Silvina Batakis, Ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires
Después de varias décadas de luchas intestinas, nuestro país entendió que el federalismo era y es la mejor manera de construir un futuro colectivo, de unir a provincias con un objetivo en común: la unidad nacional a partir del respeto de las idiosincrasias y realidades de todas las regiones.
El federalismo se construye y se mantiene con el aporte de todos sus miembros: todas las jurisdicciones tenemos la obligación de engrandecer la renta federal porque es sólo el Gobierno Nacional quien puede hacer efectiva la redistribución regional y puede llevar a la práctica el crecimiento del país en forma armónica y sostenida.
Nuestro sistema reconoce varios ascendentes/padres. Aquellos luchadores incansables por la libertad de los pueblos como fueron José de Artigas, Estanislao López, Pancho Ramírez, Chacho Peñaloza y Felipe Varela, quienes se alzaron frente a la alianza librecambista de la diplomacia inglesa, Rivadavia y los comerciantes porteños, que sentaban su poderío en la renta de la Aduana del puerto de Buenos Aires.
Este federalismo, destruido por las dictaduras, se ha ido recuperando con las políticas de integración y redistribución propiciadas por este modelo económico y productivo iniciado en 2003. Sin embargo, permanece como asignatura pendiente del proceso democrático, un debate a fondo que permita rever algunas instituciones cuyos objetivos se han desvirtuado, y cuyo sostenimiento impide la solución de las desigualdades regionales.
Para esto, debemos superar las discusiones miopes, reduccionistas y aisladas del nuevo modelo macroeconómico de la última década que tantos beneficios le brinda a la sociedad. En el debate de las recientes reformas tributarias provinciales, resultó evidente que ciertos sectores, enarbolando las banderas del federalismo, proponían justamente lo contrario al pretender restringir su contribución impositiva sólo a un determinado nivel de gobierno, revelando la falta de solidaridad y compromiso con un proyecto de país que brinde verdadera igualdad de oportunidades a todos sus habitantes.
Sin duda alguna, uno de los puntos centrales del federalismo es el que hace referencia a las relaciones fiscales, es decir, cómo se asignan las atribuciones de cada nivel de gobierno y cómo se recaudan y distribuyen los recursos para llevarlas a cabo. No puede existir un verdadero federalismo que no se sustente en la necesaria autonomía financiera de las provincias para brindar los servicios que la sociedad demanda.
Como es bien sabido, el actual régimen fiscal federal presenta no pocos problemas de diseño, fundamentalmente respecto a la forma en que se reparte la renta federal. El régimen de distribución de los recursos federales se caracteriza por un doble desequilibrio, vertical y horizontal. La existencia de una marcada falta de correspondencia entre las decisiones de recaudar y de gastar desincentiva el esfuerzo recaudatorio y genera que muchas provincias se financien casi exclusivamente con recursos recaudados por el gobierno nacional. Por otra parte, si bien el sistema resulta fuertemente redistributivo, el mismo no se basa en los criterios objetivos que exige nuestra Carta Magna sino que resulta abiertamente arbitrario.
Debemos iniciar el debate por una Ley de Coparticipación Federal de Impuestos con un doble objetivo: engrandecer la renta federal y hacer coherente la distribución de los recursos con los objetivos y necesidades del Proyecto Nacional.
La provincia de Buenos Aires, cuna del federalismo, tiene un papel fundamental en esta renovación. El gobierno provincial ya ha dado los primeros pasos, como ha dicho nuestro gobernador Daniel Scioli: Apostamos a la regionalización porque es la clave estratégica del futuro. Necesitamos políticas activas que generen nuevas corrientes demográficas, de inversión y de desarrollo hacia el interior de nuestra provincia. Recorriendo fábricas, emprendimientos, comercios, veo la necesidad de ir formando más recursos humanos orientados al perfil productivo de cada región.
El rol central y la importancia estratégica del territorio bonaerense son el fundamento del compromiso que la provincia asume con el federalismo, aportando para la continua reducción de las asimetrías de desarrollo con el resto de las provincias. Tal aporte deberá garantizar su permanencia, para lo que es requisito que no vaya en desmedro de la sustentabilidad del crecimiento de la economía provincial.
No se trata de discutir, ni mucho menos reclamar en forma bilateral una mayor porción de la torta, sino de buscar los mecanismos para agrandarla entre todos los gobiernos. Es hacer realidad las palabras que Manuel Dorrego pronunciara ya en 1826 en el Congreso Constituyente: El sistema federal puede hacer nuestra felicidad, tanto más, cuanto es un sistema más análogo a los sentimientos de todos, porque está más en contacto con el pueblo.
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El federalismo se construye y se mantiene con el aporte de todos sus miembros: todas las jurisdicciones tenemos la obligación de engrandecer la renta federal porque es sólo el Gobierno Nacional quien puede hacer efectiva la redistribución regional y puede llevar a la práctica el crecimiento del país en forma armónica y sostenida.
Nuestro sistema reconoce varios ascendentes/padres. Aquellos luchadores incansables por la libertad de los pueblos como fueron José de Artigas, Estanislao López, Pancho Ramírez, Chacho Peñaloza y Felipe Varela, quienes se alzaron frente a la alianza librecambista de la diplomacia inglesa, Rivadavia y los comerciantes porteños, que sentaban su poderío en la renta de la Aduana del puerto de Buenos Aires.
Este federalismo, destruido por las dictaduras, se ha ido recuperando con las políticas de integración y redistribución propiciadas por este modelo económico y productivo iniciado en 2003. Sin embargo, permanece como asignatura pendiente del proceso democrático, un debate a fondo que permita rever algunas instituciones cuyos objetivos se han desvirtuado, y cuyo sostenimiento impide la solución de las desigualdades regionales.
Para esto, debemos superar las discusiones miopes, reduccionistas y aisladas del nuevo modelo macroeconómico de la última década que tantos beneficios le brinda a la sociedad. En el debate de las recientes reformas tributarias provinciales, resultó evidente que ciertos sectores, enarbolando las banderas del federalismo, proponían justamente lo contrario al pretender restringir su contribución impositiva sólo a un determinado nivel de gobierno, revelando la falta de solidaridad y compromiso con un proyecto de país que brinde verdadera igualdad de oportunidades a todos sus habitantes.
Sin duda alguna, uno de los puntos centrales del federalismo es el que hace referencia a las relaciones fiscales, es decir, cómo se asignan las atribuciones de cada nivel de gobierno y cómo se recaudan y distribuyen los recursos para llevarlas a cabo. No puede existir un verdadero federalismo que no se sustente en la necesaria autonomía financiera de las provincias para brindar los servicios que la sociedad demanda.
Como es bien sabido, el actual régimen fiscal federal presenta no pocos problemas de diseño, fundamentalmente respecto a la forma en que se reparte la renta federal. El régimen de distribución de los recursos federales se caracteriza por un doble desequilibrio, vertical y horizontal. La existencia de una marcada falta de correspondencia entre las decisiones de recaudar y de gastar desincentiva el esfuerzo recaudatorio y genera que muchas provincias se financien casi exclusivamente con recursos recaudados por el gobierno nacional. Por otra parte, si bien el sistema resulta fuertemente redistributivo, el mismo no se basa en los criterios objetivos que exige nuestra Carta Magna sino que resulta abiertamente arbitrario.
Debemos iniciar el debate por una Ley de Coparticipación Federal de Impuestos con un doble objetivo: engrandecer la renta federal y hacer coherente la distribución de los recursos con los objetivos y necesidades del Proyecto Nacional.
La provincia de Buenos Aires, cuna del federalismo, tiene un papel fundamental en esta renovación. El gobierno provincial ya ha dado los primeros pasos, como ha dicho nuestro gobernador Daniel Scioli: Apostamos a la regionalización porque es la clave estratégica del futuro. Necesitamos políticas activas que generen nuevas corrientes demográficas, de inversión y de desarrollo hacia el interior de nuestra provincia. Recorriendo fábricas, emprendimientos, comercios, veo la necesidad de ir formando más recursos humanos orientados al perfil productivo de cada región.
El rol central y la importancia estratégica del territorio bonaerense son el fundamento del compromiso que la provincia asume con el federalismo, aportando para la continua reducción de las asimetrías de desarrollo con el resto de las provincias. Tal aporte deberá garantizar su permanencia, para lo que es requisito que no vaya en desmedro de la sustentabilidad del crecimiento de la economía provincial.
No se trata de discutir, ni mucho menos reclamar en forma bilateral una mayor porción de la torta, sino de buscar los mecanismos para agrandarla entre todos los gobiernos. Es hacer realidad las palabras que Manuel Dorrego pronunciara ya en 1826 en el Congreso Constituyente: El sistema federal puede hacer nuestra felicidad, tanto más, cuanto es un sistema más análogo a los sentimientos de todos, porque está más en contacto con el pueblo.
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