Fernando Pisani es uno de los principales referentes de la educación técnica santafesina. Y no es una exageración. Docente en escuelas de Rosario y ex titular de esta modalidad a nivel provincial, se confiesa como un «enamorado» de la escuela técnica.
Entrevistado por La Capital , describe el largo derrotero de la educación durante los últimos treinta años, desde la recuperación de la democracia hasta la consolidación neoliberal de los ‘90. De la última década destacó la sanción de la ley de educación técnico-profesional en 2005, pero planteó reparos respecto de la aplicación dispar en cada provincia. Entiende que «como escuela y como país necesitamos formar, además de buenas personas, buenos técnicos». Pero advierte que «eso no se logra desde escritorios autistas y sin pasión por nuestras escuelas».
—A treinta años del retorno de la democracia, ¿cuáles son los hechos más significativos por los que atravesó la educación técnica?
—La escuela técnica —y los técnicos— fueron una de las bases fundamentales para el desarrollo económico y social del país de mediados del siglo XX. Tal vez por eso fue uno de los sectores educativos más afectados por las políticas económicas implementadas por las últimas dictaduras cívico-militares y en las dos primeras décadas del retorno a la democracia. Porque se conjugaron dos elementos clave, el ataque y desmantelamiento de gran parte del aparato productivo industrial del país y los procesos de grandes transformaciones tecnológicas, científicas y productivas a nivel mundial, con su correlato: se necesitaban cada vez menos técnicos y al mismo tiempo la escuela técnica se desactualizaba en saberes y equipamiento. Paradójicamente, el golpe de gracia se da con el advenimiento de la democracia. Los primeros gobiernos continúan sometidos a la lógica neoliberal e incluso profundizan el proceso de vaciamiento del Estado, pero también por concepciones ideológicas que bajo un discurso académico, progresista y «educativo» imponían el modelo neoliberal.
—¿Cómo se evidenció eso?
—En el Congreso Pedagógico bajo el gobierno de Alfonsín se establecen las pautas y criterios que luego se concretarían bajo el gobierno de Menem: el proceso de transferencia de las escuelas nacionales a las provincias y la promulgación de la ley federal de educación, votada por unanimidad por peronistas, radicales, socialistas, conservadores, que tenía entre otras una característica distintiva: hacían desaparecer a las escuelas técnicas y sus títulos. Tenía que ver también con las condiciones de otorgamiento de préstamos de organismos internacionales. La educación financiada por esos dineros sólo debía ser la común a todos. Es así que mientras en la primera década de la democracia la escuela técnica estuvo abandonada a su suerte, en proceso de deterioro a todo nivel, la segunda década estuvo signada por la lucha por existir. Y así se consiguieron algunos paliativos. De más de 120 títulos técnicos que existían en el país, se consigue que se acepten a regañadientes una docena de ellos, pero encorsetados en un formato absolutamente inadecuado: los llamados trayectos técnicos profesionales (TTP), que transformaban a la escuela en un rompecabezas. Todo esto trajo como resultado una caída de la matrícula y en los aprendizajes. También aquí las escuelas debían hacer malabarismos y ocultar prácticas para darles a los alumnos una formación que mereciera el nombre de técnica. El fin de la segunda década también marcó la crisis absoluta del modelo neoliberal. En 2001 no asistimos a la caída de un modelo por el advenimiento de otro mejor, sino que fue el derrumbe por propio peso de las políticas que tanto daño hicieron al país. Con el fin de la paridad cambiaria y la devaluación del peso se dan algunas tibias recuperaciones de sectores productivos que pusieron de manifiesto el desastre producido en la educación: había demanda de mano de obra calificada, pero no había gente preparada para ello.
—¿Qué otra evaluación hace de la última década?
—El inicio de la tercera década coincidió con la aparición de un presidente desconocido, pero que no tuvo dudas de lo que había que hacer y su primera orden a sus funcionarios fue: «Las escuelas técnicas deben volver». Se inicia un proceso de esperanzas y cambios que triunfa y se corona en el 2005 con la promulgación de la ley de educación técnico-profesional; y con la creación de un fondo de financiamiento anual para garantizar el equipamiento de todas las escuelas. Pero como vivimos en un país federal y las escuelas pertenecen a cada provincia, el proceso de recuperación de las técnicas y de sus títulos es trabajoso y desigual, con gobiernos provinciales que han resistido a los cambios defendiendo en los hechos los planes de estudio de la ley federal. Santa Fe recién este año aprobó uno de los títulos más tradicionales de las escuelas técnicas, el de mecánico, y siguen negándose a aprobar otras tecnicaturas, como la de electricista, en aire acondicionado y refrigeración, entre otros. De cualquier forma, recordando el duro camino recorrido, la escuela técnica puede mirar con esperanzas la nueva década que comenzará el mes que viene. Pero no puede bajar los brazos. Ni hacia afuera ni hacia adentro, tenemos mucho que mejorar en lo que hace a los aprendizajes de nuestros alumnos y a nuestra tarea docente.
—¿Por qué decidió ser profesor de escuela técnica?
—En realidad fue al revés: algunas escuelas técnicas creyeron que yo podía servirles de algo y a regañadientes acepté. Y terminé enamorándome. Y tenía el privilegio a esa altura de mi vida de poder decidir qué hacer y dónde, pero ese privilegio venía de dos cosas: los esfuerzos que hicieron mis padres y fundamentalmente de la muy buena educación que recibí en las escuelas estatales, la primaria en Concordia (Entre Ríos) y la secundaria en Córdoba. Desde entonces trato de devolverle a la escuela algo de lo que la escuela hizo por mí. ¿Y qué significa para mí la enseñanza técnica? Técnica viene de téchne, es decir, de «arte», lo que implica hacer las cosas con arte. Un poeta de principios del siglo pasado dijo que «el arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo con el que golpearlo». No creo que sea para tanto, pero sí un cincel. Y el mundo necesita cambios. Algunos muy profundos y drásticos. Pero otros, los que están más en nuestras manos, cotidianos, del día a día. Y en la enseñanza técnica lo que en definitiva se enseña es a cambiar pequeñas pero importantes cosas de este mundo. Se enseña a crear, así sea una pieza de hierro, un banquito o un velador. Y eso es hermoso.
Entrevistado por La Capital , describe el largo derrotero de la educación durante los últimos treinta años, desde la recuperación de la democracia hasta la consolidación neoliberal de los ‘90. De la última década destacó la sanción de la ley de educación técnico-profesional en 2005, pero planteó reparos respecto de la aplicación dispar en cada provincia. Entiende que «como escuela y como país necesitamos formar, además de buenas personas, buenos técnicos». Pero advierte que «eso no se logra desde escritorios autistas y sin pasión por nuestras escuelas».
—A treinta años del retorno de la democracia, ¿cuáles son los hechos más significativos por los que atravesó la educación técnica?
—La escuela técnica —y los técnicos— fueron una de las bases fundamentales para el desarrollo económico y social del país de mediados del siglo XX. Tal vez por eso fue uno de los sectores educativos más afectados por las políticas económicas implementadas por las últimas dictaduras cívico-militares y en las dos primeras décadas del retorno a la democracia. Porque se conjugaron dos elementos clave, el ataque y desmantelamiento de gran parte del aparato productivo industrial del país y los procesos de grandes transformaciones tecnológicas, científicas y productivas a nivel mundial, con su correlato: se necesitaban cada vez menos técnicos y al mismo tiempo la escuela técnica se desactualizaba en saberes y equipamiento. Paradójicamente, el golpe de gracia se da con el advenimiento de la democracia. Los primeros gobiernos continúan sometidos a la lógica neoliberal e incluso profundizan el proceso de vaciamiento del Estado, pero también por concepciones ideológicas que bajo un discurso académico, progresista y «educativo» imponían el modelo neoliberal.
—¿Cómo se evidenció eso?
—En el Congreso Pedagógico bajo el gobierno de Alfonsín se establecen las pautas y criterios que luego se concretarían bajo el gobierno de Menem: el proceso de transferencia de las escuelas nacionales a las provincias y la promulgación de la ley federal de educación, votada por unanimidad por peronistas, radicales, socialistas, conservadores, que tenía entre otras una característica distintiva: hacían desaparecer a las escuelas técnicas y sus títulos. Tenía que ver también con las condiciones de otorgamiento de préstamos de organismos internacionales. La educación financiada por esos dineros sólo debía ser la común a todos. Es así que mientras en la primera década de la democracia la escuela técnica estuvo abandonada a su suerte, en proceso de deterioro a todo nivel, la segunda década estuvo signada por la lucha por existir. Y así se consiguieron algunos paliativos. De más de 120 títulos técnicos que existían en el país, se consigue que se acepten a regañadientes una docena de ellos, pero encorsetados en un formato absolutamente inadecuado: los llamados trayectos técnicos profesionales (TTP), que transformaban a la escuela en un rompecabezas. Todo esto trajo como resultado una caída de la matrícula y en los aprendizajes. También aquí las escuelas debían hacer malabarismos y ocultar prácticas para darles a los alumnos una formación que mereciera el nombre de técnica. El fin de la segunda década también marcó la crisis absoluta del modelo neoliberal. En 2001 no asistimos a la caída de un modelo por el advenimiento de otro mejor, sino que fue el derrumbe por propio peso de las políticas que tanto daño hicieron al país. Con el fin de la paridad cambiaria y la devaluación del peso se dan algunas tibias recuperaciones de sectores productivos que pusieron de manifiesto el desastre producido en la educación: había demanda de mano de obra calificada, pero no había gente preparada para ello.
—¿Qué otra evaluación hace de la última década?
—El inicio de la tercera década coincidió con la aparición de un presidente desconocido, pero que no tuvo dudas de lo que había que hacer y su primera orden a sus funcionarios fue: «Las escuelas técnicas deben volver». Se inicia un proceso de esperanzas y cambios que triunfa y se corona en el 2005 con la promulgación de la ley de educación técnico-profesional; y con la creación de un fondo de financiamiento anual para garantizar el equipamiento de todas las escuelas. Pero como vivimos en un país federal y las escuelas pertenecen a cada provincia, el proceso de recuperación de las técnicas y de sus títulos es trabajoso y desigual, con gobiernos provinciales que han resistido a los cambios defendiendo en los hechos los planes de estudio de la ley federal. Santa Fe recién este año aprobó uno de los títulos más tradicionales de las escuelas técnicas, el de mecánico, y siguen negándose a aprobar otras tecnicaturas, como la de electricista, en aire acondicionado y refrigeración, entre otros. De cualquier forma, recordando el duro camino recorrido, la escuela técnica puede mirar con esperanzas la nueva década que comenzará el mes que viene. Pero no puede bajar los brazos. Ni hacia afuera ni hacia adentro, tenemos mucho que mejorar en lo que hace a los aprendizajes de nuestros alumnos y a nuestra tarea docente.
—¿Por qué decidió ser profesor de escuela técnica?
—En realidad fue al revés: algunas escuelas técnicas creyeron que yo podía servirles de algo y a regañadientes acepté. Y terminé enamorándome. Y tenía el privilegio a esa altura de mi vida de poder decidir qué hacer y dónde, pero ese privilegio venía de dos cosas: los esfuerzos que hicieron mis padres y fundamentalmente de la muy buena educación que recibí en las escuelas estatales, la primaria en Concordia (Entre Ríos) y la secundaria en Córdoba. Desde entonces trato de devolverle a la escuela algo de lo que la escuela hizo por mí. ¿Y qué significa para mí la enseñanza técnica? Técnica viene de téchne, es decir, de «arte», lo que implica hacer las cosas con arte. Un poeta de principios del siglo pasado dijo que «el arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo con el que golpearlo». No creo que sea para tanto, pero sí un cincel. Y el mundo necesita cambios. Algunos muy profundos y drásticos. Pero otros, los que están más en nuestras manos, cotidianos, del día a día. Y en la enseñanza técnica lo que en definitiva se enseña es a cambiar pequeñas pero importantes cosas de este mundo. Se enseña a crear, así sea una pieza de hierro, un banquito o un velador. Y eso es hermoso.
La destrucción de la enseñanza técnica en nuestro país que ejecutó Menem es probablemente uno de sus crímenes mas repudiables.
Cierto.
En los siguientes 12 años nadie se dió cuenta…
Una de las primeras cosas que hizo este gobierno fue reabrir las escuelas técnicas en la PBA.
Incluso antes de que fueran claras las señales de la reactivación económica.
Es cierto.
Pero no ha sido una política de estado enérgica y eficiente ni lo fue para todo el País.
Vió, vió, empezó con el bold y en cualquier momento me va a estar pidiendo la ficha de afiliación al PJ.
A todo esto, estoy esperando, no digo su indignación,pero al menos un tenue reproche a los dichos del Sr Duran Barba que considera a Adolf Hitler como un político espectacular.Déle, aunque sea un tironcito de orejas.
Político:
Durán Barba es, o un hijo de puta, o un imbécil.
Y si quien lo conoce desde hace mucho, como Macri, no se dió cuenta, entonces confirmo nuevamente que Macri es otro imbécil. O no: su abuelo fue mentor de Mussolini ¿Lo sabías?
Igualmente, el mundo está lleno de gente bienpensante que en algún rapto de sincericidio dice cosas similares.
Luego suelen pedir disculpas, y listo. O no.
Pero en la Argentina, todo tiende a un equilibrio: el oficialismo tiene al antisemita de D´Elia y la oposición macrista a Duran Barba.
Y también recuerdo a Pierri, que no sé si es oficialista u opositor, cuando habló de no me acuerdo quién, llamándolo «piojo judío».
Tapoco voy a dedicar demasiado tiempo a recordar a los notables políticos y comunicadores democráticos que admiran, han admirado y admirarán al Führer. Son muchos.
Durán Barba: ¡Volvéte a Ecuador, y si podés, asesorá a Correa, que piensa igual que vos!
¿Me pasás la ficha de afiliación?
En la CABA, a diferencia de la PBA, no cerraron las esc. técnicas. Sin perjuicio de ello estoy convencido de que hay todavía mucho que hacer para mejorar la enseñanza media.
Mas allá de sus protestas, es innegable la mejora salarial del sector docente en esta década ganada. La calidad de la enseñanza mejoró bastante menos.
en un enfoque racional y eficaz,la enseñanza tecnica debe ir de la mano con el desarrollo economico del pais,proporcionndo una base humanistica y una especialidad tecnica que imcluye tanto lo agrario como lo informatico,pasando por las tradicionales mecanicas y electrotecnicas.Conviene,como alguna vez lo hizo Brasil,conocer las necesidades de los centros productivos,que estos deben informar.