Hombre diestro en el uso de la metáfora-insulto, Carlos Bulgheroni dejó escapar una dura crítica contra Miguel Galuccio, líder de YPF. Lo escuchaba un interlocutor de confianza. Hace tiempo que el dueño de Bridas pasa en el país la mayor parte del tiempo: las luces de sus oficinas de Plaza San Martín se ven encendidas casi todos los domingos, día en que le gusta convocar.
Bulgheroni es un hombre difícil y, como casi todos los petroleros, habituado a todo. Suele jactarse, por ejemplo, de aquel día de los años 90 en que, sentado en un desierto de Afganistán, comía frutas en el suelo mientras negociaba, rodeado de custodios, jefes muyahidines y guerrilleros, el paso de un gasoducto que debía unir el yacimiento de Yashlar, en Turkmenistán, con China.
Su última presunción, cierta o fantasiosa, es que Galuccio mira con ansiedad dos de sus áreas preferidas aquí: Cerro Dragón, en Chubut, y Lindero Atravesado, en Neuquén. De ahí la referencia al árbol genealógico del ingeniero entrerriano. Bulgheroni se ha esmerado siempre en el arte del improperio. El que más usa: «Es un pelotudo olímpico».
Los desencuentros con Galuccio tienen en realidad una historia corta. Hace un año y medio, cuando nadie imaginaba todavía el interés de Chevron en Vaca Muerta, Bridas e YPF firmaron un memorándum por el que acordaban invertir 1500 millones de dólares en ese recurso. La foto de aquel convenio, que expiró a los 90 días sin resultados ni desembolsos, es elocuente: muestra a Galuccio con los brazos cruzados, tironeado en el esfuerzo de estrecharles las manos a los hermanos Bulgheroni, Carlos y Alejandro, sus competidores y posibles socios, que lo saludan desde ambos lados.
Podría ser una alegoría plena de sentido si se repara en la fecha de aquel anuncio: 28 de diciembre de 2012, día de los santos inocentes. Pero el motivo del fracaso nunca fue revelado. Tal vez una convivencia difícil: los Bulgheroni están habituados a ser operadores de sus áreas, lejos del rol de «socio financiero» que ahora juega Chevron. Diez meses después, durante una disertación en la Rural, Alejandro deslizó una explicación sobre su escepticismo con Vaca Muerta: «La información es escasa y no se comparte abiertamente entre los distintos operadores».
La desconfianza de los dueños de Bridas coincide con las revelaciones sobre coimas que British Petroleum, su socio en Pan American Energy, informó en la SEC (Comisión de Valores de los Estados Unidos) haber pagado para renovar la concesión en Cerro Dragón. Ellos atribuyen esa filtración al Gobierno. Y el contexto del asunto aviva esa sugestión. Bulgheroni es, con el banquero Jorge Brito y los multifacéticos José Luis Manzano y Daniel Vila, uno de los hombres de negocios que más ha invertido en Sergio Massa. Y la primera reacción de la Casa Rosada después del escándalo fue culpar al entonces gobernador de Chubut, Mario das Neves, que firmó la extensión del contrato y hoy es hombre de Massa.
Das Neves anhela volver a conducir la provincia en 2015. Pero deberá competir con Martín Buzzi, que busca la reelección. Líder de la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos, el gobernador es quien más trabajó, junto con Axel Kicillof y Julio De Vido, por la estatización de YPF. Se lleva mal con los Bulgheroni, pero tiene una inmejorable relación con Cristóbal López, otro poderoso de la zona que, además de casinos y áreas petroleras en todo el país, tiene medios de comunicación en Chubut.
La incursión de López en el mundo de los diarios, las radios y los canales de TV multiplica los fantasmas que ve Bulgheroni en Cerro Dragón, pero tiene en realidad un horizonte más amplio. Al igual que sus pares de Electroingeniería, López prevé lo arduo que será sostenerse en el poskirchnerismo con una clase dirigente propensa a mirar errores de los que se van. Un temor recurrente que no busca sólo resguardo local: hace un año y medio, mientras hacía los trámites para abrir un casino en Miami, López se encontró con una pregunta envenenada del funcionario norteamericano a quien pretendía explicarle sus diferencias con el modo de trabajar de Lázaro Báez. «¿Usted sabe lo que significa legalmente constituir su domicilio en Estados Unidos?», le dijo. «Claro -contestó el empresario-. Quedo bajo jurisdicción norteamericana». La réplica del funcionario sonó a advertencia: «Ah, bien, lo sabe perfectamente».
Las apetencias del hombre de los casinos no tienen por qué estar relacionadas, pero coinciden temporalmente con una YPF que ha decidido crecer no sólo en producción sino en territorio. Galuccio está negociando un acuerdo para comprarle a Petrobras el yacimiento Río Neuquén. El atractivo es doble. Primero, porque los brasileños han desarrollado allí tight gas, otra modalidad no convencional. Y en segundo lugar, porque el activo tiene un área contigua de características geológicas idénticas: Lindero Atravesado, que operan YPF y Pan American Energy. Es el peor vecino para Bulgheroni.
La versión expansiva de Galuccio puede explicarse en términos políticos frente a la posibilidad de un relevo en 2015, pero es más difícil de entender desde la lógica empresarial. ¿Apunta a una YPF más grande o más rentable?, se preguntan los petroleros. Lo que sí parece más clara es su condición de político frente a una industria que, hace dos años, creyó recibir a un técnico. Lo sabe el gobernador neuquino, Jorge Sapag, un manifiesto opositor a las pretensiones de Galuccio de sacar del mercado a las empresas petroleras provinciales mediante la reforma de lo que el sector llama la «ley corta».
No será sencillo cambiarla. El entrerriano viene recorriendo empresas para captar voluntades, pero hay poco tiempo y es difícil que convenza a los gobernadores. «Cristina Kirchner se va, nosotros nos quedamos», es el argumento con que intentan frenarlo en las provincias. La postura quedó clara hace dos martes en Houston, durante un road show de la estatal Energía y Servicios Públicos de Neuquén. Allí, Guillermo Coco, su presidente, constató coincidencias con el opositor Guillermo Pereyra, líder del Sindicato de Petróleo y Gas Privado y aspirante a gobernar la provincia. «La ley corta no se toca», se anticipó Pereyra.
Los petroleros se preguntan qué lleva a Galuccio a exponerse tanto por una ley que tiene pocas posibilidades de salir. Pero desangrarse en gestas infecundas es una costumbre kirchnerista, como la atracción por avanzar ocupando la escena. Unos pocos llamados le bastaron esta semana al Ministerio de Planificación para convencer a varias empresas de publicar en los diarios, pese a la pérdida del autoabastecimiento y los problemas cambiarios derivados de la importación de luz y gas, solicitadas para celebrar los 10 años del plan energético nacional. El otro camino, el de los resultados silenciosos, ha dejado aquí hace tiempo de ser un valor.
© LA NACION
Bulgheroni es un hombre difícil y, como casi todos los petroleros, habituado a todo. Suele jactarse, por ejemplo, de aquel día de los años 90 en que, sentado en un desierto de Afganistán, comía frutas en el suelo mientras negociaba, rodeado de custodios, jefes muyahidines y guerrilleros, el paso de un gasoducto que debía unir el yacimiento de Yashlar, en Turkmenistán, con China.
Su última presunción, cierta o fantasiosa, es que Galuccio mira con ansiedad dos de sus áreas preferidas aquí: Cerro Dragón, en Chubut, y Lindero Atravesado, en Neuquén. De ahí la referencia al árbol genealógico del ingeniero entrerriano. Bulgheroni se ha esmerado siempre en el arte del improperio. El que más usa: «Es un pelotudo olímpico».
Los desencuentros con Galuccio tienen en realidad una historia corta. Hace un año y medio, cuando nadie imaginaba todavía el interés de Chevron en Vaca Muerta, Bridas e YPF firmaron un memorándum por el que acordaban invertir 1500 millones de dólares en ese recurso. La foto de aquel convenio, que expiró a los 90 días sin resultados ni desembolsos, es elocuente: muestra a Galuccio con los brazos cruzados, tironeado en el esfuerzo de estrecharles las manos a los hermanos Bulgheroni, Carlos y Alejandro, sus competidores y posibles socios, que lo saludan desde ambos lados.
Podría ser una alegoría plena de sentido si se repara en la fecha de aquel anuncio: 28 de diciembre de 2012, día de los santos inocentes. Pero el motivo del fracaso nunca fue revelado. Tal vez una convivencia difícil: los Bulgheroni están habituados a ser operadores de sus áreas, lejos del rol de «socio financiero» que ahora juega Chevron. Diez meses después, durante una disertación en la Rural, Alejandro deslizó una explicación sobre su escepticismo con Vaca Muerta: «La información es escasa y no se comparte abiertamente entre los distintos operadores».
La desconfianza de los dueños de Bridas coincide con las revelaciones sobre coimas que British Petroleum, su socio en Pan American Energy, informó en la SEC (Comisión de Valores de los Estados Unidos) haber pagado para renovar la concesión en Cerro Dragón. Ellos atribuyen esa filtración al Gobierno. Y el contexto del asunto aviva esa sugestión. Bulgheroni es, con el banquero Jorge Brito y los multifacéticos José Luis Manzano y Daniel Vila, uno de los hombres de negocios que más ha invertido en Sergio Massa. Y la primera reacción de la Casa Rosada después del escándalo fue culpar al entonces gobernador de Chubut, Mario das Neves, que firmó la extensión del contrato y hoy es hombre de Massa.
Das Neves anhela volver a conducir la provincia en 2015. Pero deberá competir con Martín Buzzi, que busca la reelección. Líder de la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos, el gobernador es quien más trabajó, junto con Axel Kicillof y Julio De Vido, por la estatización de YPF. Se lleva mal con los Bulgheroni, pero tiene una inmejorable relación con Cristóbal López, otro poderoso de la zona que, además de casinos y áreas petroleras en todo el país, tiene medios de comunicación en Chubut.
La incursión de López en el mundo de los diarios, las radios y los canales de TV multiplica los fantasmas que ve Bulgheroni en Cerro Dragón, pero tiene en realidad un horizonte más amplio. Al igual que sus pares de Electroingeniería, López prevé lo arduo que será sostenerse en el poskirchnerismo con una clase dirigente propensa a mirar errores de los que se van. Un temor recurrente que no busca sólo resguardo local: hace un año y medio, mientras hacía los trámites para abrir un casino en Miami, López se encontró con una pregunta envenenada del funcionario norteamericano a quien pretendía explicarle sus diferencias con el modo de trabajar de Lázaro Báez. «¿Usted sabe lo que significa legalmente constituir su domicilio en Estados Unidos?», le dijo. «Claro -contestó el empresario-. Quedo bajo jurisdicción norteamericana». La réplica del funcionario sonó a advertencia: «Ah, bien, lo sabe perfectamente».
Las apetencias del hombre de los casinos no tienen por qué estar relacionadas, pero coinciden temporalmente con una YPF que ha decidido crecer no sólo en producción sino en territorio. Galuccio está negociando un acuerdo para comprarle a Petrobras el yacimiento Río Neuquén. El atractivo es doble. Primero, porque los brasileños han desarrollado allí tight gas, otra modalidad no convencional. Y en segundo lugar, porque el activo tiene un área contigua de características geológicas idénticas: Lindero Atravesado, que operan YPF y Pan American Energy. Es el peor vecino para Bulgheroni.
La versión expansiva de Galuccio puede explicarse en términos políticos frente a la posibilidad de un relevo en 2015, pero es más difícil de entender desde la lógica empresarial. ¿Apunta a una YPF más grande o más rentable?, se preguntan los petroleros. Lo que sí parece más clara es su condición de político frente a una industria que, hace dos años, creyó recibir a un técnico. Lo sabe el gobernador neuquino, Jorge Sapag, un manifiesto opositor a las pretensiones de Galuccio de sacar del mercado a las empresas petroleras provinciales mediante la reforma de lo que el sector llama la «ley corta».
No será sencillo cambiarla. El entrerriano viene recorriendo empresas para captar voluntades, pero hay poco tiempo y es difícil que convenza a los gobernadores. «Cristina Kirchner se va, nosotros nos quedamos», es el argumento con que intentan frenarlo en las provincias. La postura quedó clara hace dos martes en Houston, durante un road show de la estatal Energía y Servicios Públicos de Neuquén. Allí, Guillermo Coco, su presidente, constató coincidencias con el opositor Guillermo Pereyra, líder del Sindicato de Petróleo y Gas Privado y aspirante a gobernar la provincia. «La ley corta no se toca», se anticipó Pereyra.
Los petroleros se preguntan qué lleva a Galuccio a exponerse tanto por una ley que tiene pocas posibilidades de salir. Pero desangrarse en gestas infecundas es una costumbre kirchnerista, como la atracción por avanzar ocupando la escena. Unos pocos llamados le bastaron esta semana al Ministerio de Planificación para convencer a varias empresas de publicar en los diarios, pese a la pérdida del autoabastecimiento y los problemas cambiarios derivados de la importación de luz y gas, solicitadas para celebrar los 10 años del plan energético nacional. El otro camino, el de los resultados silenciosos, ha dejado aquí hace tiempo de ser un valor.
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