El show del Indio Solari reunió a 100 mil fanáticos en Junín

Histórico y conmovedor. En la segunda presentación de su tercer disco solista, El perfume de la tempestad, el Indio Solari arrancó a las 22 de anoche, con “Todos a los botes” y alcanzó su pico histórico de convocatoria ante 100 mil personas en el Autódromo Eusebio Marcilla de Junín. Solari, de este modo, alcanzó el récord del rock nacional de La Renga, con igual cantidad de espectadores. Esta ciudad de 82 mil habitantes vio cómo ese número era holgadamente duplicado por una sola noche. Según un funcionario municipal, se asemejó a “meter a un pueblo adentro de otro”.
Con más de 60 años, el halo de misterio y fascinación que rodea a la figura calva y anteojos oscuros de Solari permanece intacto. Cosas de hechicería ricotera que anoche se hicieron presentes con algunos de sus grandes clásicos.
Fanáticos llegados desde los cuatro puntos cardinales, en filas de bondis y autos que hicieron inusualmente cargado el tránsito en las rutas 7 y 188 –también un accidente condicionó el arribo–, le cambiaron la cara a la apacible ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires. Los que, precavidos, arribaron con anticipación, agotaron la capacidad hotelera y también los lugares disponibles en casas particulares, además de montar un campamento en el Parque Laguna de Gómez. Para contener semejante avalancha, según Julio Sáez, manager del artista, ayer hubo cerca de “1250 personas de seguridad privada, 550 policías, seis ambulancias, un hospital móvil, cinco carpas de emergencia, once médicos y un helicóptero de sanidad”.
La epopeya personal de Solari es la de un fóbico confeso que vive aislado del mundanal ruido en su caserón de Parque Leloir y que, al mismo tiempo, es capaz de declarar en la revista Rolling Stone cosas como: “No hay lugar más cómodo en el mundo para mí que arriba del escenario. Estoy más incómodo en la cola del banco o en el cine”. Un rocker con modales de crooner, un chamán de la contracultura que en la soledad de su estudio Luzbola pergeña imágenes de poesía beatnik que luego calan hondo en la mente de chicos que quizás no disfrutan de la lectura.
A diez años de la última aparición de Patricio Rey, el 4 de agosto de 2001 en Córdoba, está claro que Solari se apropió de las convocatorias masivas que fueron el sello de la mítica banda platense antes de su disolución. Y todo lo consiguió a pesar de su falta de demagogia e incluso de esa cualidad histriónica que se suele llamar “carisma”. Anoche, ese enorme valor simbólico y artístico era puesto en escena ante una muchedumbre que coreaba cada canción como si fuera un rezo.

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