Ellos toman nota. Una y otra vez, incansablemente. Augusto Costa , secretario de Comercio, lidera la reunión y escucha las razones que esgrime el presidente de una multinacional de consumo al pedir autorización para aumentar los precios. El diálogo continúa y por momentos se hacen largos silencios. Sin embargo, los 15 «escribas» siguen tomando nota.
La foto se repite desde el primer día en que el hombre de la oficina 248 asumió su cargo y es mucho más que una puesta en escena. «Se ponen de pie ante la autoridad», solía intimidar Guillermo Moreno , su antecesor, los que tenían cita con él.
Por entonces, la temperatura de las oficinas no contaba con aire acondicionado encendido y el súper secretario veía cómo transpiraban todos los convidados a su mesa.
Ahora, con una sensación térmica de menos de 24 grados, el clima dejó de ser un factor en la negociación, pero hay otras cuestiones que dan el marco a los encuentros.
En las reuniones se contrasta el discurso de los empresarios con los datos que ya tienen preparados, y aparece también una particular estrategia de lo que informalmente definen como el ‘detector de mentiras’
La frase de inicio es «siéntense», ante el acto reflejo de los empresarios que, acostumbrados al trato (o destrato) anterior, optan por ponerse de pie ante la llegada del funcionario que en diciembre cumplió 40 años y su grupo de «cuaderno en mano», como los bautizó el CEO de un laboratorio. La misión de quienes lo acompañan, claro está, es mucho más que tomar nota. Hoy, aunque los ejecutivos no lo sepan, existen 40 técnicos de entre 20 y 30 años dedicados al seguimiento de las principales compañías del país, y otros 40 que dedican su jornada laboral a evaluar la situación de comercio exterior de esas empresas para cruzar datos de las fuentes más diversas: denuncias, relevamientos propios, presentaciones realizadas por los propios ejecutivos de las compañías o sus competidores, situaciones de abastecimiento y hasta la radiografía del empleo de cada una de las firmas que tocan a la puerta que abre importaciones, autoriza aumentos de precios o destraba pagos al exterior.
En las reuniones se contrasta el discurso de los empresarios con los datos que ya tienen preparados, y aparece también una particular estrategia de lo que informalmente definen como el «detector de mentiras» que activan en sus notas. De hecho, existe un top five de las frases más oídas por Costa, amigo del ministroAxel Kicillof desde los tiempos en que juntos militaban en TNT (Tontos pero no Tanto), la agrupación de la UBA que denunciaba desmanejos en Franja Morada. «Los costos suben por encima de los precios y ya no tenemos margen» es la que lidera la argumentación de las corporaciones. La segunda es que su sector «es el más castigado por el kirchnerismo»; la tercera arranca con un «no quiero hablar de la competencia, pero sé que a tal [enunciado con nombre y apellido de un rival] lo dejaron importar» (o exportar o cualquier acción que se busca conseguir en ese encuentro). El top 5 se completa con «necesito que me aprueben la DJAI [Declaración Jurada Anticipada de Importaciones] porque la planta corre peligro», o «si no destraban urgente los dólares tendré que reducir personal».
Anécdotas sobran respecto de cómo actúa la secretaría cuyo poder sobre el mundo de los negocios es tan grande que ha pasado a ser el principal desvelo de muchos empresarios. En los pasillos del segundo piso se recuerda cuando un farmacéutico amenazaba con suspender su producción por el faltante de un insumo, y sin embargo lo que quería importar eran cremas rejuvenecedoras. O de la automotriz que desmentía haber incrementado sus precios 60% y habían sido sus propios ejecutivos los que informaron esos valores. Allí la alarma se activó instantáneamente. Tampoco le fue bien al que optó por criticar a Costa en una charla con Paula Español -ex compañera de banco en los tiempos del Colegio Nacional Buenos Aires- o con Ariel Langer -uno de sus mejores amigos también desde la época de TNT-. «Tenemos nuestras diferencias, como cualquier equipo, pero nos conocemos desde hace muchos años y somos amigos, con lo cual, cuando nos hablan mal a uno del otro, inmediatamente lo sabemos», dice un integrante de la mesa chica.
«Moreno gritaba, pero era predecible. Estos chicos quieren que el mundo se adapte a nosotros, y eso no va a pasar», se enoja el presidente de una multinacional de consumo cuando se le pregunta por su última experiencia en la secretaría. Los empresarios también tienen un top 3 al momento de elaborar su propio ranking. La frase que más le escuchan a Costa es: «Se necesita previsibilidad, estabilidad y transparencia en la formación de precios». Luego llega lo que en la jerga denominan «sermones ideológicos», del estilo «no entienden que éste es un modelo de sustitución de importaciones», y por último, el infaltable cierre: «Ustedes se equivocan si creen que esto se termina a fin de año. Nosotros vamos a seguir; sobre todo, nuestra gente».
Basta con recorrer las redes del Centro de Estudios para el Desarrollo (Cenda) -think tank económico de Kicillof y Costa- para comprobar que no se trata de una amenaza infundada. Nicolás Arceo está en YPF; Mariana González, en la Subsecretaría de la Competitividad; Cecilia Nahón, en la embajada argentina en Washington, y Javier Rodríguez es secretario de Coordinación Político Institucional y Emergencia Agropecuaria. Son sólo algunos de los más de 30 funcionarios de distinto rango que tienen línea directa y una amistad de más de 10 años. El Nacional Buenos Aires y la UBA aparecen como otros puntos de encuentro en sus currículum.
A diferencia de Beatriz Paglieri, Ana María Edwin, Norberto Itzcovich y Pimpi Colombo, principales espadas de Moreno, que eran la segunda opción después de los encuentros de los empresarios con el polémico secretario, hoy son excepciones las reuniones en las que Costa es el que recibe. Prefiere delegar la tarea en sus subsecretarios de Interior y Exterior, y aparecer para las situaciones que ya exceden a sus respectivos número dos. Los planes Procreauto y las últimas idas y venidas con las automotrices demuestran que la aparición pública del secretario se dio junto a Kicillof y a la ministra de Industria, Débora Giorgi , con todos los flashes encendidos.
Conseguir su celular tampoco es un activo, como lo era cuando gestionaba Moreno. Si bien atiende, la respuesta es la misma: «Pida una audiencia», o, directamente, «llame al conmutador». Ocurre que la diferencia principal entre una gestión y la otra no sólo es el tono, sino la documentación. Antes no había un papel; hoy todo queda en el sistema. A tal punto que las fórmulas de seducción no siempre funcionan. Al menos eso surge de la experiencia del director de Institucionales de una firma electrónica que no tuvo mejor idea que decirle al secretario que le había llevado un celular, una tableta, un reloj y una netbook para que probara sus productos. La traba todavía persiste y los «cuaderno entry» dejaron todo asentado.
El tema de fondo es que ya no se trata de un organismo que funciona como isla, sino que es parte de un todo interrelacionado con la AFIP, el Banco Central y otras dependencias del Gobierno
Tampoco está activada la habitación de «al lado», en la que Moreno guardaba a modo de recuerdo los peluches, mates y regalos autóctonos que varias pymes le hacían con leyendas promodelo o anti-Clarín. Hoy la consigna es rechazarlos de manera terminante y sobreactuar el rebote, salvo en aquellos casos de gobernaciones, embajadas o municipios, donde por una cuestión de protocolo se tiene la obligación de aceptar. En esos casos aparecen los sorteos entre los empleados de la secretaría, que mantiene el lay out de la oficina principal. Ya no cuenta con la foto de Lassie, ni los guantes de boxeo o las manzanas con stickers, pero sí con unos amigables caramelos. Tampoco hay lugar para la «escuelita de la carne», en la que se monitoreaban los precios de «la calle», o para las arengas del estilo «súbanse a la misión a Angola que vamos a conquistar ese país».
«Antes teníamos diálogos desopilantes, y lo más probable es que la charla terminara con un «dale para adelante». Sabíamos que podíamos aumentar distinto los productos populares, los selectivos y los premium, y con eso se terminaba el problema», comenta el número uno de una cadena de supermercados. Hoy se completa un formulario de contacto y luego se informan las distintas DJAI (tanto de bienes como de servicios), que no suelen tener mayores trabas mientras los valores de referencia se encuadran en Precios Cuidados y en los programas de financiación del relanzado Ahora 12.
El tema de fondo es que ya no se trata de un organismo que funciona como isla, sino que es parte de un todo interrelacionado con la AFIP, el Banco Central y otras dependencias del Gobierno (ver infografía), y en el que el secretario integra la mesa chica de Kicillof, con reuniones periódicas toda la semana. Algo que no ocurría en los tiempos de Moreno. Eso lleva a que el lamento más común entre presidentes de compañías y directores de Asuntos Públicos sea hoy «no me atienden», cuando en la historia reciente se acumulaban anécdotas por los clásicos llamados del súper secretario.
El juego de las diferencias tiene otro reflejo en el despacho principal. El mapamundi sigue detrás de la silla que ocupaba Moreno, al igual que el cuadro de San Martín y la foto con la imagen de la Presidenta. Los muebles son exactamente los mismos: escritorio principal, mesa ovalada y una especie de living donde suele recibir a sus invitados. Atrás quedó el merchandising de globos con la frase de «Clarín miente» o los alfajores que solían acompañar el café con esa leyenda. Tampoco hay barriletes para los hijos de los invitados, con frases a favor del modelo, ni reuniones constantes.
La intimidad de la oficina de piso de madera tiene, no obstante, varias particularidades que mantienen la tradición de quienes se definen como «funcionarios militantes». La ilustración de Mafalda contra los buitres y la leyenda «no pasarán» es una muestra de eso. El banderín de Vélez Sarsfield, del cual Costa es hincha fanático, y una portada de un diario hecho a medida bajo el nombre de «El precio cuidado» sorprenden a quienes logran pasar la puerta. Porque todas las tardes Costa tiene su propio vespertino, con el que despunta sus recuerdos de periodista en El Economista. Cansado de ver cómo pasaban inadvertidos los Excels y los datos duros, uno de sus asesores prepara una portada a todo color que incluye el update de las acciones de la secretaría y quiénes cumplen o incumplen las órdenes allí impuestas.
Todas las tardes Costa tiene su propio vespertino, con el que despunta sus recuerdos de periodista
También hay lugar para un chiste temático y hasta rimas que están debidamente encuadernadas con personajes de la más furiosa actualidad. Un pintoresco cuadro con los avatares de todos los que integran el equipo económico muestra a Costa dibujado arriba de la torta del primer cumpleaños de Precios Cuidados. También se ve a un muy sonriente Kicillof cerca de la Presidenta, y la caricatura de todos los funcionarios que ocupan los distintos despachos. Cerca de la puerta de salida hay otro cuadro con la foto del gabinete económico el día que asumió. Costa, Kicillof, Álvarez Agis, Pablo López (secretario de Finanzas) y Federico Thea (secretario legal) son los hombres sin corbata que ubicaron la misma imagen en sus respectivas oficinas. Porque la vestimenta es otro de los códigos que marcan diferencia. Hoy son frecuentes los pantalones de vestir oscuros y las camisas blancas o celestes con sus respectivos blazers, lejos de los trajes estilo 1930 de Guillermo Moreno con sus corbatas estridentes.
Para los fines de semana y el after office Costa se reserva el momento deportivo, en el que, salvo al rugby, practica la mayoría de las disciplinas. También se desconecta con la música (fue disc jockey), el bajo (lo toca habitualmente) y sus espacios para correr, en los que suele generar las nuevas ideas que luego discute en la oficina. Ama el tenis, del que es un autodidacta confeso. Ahí se gestó uno de los mitos urbanos que un allegado al secretario se encarga de desmentir: «No. Costa nunca jugó en Roland Garros»..