Marta Nebot
La guerra de las imágenes es la guerra más común en la mitad del mundo que lleva un móvil en el bolsillo e internet por todas partes. En mi opinión, las más valiosas (que no siempre son las que más lejos llegan) son las que son ciertas. La mentira en este formato también tiene los pixels muy cortos aunque no todo el mundo se entera.
Un fake es un anglicismo moderno molón que viene a poner nombre a una mentira mediática que vuela a toda velocidad por las redes sociales, confundiéndonos a veces tanto o más que los medios de comunicación y quedando para siempre sin desmentir para aquellos que dejan de mirar su pantalla en el momento justo, ya sea intencionadamente o sin darse cuenta. O lo que es lo mismo, los fakes (siguiendo con el dicho que dice que las mentiras tienen patas cortas) deben ser de las que menos cortas las tienen.
La habilidad del gobierno de Mariano Rajoy para evitar las imágenes que no le convenían del 1 octubre ha quedado más que en entredicho. Artur Mas, en el colegio electoral donde votó a media mañana, como respuesta a mi pregunta sobre qué iban a hacer con unos resultados tan poco fiables me contestó: “Es que ya hemos ganado por goleada. Porque la imagen en todo el mundo es un estado español represor y violento, frente a un pueblo catalán pacífico que simplemente quiere votar y decidir su futuro”.
Es cierto que nadie (excepto los suyos, públicamente) se explica cómo a Don Mariano and company les pareció buena idea echar esa cerilla en este conflicto en el momento más inflamable. Su decisión de cargar contra los civiles que se concentraron tratando de proteger los colegios electorales no gustó a los que se llevaron los porrazos ni a los que los dieron, ni a los que fuimos testigos (pensemos lo que pensemos), ni a sus aliados constitucionalistas ya sea por exceso o por defecto, ni a la prensa internacional del mundo entero.
Una de esas imágenes, que pesará sobre muchas conciencias e inflamará corazones por un tiempo indeterminado, es la de María José Molina Ferrer con la cara ensangrentada.
María tiene 64 años y decidió sentarse en primera fila para proteger el colegio electoral del Niño Jesús, en la Travesera de Gracia en Barcelona. Llevaba allí horas leyendo su libro cuando llegó la policía. “En el primer empeñón la gente me agarró y no pudieron arrancarme”. “En el segundo… Yo peso 50 kilos… Me cogieron por los aires y me lanzaron contra el bordillo”. Cayó de cara.
María, después de que le cosieran el puente de la nariz y le curaran y taparan la herida y el golpe en la frente en el hospital, decidió volver para votar al mismo colegio electoral del que la policía se había marchado sin llegar a entrar; algunos dicen que conmovidos por el silencio de la multitud que resistía, otros que marcharon cuando llegó una ambulancia para atender a un hombre tendido semi inconsciente, que finalmente se confirmó que lo que sufrió fue un ataque de epilepsia.
María ya ha sido canonizada en las redes como era lógico.
También se ha intentado hacer pasar su foto por fake y muchos han picado. Muchos, muchísimos. La imagen es tan manipulable como todo lo demás. Los ojos nos engañan tanto como las palabras. Lo peor es que algunos no quieren desmentirse cuando se dan de bruces con la verdad. He tuiteado a todo el que me he encontrado engañado por esta imagen. Pocos se han retractado.
Éste fake lleva más de 30.000 retuits en el momento en que escribo esto. Mis rectificaciones y las de sus cercanos no llegan a 1.500.
Cuando María volvió a votar tuve la oportunidad de entrevistarla y le vi la costura, las heridas y los moratones y también vi cómo le aplaudían los que habían estado con ella a primera hora de la mañana.
Cuando le pregunté a María si sabía el riesgo que corría sentándose en primera línea y que si valía la pena, respondió: “Claro que lo sabía y claro que sí. Por eso he vuelto para votar y ahora lo que quiero es irme a mi casa”.
A la pregunta de si era consciente de cuánto iba a ser utilizada su imagen en las redes, contestó que ella no tenía redes sociales y que no sabía nada de eso, que solo pensaba que “votar no es malo”.
Me he preguntado muchas veces si hay y cómo serán los héroes del siglo XXI. No se me ocurrió pensar que podía haber héroes colaterales.
Sobre el 1-O, en las redes, hay muchos fakes y muchas verdades y todavía más intereses estirándolos hasta el imposible. Esta vez, como siempre y cada día más, conviene creerse solo lo que viene de quien nos fiamos y fiarnos solo de quien es capaz de rectificar aunque su tuit haya sido el más tuiteado.
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La guerra de las imágenes es la guerra más común en la mitad del mundo que lleva un móvil en el bolsillo e internet por todas partes. En mi opinión, las más valiosas (que no siempre son las que más lejos llegan) son las que son ciertas. La mentira en este formato también tiene los pixels muy cortos aunque no todo el mundo se entera.
Un fake es un anglicismo moderno molón que viene a poner nombre a una mentira mediática que vuela a toda velocidad por las redes sociales, confundiéndonos a veces tanto o más que los medios de comunicación y quedando para siempre sin desmentir para aquellos que dejan de mirar su pantalla en el momento justo, ya sea intencionadamente o sin darse cuenta. O lo que es lo mismo, los fakes (siguiendo con el dicho que dice que las mentiras tienen patas cortas) deben ser de las que menos cortas las tienen.
La habilidad del gobierno de Mariano Rajoy para evitar las imágenes que no le convenían del 1 octubre ha quedado más que en entredicho. Artur Mas, en el colegio electoral donde votó a media mañana, como respuesta a mi pregunta sobre qué iban a hacer con unos resultados tan poco fiables me contestó: “Es que ya hemos ganado por goleada. Porque la imagen en todo el mundo es un estado español represor y violento, frente a un pueblo catalán pacífico que simplemente quiere votar y decidir su futuro”.
Es cierto que nadie (excepto los suyos, públicamente) se explica cómo a Don Mariano and company les pareció buena idea echar esa cerilla en este conflicto en el momento más inflamable. Su decisión de cargar contra los civiles que se concentraron tratando de proteger los colegios electorales no gustó a los que se llevaron los porrazos ni a los que los dieron, ni a los que fuimos testigos (pensemos lo que pensemos), ni a sus aliados constitucionalistas ya sea por exceso o por defecto, ni a la prensa internacional del mundo entero.
Una de esas imágenes, que pesará sobre muchas conciencias e inflamará corazones por un tiempo indeterminado, es la de María José Molina Ferrer con la cara ensangrentada.
María tiene 64 años y decidió sentarse en primera fila para proteger el colegio electoral del Niño Jesús, en la Travesera de Gracia en Barcelona. Llevaba allí horas leyendo su libro cuando llegó la policía. “En el primer empeñón la gente me agarró y no pudieron arrancarme”. “En el segundo… Yo peso 50 kilos… Me cogieron por los aires y me lanzaron contra el bordillo”. Cayó de cara.
María, después de que le cosieran el puente de la nariz y le curaran y taparan la herida y el golpe en la frente en el hospital, decidió volver para votar al mismo colegio electoral del que la policía se había marchado sin llegar a entrar; algunos dicen que conmovidos por el silencio de la multitud que resistía, otros que marcharon cuando llegó una ambulancia para atender a un hombre tendido semi inconsciente, que finalmente se confirmó que lo que sufrió fue un ataque de epilepsia.
María ya ha sido canonizada en las redes como era lógico.
También se ha intentado hacer pasar su foto por fake y muchos han picado. Muchos, muchísimos. La imagen es tan manipulable como todo lo demás. Los ojos nos engañan tanto como las palabras. Lo peor es que algunos no quieren desmentirse cuando se dan de bruces con la verdad. He tuiteado a todo el que me he encontrado engañado por esta imagen. Pocos se han retractado.
Éste fake lleva más de 30.000 retuits en el momento en que escribo esto. Mis rectificaciones y las de sus cercanos no llegan a 1.500.
Cuando María volvió a votar tuve la oportunidad de entrevistarla y le vi la costura, las heridas y los moratones y también vi cómo le aplaudían los que habían estado con ella a primera hora de la mañana.
Cuando le pregunté a María si sabía el riesgo que corría sentándose en primera línea y que si valía la pena, respondió: “Claro que lo sabía y claro que sí. Por eso he vuelto para votar y ahora lo que quiero es irme a mi casa”.
A la pregunta de si era consciente de cuánto iba a ser utilizada su imagen en las redes, contestó que ella no tenía redes sociales y que no sabía nada de eso, que solo pensaba que “votar no es malo”.
Me he preguntado muchas veces si hay y cómo serán los héroes del siglo XXI. No se me ocurrió pensar que podía haber héroes colaterales.
Sobre el 1-O, en las redes, hay muchos fakes y muchas verdades y todavía más intereses estirándolos hasta el imposible. Esta vez, como siempre y cada día más, conviene creerse solo lo que viene de quien nos fiamos y fiarnos solo de quien es capaz de rectificar aunque su tuit haya sido el más tuiteado.
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