Canal 7 es reconocido por ciclos de ficción, culturales, películas… y por albergar un único programa de discusión política a todas luces oficialista. Sus espacios informativos fueron revitalizados, pero tampoco escapan al marcado sesgo de la TV argentina. La emisora pública acaba de firmar un convenio con la Unesco para ser auditada con parámetros exigentes, incluida la diversidad. Dilucidada la constitucionalidad de la ley de medios y a las puertas nuevos desafíos, VIERNES entrevistó al director ejecutivo de la TV Pública, Martín Bonavetti.
Por: Sebastián Lacunza y Lorenzo Miquel
Viernes: ¿Qué responsabilidades implica para la emisora pública cumplir con objetivos fijados por Unesco?
Martín Bonavetti: Firmamos una carta de intención en la cual nos pusimos principios para trabajar de acá a fin de año sobre un sistema de evaluación de contenidos de medios públicos. Marca una línea sobre la cual podamos discutir en datos objetivos la calidad de los contenidos y del funcionamiento institucional. La Unesco se nos acercó a mediados del año pasado en función de lo que para ellos es un fenómeno regional, el fortalecimiento de los medios públicos. A partir del año que viene va a estar en pleno funcionamiento. Si uno está planteando contenidos que escapen de la esfera comercial, tiene que plantearse otros instrumentos, que no sea el rating un elemento único de evaluación.
V.: ¿Qué es lo que determina la calidad de un contenido de acuerdo con lo firmado?
M.B.: La calidad es una sumatoria de perspectivas. En primer lugar, la transparencia con la cual se trabajen los presupuestos que arrumban a la ejecución de un proyecto. Eso habla de calidad en términos administrativos o financieros. También tiene que ver la calidad técnica y operativa con las que ese proyecto se evalúe. Y también tiene que ver con términos más concretos de contenido, si se enmarcan dentro de una política institucional clara. Unesco plantea la posibilidad de discutir un lenguaje común a la hora de hacer una evaluación de determinados contenidos.
V.: Tanto el convenio firmado con la Unesco como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual incluyen el deber de garantizar diversidad, incluida la política. Hay allí todo un camino por recorrer…
M.B.: Yo creo que, en primer lugar, la televisión pública siempre tiene caminos por recorrer porque lo que plantea es una relación con la sociedad. Los medios públicos irrumpieron en un escenario bastante complejo, monopolizado por intereses privados, y en ese sentido tuvieron que construir una voz frente a eso. Cuando uno hace un análisis de diversidad y pluralidad en ese contexto y no desde un presente puede hacer un análisis más rico.
V.: Podría haber, por ejemplo, más programas informativos, de investigación y de debate político, con diferentes voces.
M.B. Yo podría discutir con elementos muy precisos la pluralidad de los contenidos en nuestros noticieros por sobre otros de otros canales. Sin embargo, me parece que lo que nos aporta la Unesco es esto: plantear una perspectiva de análisis para los medios públicos, corriéndolos de la coyuntura inmediata y analizándolos en un período de tiempo. Yo como director del canal tomo una cantidad de decisiones diarias que tienen una alta responsabilidad social: involucro presupuestos y administro recursos técnicos u operativos. Tener parámetros externos que te permitan también mejorar esos niveles de decisión me parece que aporta a un escenario de futuro. Ésa es la clave para mí.
V.: ¿Cómo va a funcionar exactamente el observatorio con la distancia necesaria de un auditor?
M.B.: Propusimos a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que desarrollará un equipo de monitoreo e investigación con financiamiento propio -nosotros no estamos ahí- y que va a trabajar con Unesco en el diseño de aquellos indicadores que serán utilizados en esta primera etapa. La facultad va a diseñar instancias periódicas de evaluación. Eso lo aceptó la Unesco y también están trabajando experiencias similares en Uruguay, Chile y Brasil, también con unidades académicas de cada país. Se van a poner en la mesa datos objetivos construidos por instituciones autónomas. La legitimidad -sea en tanto marcar nuevos objetivos o correcciones- no va a estar sujeta a una subjetividad dudosa dado que en la Argentina hablar de encuestas es dudoso, hablar de índices es dudoso, todo es dudoso.
V.: ¿Cómo plantean combinar los objetivos de calidad y los de rating, si es que éstos les resultan relevantes?
M.B.: Hace muchos años, el concepto de televisión pública no estaba consolidado (era muy embrionario) y tal vez se planteaban contenidos desde la televisión estatal con una lógica comercial. Me parece que cuando vos empezás a hablar de la comunicación como un derecho, empezás a incorporarle otros parámetros a la evaluación de tus contenidos, que marquen metas, por supuesto. Se necesita otro tipo de indicadores que te permitan no solamente establecer objetivos a la hora de planificar tus contenidos sino evaluaciones. Me parece que todo esto parte de la necesidad de no ser sólo evaluados por una medición de rating. La televisión pública quiere sobrepasar los parámetros de rating, porque su propia naturaleza es sobrepasarla. Pero yo no puedo decirte que mi política es no pensar en el rating. Necesitamos otros indicadores pero también el rating es un elemento que tenemos que considerar, porque de hecho nuestros contenidos tienen una pretensión de masividad.
V.: ¿La pluralidad o participación de opositores otorgada por la ley de medios al directorio, la ve también reflejada en algunos contenidos? ¿Por qué no hay otros programas políticos además de 6 ,7, 8?
M.B.: Yo creo que, lamentablemente, la discusión política o la discusión de medios termina remitiendo todo a la instancia de 6, 7, 8. 6, 7, 8 se ha transformado en un ámbito que aparentemente es el que divide o sobre lo que se construye un juicio sobre el resto del canal. Creo que 6, 7, 8 es plural en tanto representa un espacio que en el resto de la televisión no existe. No existe un análisis de medios, nunca pudo haber existido por el solo hecho del temor que representaba a cualquier periodista poder cuestionar políticas empresariales de los medios. En tanto esa presencia cuestiona eso me parece que ahí estás hablando de un concepto de pluralidad. No estás hablando de que en el mismo programa tiene que haber una representación parlamentaria, la discusión tiene que ver con un contexto.
V.: Ocurre que no hay sólo una versión Clarín de la historia y una versión 6, 7, 8.
M.B.: No, hay muchas más versiones.
V.: Bueno, esas muchas más versiones no encuentran espacio ni en el dispositivo Clarín ni en el canal oficial.
M.B.: A ver, entramos en otro nivel de la conversación. Yo creo que, lamentablemente, uno de los productos que ha generado la pelea y la concientización con respecto a la ley de medios es que, en muchos casos, se han visto fortalecidas dos posturas. Dos posturas muy fuertes. Nosotros hemos tenido que construir una postura fuerte porque no existía. Son los tiempos que nos han tocado vivir. Nosotros aspiramos a disputar hegemonía en la presencia de medios. Disputar eso no es entrar sin un discurso, nosotros tenemos que entrar con un discurso, que será cambiado en tanto la representación de nuestro directorio y de los funcionarios. Si yo tengo que pensar que pluralidad es darle el mismo espacio a un representante del oficialismo y el mismo espacio a un representante de la oposición, termino generando una fragmentación de la pantalla de lo público. Si tal representante logra, por barbaridad que diga, tapas y tapas de diario, tu concepto de pluralidad no es el concepto que yo tengo de pluralidad. Porque esas tapas de diario que puede lograr ese personaje no tienen por qué tener una representación en mi pantalla.
V.: Pero sí es esperable que, ante hechos similares, la crítica sea pareja. Si Massa dice que le pegaría a su hijo y lo insultaría en caso de encontrarlo fumando marihuana, el mismo cuestionamiento sería esperable sobre Randazzo cuando dice casi lo mismo sobre las pintadas en los trenes.
M.B.: Planteemos un escenario a futuro; indicadores que evalúen la calidad y que apunten a eso nos van a permitir determinar cuán representativa, cuán plural es nuestra pantalla. Todos los medios tienen decisiones editoriales, la televisión pública no puede no tener una decisión editorial. Las discusiones no se ganan ni se pierden, se complejizan más o se complejizan menos. Nosotros aspiramos a que todo esto complejice más la construcción de contenidos de la TV Pública.
V.: ¿Al buscar ser auditados por la Unesco, que fija parámetros exigentes para un medio público, debe leerse como que ustedes ven que hay que corregir algunas cosas?
M.B.: La verdad, no es mi intención generar un observatorio que nos marque señor: aprobado o desaprobado. Nosotros como concepto y como espíritu en el fortalecimiento de un medio público al cual hemos sometido a debate en una ley, le hemos dado institucionalidad, a la cual nos tenemos que acomodar, es que incorporamos un observatorio. ¿Nos animamos? Sí, nos animamos, porque nuestro espíritu de medio público plantea eso y el camino para recorrer va a ser muy amplio y probablemente con marchas y contramarchas. ¿Cuántas veces uno cree estar haciendo bien lo que no hace bien? Ahora, esto que puede sonar a autocrítica no es una autocrítica, es la necesidad de construir herramientas que nos permitan evaluar el funcionamiento de los medios públicos. Si la televisión pública quiere construir legitimidad tiene que ponerse como ejemplo. Y para ponerse como ejemplo tendrá que atravesar procesos de autocrítica. Después discutiremos nosotros políticamente y no será Martín Bonavetti el director, pero sí te puedo asegurar que en términos de perspectiva podremos analizar de otra forma. Porque si no, nos pasa esto… la discusión que vos planteás es faltan otras voces. Sí, pero la pregunta que vos me hacés termina discutiendo sobre 6, 7, 8 como si fuera la única voz. Me hago cargo de eso.
V.: Al respecto, el foco está puesto en 6, 7, 8 porque es el único programa en Canal 7 que debate la coyuntura política desde hace años. Podría estar 6, 7, 8 y a la vez haber otros programas de debate.
M.B.: Sí, también es verdad que es novedoso. Ha sido muy difícil para el establishment periodístico ver una presencia que corroe ciertas cosas y también ha sido muy difícil ver que hay un escenario que no lo ha puesto en el centro de la escena. El periodismo en la Argentina ha pasado de ser en los 80 un tipo de periodismo, en los 90 otro tipo de periodismo y en los 2000, otro. Hemos pasado del periodismo a las empresas periodísticas, a los operadores y después a la corte que necesita ser adulada. Y la verdad es que ha sido un deterioro ético y moral muy profundo. Ahora, aparece un programa como 6, 7, 8 que genera que muchos se hayan escandalizado, pero en primer momento lo que plantea 6, 7, 8 es: Pará, no podés decir hoy una barbaridad como la que estás diciendo, como la que dijiste el otro día. Eso como respuesta tiene un ataque, se radicaliza el discurso y quedamos atrapados en un escenario. Deconstruyamos ese escenario y veamos de dónde venimos.
V.: ¿Cree que 6, 7, 8 ha influido en otros programas incluso del Grupo Clarín?
M.B.: Han habido etapas… Las pantallas construyen identificación con esos formatos sobre los cuales les resulta el emergente más importante. Las pantallas se tinellizan, las pantallas se seissieteochizan también. La moda lo inunda todo. Creo que cuando esos procesos de cambio se comienzan a recomponer uno empieza a verlos paulatinamente. Obvio que discutir desde la televisión pública no es discutir desde una moda televisiva porque hay una intencionalidad política clara.
V.: Después del fallo de la Corte Suprema, ¿está pensando una programación que albergue otro tipo de espacios periodísticos?
M.B.: Tenemos una matriz de programación en la que damos lugar al cumplimiento como canal generalista. Las cuotas de pantalla, como dice la ley de medios, las cumplimos. Eso es en término formatos, discutamos en términos de conceptos más cualitativos como diversidad, pluralidad, etcétera. Entonces, ¿para qué sirve un observatorio de la UBA y la Unesco? Sirve para que la discusión esté canalizada sobre un papel. A mí me llena de orgullo el haber motorizado un observatorio de medios durante mi gestión y que esto no venga de una utilización política partidaria, con lo complejo que ha sido poner un pie una institución tan desprestigiada desde adentro y desde afuera como era Canal 7.
V.: El desafío es la continuidad; generar procedimientos e incluso programas que superen gestiones, como ocurre incluso en canales no exentos de polémica y partidismo, como la RAI y televisión española.
M.B.: Sí, pero ahí hay una tradición; acá no. A este canal, la ley de medios le dio lo que nunca en su vida hubiese tenido: directorio conformado con representación parlamentaria; ingresos con concursos públicos y abiertos, que dan calidad. Hay algo que también es difícil y que va a mejorar mucho. En la Argentina la generación de contenidos se ha hecho siempre desde Buenos Aires con una pretensión nacional. Esa representación federal es una representación fallida, obsoleta y que necesita ser replanteada.
V.: De hecho, la misma ley de medios establece la necesidad de que sea un canal cuya programación e informativos representen al país y no a la Ciudad de Buenos Aires.
M.B.: Sí, pero la ley de medios no te plantea que el federalismo se representa en términos de una sumatoria de paisajes; la ley de medios lo que plantea es que la generación de contenidos tiene que contener una presentación local. Entonces, ¿cuál es la representación federal que tiene que tener una pantalla nacional? Es una pregunta compleja, la cual precisa análisis de contenidos.
@sebalacunza y @lorenzomiquel
Bío: Martín Bonavetti
25 de septiembre 1966
Estudios: Granaderos de San Martín (primario); Nacional de Buenos Aires (secundario); Historia incompleto (UBA).
Trabajo: director ejecutivo de Canal 7 desde 2008. Anteriormente trabajó en Canal 9 (1998/2001), Telefé (1994/1998), y fue docente de Historia.
Está leyendo: Ningún lugar a donde ir, de Jonas Mekas.
Rutina informativa: 7 a 9: Get up, con Reynaldo Sietecase (Vórterix) y A cara lavada, con Cynthia García (Nacional). De 16 a 20, La vuelta de Zloto, con Marcelo Zlotogwiazda (Del Plata) y Mañana más, con Luciano Galende y Nora Veiras (Nacional). Diarios Página/12, La Nación y Popular; revistas Le Monde Diplomatique y Crisis.
Por: Sebastián Lacunza y Lorenzo Miquel
Viernes: ¿Qué responsabilidades implica para la emisora pública cumplir con objetivos fijados por Unesco?
Martín Bonavetti: Firmamos una carta de intención en la cual nos pusimos principios para trabajar de acá a fin de año sobre un sistema de evaluación de contenidos de medios públicos. Marca una línea sobre la cual podamos discutir en datos objetivos la calidad de los contenidos y del funcionamiento institucional. La Unesco se nos acercó a mediados del año pasado en función de lo que para ellos es un fenómeno regional, el fortalecimiento de los medios públicos. A partir del año que viene va a estar en pleno funcionamiento. Si uno está planteando contenidos que escapen de la esfera comercial, tiene que plantearse otros instrumentos, que no sea el rating un elemento único de evaluación.
V.: ¿Qué es lo que determina la calidad de un contenido de acuerdo con lo firmado?
M.B.: La calidad es una sumatoria de perspectivas. En primer lugar, la transparencia con la cual se trabajen los presupuestos que arrumban a la ejecución de un proyecto. Eso habla de calidad en términos administrativos o financieros. También tiene que ver la calidad técnica y operativa con las que ese proyecto se evalúe. Y también tiene que ver con términos más concretos de contenido, si se enmarcan dentro de una política institucional clara. Unesco plantea la posibilidad de discutir un lenguaje común a la hora de hacer una evaluación de determinados contenidos.
V.: Tanto el convenio firmado con la Unesco como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual incluyen el deber de garantizar diversidad, incluida la política. Hay allí todo un camino por recorrer…
M.B.: Yo creo que, en primer lugar, la televisión pública siempre tiene caminos por recorrer porque lo que plantea es una relación con la sociedad. Los medios públicos irrumpieron en un escenario bastante complejo, monopolizado por intereses privados, y en ese sentido tuvieron que construir una voz frente a eso. Cuando uno hace un análisis de diversidad y pluralidad en ese contexto y no desde un presente puede hacer un análisis más rico.
V.: Podría haber, por ejemplo, más programas informativos, de investigación y de debate político, con diferentes voces.
M.B. Yo podría discutir con elementos muy precisos la pluralidad de los contenidos en nuestros noticieros por sobre otros de otros canales. Sin embargo, me parece que lo que nos aporta la Unesco es esto: plantear una perspectiva de análisis para los medios públicos, corriéndolos de la coyuntura inmediata y analizándolos en un período de tiempo. Yo como director del canal tomo una cantidad de decisiones diarias que tienen una alta responsabilidad social: involucro presupuestos y administro recursos técnicos u operativos. Tener parámetros externos que te permitan también mejorar esos niveles de decisión me parece que aporta a un escenario de futuro. Ésa es la clave para mí.
V.: ¿Cómo va a funcionar exactamente el observatorio con la distancia necesaria de un auditor?
M.B.: Propusimos a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que desarrollará un equipo de monitoreo e investigación con financiamiento propio -nosotros no estamos ahí- y que va a trabajar con Unesco en el diseño de aquellos indicadores que serán utilizados en esta primera etapa. La facultad va a diseñar instancias periódicas de evaluación. Eso lo aceptó la Unesco y también están trabajando experiencias similares en Uruguay, Chile y Brasil, también con unidades académicas de cada país. Se van a poner en la mesa datos objetivos construidos por instituciones autónomas. La legitimidad -sea en tanto marcar nuevos objetivos o correcciones- no va a estar sujeta a una subjetividad dudosa dado que en la Argentina hablar de encuestas es dudoso, hablar de índices es dudoso, todo es dudoso.
V.: ¿Cómo plantean combinar los objetivos de calidad y los de rating, si es que éstos les resultan relevantes?
M.B.: Hace muchos años, el concepto de televisión pública no estaba consolidado (era muy embrionario) y tal vez se planteaban contenidos desde la televisión estatal con una lógica comercial. Me parece que cuando vos empezás a hablar de la comunicación como un derecho, empezás a incorporarle otros parámetros a la evaluación de tus contenidos, que marquen metas, por supuesto. Se necesita otro tipo de indicadores que te permitan no solamente establecer objetivos a la hora de planificar tus contenidos sino evaluaciones. Me parece que todo esto parte de la necesidad de no ser sólo evaluados por una medición de rating. La televisión pública quiere sobrepasar los parámetros de rating, porque su propia naturaleza es sobrepasarla. Pero yo no puedo decirte que mi política es no pensar en el rating. Necesitamos otros indicadores pero también el rating es un elemento que tenemos que considerar, porque de hecho nuestros contenidos tienen una pretensión de masividad.
V.: ¿La pluralidad o participación de opositores otorgada por la ley de medios al directorio, la ve también reflejada en algunos contenidos? ¿Por qué no hay otros programas políticos además de 6 ,7, 8?
M.B.: Yo creo que, lamentablemente, la discusión política o la discusión de medios termina remitiendo todo a la instancia de 6, 7, 8. 6, 7, 8 se ha transformado en un ámbito que aparentemente es el que divide o sobre lo que se construye un juicio sobre el resto del canal. Creo que 6, 7, 8 es plural en tanto representa un espacio que en el resto de la televisión no existe. No existe un análisis de medios, nunca pudo haber existido por el solo hecho del temor que representaba a cualquier periodista poder cuestionar políticas empresariales de los medios. En tanto esa presencia cuestiona eso me parece que ahí estás hablando de un concepto de pluralidad. No estás hablando de que en el mismo programa tiene que haber una representación parlamentaria, la discusión tiene que ver con un contexto.
V.: Ocurre que no hay sólo una versión Clarín de la historia y una versión 6, 7, 8.
M.B.: No, hay muchas más versiones.
V.: Bueno, esas muchas más versiones no encuentran espacio ni en el dispositivo Clarín ni en el canal oficial.
M.B.: A ver, entramos en otro nivel de la conversación. Yo creo que, lamentablemente, uno de los productos que ha generado la pelea y la concientización con respecto a la ley de medios es que, en muchos casos, se han visto fortalecidas dos posturas. Dos posturas muy fuertes. Nosotros hemos tenido que construir una postura fuerte porque no existía. Son los tiempos que nos han tocado vivir. Nosotros aspiramos a disputar hegemonía en la presencia de medios. Disputar eso no es entrar sin un discurso, nosotros tenemos que entrar con un discurso, que será cambiado en tanto la representación de nuestro directorio y de los funcionarios. Si yo tengo que pensar que pluralidad es darle el mismo espacio a un representante del oficialismo y el mismo espacio a un representante de la oposición, termino generando una fragmentación de la pantalla de lo público. Si tal representante logra, por barbaridad que diga, tapas y tapas de diario, tu concepto de pluralidad no es el concepto que yo tengo de pluralidad. Porque esas tapas de diario que puede lograr ese personaje no tienen por qué tener una representación en mi pantalla.
V.: Pero sí es esperable que, ante hechos similares, la crítica sea pareja. Si Massa dice que le pegaría a su hijo y lo insultaría en caso de encontrarlo fumando marihuana, el mismo cuestionamiento sería esperable sobre Randazzo cuando dice casi lo mismo sobre las pintadas en los trenes.
M.B.: Planteemos un escenario a futuro; indicadores que evalúen la calidad y que apunten a eso nos van a permitir determinar cuán representativa, cuán plural es nuestra pantalla. Todos los medios tienen decisiones editoriales, la televisión pública no puede no tener una decisión editorial. Las discusiones no se ganan ni se pierden, se complejizan más o se complejizan menos. Nosotros aspiramos a que todo esto complejice más la construcción de contenidos de la TV Pública.
V.: ¿Al buscar ser auditados por la Unesco, que fija parámetros exigentes para un medio público, debe leerse como que ustedes ven que hay que corregir algunas cosas?
M.B.: La verdad, no es mi intención generar un observatorio que nos marque señor: aprobado o desaprobado. Nosotros como concepto y como espíritu en el fortalecimiento de un medio público al cual hemos sometido a debate en una ley, le hemos dado institucionalidad, a la cual nos tenemos que acomodar, es que incorporamos un observatorio. ¿Nos animamos? Sí, nos animamos, porque nuestro espíritu de medio público plantea eso y el camino para recorrer va a ser muy amplio y probablemente con marchas y contramarchas. ¿Cuántas veces uno cree estar haciendo bien lo que no hace bien? Ahora, esto que puede sonar a autocrítica no es una autocrítica, es la necesidad de construir herramientas que nos permitan evaluar el funcionamiento de los medios públicos. Si la televisión pública quiere construir legitimidad tiene que ponerse como ejemplo. Y para ponerse como ejemplo tendrá que atravesar procesos de autocrítica. Después discutiremos nosotros políticamente y no será Martín Bonavetti el director, pero sí te puedo asegurar que en términos de perspectiva podremos analizar de otra forma. Porque si no, nos pasa esto… la discusión que vos planteás es faltan otras voces. Sí, pero la pregunta que vos me hacés termina discutiendo sobre 6, 7, 8 como si fuera la única voz. Me hago cargo de eso.
V.: Al respecto, el foco está puesto en 6, 7, 8 porque es el único programa en Canal 7 que debate la coyuntura política desde hace años. Podría estar 6, 7, 8 y a la vez haber otros programas de debate.
M.B.: Sí, también es verdad que es novedoso. Ha sido muy difícil para el establishment periodístico ver una presencia que corroe ciertas cosas y también ha sido muy difícil ver que hay un escenario que no lo ha puesto en el centro de la escena. El periodismo en la Argentina ha pasado de ser en los 80 un tipo de periodismo, en los 90 otro tipo de periodismo y en los 2000, otro. Hemos pasado del periodismo a las empresas periodísticas, a los operadores y después a la corte que necesita ser adulada. Y la verdad es que ha sido un deterioro ético y moral muy profundo. Ahora, aparece un programa como 6, 7, 8 que genera que muchos se hayan escandalizado, pero en primer momento lo que plantea 6, 7, 8 es: Pará, no podés decir hoy una barbaridad como la que estás diciendo, como la que dijiste el otro día. Eso como respuesta tiene un ataque, se radicaliza el discurso y quedamos atrapados en un escenario. Deconstruyamos ese escenario y veamos de dónde venimos.
V.: ¿Cree que 6, 7, 8 ha influido en otros programas incluso del Grupo Clarín?
M.B.: Han habido etapas… Las pantallas construyen identificación con esos formatos sobre los cuales les resulta el emergente más importante. Las pantallas se tinellizan, las pantallas se seissieteochizan también. La moda lo inunda todo. Creo que cuando esos procesos de cambio se comienzan a recomponer uno empieza a verlos paulatinamente. Obvio que discutir desde la televisión pública no es discutir desde una moda televisiva porque hay una intencionalidad política clara.
V.: Después del fallo de la Corte Suprema, ¿está pensando una programación que albergue otro tipo de espacios periodísticos?
M.B.: Tenemos una matriz de programación en la que damos lugar al cumplimiento como canal generalista. Las cuotas de pantalla, como dice la ley de medios, las cumplimos. Eso es en término formatos, discutamos en términos de conceptos más cualitativos como diversidad, pluralidad, etcétera. Entonces, ¿para qué sirve un observatorio de la UBA y la Unesco? Sirve para que la discusión esté canalizada sobre un papel. A mí me llena de orgullo el haber motorizado un observatorio de medios durante mi gestión y que esto no venga de una utilización política partidaria, con lo complejo que ha sido poner un pie una institución tan desprestigiada desde adentro y desde afuera como era Canal 7.
V.: El desafío es la continuidad; generar procedimientos e incluso programas que superen gestiones, como ocurre incluso en canales no exentos de polémica y partidismo, como la RAI y televisión española.
M.B.: Sí, pero ahí hay una tradición; acá no. A este canal, la ley de medios le dio lo que nunca en su vida hubiese tenido: directorio conformado con representación parlamentaria; ingresos con concursos públicos y abiertos, que dan calidad. Hay algo que también es difícil y que va a mejorar mucho. En la Argentina la generación de contenidos se ha hecho siempre desde Buenos Aires con una pretensión nacional. Esa representación federal es una representación fallida, obsoleta y que necesita ser replanteada.
V.: De hecho, la misma ley de medios establece la necesidad de que sea un canal cuya programación e informativos representen al país y no a la Ciudad de Buenos Aires.
M.B.: Sí, pero la ley de medios no te plantea que el federalismo se representa en términos de una sumatoria de paisajes; la ley de medios lo que plantea es que la generación de contenidos tiene que contener una presentación local. Entonces, ¿cuál es la representación federal que tiene que tener una pantalla nacional? Es una pregunta compleja, la cual precisa análisis de contenidos.
@sebalacunza y @lorenzomiquel
Bío: Martín Bonavetti
25 de septiembre 1966
Estudios: Granaderos de San Martín (primario); Nacional de Buenos Aires (secundario); Historia incompleto (UBA).
Trabajo: director ejecutivo de Canal 7 desde 2008. Anteriormente trabajó en Canal 9 (1998/2001), Telefé (1994/1998), y fue docente de Historia.
Está leyendo: Ningún lugar a donde ir, de Jonas Mekas.
Rutina informativa: 7 a 9: Get up, con Reynaldo Sietecase (Vórterix) y A cara lavada, con Cynthia García (Nacional). De 16 a 20, La vuelta de Zloto, con Marcelo Zlotogwiazda (Del Plata) y Mañana más, con Luciano Galende y Nora Veiras (Nacional). Diarios Página/12, La Nación y Popular; revistas Le Monde Diplomatique y Crisis.
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