El triunfo del PRO en la CABA y las encuestas (I)

Las encuestas dicen que el 70% de los porteños aprueba la gestión de Mauricio Macri y el 64% querría reelegirlo como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Esto se tradujo en votos en las PASO: el PRO ganó en 771 de los 776 centros de votación y consiguió el 47,7% de los votos, seguido por ECO, con el 22,3%, y el Frente para la Victoria, con el 18,7%. Contradiciendo el mito de que a Macri los más pobres no lo votan, ganó en todas las villas excepto en una. No sólo triunfó su candidato, sino que todos los demás se ordenaron según el grado de adhesión o crítica a su gobierno: los más cercanos triunfaron y los opositores perdieron. Encabezaron los escrutinios dos candidatos del PRO, Horacio Rodríguez Larreta (28,4%) y Gabriela Michetti (18,9%), seguidos por Martín Lousteau, un crítico moderado (17,8%). Los opositores más agrios fueron castigados: Mariano Recalde obtuvo 12,2%, Gabriela Cerruti el 2,1%, Aníbal Ibarra el 2% y Carlos Heller el 1,4%. Filmus tuvo la prudencia de no presentarse: tal vez habría inaugurado la categoría de porcentajes negativos. Es que cuando alguien tiene buena imagen, no se lo debe atacar directamente. Quienes aparecían insultando a Macri, no conseguían votos, sino que dañaban su propia imagen.
Pasadas las elecciones primarias, algunos se preguntan qué harán los michettistas. En las democracias desarrolladas nunca hubo churchillistas, kennedistas ni nada por el estilo. En países con tradición autoritaria tendemos a personalizar la política. No existen los michettistas ni los horacistas. En la modernidad líquida de la que habla Zygmunt Bauman, los electores se mueven a voluntad, dentro de parámetros razonables. No son propiedad del candidato al que votaron, porque no buscan líderes mesiánicos, no cantarían “Gabriela, Gabriela, qué grande sos” ni “Horacio, Horacio cuánto valés”. Los porteños quieren asegurar con su voto la continuidad de un gobierno que ha sido eficiente y los ha beneficiado.
En la interna del PRO participaron Gabriela Michetti, la política con mejor imagen en el país, y Horacio Rodríguez Larreta, reconocido por su inteligencia y laboriosidad, pero estigmatizado como el anticarisma. Había que ver si los electores se movían más por imágenes o por pragmatismo. Nada es blanco y negro, pero ésas eran las grandes definiciones de los precandidatos.
Cuando Mauricio Macri ratificó su opinión de que Horacio era el mejor candidato de su partido para jefe de Gobierno, algunos dijeron que eso era una equivocación, que debía ser neutral para evitar traiciones. Nacidos en una tradición autoritaria, creemos que el líder debe ser obedecido ciegamente o callar, pero actualmente la gente es menos sumisa. Muchos partidarios coincidieron con esa opinión, otros discreparon sin problema, viven los valores de un partido que respeta la diversidad. El apoyo de Mauricio fue discreto. No participó de la campaña de Horacio, no dio discursos, no recorrió las calles con él. Hizo lo mejor para apoyarlo: si aparecía muy activo, algunos electores podían reaccionar negativamente interpretando su actitud como una agresión a Gabriela.
Al anunciarse los resultados, aparecieron en el escenario del PRO miembros de los dos grupos que se habían enfrentado hasta ese momento, alegres, celebrando el triunfo de su partido. Extraña escena en una América Latina con tanto político maniqueo que quiere destruir a sus adversarios. Ese festejo comunicó un mensaje político profundo: el PRO aspira a construir una democracia inclusiva, respetuosa de la disidencia, distinta de los gobiernos de militares autoritarios que asesinan estudiantes mientras hablan con pajaritos. El baile, los globitos y la escenografía son herramientas de comunicación que la mayoría de la población entiende. Son los nuevos tiempos. Los más antiguos, cuando las nuevas generaciones señalan el futuro, sólo pueden ver el dedo.
Las encuestas tienen problemas en todo el continente. Nos referimos a estudios serios, no a papeles de propagandistas que dibujan números para sus patronos y ladran a los adversarios. Hay problemas metodológicos de fondo registrados en las elecciones mexicanas y brasileñas en las que casi todos los encuestadores se equivocaron. En estas PASO, varias encuestadoras sostuvieron hasta el final que ganaba Gabriela y a última hora cambiaron las cifras porque, según dijeron, algo inexplicable hizo cambiar los números en favor de Horacio. En varias encuestas profesionales que no se publicaron, nunca hubo un movimiento importante. Por razones técnicas, la campaña de Horacio no podía hacer movimientos bruscos y el candidato creció a un promedio de 0,3% diario durante dos meses.
Sobre el tema, volveremos en el próximo artículo.
*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.

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