La primera vez que Domingo Bresci se cruzó con Jorge Mario Bergoglio fue dentro de las aulas del Seminario Mayor de Buenos Aires, en el barrio de Villa Devoto. Ocurrió en 1957, cuando ambos tenían 20 y 22 años y recién dejaban sus barrios natales de San Cristóbal y Flores para transformarse en curas. El derrotero se bifurcaría rápido, a partir del ’60, entre los pliegues de una década atravesada por las intermitencias golpistas que dejó la Revolución Libertadora del ’55 y la proscripción del peronismo que se extendió hasta 1973. «Jorge Mario», como ya le decían sus compañeros, ingresó a la Compañía de Jesús antes de ser ordenado en 1969, y el flamante padre Domingo se graduó en el ’62 y, en 1968, integró junto a su amigo y compañero Carlos Mugica el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Bajo ese signo enfrentó la dictadura iniciada por el general cursillista Juan Carlos Onganía en 1968 y, luego de la primavera democrática del ’73 y el retorno del general Juan Perón, tuvo que atravesar la noche otra vez, con el golpe militar de 1976. En el medio soportó la persecución generalizada y el entierro de su amigo Mugica, asesinado por la Triple A. Los dos viejos conocidos del seminario porteño continuaron ejerciendo el sacerdocio. Ahora, 50 años después, forman parte de la misma generación de sacerdotes argentinos que protagonizan un presente muy particular para la Iglesia Católica. Uno fue electo Papa y vive en el Vaticano desde hace un año, mientras su antiguo colega analiza sus pasos desde Buenos Aires, entre la parroquia San Juan Bautista Precursor, que conduce desde el año 2000 en el barrio de Saavedra, y la Cancillería, donde trabaja como asesor del secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri. Desde hace un año, este sacerdote que alguna vez el filósofo José Pablo Feinmann bautizó como «un pastor luminoso», se transformó en un profundo conocedor del primer Papa argentino y latinoamericano de la historia. «A Francisco le toca conducir una Iglesia considerada anacrónica, desgastada y desprestigiada, que hacia adentro enfrenta grandes problemas y hacia afuera es inadecuada para los interrogantes del mundo de hoy. Este es el trasfondo de la situación que enfrenta la Iglesia y todas las religiones: un cambio de época, con una crisis civilizatoria de valores, sentidos y proyectos”, resume Bresci ante Tiempo Argentino.
–¿Cuál es el modo de conducción de Bergoglio al frente de la Iglesia Católica?
–Pienso que es lo más parecido a lo que Perón y el peronismo hicieron en la Argentina.
–Pero ¿cómo influye esa formación en su Papado?
–Para mí, antes de decir que es peronista, debo recordar que su formación es nacionalista. Es un ferviente lector de Leopoldo Marechal y seguidor del cura Leonardo Castellani, un jesuita que llegó a integrar la Alianza Libertadora Nacionalista, y tuvo mucha afinidad con Mtehol Ferré, inspirador del nacionalismo latinoamericano. Bergoglio no es liberal, pero dentro del debate general que se debatió entre los ’40 y ’50 dentro de la Iglesia se era nacionalista o liberal. Si eras liberal eras laicista anticlerical, y si eras nacionalista eras católico jerárquico. Bergoglio estaba en esa corriente, por eso nunca le van a encontrar ninguna afinidad con los radicales. Naturalmente, el Papa Francisco está dentro de la ancha avenida del peronismo, y dentro de ese peronismo, creo que es un conservador popular, porque dentro de la izquierda no estaba. Creo que tiene muchas actitudes de Perón.
–¿Por ejemplo?
–Se parece a Perón en la forma de conducción y concepción de la realidad, y siempre se manejó con un método de conducción que nosotros identificamos con el peronismo. ¿Qué quiero decir con peronista? Que tiene comportamientos que hacen a ese modo de entender la acción y a la concepción que adoptó el peronismo. También tiene esta práctica de recibir a todo el mundo, como si el Vaticano fuera la Puerta de Hierro de Perón. Él, en el Vaticano, como verdadero Santo Padre, porque a Perón le decíamos que se creía el Santo Padre, recibe a todos y se da el gusto de recibir a todo el mundo, les manda cartitas y mensajes. Eso de atender a todas las alas es muy propio del peronismo.
–¿Y el adoctrinamiento?
–Ese es otro elemento muy importante. Perón hacía adoctrinamiento, daba clases, y en la última exhortación apostólica Evangelii Gaudium, Francisco también realiza su propio adoctrinamiento especialmente en la parte donde habla «del bien común y la paz social». Cualquiera que lo lea, podrá ver que es un programa de formación política con cuatro bolillas: la primera, señala que el tiempo es superior al espacio; la segunda, dice que la unidad prevalece sobre el conflicto; la tercera, advierte que la realidad es más importante que las ideas; y la cuarta, reza que el todo es superior a las partes. De esto mismo hablaba Bergoglio acá en Buenos Aires. Por ejemplo, la actual senadora del PRO Gabriela Michetti lo escuchó en la curia y ella hace este enunciado de formación cuando reconoce que fue un maestro político para ella. En la exhortación apostólica está el programa de formación política de Francisco y ahí se mete hasta los huesos. Es una concepción sociopolítica que también aplicará a la conducción de la Iglesia, pero que ahora incluye en un documento papal, algo insólito. También rescata lo mejor de la Doctrina Social de la Iglesia con su postura antimercado, antisistema financiero internacional, con una crítica anticapitalista, que está en línea con documentos que el Vaticano sacó el año pasado sobre el sistema financiero internacional que nadie conoce.
–¿El cambio de relación del gobierno con Bergoglio fue un volantazo?
–Creo que la oposición tenía la esperanza de que Bergoglio mantuviera un perfil opositor como había sido antes del Cónclave 2013, pero la relación pasó de la tensión y desconfianza a una relación de distensión y confianza. Estos signos de distensión y confianza comenzaron cuando la recibió a Cristina y le dio el lugar que le dio. Luego vinieron los llamados reservados y su decisión de no intervenir en la política interna. Aunque algunos dicen que es insidioso, lo cierto es que a todos les dice que «cuiden a Cristina». Él se abrió, dejó de ser el jefe de la oposición como lo llamaba Néstor Kirchner para ser un hombre respetuoso sin demonizar al gobierno, como parecía hacerlo antes. Ahora respeta los procesos institucionales.
–Hace poco, ante los miembros de la Pontificia Comisión para América Latina, Bergoglio habló de la juventud y aprovechó para referirse a la guerrilla en los ’70 a través del «buen manejo de la utopía». Dijo que «en América Latina» hubo «experiencias de un manejo no del todo equilibrado de la utopía» y que «al menos en el caso de Argentina» pudo decir «¡Cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de los años ’70!» Como sacerdote tercermundista, ¿cuál es su opinión sobre estas definiciones?
–En realidad sólo mantuvo la postura que siempre tuvo, de la memoria incompleta, sesgada, y ahora habla de una malentendida utopía, que podía conducir a la guerrilla, refiriéndose a un grupo de católicos que se desviaron por un grupo de sacerdotes. Lo considera como un desvío, pero en rigor hay una larga historia de los católicos que se sumaron a la lucha, algunos optaron por la lucha armada y otros no. No por querer el cambio a fondo eras guerrillero. En aquellos años, en el movimiento de curas del Tercer Mundo nos agarramos de lo que decía la encíclica Populorum Progressio de Paulo VI: «Ante una tiranía evidente y prolongada los pueblos tienen el derecho para buscar cambios profundos y urgentes.»
–¿Cree que ahora el Vaticano va a aportar información sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en Argentina? ¿La Iglesia local ha aportado alguna información en todos estos años?
–La jerarquía nacional nunca hizo nada, ni por el cura Mugica, ni por Angelelli, ni por los palotinos, ni por Ponce, ni por los riojanos, ni por los miles de muertos católicos. Hace algunos años Bergoglio hizo el gesto, a pedido de los curas, de gestionar el traslado de Mugica del cementerio de la Recoleta a la Villa 31 de Retiro y fue el primer obispo que se animó a ir a un 11 de mayo para un aniversario de su asesinato en la Parroquia San Francisco Solano. También presidió en La Rioja la conmemoración de los 30 años del asesinato de Angelelli y acompañó el reinicio de la causa sobre el asesinato de los palotinos. Con Angelelli, mandó a monseñor Giaquinta para saber que pasó, pero este le dijo que no era categórico que fuera un accidente provocado. En esa línea es positivo. Alguno pensará que es un simulacro, pero yo pienso que es bastante sincero. Lo concreto es que actualmente él propicia propicia la apertura de los archivos del Vaticano y dio la orden al Episcopado para que, ante cualquier pedido de la justicia, aporte información.
–El año que viene, con las próximas presidenciales, ¿cree que Bergoglio se transformará en un gran elector para la Argentina?
–No, para nada. Cuando decidió postergar su visita a 2016 dio un mensaje claro. Ni el Papa ni el Episcopado van a hacer algo así. Si hay divisiones o enfrentamientos, ellos no se van a poner en la situación de profundizar las diferencias.
–¿En qué modelo de Iglesia ubica a Bergoglio?
–La más típica es la cristiandad y su antípoda es la profética–liberadora. Entre una y otra, hay variantes. A Bergoglio se lo ubica en el modelo de neocristiandad que apunta a re-prestigiar la institución de la Iglesia y a reforzar su presencia en la sociedad. Jorge está formateado en esa manera y, ante ese desprestigio que le transmitió Benedicto a Bergoglio, optaron por esto. A nivel general y mediático, cuando levantan su figura, se levanta la figura de la Iglesia. En el país de los ciegos el tuerto es rey, pero la gran pregunta es hasta dónde se profundizará. Habrá que dejar decantar todo lo que dice y lo que hace. Él busca represtigiar a la Iglesia y creo que habrá un cambio, importante e interesante, pero no una revolución, porque, en rigor, Bergoglio está modificando formas y revisando contenidos. El Concilio Vaticano II habla de la autonomía de lo temporal y rompe con la cristiandad por encima de todo, como competidora con la sociedad civil. Hay un vacío de liderazgo a nivel internacional que, en muchos casos, llena la Iglesia. Con un tipo que se las trae, adquiere un liderazgo moral, una representatividad social en el mundo, pero esto se sigue utilizando como Iglesia–poder.
–¿Cómo cree que Bergoglio se ve a sí mismo desde ese lugar de poder?
–Como un reformador de la Iglesia. Por sus antecedentes, su trayectoria jesuítica, es un reformador, semejante a lo que pasó con Francisco de Asís que escuchó a Dios decirle «ve y reforma a mi Iglesia».
–¿Cómo impactó el informe de la ONU sobre el abuso de menores?
–No incide mucho en este contexto. Francisco postula pedofilia cero, y el dato a tener en cuenta, para valorarlo, es preguntarse quiénes están a favor y en su contra.
–¿Quiénes están a favor, y quiénes en contra?
–A su favor, están impensadamente todos los teólogos de la liberación, a los cuales les discuto. Pero hasta el sacerdote Hans Küng, uno de los más críticos de la Iglesia, llega a decir que con Francisco algo está pasando. Los demás teólogos coinciden en verlo, y todos han sufrido tanto que esta presencia no les resulta un dato menor. Cuando lo vea oportuno y cuando lo crea necesario, Bergoglio se va a reconciliar con la teología de la liberación. Los tipos que las pasaron todas, ven esto y ven que Bergoglio está cumpliendo un papel, más allá de todos los reparos que puedan tener en su contra.
–¿Quiénes lo aborrecen?
–Es una linda lista: el Tea Party, la cadena Fox, el magnate Paolo Rocca, el docente conservador Benegas Lynch. Es decir que los que tiene enfrente son peores. Por eso creo que se abrió una puerta y se instaló un debate cuando no había debate ni había ninguna puerta abierta. Bienvenido sea, hay una corriente que vuelve a retomar su fuerza. Para mi historia de cura en tantos años me alegra y me abre expectativas favorables. Nadie esperaba que esto sucediera y esto abre una expectativa histórica. Bueno, así se produce la historia de cosas impensadas e imprevistas. «
diferencias y contextos
C. M
–¿Cómo caracteriza a Bergoglio frente a Juan Pablo II y Benedicto XVI?
–Los Papas son personas definidas por su historia personal, sus orígenes y por aquello que les ha tocado enfrentar. Juan Pablo II, polaco, mentalidad eslovena, con la invasión comunista en su tierra, de un origen muy católico, era de un anticomunismo visceral a tal punto que se transformó en un factor decisivo en la caída del comunismo, a través de sus acuerdos con Estados Unidos. Sin embargo, fue un tipo fantástico, con un gran carisma y aceptación. Todavía Juan Pablo tiene más aceptación que Francisco en Estados Unidos. Carol Wojtyla era esto, lo que no puede ser de otra manera y así llegó a Papa, y se preguntó cómo rescatar a su Polonia natal. Y ahí la Nación se une a la fe católica. En ese sentido, él era europeísta y veía desde ese prisma la realidad. Pensaba que había que rescatar a Europa y lo otro existía colateralmente. Ratzinger viene de una cosa parecida, nacido en el nazismo, Alemania, su nacionalismo, una mentalidad alemana y una teología muy fuerte. Otro europeísta, más que Juan Pablo II, que piensa que la civilización es Occidente, Occidente es Europa y Europa es el cristianismo, y que lo que hay que hacer para revitalizar el cristianismo es reconstruir Europa. Le dieron una patadita porque la Unión Europea no permitió que apareciera Dios en su Constitución, el primer revés que le mostró que eso de lo que hablaba no existió más. Él pensaba que estábamos en la Edad Media, pero es notable que un tipo así condujera hasta hace poco a toda la Iglesia con esta mentalidad. Juan Pablo II, como Ratzinger, apoyaron el Concilio Vaticano II, pero, tanto uno como el otro, se asustan de los efectos no deseados del Concilio y, apretados por los sectores conservadores, empiezan a frenar los cambios que tendrían que haber ocurrido y todo fue peor.
–¿Cuáles son los efectos no deseados para los conservadores?
–Ante todo es el reencuentro con el mundo que es la reconciliación con la modernidad. En el siglo anterior se había condenado la modernidad y todo lo que tuviera que ver con ella porque el mundo estaba endiablado, y, dentro de la Iglesia, la colegialidad, la liturgia autóctona, el cambio de funcionamiento del sacerdocio, el papel de los laicos, la revisión de las congregaciones.
–Ahora, eso es gran parte de la agenda de Bergoglio…
–Exacto. Otra cosa que los caracterizó, es que Juan Pablo II y Benedicto insistieron mucho en el tema disciplinario y doctrinal, les faltaba una tercera pata, lo pastoral, que es la atención a las realidades concretas, al hombre concreto, cómo esa doctrina y esa disciplina llegan a la gente y a las instituciones. Eso es una cuestión pastoral, porque disciplinaria y doctrinariamente está todo dicho. Bergoglio asume un trato más pastoral con las personas, y eso se traduce en la visita a los barrios, a las villas. Francisco critica mucho a los curas porque le ponen muchos obstáculos a la gente para recibir los sacramentos.
Diversión barata para un rato de ocio: googlear «infonews bergoglio dictadura».
quien cambió, infonews o Bergoglio?
Vos decís que en 2013 Bergoglio cambió y dejó de ser cómplice de una dictadura que ocurrió 30 años antes?
A la pelota.
Seguro que te salan las cloacas del centroizquierda bobos como fuente.
Sorry, es como guglear «estalisnismo» me tiene necesariamente que remitir a los comentarios de La Nacion
Lo siento muchachos cristinistas, pero las apuestas por Bergoglio hace un año que se cerraron:
http://www.youtube.com/watch?v=diNgU4vo2P0
llegaron tarde.
Mi primer pensamiento fue «¿Qué, Perón no ponía el guiñe?»
Así era:
Perón cuando conducía, sacaba la mano indicando que iba a girar a la izquierda, a su vez ponía la luz de giro a la derecha, y luego seguía derecho, y tutti contenti.
Como a Perón no le gustaba conducir, a veces lo hacía López Rega, otra vez Firmenich, etc. Cuando se murió los muchachos, en su disputa por agarrar el volante, chocaron.