02-09-1100:00 Fernando Iglesias, diputado por la Coalición Cívica, analiza los nuevos ejes de la globalización moderna, cuestiona la falta de límites del gobierno nacional y la carencia de liderazgo en la oposición.
Caminar por las calles de Creta, en Grecia, levantar la vista y leer Buenos Aires escrito en la vidriera de una exclusiva firma de indumentaria argentina que basa su identidad en el polo; ingresar, luego, y a pocos metros, en busca de un frapuccino en una cadena estadounidense de cafeterías y escuchar, desde la mesa de al lado, a los turistas ingleses que se refieren al escándalo de Dominique Strauss-Khan mientras el contingente asiático sigue posando ante los incansables disparos de la Canon G 12 made in Japan y un fanático del Barcelona, con camiseta del otro 10, anhela ansioso la final de la UEFA que se jugaría, días después, en Londres. Globalización. Imparable. Inabarcable.
Fernando Iglesias, escritor, periodista y diputado nacional de Buenos Aires por la Coalición Cívica, se dedica al estudio de la globalización desde hace más de 15 años. El universo que constituyen los tiempos actuales en sus diferentes aspectos (político, económico, tecnológico y cultural) y la interrelación de estos campos son algunos de los temas sobre los que trata en su último libro, La modernidad global. La comprensión del escenario actual es decisiva para los países, las empresas, los grupos sociales y las personas. Hubo un cambio tan veloz que tendemos a refugiarnos en las categorías del pasado. Es necesario pensar nuevos ejes para comprender la realidad, sostiene Iglesias en diálogo con We. Desde el volumen, inicia un recorrido por los 10 paradigmas del escenario actual.
En este aspecto, resulta difícil desligar todo análisis de la coyuntura. Iglesias asegura que la sociedad y sus sistemas -económico, político y tecnológico- avanzan a velocidades diferentes y gestan un fenómeno asincrónico. El problema es que la velocidad del cambio tecnológico provoca situaciones de urgencia pero la política avanza más despacio que la tecnoeconomía. Tenemos una tecnología del siglo XXI, una economía del siglo XX y una política del siglo XIX. El mercado financiero es global, pero las políticas siguen atadas al pasado y aparecen crisis derivadas de esa asincronía, sostiene. Y completa: En la volatilidad financiera internacional y en el cambio climático hay un fenómeno del tipo global, que intenta ser manejado desde los Estados nacionales o en mesas en las cuales los actores están más preocupados en no pagar los costos que en que se solucione el problema. En este sentido, el diputado propone avanzar hacia formas democráticas de escala global, que incluyan el desarrollo nacional y regional, así como una reforma de las Naciones Unidas para tratar globalmente las grandes crisis De lo contrario, vamos a encontrar escenarios catastróficos, ya sea por el recalentamiento global, la proliferación nuclear, el terrorismo y el descontrol sobre la tecnología, advierte.
Entender los nuevos paradigmas de los tiempos corrientes se convierte en un ejercicio obligado para quien busque llevar adelante, y con éxito, un cambio profundo. Uno de los puntos que resalta Iglesias es formar un bloque regional consistente. Respecto al funcionamiento del Mercosur y de Unasur, concede: En nuestra región, son grandes los desequilibrios entre los discursos y las realidades. Se habla mucho de integración regional pero se hace poco, agrega.
Llegó la tecnoeconomía
A la luz de estos cambios, ¿es válido seguir hablando de derechas y de izquierdas? La globalización provoca una restructuración en el campo, aunque no su desaparición. Cuando tenés una tecnoeconomía global y una política nacional, los márgenes de acción de los gobiernos nacionales se achican, así como la distinción entre izquierda y derecha. Hoy, un gobierno socialista, como el de Rodríguez Zapatero en España, no difiere mucho del de Sarkozy o Merkel, contempla.
Con este marco de fondo, Iglesias vuelve a los procesos globales. Entre 1994 y 2001, cayeron los mercados emergentes -México, Brasil, los tigres asiáticos, Rusia, Turquía y la Argentina- mientras Europa y los Estados Unidos estaban bien. Hoy, al contrario, surgen los países del desarrollo. Por algo ya se habla de los BRICS (N.de la R.: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), agrega. El alza en el precio de las commodities, sin dudas, jugó un rol preponderante en la recuperación argentina. Durante la crisis de 2008, CFK dijo que estábamos haciendo las cosas bien cuando de repente apareció el mundo y nos complicó. No sé de dónde pensaba que salían los recursos que iban a la caja del Gobierno. Y por qué China podía comprar alimentos como nunca si no tenía que ver con el aumento del consumo. En los Estados Unidos y en Europa hubo una burbuja de crédito que estalló por el lado de las hipotecas subprime. Hay un circuito de híper consumo, de objetos que fabrica China, que progresa y adquiere commodities alimentarios de la Argentina, como la soja, dice. En este sentido, agrega: Cuando eso nos favorece es porque hacemos las cosas bien y cuando funciona mal es porque el mundo complotó contra nosotros. No verlo y pensar que estamos blindados es una irresponsabilidad y una demostración de ignorancia. Si la crisis se prolonga, es difícil pensar que China va a seguir manteniendo niveles elevados de crecimiento. Eso podría afectar el precio de las commodities.
En este sentido, Iglesias lee un presente complicado. Este es un Gobierno incapaz de darse límites, avanza en todos los terrenos hasta donde puede. Si en octubre se reitera el voto del 14 de agosto, van a tener un aval para avanzar en todos los sectores, dice. Asimismo, al diputado nacional le preocupa que no haya una oposición unida y fuerte. Cuando se analizan los datos económicos duros, cada una delas variables está peor que en el gobierno anterior. La Argentina va a llegar, en algunos años, a un cuello de botella generado por causas internas, siempre que no cambie el escenario internacional y se complique antes.
La Coalición Cívica, el partido liderado por Elisa Carrió, apenas superó el 3 % de aceptación durante las elecciones primarias. Respecto a la alta ventaja que sacó el oficialismo sobre su segundo, Ricardo Alfonsín, Iglesias responde: El argentino vota de una forma extraordinariamente conservadora. Es un país de anarquistas que quiere un Estado fuerte que lo proteja. Pero siempre reproduce un orden conservador, encarnado en lo peor de la política argentina, que es el PJ, asegura.
Asimismo, su lectura sobre los resultados de las últimas elecciones remite a los comicios de los 90. Este voto es muy similar al del 95. La situación objetiva es mejor que la que había durante la crisis. La referencia al estallido anterior, de Menem respecto a la híper y del Gobierno respecto a 2001, es permanente. Hay bonanza en el medio de un país que está peor. Se han perdido ocho años. En este sentido, señala que no se dieron pasos importantes en cuestiones como la pobreza, la infraestructura, los problemas energéticos, la reforma fiscal, la distribución demográfica, la educación o la salud. Además, la gente no ha identificado ningún actor de la oposición capaz de liderar un cambio. Que tengan razón o no es otra discusión. Es lo que dice el voto.
Históricamente, la Argentina ha modificado su ciclo político luego de un estallido económico. Pasó con el peronismo del 73, tras el Rodrigazo del 75. Pero también con los militares que, al principio, tuvieron un alto consenso que incluía al genocidio alrededor de la plata dulce hasta que se terminó; con el radicalismo, hasta la hiperinflación, y con los 90, hasta 2001. Creo que este ciclo, que puede haber tenido elementos de razonabilidad en los dos primeros años, es la prolongación de un modelo agotado que se continuará hasta un próximo estallido. Me produce tristeza ver un país con ocho años de crecimiento que tiene similares niveles de pobreza a los de fines de los 90, concluye. z we
Ficha
n Título: La modernidad global. Una revolución copernicana en los asuntos humanos
n Autor: Fernando Iglesias
n Editorial: Sudamericana
n Páginas: 512
n Primera edición: julio de 2011
Caminar por las calles de Creta, en Grecia, levantar la vista y leer Buenos Aires escrito en la vidriera de una exclusiva firma de indumentaria argentina que basa su identidad en el polo; ingresar, luego, y a pocos metros, en busca de un frapuccino en una cadena estadounidense de cafeterías y escuchar, desde la mesa de al lado, a los turistas ingleses que se refieren al escándalo de Dominique Strauss-Khan mientras el contingente asiático sigue posando ante los incansables disparos de la Canon G 12 made in Japan y un fanático del Barcelona, con camiseta del otro 10, anhela ansioso la final de la UEFA que se jugaría, días después, en Londres. Globalización. Imparable. Inabarcable.
Fernando Iglesias, escritor, periodista y diputado nacional de Buenos Aires por la Coalición Cívica, se dedica al estudio de la globalización desde hace más de 15 años. El universo que constituyen los tiempos actuales en sus diferentes aspectos (político, económico, tecnológico y cultural) y la interrelación de estos campos son algunos de los temas sobre los que trata en su último libro, La modernidad global. La comprensión del escenario actual es decisiva para los países, las empresas, los grupos sociales y las personas. Hubo un cambio tan veloz que tendemos a refugiarnos en las categorías del pasado. Es necesario pensar nuevos ejes para comprender la realidad, sostiene Iglesias en diálogo con We. Desde el volumen, inicia un recorrido por los 10 paradigmas del escenario actual.
En este aspecto, resulta difícil desligar todo análisis de la coyuntura. Iglesias asegura que la sociedad y sus sistemas -económico, político y tecnológico- avanzan a velocidades diferentes y gestan un fenómeno asincrónico. El problema es que la velocidad del cambio tecnológico provoca situaciones de urgencia pero la política avanza más despacio que la tecnoeconomía. Tenemos una tecnología del siglo XXI, una economía del siglo XX y una política del siglo XIX. El mercado financiero es global, pero las políticas siguen atadas al pasado y aparecen crisis derivadas de esa asincronía, sostiene. Y completa: En la volatilidad financiera internacional y en el cambio climático hay un fenómeno del tipo global, que intenta ser manejado desde los Estados nacionales o en mesas en las cuales los actores están más preocupados en no pagar los costos que en que se solucione el problema. En este sentido, el diputado propone avanzar hacia formas democráticas de escala global, que incluyan el desarrollo nacional y regional, así como una reforma de las Naciones Unidas para tratar globalmente las grandes crisis De lo contrario, vamos a encontrar escenarios catastróficos, ya sea por el recalentamiento global, la proliferación nuclear, el terrorismo y el descontrol sobre la tecnología, advierte.
Entender los nuevos paradigmas de los tiempos corrientes se convierte en un ejercicio obligado para quien busque llevar adelante, y con éxito, un cambio profundo. Uno de los puntos que resalta Iglesias es formar un bloque regional consistente. Respecto al funcionamiento del Mercosur y de Unasur, concede: En nuestra región, son grandes los desequilibrios entre los discursos y las realidades. Se habla mucho de integración regional pero se hace poco, agrega.
Llegó la tecnoeconomía
A la luz de estos cambios, ¿es válido seguir hablando de derechas y de izquierdas? La globalización provoca una restructuración en el campo, aunque no su desaparición. Cuando tenés una tecnoeconomía global y una política nacional, los márgenes de acción de los gobiernos nacionales se achican, así como la distinción entre izquierda y derecha. Hoy, un gobierno socialista, como el de Rodríguez Zapatero en España, no difiere mucho del de Sarkozy o Merkel, contempla.
Con este marco de fondo, Iglesias vuelve a los procesos globales. Entre 1994 y 2001, cayeron los mercados emergentes -México, Brasil, los tigres asiáticos, Rusia, Turquía y la Argentina- mientras Europa y los Estados Unidos estaban bien. Hoy, al contrario, surgen los países del desarrollo. Por algo ya se habla de los BRICS (N.de la R.: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), agrega. El alza en el precio de las commodities, sin dudas, jugó un rol preponderante en la recuperación argentina. Durante la crisis de 2008, CFK dijo que estábamos haciendo las cosas bien cuando de repente apareció el mundo y nos complicó. No sé de dónde pensaba que salían los recursos que iban a la caja del Gobierno. Y por qué China podía comprar alimentos como nunca si no tenía que ver con el aumento del consumo. En los Estados Unidos y en Europa hubo una burbuja de crédito que estalló por el lado de las hipotecas subprime. Hay un circuito de híper consumo, de objetos que fabrica China, que progresa y adquiere commodities alimentarios de la Argentina, como la soja, dice. En este sentido, agrega: Cuando eso nos favorece es porque hacemos las cosas bien y cuando funciona mal es porque el mundo complotó contra nosotros. No verlo y pensar que estamos blindados es una irresponsabilidad y una demostración de ignorancia. Si la crisis se prolonga, es difícil pensar que China va a seguir manteniendo niveles elevados de crecimiento. Eso podría afectar el precio de las commodities.
En este sentido, Iglesias lee un presente complicado. Este es un Gobierno incapaz de darse límites, avanza en todos los terrenos hasta donde puede. Si en octubre se reitera el voto del 14 de agosto, van a tener un aval para avanzar en todos los sectores, dice. Asimismo, al diputado nacional le preocupa que no haya una oposición unida y fuerte. Cuando se analizan los datos económicos duros, cada una delas variables está peor que en el gobierno anterior. La Argentina va a llegar, en algunos años, a un cuello de botella generado por causas internas, siempre que no cambie el escenario internacional y se complique antes.
La Coalición Cívica, el partido liderado por Elisa Carrió, apenas superó el 3 % de aceptación durante las elecciones primarias. Respecto a la alta ventaja que sacó el oficialismo sobre su segundo, Ricardo Alfonsín, Iglesias responde: El argentino vota de una forma extraordinariamente conservadora. Es un país de anarquistas que quiere un Estado fuerte que lo proteja. Pero siempre reproduce un orden conservador, encarnado en lo peor de la política argentina, que es el PJ, asegura.
Asimismo, su lectura sobre los resultados de las últimas elecciones remite a los comicios de los 90. Este voto es muy similar al del 95. La situación objetiva es mejor que la que había durante la crisis. La referencia al estallido anterior, de Menem respecto a la híper y del Gobierno respecto a 2001, es permanente. Hay bonanza en el medio de un país que está peor. Se han perdido ocho años. En este sentido, señala que no se dieron pasos importantes en cuestiones como la pobreza, la infraestructura, los problemas energéticos, la reforma fiscal, la distribución demográfica, la educación o la salud. Además, la gente no ha identificado ningún actor de la oposición capaz de liderar un cambio. Que tengan razón o no es otra discusión. Es lo que dice el voto.
Históricamente, la Argentina ha modificado su ciclo político luego de un estallido económico. Pasó con el peronismo del 73, tras el Rodrigazo del 75. Pero también con los militares que, al principio, tuvieron un alto consenso que incluía al genocidio alrededor de la plata dulce hasta que se terminó; con el radicalismo, hasta la hiperinflación, y con los 90, hasta 2001. Creo que este ciclo, que puede haber tenido elementos de razonabilidad en los dos primeros años, es la prolongación de un modelo agotado que se continuará hasta un próximo estallido. Me produce tristeza ver un país con ocho años de crecimiento que tiene similares niveles de pobreza a los de fines de los 90, concluye. z we
Ficha
n Título: La modernidad global. Una revolución copernicana en los asuntos humanos
n Autor: Fernando Iglesias
n Editorial: Sudamericana
n Páginas: 512
n Primera edición: julio de 2011
Che, a mi tía todavía no la entrevistaron. ¿Qué esperan?