Por Javier Preciado Patiño
La reelección del presidente Barack Obama al frente del gobierno de los Estados Unidos, en un sistema bipartidista donde los triunfos se dirimen por cuatro o cinco puntos de diferencia, incluye la componente del voto rural, que es un tema de análisis para nuestra realidad política.
Normalmente, el voto rural de los Estados Unidos es de naturaleza conservadora, más enraizada en los valores históricos de ese país, en los cuales el farmer ensalza la figura del pionero, forjador de riqueza y cancerbero de los principios que sostienen su nación.
Así, el voto demócrata le saca ventaja al republicano en la población urbana y viceversa el republicano en el ámbito rural.
Sin embargo, en estas elecciones 2012, tres estados típicamente agrícolas como Ohio, Iowa e Illinois, la crema del Corn Belt o cinturón maicero, fueron ganados por el presidente Obama. En el primero, la diferencia fue de 2 puntos, en el segundo de 5 puntos y en el tercero de 16 puntos porcentuales.
Pero condado por condado, Romney ganó claramente en aquellos fuertemente agrícolas y Obama en los más urbanizados. Por caso en Iowa, el mapa del estado es claramente más rojo (republicano) que azul (demócrata). En los condados del oeste pueden verse diferencias de 10 a 15 puntos a favor de Romney. Pero en el condado de Polk, donde se encuentra la capital Des Moines y casi el 50% de los votantes, Obama sacó 56% de los votos contra 42% del republicano.
El mapa de Illinois es aún más rojo que azul. Pero todo el peso de los condados agrícolas se pierde ante el de Cook, sede de la capital estadual Chicago, que con sus 2 millones de habitantes le dio un triunfo aplastante a Obama de 74 a 25 e incidió sobre todo el estado.
Haciendo una analogía con la Argentina se podría comparar los estados del Cinturón Maicero con la región núcleo pampeana y sus ciudades como Pergamino, Venado Tuerto y Rosario como las ciudades más icónicas.
Entonces, ¿qué hay detrás de una sociedad en donde el voto “del campo” es contrario al gobierno federal, pero este gana claramente en las grandes ciudades vinculadas a la economía rural en buena medida?
La hipótesis para el análisis es si los modos urbanos y rurales se están disociando de una manera tan veloz, que los últimos pierden su capacidad de influencia política en un contexto de bonanza generalizada.
En la previa a las elecciones, los medios estadounidenses daban cuenta de las quejas de los farmers particularmente ante lo que entienden es la alta presión impositiva que llega desde su gobierno federal, sumada a cuestiones coyunturales como la sequía, el incremento del gasto público, etcétera (cualquier analogía con la Argentina es mera coincidencia).
Pero este malestar contra un gobierno de un corte más liberal o menos conservador que el de su preferencia parece no haberse contagiado al votante urbano.
Es evidente que, más allá de las circunstancias climáticas, las principales agriculturas mundiales (EE.UU., Brasil, la Argentina) se han beneficiado con los buenos precios de los granos de la última década y que eso ha derramado sobre las comunidades vinculadas a los agronegocios. Es probable entonces que el votante urbano en estados agrícolas pondere la situación general y no se asocie al reclamo del productor rural o sus valores intrínsecos.
Por otra parte, hay una creciente licuación del voto puramente rural. “Hay dos millones de farmers en un país de 300 millones”, ejemplificaba un amigo y asiduo viajante a la “América rural”. Romney ganó en las ciudades pequeñas de estos estados, pero perdió en las grandes. Siguiendo con la analogía con la Argentina es como si el voto ruralista anti K ganara en poblaciones, digamos de hasta 15.000 habitantes y perdiera a partir de las de más de 50.000, de donde se puede inferir que a partir de una cierta escala el voto se “urbaniza” y se desprende de la influencia del pensamiento rural.
Obviamente hay cuestiones macro por encima de esto, que tienen que ver con la situación de la economía en general, el carisma o no de los candidatos, el aparato eleccionario, la militancia, etcétera, pero no es un dato menor para ignorar en nuestra realidad argentina.
El año que viene hay elecciones legislativas que coincide con el fin del mandato de la mayoría de los agrodiputados elegidos en su pico de popularidad, en 2009. La dirigencia sectorial hoy mantiene un claro perfil anti gubernamental, empezando por la Federación Agraria, cuyo líder se alinea con el sindicalismo opositor.
Pero las encuestas que monitorean la opinión pública no encuentran que la cuestión agraria sea un tema de agenda en los votantes, como sí lo fue en algún momento de 2008. ¿Estará analizando la dirigencia rural el caso estadounidense para proyectar cómo influir sobre el voto urbano?
Decidido a actuar como parte de la coalición opositora, el ruralismo cuenta a su favor con el desgaste propio de una gestión que lleva casi 10 años de ejercicio del poder. Sin embargo, podría no estar considerando ciertos cambios sociales que transitan más allá de la tranquera y que pueden resultar determinantes en el plano eleccionario.
La reelección del presidente Barack Obama al frente del gobierno de los Estados Unidos, en un sistema bipartidista donde los triunfos se dirimen por cuatro o cinco puntos de diferencia, incluye la componente del voto rural, que es un tema de análisis para nuestra realidad política.
Normalmente, el voto rural de los Estados Unidos es de naturaleza conservadora, más enraizada en los valores históricos de ese país, en los cuales el farmer ensalza la figura del pionero, forjador de riqueza y cancerbero de los principios que sostienen su nación.
Así, el voto demócrata le saca ventaja al republicano en la población urbana y viceversa el republicano en el ámbito rural.
Sin embargo, en estas elecciones 2012, tres estados típicamente agrícolas como Ohio, Iowa e Illinois, la crema del Corn Belt o cinturón maicero, fueron ganados por el presidente Obama. En el primero, la diferencia fue de 2 puntos, en el segundo de 5 puntos y en el tercero de 16 puntos porcentuales.
Pero condado por condado, Romney ganó claramente en aquellos fuertemente agrícolas y Obama en los más urbanizados. Por caso en Iowa, el mapa del estado es claramente más rojo (republicano) que azul (demócrata). En los condados del oeste pueden verse diferencias de 10 a 15 puntos a favor de Romney. Pero en el condado de Polk, donde se encuentra la capital Des Moines y casi el 50% de los votantes, Obama sacó 56% de los votos contra 42% del republicano.
El mapa de Illinois es aún más rojo que azul. Pero todo el peso de los condados agrícolas se pierde ante el de Cook, sede de la capital estadual Chicago, que con sus 2 millones de habitantes le dio un triunfo aplastante a Obama de 74 a 25 e incidió sobre todo el estado.
Haciendo una analogía con la Argentina se podría comparar los estados del Cinturón Maicero con la región núcleo pampeana y sus ciudades como Pergamino, Venado Tuerto y Rosario como las ciudades más icónicas.
Entonces, ¿qué hay detrás de una sociedad en donde el voto “del campo” es contrario al gobierno federal, pero este gana claramente en las grandes ciudades vinculadas a la economía rural en buena medida?
La hipótesis para el análisis es si los modos urbanos y rurales se están disociando de una manera tan veloz, que los últimos pierden su capacidad de influencia política en un contexto de bonanza generalizada.
En la previa a las elecciones, los medios estadounidenses daban cuenta de las quejas de los farmers particularmente ante lo que entienden es la alta presión impositiva que llega desde su gobierno federal, sumada a cuestiones coyunturales como la sequía, el incremento del gasto público, etcétera (cualquier analogía con la Argentina es mera coincidencia).
Pero este malestar contra un gobierno de un corte más liberal o menos conservador que el de su preferencia parece no haberse contagiado al votante urbano.
Es evidente que, más allá de las circunstancias climáticas, las principales agriculturas mundiales (EE.UU., Brasil, la Argentina) se han beneficiado con los buenos precios de los granos de la última década y que eso ha derramado sobre las comunidades vinculadas a los agronegocios. Es probable entonces que el votante urbano en estados agrícolas pondere la situación general y no se asocie al reclamo del productor rural o sus valores intrínsecos.
Por otra parte, hay una creciente licuación del voto puramente rural. “Hay dos millones de farmers en un país de 300 millones”, ejemplificaba un amigo y asiduo viajante a la “América rural”. Romney ganó en las ciudades pequeñas de estos estados, pero perdió en las grandes. Siguiendo con la analogía con la Argentina es como si el voto ruralista anti K ganara en poblaciones, digamos de hasta 15.000 habitantes y perdiera a partir de las de más de 50.000, de donde se puede inferir que a partir de una cierta escala el voto se “urbaniza” y se desprende de la influencia del pensamiento rural.
Obviamente hay cuestiones macro por encima de esto, que tienen que ver con la situación de la economía en general, el carisma o no de los candidatos, el aparato eleccionario, la militancia, etcétera, pero no es un dato menor para ignorar en nuestra realidad argentina.
El año que viene hay elecciones legislativas que coincide con el fin del mandato de la mayoría de los agrodiputados elegidos en su pico de popularidad, en 2009. La dirigencia sectorial hoy mantiene un claro perfil anti gubernamental, empezando por la Federación Agraria, cuyo líder se alinea con el sindicalismo opositor.
Pero las encuestas que monitorean la opinión pública no encuentran que la cuestión agraria sea un tema de agenda en los votantes, como sí lo fue en algún momento de 2008. ¿Estará analizando la dirigencia rural el caso estadounidense para proyectar cómo influir sobre el voto urbano?
Decidido a actuar como parte de la coalición opositora, el ruralismo cuenta a su favor con el desgaste propio de una gestión que lleva casi 10 años de ejercicio del poder. Sin embargo, podría no estar considerando ciertos cambios sociales que transitan más allá de la tranquera y que pueden resultar determinantes en el plano eleccionario.
Las Parejas («El Campo»), año 2012: 80% de votos para el candidato de la monstruosa organización subversiva «La Kámpora». Seguí participando.