El silo bolsa, un reflejo de la competitividad. Foto: Archivo
El objetivo de esta nota es hacer precisiones sobre el sujeto agrario del Plan Estratégico Agropecuario (PEA2). Lo definimos como el productor/empresario del sector agroalimentario y agroindustrial que, mediante un comportamiento innovador, generó una de las mayores revoluciones productivas de la Argentina. El sujeto agrario del siglo XX era el productor rural que concentraba la propiedad de la tierra y las maquinarias, poseía el capital y era el responsable de la gestión productiva y empresarial. Comenzado el siglo XXI, este modelo fue siendo sustituido por otras dos modalidades de organización productiva que el PEA considera virtuosamente complementarias.
La primera modalidad se caracteriza por una compleja red de productores/empresarios vinculados contractualmente, donde los riesgos se distribuyen y se incrementa la interdependencia en la toma de decisiones. Aquí se separa la propiedad de la tierra de quienes desarrollan las actividades productivas, a la vez que se subcontrata parte importante de las operaciones. Aparecen contratistas y proveedores de insumos como nuevos actores. La agricultura industrializada de gran escala es consecuencia, no exclusiva, pero si predominante, de esta modalidad.
En la segunda modalidad, el productor/empresario continúa siendo epicentro de la toma de decisiones, y lo hace generando valor agregado en origen, con fuerte integración de los diversos eslabones dentro de un complejo productivo, en algunos casos asociado cooperativamente con otros, y en todos los casos con permanencia al frente de su establecimiento, produciendo de manera innovadora y utilizando tecnología apropiada a su escala productiva. Todo lo anterior favorece el arraigo, el sostén de las tendencias socioculturales, el empleo y la ocupación del territorio. Ambas modalidades deben ser vistas como tipos ideales que la realidad se encarga luego de combinar de diferentes formas.
En los dos casos, los productores/empresarios se caracterizan por una actitud positiva hacia la incorporación de tecnología, la productividad, la capacidad para asumir el riesgo, la innovación y el emprendimiento. Prueba de ello es que el sector agroalimentario y agroindustrial ha desarrollado respuestas ingeniosas a diferentes desafíos: el almacenamiento de granos en silo bolsa y la siembra directa son algunos buenos ejemplos.
Contando con este capital humano, el PEA plantea transformar a la Argentina en un líder agroalimentario mundial, mediante estrategias de inserción externa y una producción de mayor valor agregado, particularmente en origen, con fuerte integración en cadenas globales y locales de valor.
Esto generará empleo en territorios que posibiliten una nueva ruralidad: un interior rural con más ciudades intermedias integradas a la economía nacional, que revalorice el lugar de la juventud, la convoque y la integre a la producción y al crecimiento, con mejora en las condiciones de vida, trabajo en el lugar, educación, salud, alimentación, vivienda, e infraestructura.
Esta nueva ruralidad debe equilibrar el modelo de la agricultura industrializada de gran escala que, basada en una mayor concentración del capital, habrá de consolidar a la Argentina como líder mundial agroalimentario (difícilmente lleguemos a cumplir las metas que el Plan propone sin la gran escala productiva), con objetivos estratégicos destinados a asegurar el abastecimiento del mercado interno, impulsar la producción con más productores, promover el arraigo de la población rural y el empleo agroindustrial.
El autor es director del Plan Estratégico Agroalimentario. .
El objetivo de esta nota es hacer precisiones sobre el sujeto agrario del Plan Estratégico Agropecuario (PEA2). Lo definimos como el productor/empresario del sector agroalimentario y agroindustrial que, mediante un comportamiento innovador, generó una de las mayores revoluciones productivas de la Argentina. El sujeto agrario del siglo XX era el productor rural que concentraba la propiedad de la tierra y las maquinarias, poseía el capital y era el responsable de la gestión productiva y empresarial. Comenzado el siglo XXI, este modelo fue siendo sustituido por otras dos modalidades de organización productiva que el PEA considera virtuosamente complementarias.
La primera modalidad se caracteriza por una compleja red de productores/empresarios vinculados contractualmente, donde los riesgos se distribuyen y se incrementa la interdependencia en la toma de decisiones. Aquí se separa la propiedad de la tierra de quienes desarrollan las actividades productivas, a la vez que se subcontrata parte importante de las operaciones. Aparecen contratistas y proveedores de insumos como nuevos actores. La agricultura industrializada de gran escala es consecuencia, no exclusiva, pero si predominante, de esta modalidad.
En la segunda modalidad, el productor/empresario continúa siendo epicentro de la toma de decisiones, y lo hace generando valor agregado en origen, con fuerte integración de los diversos eslabones dentro de un complejo productivo, en algunos casos asociado cooperativamente con otros, y en todos los casos con permanencia al frente de su establecimiento, produciendo de manera innovadora y utilizando tecnología apropiada a su escala productiva. Todo lo anterior favorece el arraigo, el sostén de las tendencias socioculturales, el empleo y la ocupación del territorio. Ambas modalidades deben ser vistas como tipos ideales que la realidad se encarga luego de combinar de diferentes formas.
En los dos casos, los productores/empresarios se caracterizan por una actitud positiva hacia la incorporación de tecnología, la productividad, la capacidad para asumir el riesgo, la innovación y el emprendimiento. Prueba de ello es que el sector agroalimentario y agroindustrial ha desarrollado respuestas ingeniosas a diferentes desafíos: el almacenamiento de granos en silo bolsa y la siembra directa son algunos buenos ejemplos.
Contando con este capital humano, el PEA plantea transformar a la Argentina en un líder agroalimentario mundial, mediante estrategias de inserción externa y una producción de mayor valor agregado, particularmente en origen, con fuerte integración en cadenas globales y locales de valor.
Esto generará empleo en territorios que posibiliten una nueva ruralidad: un interior rural con más ciudades intermedias integradas a la economía nacional, que revalorice el lugar de la juventud, la convoque y la integre a la producción y al crecimiento, con mejora en las condiciones de vida, trabajo en el lugar, educación, salud, alimentación, vivienda, e infraestructura.
Esta nueva ruralidad debe equilibrar el modelo de la agricultura industrializada de gran escala que, basada en una mayor concentración del capital, habrá de consolidar a la Argentina como líder mundial agroalimentario (difícilmente lleguemos a cumplir las metas que el Plan propone sin la gran escala productiva), con objetivos estratégicos destinados a asegurar el abastecimiento del mercado interno, impulsar la producción con más productores, promover el arraigo de la población rural y el empleo agroindustrial.
El autor es director del Plan Estratégico Agroalimentario. .