Etchemendy: «El movimiento obrero sabe de qué lado está la verdadera agenda sindical»

»Por Néstor Leone
UBA
Se recibió de Licenciado en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Se doctoró en Berkeley, EE.UU.
TEMÁTICAS
Su campo de trabajo e investigación es la política comparada en América Latina y Europa Occidental.
ACADEMIA
Fue director de la Maestría en Ciencia Política en la UTDT, donde es investigador en uso de licencia.
INVESTIGACIÓN
Fue becario Fulbright, del Social Science Research Council de Nueva York y de la Fundación Antorchas.
ASESOR
Dejó en suspenso la vida académica para trabajar con Carlos Tomada en el Ministerio de Trabajo de la Nación.
iciembre y enero fueron dos meses bastante complicados, y dejaron la sensación de que este es uno de los momentos más difíciles de la gestión nacional. ¿Cuál es su diagnóstico, su cuadro de situación?
Hay que poner la cuestión en perspectiva. Este es el proceso político más largo de la historia argentina. Después de años de crecimiento con distribución del ingreso y de activación de los sectores populares, es natural que haya cierto desgaste. Ahora, eso se combina con sectores muy claros que quieren desestabilizar este proceso. Son sectores mediáticos, económicos, ligados al sector financiero, a los grandes intereses agrarios. Lo que no ven es que acá hay circunstancias muy distintas a períodos anteriores, donde gobiernos democráticos fueron fácilmente socavados. Primero, existe un gobierno que ejerce su mandato con mayoría parlamentaria consolidada. Segundo, hay reservas suficientes en el Banco Central. Tercero, hay sectores populares organizados, en movimientos sociales y en sindicatos, que apoyan y acompañan a este gobierno. Cuarto, hay una Presidenta ejerciendo su liderazgo y con el coraje que le conocemos.
Y en ese desgaste, ¿no están también ciertos bienes materiales y simbólicos? Por ejemplo, las reservas del Banco Central, si bien no son pocas, están en disminución. Y en términos de organización política hay algunos sectores del propio kirchnerismo que dicen que no hay déficits en ese sentido.
La situación económica está estabilizada. Pudo haberse dado un momento de cierta inquietud, pero después de la consolidación del último movimiento cambiario y las últimas medidas económicas, la situación recuperó normalidad. Cuántas reservas son suficientes siempre es materia de discusión. Y en términos políticos, el Gobierno tomó el mensaje de las urnas. No se puede decir que no haya mirado lo que pasa o lo que se le dice. Hubo un cambio de gabinete, nuevas medidas… El Plan Progresar, por ejemplo, importantísimo en términos de inclusión, es casi tan ambicioso y provee casi de tantos recursos como la Asignación Universal por Hijo. Después, el éxodo que muchos preveían en las filas del justicialismo no ha ocurrido. Salvo algún intendente impresentable que se fue con Sergio Massa y que los medios dominantes ponen en la primera plana… Pero los gobernadores, el grueso del movimiento obrero y el PJ siguen apoyando a este gobierno.
Etchemendy compara los presagios apocalípticos en cada comienzo de paritarias con los resultados satisfactorios finales: “Este año va a pasar lo mismo”.
Respecto a esto y quizá como hipótesis: ¿Cuánto tiene que ver cierta situación crítica con la pérdida de algunas bases de sustento, con la idea de que el Gobierno fue quedándose con una coalición de gobierno más “chica”?
Lo que puede haber son subas y bajas en la opinión pública, según el momento, pero en materia estrictamente de coalición política, no veo cambios. Hay una base política organizada, una mayoría parlamentaria, el grueso del movimiento obrero, sectores del movimiento social… No creo que haya cambiado esa base. Es probable, sí, que no se haya agrandado. Las elecciones, por otra parte, demostraron que la minoría más importante en cuanto a elecciones y organización política en la Argentina es el kirchnerismo.
«La genética del Gobierno es la inclusión social, está en su ADN»
Otro momento crítico fue el período 2008-2009, pero el Gobierno contaba entonces de su lado con una CGT más unificada, con Hugo Moyano en otro rol. Y hasta la conducción de la Unión Industrial Argentina (UIA) tenía mayor afinidad.
Un sector de la CGT ha priorizado las apetencias políticas personales por sobre la agenda sindical. Ahora, ese sector representa una clara minoría en el movimiento obrero: alrededor del 25 por ciento en cantidad de afiliados. Eso quiere decir también que el 75 por ciento está encuadrado en las centrales conducidas por Antonio Caló y Hugo Yasky, afines a este gobierno. Pero aquel sector, además, está absolutamente aislado. El moyanismo, por ejemplo, está perdido en términos políticos: uno de sus hijos con Massa, sus allegados coquetean con Mauricio Macri, sus dirigentes más cercanos con Francisco De Narváez, se reúne con los radicales… Pero, al mismo tiempo, todos lo ningunean. Pretendía una reunión del movimiento sindical con dirigentes políticos opositores en Mar del Plata, y le dieron la espalda. La Asociación de Empresarios Argentinos y la Sociedad Rural también intentaron una convocatoria con la excusa del diálogo, y la UIA no fue. Sólo participaron entidades no representativas. Por el contrario, el grueso del movimiento sindical y la UIA sí están en la convocatoria al diálogo social que lanzó la Presidenta. Es cierto que toda etapa política es distinta, pero no veo un cambio en la relación con los actores sociales.
Si el diagnóstico del Gobierno es que estamos frente a un escenario de puja distributiva, con un empresariado queriendo sacar mayor tajada vía aumento de precios, ¿no necesitaría a su lado de una CGT unificada?
Hipotéticamente, claro que es un mejor escenario, pero cuando se tiene un sector que prioriza las apetencias personales, los intereses político-corporativos, que no vacila en aliarse con la derecha y no tiene en cuenta el horizonte de un proceso político general que sí tuvo en cuenta los intereses de sus representados, la ruptura con un proyecto político nacional, popular e inclusivo se iba a dar tarde o temprano.
Más allá de esa representatividad que marcaba, ¿esa fragmentación sindical existente puede complicar más las cosas en términos de conflictividad social?
Esa división ya existe desde hace un tiempo y tuvo la conflictividad natural del caso. No lo veo como posibilidad. Por otra parte, la división de la CGT no es parecida a otras de la historia argentina, cuando una parte se escindía contra un gobierno antipopular para protagonizar una resistencia. Este no es el caso. El movimiento obrero sabe dónde está la agenda sindical de paritarias, de mantenimiento del salario real, de cuidar las obras sociales: claramente del lado del Gobierno.
¿Cuánto más dura y reñida, en ese sentido, será la negociación de paritarias que ya comenzó, teniendo en cuenta, además, la devaluación y la inflación?
Como dice el ministro Carlos Tomada, las paritarias ya son un activo social. Las partes saben lo que implican y lo importante que son para tener una discusión ordenada. Es obvio que existe una situación especial y, en ese sentido, los actores van a tener la responsabilidad del caso y el Gobierno va a velar por el interés general como todos los años. Es cierto que es una paritaria con particularidades, dada la coyuntura económica, pero se va a resolver como se resolvió en años anteriores. Todos los años se pintan, en la previa, resultados apocalípticos y siempre transcurren con cierta normalidad. Este año va a pasar lo mismo. Teníamos 200 convenios por año y pasamos a tener más de 1.500. Esa dinámica de paritarias libres no se va a interrumpir.
¿Cuánto cambia con el nuevo IPC?
Es evidente que otorga bases para una discusión más consolidada y racional. En ese sentido, ayuda mucho.
La última década fue de relativa recuperación de poder adquisitivo del salario. ¿Se podrá seguir avanzando o estamos en un punto de inflexión?
La genética del Gobierno es la inclusión social, está en su ADN. Y el mantenimiento del salario real es una constante del Gobierno, es una parte esencial de su agenda desde 2003. Por supuesto, el ritmo de esa recuperación puede variar de año a año. Pero es una meta que no se va a negociar. Dicho esto, el Gobierno también mira los intereses generales. Existe una gran masa de trabajadores que se han ido incluyendo de a poco y cuyos intereses también tienen que ser tenidos en cuenta, como los rurales, los domésticos, los no registrados. El Gobierno es consciente de que tiene que preservar el salario real de los trabajadores, pero también de que tiene que hacer un esfuerzo de inclusión por los más rezagados, que necesitan mayor apoyo estatal.
Para el empleo informal, por supuesto, esto es más cuesta arriba. Casi por definición.
Un dato simple: desde que el neoliberalismo nos legara ese regalito, a principios de los ochenta, el trabajo en negro creció en todos los gobiernos. Así de simple. Éste es el primero en el que empieza a bajar. Y bajó 15 puntos desde 2003, hasta estabilizarse alrededor del 33 por ciento. Esto se hizo en base a una estrategia económica general de expansión de la demanda y autonomía de la política económica, y se hizo en base también a una recuperación de la institucionalidad laboral. Hubo una nueva ley de inspección del trabajo y se recuperó esa facultad del Estado. Hoy existen más de quinientos inspectores. Y se van a tomar nuevas medidas para aumentar la disuasión y la fiscalización frente a los empresarios que cometen fraude laboral. Y también tratar de establecer algunos incentivos para aquellos empleadores más vulnerables, donde sí, efectivamente, existe una relación entre la poca rentabilidad y el no registro.
La inflación será una variable clave para saber qué sucederá finalmente, tanto con registrados como con trabajadores en negro.
Por supuesto. Está claro que los salarios no generan inflación, pero está claro también que las paritarias se tienen que dar en un marco de responsabilidad de los actores. En ese sentido, tenemos que tener en cuenta los intereses de los sectores que están más rezagados. Eso ha ocurrido en las otras rondas de negociaciones, donde también esos sectores que no tienen una representación tradicional estuvieron presentes de alguna forma en la preocupación del Gobierno. Hablo de los peones rurales, de los empleados domésticos…
Modelos
e habla mucho de “libertad sindical” y de la posibilidad de que, por ejemplo, se habilite más de un gremio por rama. ¿Cuál es el estado de la discusión?
Para darse una idea de la libertad sindical que hay en el país no se necesita más que estar dos minutos en el Ministerio de Trabajo y ver la cantidad de sindicatos que hay presentes. Y la gran cantidad de sindicatos que han crecido en estos años y se han manifestado libremente, ya sea con personería gremial o simplemente inscriptos. Decir que en la Argentina no hay libertad sindical es un atropello o una estupidez. Además, hay que ver lo que este modelo sindical le ha dado al país. La Argentina es el país con sindicatos más fuertes en América Latina, que tiene la negociación por paritarias más activa, que tiene mayor capacidad de negociación: eso algo tendrá que ver con el sindicato único por rama, ¿no? Ahora, ¿es perfectible? Por supuesto. Algunos fallos recientes de la Corte en ese sentido son datos insoslayables que habrá que tomar en cuenta para pensar en el perfeccionamiento del modelo actual, más que salirse de él.
En ese sentido, ¿qué pasará con la CTA?
La CTA es un actor insoslayable en la escena sindical argentina: participa en los distintos foros, en los comités consultivos, en el Consejo del Salario. Es decir, tiene un reconocimiento institucional innegable, como no había tenido nunca desde su fundación. Nada de eso va a cambiar.

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