Al recibir el título de “Ciudadano Paulistano”, que el lunes le concedió la Cámara de Concejales de la capital paulista, el ex presidente Lula da Silva recordó algunos de los peores momentos de su gestión gubernamental, entre 2003 y 2010. Se enfocó, en particular, en el escándalo que estalló en 2005 y que involucró a algunos de sus ministros en la entrega de supuestas coimas a parlamentarios, con el objetivo de “disciplinarlos” en las votaciones del Congreso. “En verdad, fue un momento en que intentaron dar un golpe de Estado”, afirmó Lula, y contó que trató de no desesperarse para no suicidarse.
Y acusó, sin dar nombres, a “gran parte de los políticos de la oposición” y “ciertos” medios periodísticos. Según el ex jefe de Estado, la oposición debió retroceder en sus intenciones cuando intelectuales brasileños y líderes de los movimientos sociales comenzaron a movilizarse en apoyo del gobierno.
“Yo dije: No me voy a matar como Getulio Vargas (que se suicidó en 1954) y no voy a salir obligadamente como Joao Goulart (derrocado por el golpe de 1964). Sólo hay una posibilidad y es que me agarren aquí (en el Palacio del Planalto) y en ese caso tendrían que enfrentar al pueblo en las calles”, relató el ex mandatario.
De acuerdo con el dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), fue eso lo que “intimidó” a la oposición: “Tuvieron miedo de seguir con un impeachment” (contra él). La deposición de Lula se manejó, de hecho, como una alternativa en los tiempos duros de mediados de 2005, en medio del escándalo por supuesta corrupción.
En el período más arduo de aquel proceso, que provocó la caída de uno de los principales ministros de Lula, José Dirceu, entonces jefe de gabinete, los más allegados al ex jefe de Estado temieron que la ofensiva opositora produjera, finalmente, la renuncia de Lula. De hecho, todavía no se probó que la causa que llevó a la desestabilización, bautizada por la prensa como “mensualón”, consistiera efectivamente en sobornos a legisladores.
Es probable, en cambio, que haya existido financiación clandestina de campañas de diputados y senadores. El caso está en el Supremo Tribunal Federal que debe producir una sentencia a más tardar la semana próxima.
Pero el ex presidente abordó además otros asuntos. Dijo que el terreno que le cedió San Pablo para construir el Instituto que lleva su nombre, y que debe albergar la documentación de sus ocho años de gobierno, será más amplio en sus objetivos que el plan original. “El lugar va a ser un Memorial de la Democracia, y no sólo para el Partido de los Trabajadores. Queremos traer a las universidades, a los otros partidos y a los movimientos sociales. Queremos que sea un espacio de la mayoría del pueblo brasileño, de aquellos que fueron víctimas de la dictadura militar y que nunca tuvieron oportunidad de aparecer como actores de la lucha de este país”.
Y acusó, sin dar nombres, a “gran parte de los políticos de la oposición” y “ciertos” medios periodísticos. Según el ex jefe de Estado, la oposición debió retroceder en sus intenciones cuando intelectuales brasileños y líderes de los movimientos sociales comenzaron a movilizarse en apoyo del gobierno.
“Yo dije: No me voy a matar como Getulio Vargas (que se suicidó en 1954) y no voy a salir obligadamente como Joao Goulart (derrocado por el golpe de 1964). Sólo hay una posibilidad y es que me agarren aquí (en el Palacio del Planalto) y en ese caso tendrían que enfrentar al pueblo en las calles”, relató el ex mandatario.
De acuerdo con el dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), fue eso lo que “intimidó” a la oposición: “Tuvieron miedo de seguir con un impeachment” (contra él). La deposición de Lula se manejó, de hecho, como una alternativa en los tiempos duros de mediados de 2005, en medio del escándalo por supuesta corrupción.
En el período más arduo de aquel proceso, que provocó la caída de uno de los principales ministros de Lula, José Dirceu, entonces jefe de gabinete, los más allegados al ex jefe de Estado temieron que la ofensiva opositora produjera, finalmente, la renuncia de Lula. De hecho, todavía no se probó que la causa que llevó a la desestabilización, bautizada por la prensa como “mensualón”, consistiera efectivamente en sobornos a legisladores.
Es probable, en cambio, que haya existido financiación clandestina de campañas de diputados y senadores. El caso está en el Supremo Tribunal Federal que debe producir una sentencia a más tardar la semana próxima.
Pero el ex presidente abordó además otros asuntos. Dijo que el terreno que le cedió San Pablo para construir el Instituto que lleva su nombre, y que debe albergar la documentación de sus ocho años de gobierno, será más amplio en sus objetivos que el plan original. “El lugar va a ser un Memorial de la Democracia, y no sólo para el Partido de los Trabajadores. Queremos traer a las universidades, a los otros partidos y a los movimientos sociales. Queremos que sea un espacio de la mayoría del pueblo brasileño, de aquellos que fueron víctimas de la dictadura militar y que nunca tuvieron oportunidad de aparecer como actores de la lucha de este país”.