En 1929, Lucien Febvre fundo la revista Annales, con el objetivo de oponer a la historia positivista y tradicional, basada en el método positivista y las fuentes escritas como documento exclusivo, una nueva concepción historiográfica: la historia “viva” o “total”, que impugnaba la parcelización el conocimiento y convertía a toda la vida humana en objeto de la disciplina histórica.
En la nueva historia que proponía Febvre, individuos, grupos sociales, piedras, caminos, topónimos, notas privadas, arquitectura, iconografía, etc., se constituyen en los nuevos documentos a ser tenidos en cuenta por el historiador. Sólo bastaba que se les supiera hacer hablar, formulándoles las preguntas adecuadas.
De este modo, el campo de la historia se convertía en infinito, así como también sus documentos o las posibilidades de colaboración con otras disciplinas. Planteo de hipótesis, trabajo en equipo, sólida formación de un historiador para dar respuesta a la demanda social de las clases educadas, que exigían comprender el presente a través del pasado, y el pasado a través del presente. Febvre les proponía entender el presente a través de las tradiciones, pero también de los cambios, apelando a la imaginación superadora del testimonio escrito. Una historia dinámica, siempre en proceso de reformulación.
Sin embargo, ese proceso de reformulación del paradigma historiográfico tenía un límite muy estricto. En efecto, Febvre pretendía vaciar a la tarea del historiador de su contenido “ideológico”. De este modo, las construcciones conceptuales de mediano y largo plazo eran objetadas por su “dogmatismo”, al tiempo que se cuestionaba también la influencia de la ideología en las acciones sociales colectivas. Por otra parte, al demandar una formación de excelencia para los historiadores, los divulgadores eran descalificados por Febvre a causa de su “diletantismo” y escasa rigurosidad analítica.
Para tratar de imponer su nueva perspectiva historiográfica, Febvre se dispuso a abordar sus célebres “combates por la historia”, es decir, por la definición del paradigma, metodología, competencia y objeto de la disciplina. Mas aún, en sus críticas sobre aquellos que postulaban principios alternativos, el fundador de los Annales se mostraba malhumorado y escasamente racional, recurriendo a menudo a la diatriba o la anatemización fundada en una supuesta competencia académica.
Naturalmente, tras esa pretendida historia total vaciada de ideología, se ocultaba un contenido ideológico elemental, que presentaba al statu quo no como una construcción política y social que implicaba un cierto reparto desigual de poder y de bienes materiales y culturales, sino como el resultado presuntamente “natural” del devenir histórico. De este modo, quienes cuestionaban a ese statu quo, en un amplio arco que en su época se extendía del trotskismo al filonazismo, eran descalificados en términos reñidos incluso con las buenas costumbres. Evidentemente, para Febvre la historia debía ser una disciplina al servicio de las clases educadas y propietarias, y los interrogantes y explicaciones ofrecidas debían dar respuestas a sus inquietudes y a sus temores.
La mirada de Febvre y de la Escuela de los Annales influyó de manera determinante en los cultures de una vertiente de la historia social que se cultivo en nuestro país, sobre todo a partir de principios de la década de 1980, y que vulgarmente se ha denominado como “romerismo”. Esta novedosa empresa no sólo pretendió explicar la historia argentina prescindiendo del peronismo, sino también instalando una versión pretendidamente profesionalista y academicista que mantuvo las grandes líneas interpretativas del vetusto mitrismo, autoasignandose el monopolio en la fijación del paradigma historiográfico. Para esto, debió asegurarse de controlar los principales espacios de poder en la UBA, el CONICET, los ministerios y secretarías de Educación y una amplia franja del mercado editorial, obteniendo tales objetivos de manera fulminante, de la mano del naciente alfonsinismo.
De este modo, en base a una supuesta competencia académica y el control impuesto sobre la disciplina histórica, el romerismo contrapuso prácticas autoritarias al interior de la corporación a su discurso presuntamente democrático y pluralista. Asimismo, ideologizó la ciencia pretendiendo prescindir de la ideología en sus explicaciones, al sostener que sus argumentos se sustentaban en rigurosos fundamentos científicos y metodológicos y una impoluta excelencia académica.
Sin embargo, sus modos de proceder han sido, y son todavía, bastante burdos. Veamos un ejemplo concreto de la manera en que los estudiantes son manipulados por esta visión maniquea y pretendidamente desideologizada de la historia. A continuación reproduzco un parcial domiciliario elaborado por la cátedra de Historia Argentina –a cargo de Nora Pagano– de la Carrera de Ciencia Política, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Veamos como, a través de un extenso preámbulo, se induce a los estudiantes a considerar al peronismo como una expresión del nazifascismo, exigiéndoles argumentar en este sentido:
“No existe movimiento más controvertido en la historia argentina que el peronismo. Mucho se ha escrito sobre este tema. También muchas han sido las afirmaciones vertidas a propósito del peronismo. Algunos sectores de la sociedad política de la época vieron en el peronismo a una expresión de nazifascismo. Teniendo en cuenta lo dicho, tendrán que articular un trabajo que asuma como propia la postura de estas fracciones. Las preguntas que tienen que tener presentes para elaborar el trabajo son las siguientes: ¿Qué aspectos del peronismo estaban mirando aquellas fracciones políticas cuando lo calificaban como nazifascista?”
En su análisis no podrán dejar de hacer alguna referencia a los siguientes temas:
a.a. El proyecto original de Perón y su transformación después del 17 de Octubre
a.b. La situación de los actores en los ’30, en los ’40, y en los primeros años de los ’50 -para trabajar elija uno de los actores del antiperonismo y otro del peronismo o dos actores del antiperonismo.
a.c. Las transformaciones operadas en la economía durante los ’30 y los ’40.”
La democracia se construye todos los días, piedra sobre piedra. Los estudiantes de ciencia política encontraran dificultades para encontrar argumentos para demostrar que el peronismo ha sido una forma de nazifascismo, si no es recurriendo a las invenciones y deformaciones de los procesos históricos publicadas en la bibliografía obligatoria de la materia. Interrogarlos, en cambio, sobre los componentes democráticos y pluralistas del mitrismo-romerismo seria una tarea a todas luces inconducente. <
En la nueva historia que proponía Febvre, individuos, grupos sociales, piedras, caminos, topónimos, notas privadas, arquitectura, iconografía, etc., se constituyen en los nuevos documentos a ser tenidos en cuenta por el historiador. Sólo bastaba que se les supiera hacer hablar, formulándoles las preguntas adecuadas.
De este modo, el campo de la historia se convertía en infinito, así como también sus documentos o las posibilidades de colaboración con otras disciplinas. Planteo de hipótesis, trabajo en equipo, sólida formación de un historiador para dar respuesta a la demanda social de las clases educadas, que exigían comprender el presente a través del pasado, y el pasado a través del presente. Febvre les proponía entender el presente a través de las tradiciones, pero también de los cambios, apelando a la imaginación superadora del testimonio escrito. Una historia dinámica, siempre en proceso de reformulación.
Sin embargo, ese proceso de reformulación del paradigma historiográfico tenía un límite muy estricto. En efecto, Febvre pretendía vaciar a la tarea del historiador de su contenido “ideológico”. De este modo, las construcciones conceptuales de mediano y largo plazo eran objetadas por su “dogmatismo”, al tiempo que se cuestionaba también la influencia de la ideología en las acciones sociales colectivas. Por otra parte, al demandar una formación de excelencia para los historiadores, los divulgadores eran descalificados por Febvre a causa de su “diletantismo” y escasa rigurosidad analítica.
Para tratar de imponer su nueva perspectiva historiográfica, Febvre se dispuso a abordar sus célebres “combates por la historia”, es decir, por la definición del paradigma, metodología, competencia y objeto de la disciplina. Mas aún, en sus críticas sobre aquellos que postulaban principios alternativos, el fundador de los Annales se mostraba malhumorado y escasamente racional, recurriendo a menudo a la diatriba o la anatemización fundada en una supuesta competencia académica.
Naturalmente, tras esa pretendida historia total vaciada de ideología, se ocultaba un contenido ideológico elemental, que presentaba al statu quo no como una construcción política y social que implicaba un cierto reparto desigual de poder y de bienes materiales y culturales, sino como el resultado presuntamente “natural” del devenir histórico. De este modo, quienes cuestionaban a ese statu quo, en un amplio arco que en su época se extendía del trotskismo al filonazismo, eran descalificados en términos reñidos incluso con las buenas costumbres. Evidentemente, para Febvre la historia debía ser una disciplina al servicio de las clases educadas y propietarias, y los interrogantes y explicaciones ofrecidas debían dar respuestas a sus inquietudes y a sus temores.
La mirada de Febvre y de la Escuela de los Annales influyó de manera determinante en los cultures de una vertiente de la historia social que se cultivo en nuestro país, sobre todo a partir de principios de la década de 1980, y que vulgarmente se ha denominado como “romerismo”. Esta novedosa empresa no sólo pretendió explicar la historia argentina prescindiendo del peronismo, sino también instalando una versión pretendidamente profesionalista y academicista que mantuvo las grandes líneas interpretativas del vetusto mitrismo, autoasignandose el monopolio en la fijación del paradigma historiográfico. Para esto, debió asegurarse de controlar los principales espacios de poder en la UBA, el CONICET, los ministerios y secretarías de Educación y una amplia franja del mercado editorial, obteniendo tales objetivos de manera fulminante, de la mano del naciente alfonsinismo.
De este modo, en base a una supuesta competencia académica y el control impuesto sobre la disciplina histórica, el romerismo contrapuso prácticas autoritarias al interior de la corporación a su discurso presuntamente democrático y pluralista. Asimismo, ideologizó la ciencia pretendiendo prescindir de la ideología en sus explicaciones, al sostener que sus argumentos se sustentaban en rigurosos fundamentos científicos y metodológicos y una impoluta excelencia académica.
Sin embargo, sus modos de proceder han sido, y son todavía, bastante burdos. Veamos un ejemplo concreto de la manera en que los estudiantes son manipulados por esta visión maniquea y pretendidamente desideologizada de la historia. A continuación reproduzco un parcial domiciliario elaborado por la cátedra de Historia Argentina –a cargo de Nora Pagano– de la Carrera de Ciencia Política, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Veamos como, a través de un extenso preámbulo, se induce a los estudiantes a considerar al peronismo como una expresión del nazifascismo, exigiéndoles argumentar en este sentido:
“No existe movimiento más controvertido en la historia argentina que el peronismo. Mucho se ha escrito sobre este tema. También muchas han sido las afirmaciones vertidas a propósito del peronismo. Algunos sectores de la sociedad política de la época vieron en el peronismo a una expresión de nazifascismo. Teniendo en cuenta lo dicho, tendrán que articular un trabajo que asuma como propia la postura de estas fracciones. Las preguntas que tienen que tener presentes para elaborar el trabajo son las siguientes: ¿Qué aspectos del peronismo estaban mirando aquellas fracciones políticas cuando lo calificaban como nazifascista?”
En su análisis no podrán dejar de hacer alguna referencia a los siguientes temas:
a.a. El proyecto original de Perón y su transformación después del 17 de Octubre
a.b. La situación de los actores en los ’30, en los ’40, y en los primeros años de los ’50 -para trabajar elija uno de los actores del antiperonismo y otro del peronismo o dos actores del antiperonismo.
a.c. Las transformaciones operadas en la economía durante los ’30 y los ’40.”
La democracia se construye todos los días, piedra sobre piedra. Los estudiantes de ciencia política encontraran dificultades para encontrar argumentos para demostrar que el peronismo ha sido una forma de nazifascismo, si no es recurriendo a las invenciones y deformaciones de los procesos históricos publicadas en la bibliografía obligatoria de la materia. Interrogarlos, en cambio, sobre los componentes democráticos y pluralistas del mitrismo-romerismo seria una tarea a todas luces inconducente. <
Pobre Lucien. Pobre la Escuela de los Annales. Pobres Marc Bloch y tantos otros. Lo que se escribe para pegarle al crítico Romero, quien día a día desnuda la realidad del poder.
Es probable que a Febvre lo que no se le perdona es haber caracterizado al anacronismo de los historiadores como «el pecado más irremisible de todos»; ese anacronismo que campea en nuestro nouvelle revisionismo, que cree encontrar en nuestro pasado las huellas del cristinismo.
Muchachos al museo de la casa de gobierno, a comprar los muñequitos de Néstor, Cristina y el Che. Solo salen $ 65,oo. Se aceptan dólares: http://www.perfil.com/contenidos/2012/07/02/noticia_0026.html