17/10/12
Hace quince días que la Fragata Libertad permanece retenida en Ghana, un país africano, ex colonia británica, miembro actual del Commonwealth. Recién ayer una delegación argentina, articulada de urgencia , inició una negociación con representantes de aquella nación para intentar encontrarle un escape al conflicto. El gobierno semipresidencialista ghanés accedió a una demanda de los llamados fondos buitres que nunca reconocieron la renegociación de la deuda externa argentina tras el default del 2001.
El episodio, i ncomprensible una larga década después de la gran crisis naciona l, pareciera sintetizar tres debilidades que desde hace mucho se cargan sobre las espaldas del gobierno de Cristina Fernández. La mala praxis en muchas de sus áreas de gestión. En este caso la política exterior. Se podrían añadir la Seguridad, la Energía, el Transporte y la Educación. El descuido ostensible de las relaciones internacionales , con excepción de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil. La imprevisión y los grandes errores a la hora de lidiar con los problemas.
Las responsabilidades por el incidente han cruzado como rayos los despachos del canciller, Héctor Timerman, el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, y los mandos de la Armada. El pato lo pagaron los marinos con el relevo de su comandante, Carlos Alberto Paz; el secretario del arma Luis María Day; y el comodoro de la aviación naval, Alfredo Blanco. El elenco gubernamental continúa ileso, como si nada hubiera sucedido.
El desenlace no pudo sorprender. El Gobierno cargó culpas únicamente sobre la Armada como si el itinerario dispuesto este año para la Fragata Libertad hubiera sido diseñado en soledad por los mandos navales. Peor aún que esa falsa autonomía: de modo solapado se acusa a los marinos de haber elegido el amarre en Ghana para facilitar la demanda de los fondos buitre y colaborar con el desgaste que, por diversas razones, padece ahora la Presidenta .
El degüello de los mandos de la Armada fue precedido, semanas atrás, por el reemplazo de las cúpulas de la Gendarmería y Prefectura a raíz de una protesta salarial. Algunos efectivos navales se habían sumado fugazmente a ese reclamo. Lo mismo ocurrió en unidades patagónicas del Ejército. La réplica del gobierno kirchnerista, por otro andarivel, parece haber llegado con retroactividad. Los jefes del edificio Libertador permanecen también a la espera de un guadañazo.
Ese desorden en las fuerzas militares y de seguridad trasuntaría la ausencia de una política en el área de Defensa, en especial desde que Cristina arrancó su primer mandato en el 2007. Aquella política quedó anclada en la revisión del pasado y los juicios por la violación de los derechos humanos, aferrada al rédito público y electoral que dichas cuestiones pudieron arrimar al Gobierno.
El kirchnerismo tampoco resultó prolijo en estos años en su política exterior. Se tentó de utilizarla siempre –también en el ciclo de Néstor Kirchner– como un factor de estimulación interna . Sucedió con Washington (la famosa cumbre del 2005 en Mar del Plata), con Gran Bretaña (el conflicto con Malvinas) y con la Unión Europea (el choque con el FMI, la deuda impaga con el Club de París y la reciente expropiación de YPF).
Tal vez sería aconsejable que Timerman recordara algunas de sus acciones personales que influyeron en la política externa de la nación. El canciller, por ejemplo, dispuso el 10 de febrero del 2011 la detención en Ezeiza de un avión militar estadounidense que traía pertrechos bélicos para un ejercicio de adiestramiento de grupos de élite de la Policía Federal. Entre una parva de excesos, el canciller abrió con un alicate las fajas de seguridad de varias valijas. Una de ellas contenía claves secretas de inteligencia del Pentágono. Por supuesto, resultaron inutilizadas.
Ese avión estadounidense permaneció varado en suelo argentino 28 días. Luego de arduas gestiones de Washington se lo autorizó a partir, aunque sin los materiales transportados. Esos pertrechos fueron devueltos recién en junio del mismo año. Timerman consideró superado el conflicto.
Estados Unidos, formalmente, también.
No existe una sola huella que indique alguna incidencia estadounidense en el embargo de la Fragata Libertad en Ghana.
Quizás existió de parte de Gran Bretaña . Pero es seguro que el gobierno africano husmeó, antes de actuar, el grado de solidaridad internacional que podía recoger el gobierno argentino por aquella prepotente decisión suya.
Ninguna , debió haber concluido. Y no se equivocó. El kirchnerismo se ha debatido en absoluta soledad para tratar de superar el pleito.
Tal vez aquella arremetida de Timerman contra Estados Unidos se refleje hoy como un espejo en el atropello cometido por Ghana contra nuestro país. Salir del brete, con probabilidad, no será sencillo y dejará consecuencias.
Los fondos buitre reclaman al Estado argentino por mas de US$ 370 millones. Un monto que el Gobierno no podría ni tendría por qué razón abonar. El gobierno ghanés ha propuesto el pago de una fianza (unos US$ 20millones) para liberar a la Fragata.
Pero esa propuesta, de aceptarse, podría sentar un mal precedente para la Argentina.
Sería como establecer un principio de reconocimiento de la supuesta deuda que reclaman los fondos buitre. Podría dar lugar, además, a múltiples acciones cada vez que un bien del Estado se movilice por algún lugar del mundo.
El riesgo parece no perseguir, por el momento, a los aviones de Aerolíneas Argentinas. Esas máquinas serían fácilmente vulnerables cada vez que atraviesan los fronteras. Pero no lo son por una razón sencilla y poco divulgada: jurídicamente no se terminó todavía de convertir a la empresa de privada en estatal.
El trámite político sucedió en el 2008. El paréntesis la protege de cualquier maniobra de acreedores en el exterior. Pero evita, también, la fiscalización parlamentaria de sus fondos que el Gobierno maneja a discreción. Y que sería una de las cajas disponibles de La Cámpora, la organización política dilecta de Cristina.
El conflicto estalló en un momento, para colmo, en el cual han recrudecido las desinteligencias en el interior del Gobierno . En el que la ministra de Seguridad, Nilda Garré, hace agua frente a la briosa conducta de su subalterno, el subsecretario Sergio Berni. Pero que machaca, a la vez, contra Puricelli, huérfano de respaldo en el verdadero mosaico que compone ahora al cristinismo. Esas peleas explicarían, antes que otra cosa, el desacople que desembocó en el escándalo con la Fragata Libertad en Africa. Un escándalo que, por otro lado, se incubó por la desaprensión con que el kirchnerismo menea su política exterior.
Una vez más los mayores problemas del Gobierno parecen estar dentro del propio Gobierno.
Hace quince días que la Fragata Libertad permanece retenida en Ghana, un país africano, ex colonia británica, miembro actual del Commonwealth. Recién ayer una delegación argentina, articulada de urgencia , inició una negociación con representantes de aquella nación para intentar encontrarle un escape al conflicto. El gobierno semipresidencialista ghanés accedió a una demanda de los llamados fondos buitres que nunca reconocieron la renegociación de la deuda externa argentina tras el default del 2001.
El episodio, i ncomprensible una larga década después de la gran crisis naciona l, pareciera sintetizar tres debilidades que desde hace mucho se cargan sobre las espaldas del gobierno de Cristina Fernández. La mala praxis en muchas de sus áreas de gestión. En este caso la política exterior. Se podrían añadir la Seguridad, la Energía, el Transporte y la Educación. El descuido ostensible de las relaciones internacionales , con excepción de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil. La imprevisión y los grandes errores a la hora de lidiar con los problemas.
Las responsabilidades por el incidente han cruzado como rayos los despachos del canciller, Héctor Timerman, el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, y los mandos de la Armada. El pato lo pagaron los marinos con el relevo de su comandante, Carlos Alberto Paz; el secretario del arma Luis María Day; y el comodoro de la aviación naval, Alfredo Blanco. El elenco gubernamental continúa ileso, como si nada hubiera sucedido.
El desenlace no pudo sorprender. El Gobierno cargó culpas únicamente sobre la Armada como si el itinerario dispuesto este año para la Fragata Libertad hubiera sido diseñado en soledad por los mandos navales. Peor aún que esa falsa autonomía: de modo solapado se acusa a los marinos de haber elegido el amarre en Ghana para facilitar la demanda de los fondos buitre y colaborar con el desgaste que, por diversas razones, padece ahora la Presidenta .
El degüello de los mandos de la Armada fue precedido, semanas atrás, por el reemplazo de las cúpulas de la Gendarmería y Prefectura a raíz de una protesta salarial. Algunos efectivos navales se habían sumado fugazmente a ese reclamo. Lo mismo ocurrió en unidades patagónicas del Ejército. La réplica del gobierno kirchnerista, por otro andarivel, parece haber llegado con retroactividad. Los jefes del edificio Libertador permanecen también a la espera de un guadañazo.
Ese desorden en las fuerzas militares y de seguridad trasuntaría la ausencia de una política en el área de Defensa, en especial desde que Cristina arrancó su primer mandato en el 2007. Aquella política quedó anclada en la revisión del pasado y los juicios por la violación de los derechos humanos, aferrada al rédito público y electoral que dichas cuestiones pudieron arrimar al Gobierno.
El kirchnerismo tampoco resultó prolijo en estos años en su política exterior. Se tentó de utilizarla siempre –también en el ciclo de Néstor Kirchner– como un factor de estimulación interna . Sucedió con Washington (la famosa cumbre del 2005 en Mar del Plata), con Gran Bretaña (el conflicto con Malvinas) y con la Unión Europea (el choque con el FMI, la deuda impaga con el Club de París y la reciente expropiación de YPF).
Tal vez sería aconsejable que Timerman recordara algunas de sus acciones personales que influyeron en la política externa de la nación. El canciller, por ejemplo, dispuso el 10 de febrero del 2011 la detención en Ezeiza de un avión militar estadounidense que traía pertrechos bélicos para un ejercicio de adiestramiento de grupos de élite de la Policía Federal. Entre una parva de excesos, el canciller abrió con un alicate las fajas de seguridad de varias valijas. Una de ellas contenía claves secretas de inteligencia del Pentágono. Por supuesto, resultaron inutilizadas.
Ese avión estadounidense permaneció varado en suelo argentino 28 días. Luego de arduas gestiones de Washington se lo autorizó a partir, aunque sin los materiales transportados. Esos pertrechos fueron devueltos recién en junio del mismo año. Timerman consideró superado el conflicto.
Estados Unidos, formalmente, también.
No existe una sola huella que indique alguna incidencia estadounidense en el embargo de la Fragata Libertad en Ghana.
Quizás existió de parte de Gran Bretaña . Pero es seguro que el gobierno africano husmeó, antes de actuar, el grado de solidaridad internacional que podía recoger el gobierno argentino por aquella prepotente decisión suya.
Ninguna , debió haber concluido. Y no se equivocó. El kirchnerismo se ha debatido en absoluta soledad para tratar de superar el pleito.
Tal vez aquella arremetida de Timerman contra Estados Unidos se refleje hoy como un espejo en el atropello cometido por Ghana contra nuestro país. Salir del brete, con probabilidad, no será sencillo y dejará consecuencias.
Los fondos buitre reclaman al Estado argentino por mas de US$ 370 millones. Un monto que el Gobierno no podría ni tendría por qué razón abonar. El gobierno ghanés ha propuesto el pago de una fianza (unos US$ 20millones) para liberar a la Fragata.
Pero esa propuesta, de aceptarse, podría sentar un mal precedente para la Argentina.
Sería como establecer un principio de reconocimiento de la supuesta deuda que reclaman los fondos buitre. Podría dar lugar, además, a múltiples acciones cada vez que un bien del Estado se movilice por algún lugar del mundo.
El riesgo parece no perseguir, por el momento, a los aviones de Aerolíneas Argentinas. Esas máquinas serían fácilmente vulnerables cada vez que atraviesan los fronteras. Pero no lo son por una razón sencilla y poco divulgada: jurídicamente no se terminó todavía de convertir a la empresa de privada en estatal.
El trámite político sucedió en el 2008. El paréntesis la protege de cualquier maniobra de acreedores en el exterior. Pero evita, también, la fiscalización parlamentaria de sus fondos que el Gobierno maneja a discreción. Y que sería una de las cajas disponibles de La Cámpora, la organización política dilecta de Cristina.
El conflicto estalló en un momento, para colmo, en el cual han recrudecido las desinteligencias en el interior del Gobierno . En el que la ministra de Seguridad, Nilda Garré, hace agua frente a la briosa conducta de su subalterno, el subsecretario Sergio Berni. Pero que machaca, a la vez, contra Puricelli, huérfano de respaldo en el verdadero mosaico que compone ahora al cristinismo. Esas peleas explicarían, antes que otra cosa, el desacople que desembocó en el escándalo con la Fragata Libertad en Africa. Un escándalo que, por otro lado, se incubó por la desaprensión con que el kirchnerismo menea su política exterior.
Una vez más los mayores problemas del Gobierno parecen estar dentro del propio Gobierno.