Hubo un lugar común extendido en la verborragia de una buena cantidad de opinólogos y politólogos en estos años: Néstor conocía como nadie el potencial desestabilizador que tenían el dólar y el sistema financiero sobre los gobiernos en la Argentina. A tal punto que nunca llegó a atreverse a proponer movimientos bruscos sobre el billete; ni a interferir, tampoco, en los buenos márgenes que alcanzó el negocio bancario en este tiempo.
Hubo una visión, a la vez, más cruda y silenciosa sobre esta misma realidad: el enorme flujo de ingresos que los bancos llegaron a aportar al fisco en estos años podrían haber ayudado a persuadir, en parte, al líder político.
Entre el primero y el tercer gobierno kirchnerista, los bancos multiplicaron casi por diez su contribución al Estado: desde los $ 2.500 millones anuales a los casi $ 20.000 millones que se estima dejarán este año sólo en concepto de impuestos. La cifra representa un 4% de la recaudación prevista para todo 2012.
Las dos explicaciones, cualquiera sea la real, fueron efectivas para mantener la calma, en este tiempo, entre los grandes jugadores del sistema financiero. La primera perturbación llegó, en cambio, en el segundo mandato de Cristina. Néstor murió; hoy estamos frente a un cambio de paradigma, resumía ayer una fuente oficial.
La arremetida dejó al sector bancario entero a la expectativa. Y con el temor que supone, sobre todo, la intuición de que el Gobierno parece decidido ahora a avanzar sobre los números del negocio como nunca lo hizo desde 2003 hasta hoy. Este gobierno dividió a la mesa de enlace del campo, a la UIA, a la CGT. Ellos intuyen que puede ser los siguientes, comentó ayer a El Cronista un lobbista oficial. Algunos banqueros parecen no haber entendido que los créditos a las Pymes se han convertido en una política de Estado, porque hoy lo que preocupa es la actividad, completó.
En el sector hay inquietud por la serie de multas y sanciones que prometen en el Banco Central para las entidades que no muestren avances sobre la línea de las Pymes el próximo 21 de agosto, el plazo previsto por la normativa para dar el primer reporte. Pero también por un eventual avance desde otro frente: la existencia de cincos sumarios abiertos a bancos en la Unidad de Información Financiera (UIF).
El organismo de José Sbatella, que ya desmostró capacidad para afectar los balances de algunas entidades, debe exponer en octubre próximo ante el GAFI sus avances sobre el combate al lavado del dinero en el país.
Hay, por si fuera poco, algunos fundamentos adicionales. La arremetida oficial se da en momentos en que el desdoblamiento cambiario dejó a los bancos bastante más desguarnecidos para captar liquidez. El dólar blue desplazó al billete oficial de la mente de los ahorristas: El mecanismo de competencia entre tasas y dólar está roto. La expectativa de devaluación oficial ya no es un determinante en la decisión del depositante, explicó el jefe de research de un banco nacional. Con una tasa de interés pasiva en el 13,5% anual, la situación parece hoy ya muy lejana a un equilibrio: los bancos se deben resignar a ver crecer sus ahorros a un ritmo muy por debajo del que reflejan sus préstamos y del que registraron sus depósitos en igual período del año pasado (según cifras del Central, los plazos fijos minoristas avanzan al 27% interanual, mientras los créditos lo hacen simultáneamente al 40%). El motivo: un dólar paralelo que voló ya muy por encima de los $ 6 y que alimenta la tentación del sector privado de mantenerse en efectivo, fuera del sistema.
Con el dólar oficial fuera de competencia, las tasas de interés bancarias quedaron sujetas casi por completo al manejo de la política monetaria. Eso explica que hoy sea el Central, mucho más que en otras épocas, el que decida su nivel: un 14% anual, que no resuelve la presión inflacionaria ni recupera el ritmo perdido de captación de depósitos, pero que alcanza para evitar que se encarezca el crédito. Argumento suficiente en estos tiempos: todo vale para mantener la marcha de la economía en este segundo semestre. Incluso avanzar sobre los dos intocables.
Hubo una visión, a la vez, más cruda y silenciosa sobre esta misma realidad: el enorme flujo de ingresos que los bancos llegaron a aportar al fisco en estos años podrían haber ayudado a persuadir, en parte, al líder político.
Entre el primero y el tercer gobierno kirchnerista, los bancos multiplicaron casi por diez su contribución al Estado: desde los $ 2.500 millones anuales a los casi $ 20.000 millones que se estima dejarán este año sólo en concepto de impuestos. La cifra representa un 4% de la recaudación prevista para todo 2012.
Las dos explicaciones, cualquiera sea la real, fueron efectivas para mantener la calma, en este tiempo, entre los grandes jugadores del sistema financiero. La primera perturbación llegó, en cambio, en el segundo mandato de Cristina. Néstor murió; hoy estamos frente a un cambio de paradigma, resumía ayer una fuente oficial.
La arremetida dejó al sector bancario entero a la expectativa. Y con el temor que supone, sobre todo, la intuición de que el Gobierno parece decidido ahora a avanzar sobre los números del negocio como nunca lo hizo desde 2003 hasta hoy. Este gobierno dividió a la mesa de enlace del campo, a la UIA, a la CGT. Ellos intuyen que puede ser los siguientes, comentó ayer a El Cronista un lobbista oficial. Algunos banqueros parecen no haber entendido que los créditos a las Pymes se han convertido en una política de Estado, porque hoy lo que preocupa es la actividad, completó.
En el sector hay inquietud por la serie de multas y sanciones que prometen en el Banco Central para las entidades que no muestren avances sobre la línea de las Pymes el próximo 21 de agosto, el plazo previsto por la normativa para dar el primer reporte. Pero también por un eventual avance desde otro frente: la existencia de cincos sumarios abiertos a bancos en la Unidad de Información Financiera (UIF).
El organismo de José Sbatella, que ya desmostró capacidad para afectar los balances de algunas entidades, debe exponer en octubre próximo ante el GAFI sus avances sobre el combate al lavado del dinero en el país.
Hay, por si fuera poco, algunos fundamentos adicionales. La arremetida oficial se da en momentos en que el desdoblamiento cambiario dejó a los bancos bastante más desguarnecidos para captar liquidez. El dólar blue desplazó al billete oficial de la mente de los ahorristas: El mecanismo de competencia entre tasas y dólar está roto. La expectativa de devaluación oficial ya no es un determinante en la decisión del depositante, explicó el jefe de research de un banco nacional. Con una tasa de interés pasiva en el 13,5% anual, la situación parece hoy ya muy lejana a un equilibrio: los bancos se deben resignar a ver crecer sus ahorros a un ritmo muy por debajo del que reflejan sus préstamos y del que registraron sus depósitos en igual período del año pasado (según cifras del Central, los plazos fijos minoristas avanzan al 27% interanual, mientras los créditos lo hacen simultáneamente al 40%). El motivo: un dólar paralelo que voló ya muy por encima de los $ 6 y que alimenta la tentación del sector privado de mantenerse en efectivo, fuera del sistema.
Con el dólar oficial fuera de competencia, las tasas de interés bancarias quedaron sujetas casi por completo al manejo de la política monetaria. Eso explica que hoy sea el Central, mucho más que en otras épocas, el que decida su nivel: un 14% anual, que no resuelve la presión inflacionaria ni recupera el ritmo perdido de captación de depósitos, pero que alcanza para evitar que se encarezca el crédito. Argumento suficiente en estos tiempos: todo vale para mantener la marcha de la economía en este segundo semestre. Incluso avanzar sobre los dos intocables.