El vestido de la reforma no le calza a Cristina

En estas semanas volvió el tema de la reforma constitucional que lleve a la Argentina de un régimen presidencialista a uno parlamentario o semipresidencialista. Si se hacen las cuentas, costará obtener del Congreso la ley que habilite una asamblea constituyente; estaremos con el tiempo justo para que esa asamblea sesione de manera que los cambios no sean despachados por la ventanilla de trámites urgentes y, por fin, que la Constitución reformada llegue sobre la hora a las elecciones de 2015, en las que, hasta hoy, Cristina Kirchner no puede competir por un tercer mandato.
Habría que apurarse. Que la Presidenta consiga los votos en el Congreso para habilitar una reforma es verosímil, aunque no seguro. Tiene los propios y chantajeará a la oposición con el argumento de que la reforma figura entre los mejores sueños políticos argentinos desde Raúl Alfonsín. ¿Se atreverá la oposición a negarse o algunos caerán en una trampa de aspecto institucional, cuya mayor virtud será resolver la cuestión sucesoria en el oficialismo?
El fino análisis de Mario Weinfeld, que se publicó el domingo en Página 12, no menciona la alternativa de un sistema parlamentario «a la rusa», donde el invencible Vladimir Putin se convirtió en primer ministro de su subordinado Dmitri Medvedev y ahora Medvedev se convertirá en primer ministro de Putin y así hasta un infinito cuyo límite sólo serían la vida o la paciencia humanas. La Argentina, que en el siglo XIX miró a los constitucionalistas norteamericanos, podría adoptar el «enroque ruso», siempre que el kirchnerismo conserve una mayoría parlamentaria. Justo es reconocer que el «enroque ruso» es una versión del «enroque conyugal criollo» inventado por Kirchner.
En el caso de Cristina Kirchner, una reforma podría tener otras opciones, si se aprueba a tiempo. Una posibilidad es que la Presidenta siga siendo presidenta de un régimen parlamentario (fuerte o atenuado), ya que el cargo no sería el mismo que hoy desempeña. Para evitar discusiones, siempre podría establecerse una excepción por medio de una cláusula transitoria. Dejo esto a los constitucionalistas. El otro camino es que un leal sea el presidente y que Cristina (con la mayoría parlamentaria que volverían a asegurarle las elecciones) sea la primera ministra. Quizás algunos opositores tengan la ilusión de que, en la renovación parlamentaria de 2013 o las posteriores, el kirchnerismo no obtenga esa mayoría y que, en consecuencia, un acuerdo opositor designe el primer ministro. No quiero imaginar las acusaciones de desestabilización institucional y de parlamentarismo destituyente.
Aceptemos como hipótesis que el kirchnerismo siga conservando mayoría parlamentaria y nombre con votos propios y de sus aliados filokirchneristas (del tipo Sabbatella) su primer ministro o primera ministra. Esta variante daría un espectáculo curioso. Cristina Kirchner (convertida en primera ministra) trajinando casi cotidianamente el Congreso para presentar proyectos de ley, aguantar preguntas, justificar decisiones, responder interpelaciones y ser cuestionada. Cualquiera que haya visto un plano de noticiero televisivo en el que un primer ministro discute en el Parlamento sabe que ese escenario es para Cristina Kirchner como la kriptonita para Superman. Es cierto que fue diputada y senadora, pero eso ha quedado en el pasado. Quienes la tuvieron de compañera en el Congreso cuentan que siempre tuvo buena memoria, que trabajó mucho en las comisiones que le tocó presidir y que fue soberbia.
O sea que descartemos a Cristina primera ministra, salvo que las mayorías que obtenga en sucesivas elecciones sean tan amplias que el Congreso no le ofrezca sino un teatro amistoso, donde se abra el telón para discursos en cadena nacional parlamentaria. Y nadie podría ofenderse de que la actividad de las instituciones de la república se difundan todos los días por la televisión oficial.
Pero, salvo que entremos en estricto régimen de partido único y satélites, no puede descartarse de plano que algún diputado díscolo de la oposición le haga algún cargo o reproche a la primera ministra. Razón suficiente para descartar una alternativa que va demasiado en contra del temperamento de Cristina Kirchner, que ama el discurso ininterrumpido y el sarcasmo contra todo conato de oposición a lo que ella piensa, cree, le informaron hace poco, describe con precisión o equivocándose, pasa por alto u olvida. Va en contra de su autocentramiento y del giro de toda proposición (incluso la más neutra o bobalicona) sobre el eje de la primera persona del singular: «Siempre he pensado que?». Ya lo señaló Pepe Eliaschev en su columna de Perfil. La concentración de Cristina sobre su propio cuerpo y alma no tiene, en mis recuerdos políticos, ningún antecedente que le haga sombra. Ha alcanzado el autoabastecimiento de aciertos y de errores.
¿Por qué querría una política de este estilo pararse tras el pupitre del primer ministro frente a un Parlamento donde siempre puede haber un estúpido que no haya entendido bien las reglas del juego y la acose con una objeción fuera de lugar? Francamente, no hay ninguna ganancia en ejercer el poder de este modo, hostigada por quienes ponen palos en la rueda y miran el orillo de todas las resoluciones, parlamentarios de cualquier partiducho de la oposición y diputaditos que buscan repercusión en los medios.
Lo mejor, entonces, es que la Presidenta siga siendo presidenta de un régimen semipresidencialista, más a la francesa. Sin embargo, en este caso, además de superar el inconveniente de que «presidente» según la Constitución de 1994 no debe querer decir lo mismo que «presidente» según la nueva Constitución (y para eso se necesita pactar la ya mencionada cláusula transitoria), el sistema a la francesa ha demostrado que si a mitad de mandato cambia la composición del Parlamento porque la gente ha votado nuevos diputados de otros partidos, el primer ministro puede no ser un hombre del presidente sino resultar de un acuerdo de la oposición. Fue la famosa «cohabitación» francesa. Le pasó nada menos que a Mitterrand, de quien Cristina Kirchner seguro que no se siente inferior, pero sólo en instantes de mucho optimismo podría sentirse superior.
La matriz unipersonal y concentrada del poder ejercido como le gusta a la Presidenta no se adapta bien a una república parlamentaria o semipresidencialista, donde la omnipotencia presidencial es justamente el rasgo que se busca evitar. De todos modos, la Presidenta puede consolarse pensando en la prolongada vida política de Berlusconi, que siempre parece tocar su final y ha resurgido de varios incendios.
¿O sea que los rumores sobre reformas a la Constitución deberían ser descartados? Mario Wainfeld, que está en mejor posición que yo para saberlo, humildemente confiesa que «no tiene la bola de cristal». Si se toma en cuenta el carácter instrumental de las instituciones en la teoría política del kirchnerismo, es posible pensar que nadie tomará en cuenta las cuestiones que se esbozan más arriba. Por carácter instrumental quiero decir que una reforma institucional que tendría normalmente fines amplios y de largo plazo, sea utilizada en la coyuntura para resolver problemas como la sucesión dentro del Partido Justicialista. La «república parlamentaria» no sería entonces sino una forma de prolongar el poder de Cristina Kirchner porque, hasta el momento, ella no encuentra un sucesor al «proyecto» (y no se sabe si lo busca o permitirá que emerja). La reforma institucional tendría entonces una finalidad práctica de coyuntura.
Pero Cristina Kirchner debería pensar si cualquiera de estos escenarios se aviene con sus deseos. Quizá lo más sensato sea que busque la reelección indefinida, desafiando lo que la muerte de su esposo dejó cruelmente trunco. Lo demás tiene riesgos, la gente puede tomarse en serio el parlamentarismo; en fin, un desmadre.
Por suerte Aníbal Fernández, que como jefe de Gabinete tiene a su cargo las relaciones con el Congreso y hasta ahora las ha conducido con distancia inigualable, salió a desmentir todo. Dijo: «Es una discusión que inventaron otros». Si él lo dice, nos quedamos tranquilos.
© La Nacion.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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14 comentarios en «El vestido de la reforma no le calza a Cristina»

  1. B.S. muestra una vez maa su» cariño»por Cris.En una divagacion que probablemente busca que no avance el tema parece una chismosa de pueblo que vive de la vida ajena.Entonces me pregunto¿a quien querria ver ella en el gobierno?porque solo veo lo que no quiere.

  2. ¿Por qué Bety se refiere a la re-reelección cuando el gobierno nada ha dicho? ¿Por qué analiza hipótesis fantasmales que la realidad del momento no convalida?. Creo que porque eso le permite ensayar una semblanza de Cristina, como figura política, que puede esquivar el necesario rigor intelectual. Además del desdeñoso título la nota se complementa con una ilustración:en ella se ven una corona real y un zapato de mujer con taco aguja -esos que debe haber comprado en Paris- que apuntan, y amenazan clavar, al Congreso de la Nación cuya cúpula está cabeza abajo.Allí está todo dicho. No importa si Cristina preferirá una república parlamentaria o buscará la reelección con la reforma del actual sistema:la convicción de Bety es que Cristina se desespera por el poder, sin escrúpulos de ningún tipo y son ninguna finalidad ultarior.
    Y así siguen desfilando por las páginas de La Nación y por algunos canales de televisión los miembros de esta banda republicana: Kovadlof, Aguinis. Anteanoche se pudo contemplar el berrinche del «filósofo» (pensar que Tomás de Aquino decía,escribía, El Filósofo para referirse a Aristóteles)Abraham, profiriendo improperios y acusando al kirchnerismo de fascista. Y aquí vale la pena detenerse un instante: todos estos republicos podrían coincidir con otro de ellos, quien ha escrito que el peronismo genera mayorías sin consenso, tambien podrían coincidir con la gran Maristela, para quien el peronismo tiene un plus de legitimidad (demasiados votos)El peronismo gana las elecciones y se toma en serio el resultado y eso es lo que ellos no aguantan. El peronismo tendría que consultarlos a ellos y pedir permiso a sus patrones.
    Cada vez es más evidente que el gorilismo es una enfermedad senil de gravedad extrema

  3. acabo de enterarme que apoya a Binnerporque ella es»honesta».Ayer Pirola lo mostro al candidato como devaluador,sojista y privatista,y señalo lo negativo de su accion en Santa Fe.

  4. En realidad todas esas elucubraciones que circulan actualmente y que Beatriz Sarlo recoge, no son más que “pour la gallerie”, o sea domésticamente diríamos: para la gilada.
    Ya existe un plan, que no es ni A ni B, sino el Único, como corresponde al diseño institucional del gobierno.
    Ese plan obra en una carpeta en poder de la Presidenta, que según se dice sus tapas son las originales que contenían el proyecto de la Constitución del 49, cuyos redactores entregaron al General Perón.-
    Sabemos que la constitución de 1949 fue dejada sin efecto por una insólita proclama del 27 de abril de 1956, fundada entre otras cosas en “(…que la finalidad esencial de la reforma de 1949 fue obtener la reelección indefinida del entonces presidente(…)”.
    La debilidad jurídica de esa proclama, puede muy bien permitir que, derogándose la misma, entenderse que volvería a estar en vigencia la constitución justicialista, cuyo texto, art. 78, habilita la reelección indefinida.
    Bastaría entonces un simple decreto y encontrar un juez que garantice la constitucional de tal interpretación. En todo caso sería conveniente evitar que el más fiel de los actuales jueces no se jubile, aunque existen muchos dispuestos a reemplazarlo en esa vocación de servicio.-

      1. La moderación, no se si es censura o no. Me parece que no, puesto que AP, puede hacer lo que quiera con los comentarios, pero impide debatir en debida forma. Después de dos años me comenzaron a moderar: ¿tiempos que se vienen?.

      2. a mí también me moderan. es más el otro día les mandé un mail a los amigos de AP porque durante más de un día varios comentarios mios esperaban moderación. y no ando diciendo las cosas que vos escribís como buen paranoide.

  5. sarlo está peor que abraham.

    el tamaño de la ignoracnia y del odio es abrumador.

    no se dan cuenta que se están incendiando ellos mismos, al igual que los líederes de los partidos opositores.

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