En mi caso, si aceptaba, debía escribir la columna a favor, con lo cual deduje que había otra en contra. Me equivoqué, fueron dos: la de Pablo Sirvén, periodista de Espectáculos de La Nación; y la de Carlos Campolongo, docente universitario y peronista disidente. Respondí que no, la misma noche del 21, porque desde 2003, cuando partí de Editorial Perfil, intenté no asociarme al estilo que Jorge Fontevecchia le impone a sus productos. Ni siquiera me unen ahora a mi viejo editor sus añejas críticas al oligopolio Clarín –hoy sepultadas por él mismo–, que tanto perjudicó a su editorial de revistas cuando intentó dedicarse a los diarios, porque ahora él defiende a Héctor Magnetto y su oligopolio. Cambió Fontevecchia en este tiempo y cambié yo, cambió el país y cambió Víctor Hugo Morales.
Por eso, quizá, no me gusta la doble vara como método inquisitorial. Fontevecchia puede defender a Héctor Magnetto por misteriosas razones que sólo encuadrarían en el Síndrome de Estocolmo o el prejuicio antipopular y resulta que Víctor Hugo Morales no puede, está invalidado, o moralmente censurado, de hacer un periodismo serio, profesional que no sea de demolición salvaje contra un gobierno democrático. Estaría impedido de cambiar, según parece, porque a Fontevecchia se le ocurrió –este es mi prejuicio– en el desayuno de la mañana, mientras le untaba margarina a la tostada, que así debía ser. Y quizá se le ocurrió porque su manera de mirar el mundo responde al siglo XX. Fontevecchia es un posmo-editor, lo suficientemente cínico como para confundir el supuesto fin de la Historia con el fin de las pasiones humanas. Incluso, y sobre todo, en el terreno de la política y el periodismo. Según él, para hacer periodismo habría que ser un frío y meduloso “antikirchnerista”, aunque si no es frío y no es meduloso sirve igual. Una tontería grave, doblemente torpe, proviniendo de alguien que presume, domingo tras domingo, desde la contratapa de su diario –que no es un diario, es un bisemanario, suerte de revista en papel–, de lo inteligente que es gracias a Wikipedia.
“El relator del relato”, es el título de tapa de Noticias, que pudo verse en los kioscos desde el viernes 23 por la noche. La nota no agrega nada a lo que Clarín y La Nación utilizan para demonizar a Víctor Hugo. Bella prosa, no siempre rigurosa, para propósitos fuleros. Bien de Editorial Perfil.
Quería, con estas líneas, confesarle a Víctor Hugo Morales que no quise sumarme a esa comparsa. Pero que si hubiera escrito en su favor no me hubieran alcanzado los 1800 caracteres de una columna de Noticias ni todas las páginas de Tiempo Argentino. Generoso y preciso, siempre dispuesto con nosotros, los periodistas de este diario le debemos mucho. Y eso que vemos en él, no lo vemos nosotros, solamente. Una encuesta de Aresco Instant Research, de marzo de 2012, revela que la imagen “positiva” de Víctor Hugo como periodista es del 63,81%, contra una “negativa” del 20,72% y una “difusa” del 14,05 por ciento. Y los que lo consideran “muy o bastante creíble” son el 63,41% de los consultados contra el 32,76% de los que opinan que es “poco o nada creíble” y el 3,83% que “no sabe”. Esa misma encuesta, refleja que el 38,8%de los hombres y el 42% de las mujeres consideran que Víctor Hugo tiene “una postura más favorable que crítica hacia el Gobierno Nacional”, mientras que el 35,8% de los hombres y el 25,3% de las mujeres respaldan la idea de que señala “de igual manera lo que el Gobierno Nacional hace bien como lo que hace mal”.
Entre Fontevecchia y Víctor Hugo no tengo mucha elección. Conozco a los dos y respeto sólo a uno. Precisamente, al que no acaba de cerrar el diario Libre (en sus dos versiones, la vergonzosa y amarillista del comienzo y la deportiva, del final) dejando en la calle a decenas de periodistas, otra vez.
El miércoles 28, a las 13 horas, el sindicato de periodistas UTPBA se movilizará a las puertas de Editorial Perfil, Chacabuco 271, para repudiar al despedidor serial del gremio hace décadas.
Es en el marco de la discusión paritaria, donde Clarín, La Nación y Perfil, los mismos medios que impiden la aplicación íntegra de la Ley de Medios, se niegan a recomponer el salario de los periodistas y trabajadores de prensa, desde hace diez meses. Medios concentrados contra trabajadores, en definitiva.
Esos mismos son los que critican a Víctor Hugo Morales.
No nos queda otra, entonces, que elogiarlo.
Pero lo hacemos con ganas. Porque se lo merece. <
Por eso, quizá, no me gusta la doble vara como método inquisitorial. Fontevecchia puede defender a Héctor Magnetto por misteriosas razones que sólo encuadrarían en el Síndrome de Estocolmo o el prejuicio antipopular y resulta que Víctor Hugo Morales no puede, está invalidado, o moralmente censurado, de hacer un periodismo serio, profesional que no sea de demolición salvaje contra un gobierno democrático. Estaría impedido de cambiar, según parece, porque a Fontevecchia se le ocurrió –este es mi prejuicio– en el desayuno de la mañana, mientras le untaba margarina a la tostada, que así debía ser. Y quizá se le ocurrió porque su manera de mirar el mundo responde al siglo XX. Fontevecchia es un posmo-editor, lo suficientemente cínico como para confundir el supuesto fin de la Historia con el fin de las pasiones humanas. Incluso, y sobre todo, en el terreno de la política y el periodismo. Según él, para hacer periodismo habría que ser un frío y meduloso “antikirchnerista”, aunque si no es frío y no es meduloso sirve igual. Una tontería grave, doblemente torpe, proviniendo de alguien que presume, domingo tras domingo, desde la contratapa de su diario –que no es un diario, es un bisemanario, suerte de revista en papel–, de lo inteligente que es gracias a Wikipedia.
“El relator del relato”, es el título de tapa de Noticias, que pudo verse en los kioscos desde el viernes 23 por la noche. La nota no agrega nada a lo que Clarín y La Nación utilizan para demonizar a Víctor Hugo. Bella prosa, no siempre rigurosa, para propósitos fuleros. Bien de Editorial Perfil.
Quería, con estas líneas, confesarle a Víctor Hugo Morales que no quise sumarme a esa comparsa. Pero que si hubiera escrito en su favor no me hubieran alcanzado los 1800 caracteres de una columna de Noticias ni todas las páginas de Tiempo Argentino. Generoso y preciso, siempre dispuesto con nosotros, los periodistas de este diario le debemos mucho. Y eso que vemos en él, no lo vemos nosotros, solamente. Una encuesta de Aresco Instant Research, de marzo de 2012, revela que la imagen “positiva” de Víctor Hugo como periodista es del 63,81%, contra una “negativa” del 20,72% y una “difusa” del 14,05 por ciento. Y los que lo consideran “muy o bastante creíble” son el 63,41% de los consultados contra el 32,76% de los que opinan que es “poco o nada creíble” y el 3,83% que “no sabe”. Esa misma encuesta, refleja que el 38,8%de los hombres y el 42% de las mujeres consideran que Víctor Hugo tiene “una postura más favorable que crítica hacia el Gobierno Nacional”, mientras que el 35,8% de los hombres y el 25,3% de las mujeres respaldan la idea de que señala “de igual manera lo que el Gobierno Nacional hace bien como lo que hace mal”.
Entre Fontevecchia y Víctor Hugo no tengo mucha elección. Conozco a los dos y respeto sólo a uno. Precisamente, al que no acaba de cerrar el diario Libre (en sus dos versiones, la vergonzosa y amarillista del comienzo y la deportiva, del final) dejando en la calle a decenas de periodistas, otra vez.
El miércoles 28, a las 13 horas, el sindicato de periodistas UTPBA se movilizará a las puertas de Editorial Perfil, Chacabuco 271, para repudiar al despedidor serial del gremio hace décadas.
Es en el marco de la discusión paritaria, donde Clarín, La Nación y Perfil, los mismos medios que impiden la aplicación íntegra de la Ley de Medios, se niegan a recomponer el salario de los periodistas y trabajadores de prensa, desde hace diez meses. Medios concentrados contra trabajadores, en definitiva.
Esos mismos son los que critican a Víctor Hugo Morales.
No nos queda otra, entonces, que elogiarlo.
Pero lo hacemos con ganas. Porque se lo merece. <