las familias migrantes mejor acceso al Estado de bienestar.
China también enfrenta crecientes tensiones con sus vecinos sobre territorios en disputa.
El sentido de la crisis dentro de la élite del PC llega a tal extremo, según algunas fuentes cercanas, que los principales líderes estudiaron a fondo en el último tiempo las ideas del teórico político del siglo XIX, Alexis de Tocqueville, quien sostuvo que, en última instancia, la Revolución Francesa, no hizo más que replicar el «Antiguo Régimen» que pretendía sustituir.
El Congreso del Partido Comunista de China, en pleno al inaugurarse. Foto: EFE De todos modos, es improbable que el nuevo liderazgo trate de llevar adelante grandes reformas de la noche a la mañana. El jefe del banco central de China, Zhou Xiaochuan, un defensor de la liberalización financiera, advirtió recientemente a un ex funcionario estadounidense que no espere una gran ofensiva reformista al menos hasta octubre del año próximo, relató el funcionario. Xi también se verá obstaculizado por un proceso de toma de decisiones colectivo que valora el compromiso por encima de la acción decisiva y exige que los líderes nuevos consulten con los retirados sobre cambios de política clave.
En una entrevista con una revista china en 2000, Xi advirtió que no había que ser demasiado ambicioso al tomar un nuevo puesto en el PC. «Uno siempre quiere hacer algo nuevo durante el primer año», manifestó. «Pero tiene que ser sobre los cimientos de su predecesor. Se trata de una carrera de relevos. Uno tiene que recibir el bastón de mando de manera apropiada, luego ejecutarlo bien uno mismo». También cito a Guanzi, un antiguo filósofo chino que dijo: «No tratemos de hacer lo imposible. No tratemos de conseguir lo inalcanzable».
Los amigos de la familia dicen que la más probable fuente de inspiración de Xi será su padre, un reformador en lo económico y relativamente progresista en lo político, que defendió la purga reformista del líder del partido Hu Yaobang en 1987 y condenó la violenta represión de manifestantes en la Plaza de Tiananmen de 1989, según miembros del partido. Xi Jinping nunca ha hablado sobre su padre en público, pero algunos amigos dicen que está orgulloso del legado familiar y que es cuidadoso con los riesgos de ir demasiado rápido, sin el apoyo de otros líderes del partido.
«Un hombre no puede cambiar China», dijo un viejo amigo de Xi. «Si trata de hacer frente a los grupos de poder a su alrededor demasiado rápido, correrá la misma suerte que Hu Yaobang y Zhao Ziyang». Zhao fue otro líder reformista del partido, purgado en 1989.
Desde su ascenso al Comité Permanente del Politburó, el principal órgano de gobierno, en 2007, Xi se ha vuelto más cauteloso con sus comentarios en público y privado. Ex funcionarios estadounidenses que lo conocieron dicen que puede pa-recer que responde a las preguntas, pero en un examen más minucioso, sus respuestas son ambiguas.
En ocasiones ha adoptado un tono nacionalista en público, en particular durante un discurso en México en 2009: «Hay algunos extranjeros con los estómagos llenos y nada mejor que hacer que apuntarnos con el dedo», observó.
Sin embargo, durante su primera visita como vicepresidente a EE.UU., en enero, Xi consiguió encantar a sus anfitriones de una manera que Hu nunca pudo. Además de visitar a la familia con la que vivió en Iowa en 1985, asistió a un partido de la NBA y se reunió con deportistas como David Beckham y Magic Johnson.
Xi hizo casi el mismo recorrido que su padre cuando visitó EE.UU. en 1980. «Su padre fue una figura muy carismática que fue muy afectada por su paso por EE.UU.», dice Steve Orlins, presidente del Comité sobre Relaciones de EE.UU.-China. «Esperemos que lo que se herede no se hurte»..