Empresarios y Cía. / Por Francisco Olivera
Domingo 12 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa
Néstor Kirchner solía despertar el misterio entre empresarios deslizando anticipos sobre las próximas elecciones. «Ahí tengo un lío», empezaba en esas charlas de Olivos, y explicaba entonces que había logrado convencer a su mujer de ser candidata en 2007 después de prometerle que ninguno de los dos se presentaría en 2011. A Cristina le gustaba abonar esta idea entre sus colaboradores. Les advertía que todo terminaría en octubre de este año y que ni siquiera aspiraba a seguir como legisladora. Por si hacía falta, la Presidenta le daba a la sentencia un remate definitivo: «No me ven más».
Nadie que conociera cabalmente a Kirchner podía tomarlo en serio, y tal vez parte de esas intrigas no hayan muerto con él. Hace pocas semanas, uno de estos interlocutores habituales volvió a ver a la jefa del Estado y confirmó lo que siempre había pensado la mayoría: la Presidenta le adelantó que sería candidata porque no tenía demasiadas alternativas, a pesar de que, le aclaró, él sabía bien que a ella le gustaría más abocarse a tareas domésticas de recreación.
Los rumores de la semana pasada sobre una eventual renuncia a los comicios volvieron a ensombrecer las cosas. Ejecutivos ligados a la obra pública, un sector siempre generoso con el poder, echan leña al fuego en conversaciones privadas. Dicen estar sorprendidos porque no han empezado aún los pedidos de aportes para la campaña en la ciudad de Buenos Aires. ¿A nadie le importa Filmus? La sospecha coincide con la que tienen fabricantes de asfalto acostumbrados a que la demanda de ese insumo suba indefectiblemente en tiempos electorales por la proliferación de anuncios. Pero no: faltan cuatro meses para octubre y le venden al Estado lo mismo de siempre.
Tantas señales contrapuestas sobresaltan o tranquilizan, con abruptas variaciones en cuestión de horas, al numeroso grupo de militantes, funcionarios y dirigentes corporativos que necesita, mucho más que la verdadera protagonista, de un segundo período kirchnerista. Hace dos meses, algunos empresarios salieron entusiasmados de la quinta de Olivos, adonde volvían después de tres meses de cerrazón presidencial absoluta para con el establishment. Evidentemente, ningún dirigente le había dado al fútbol de los viernes la relevancia que merecía. Esos contactos con Kirchner eran oro en polvo. Cristina no sólo es menos dialoguista en el ámbito laboral: casi no se le conocen amigas.
Estas cuestiones de índole psicológico vienen a ser gravitantes mientras se acerca la hora de las definiciones. Quienes dan por descontada la reelección ponderan un factor ignorado hasta ahora: la vuelta de Florencia Kirchner a Olivos. La hija del matrimonio es, dicen, la única razón por la que la jefa del Estado tendría ganas de seguir. Tras su paso por Nueva York, la joven aficionada a las redes sociales no sólo come todos los días con su madre o la acompaña en sus caminatas sino que muestra, para jolgorio del entorno, un espíritu militante que se le desconocía y que acaso conmueva a la líder del movimiento.
Hasta la muerte de Kirchner, Florencia no era querida entre colaboradores que la juzgaban antojadiza e intratable. Ahora emerge como único sostén anímico de la familia, en una actitud que contrasta con la paulatina retirada de su hermano Máximo, abocado a problemas personales.
Tal vez estas razones hayan incidido en la finalización del período glacial para los empresarios. Sebastián Eskenazi, CEO de YPF, es uno de los que pudo volver de visita. Vaya si tenía motivos para aparecer por Olivos. Una andanada de rumores lo venía acechando. Siempre propensos a doblar la apuesta de la jefa, los jóvenes militantes que se identifican -no siempre con la aprobación del implicado- con Máximo Kirchner fantaseaban con la posibilidad de concretar en YPF las ideas de Roberto Feletti, algo así como un precursor para todos ellos. El viceministro de Economía sorprendió hace un mes con declaraciones acerca de la necesidad de «radicalizar el populismo» y tomar parte de la renta de las empresas. A tal punto sonaba YPF como el próximo objetivo que algunas historias sobrevolaron, con detalles insólitos, las cámaras corporativas: se habrían gastado unos dos millones de pesos en afiches para hostigar a la familia del accionista del grupo Petersen, aunque no llegaron a difundirse.
En la charla, Eskenazi le adelantó a la Presidenta una operación financiera que en realidad planea Repsol, la controlante de la filial: abrir otro 3% de YPF a la bolsa argentina, incluida una participación de los empleados. A Cristina Kirchner no le gustó la idea. Le advirtió que, con una iniciativa similar, se convertiría en el enemigo N°1 del Gobierno. El empresario entendió. Pero la operación ya fue comunicada oficialmente en Madrid por Repsol, que anunció que la concretaría durante el verano europeo.
Eskenazi debe llevarse bien con la Casa Rosada. La empresa mantiene, por lo pronto, un sugestivo silencio sobre el polvorín en que se han convertido los yacimientos de Santa Cruz, donde no está resuelta la extensión de las concesiones, un elemento crucial para los petroleros. Además, en las próximas semanas, los organismos de control deberán expedirse sobre la compra de YPF a las acciones de GASA, firma que controla en un 70% las acciones de Metrogas. Una aprobación implicaría una excepción a la ley del gas (24.076), cuyo artículo 34 prohíbe expresamente que un productor de hidrocarburos controle una distribuidora de gas.
La compra se complicó la semana pasada por desacuerdo entre los acreedores de Metrogas, en concurso preventivo e intervenida por el Gobierno. Pero ya De Vido se había anticipado a las controversias casi dando por descontada la operación, a la que definió, de todos modos, sujeta a la aprobación de los organismos. «Si los nuevos accionistas de Metrogas desisten de las acciones contra el Estado en tribunales internacionales, se renegociará el contrato, como se hizo con Gas Natural en 2006, cuando esta empresa suspendió la demanda que había empezado en el Ciadi», dijo.
Hay, con todo, un dato que Eskenazi y todos los empresarios saben de sobra: al contrario de lo que ocurría con Néstor Kirchner en vida, el sí de De Vido ya no es el sí de la Casa Rosada.
folivera@lanacion.com.ar
Domingo 12 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa
Néstor Kirchner solía despertar el misterio entre empresarios deslizando anticipos sobre las próximas elecciones. «Ahí tengo un lío», empezaba en esas charlas de Olivos, y explicaba entonces que había logrado convencer a su mujer de ser candidata en 2007 después de prometerle que ninguno de los dos se presentaría en 2011. A Cristina le gustaba abonar esta idea entre sus colaboradores. Les advertía que todo terminaría en octubre de este año y que ni siquiera aspiraba a seguir como legisladora. Por si hacía falta, la Presidenta le daba a la sentencia un remate definitivo: «No me ven más».
Nadie que conociera cabalmente a Kirchner podía tomarlo en serio, y tal vez parte de esas intrigas no hayan muerto con él. Hace pocas semanas, uno de estos interlocutores habituales volvió a ver a la jefa del Estado y confirmó lo que siempre había pensado la mayoría: la Presidenta le adelantó que sería candidata porque no tenía demasiadas alternativas, a pesar de que, le aclaró, él sabía bien que a ella le gustaría más abocarse a tareas domésticas de recreación.
Los rumores de la semana pasada sobre una eventual renuncia a los comicios volvieron a ensombrecer las cosas. Ejecutivos ligados a la obra pública, un sector siempre generoso con el poder, echan leña al fuego en conversaciones privadas. Dicen estar sorprendidos porque no han empezado aún los pedidos de aportes para la campaña en la ciudad de Buenos Aires. ¿A nadie le importa Filmus? La sospecha coincide con la que tienen fabricantes de asfalto acostumbrados a que la demanda de ese insumo suba indefectiblemente en tiempos electorales por la proliferación de anuncios. Pero no: faltan cuatro meses para octubre y le venden al Estado lo mismo de siempre.
Tantas señales contrapuestas sobresaltan o tranquilizan, con abruptas variaciones en cuestión de horas, al numeroso grupo de militantes, funcionarios y dirigentes corporativos que necesita, mucho más que la verdadera protagonista, de un segundo período kirchnerista. Hace dos meses, algunos empresarios salieron entusiasmados de la quinta de Olivos, adonde volvían después de tres meses de cerrazón presidencial absoluta para con el establishment. Evidentemente, ningún dirigente le había dado al fútbol de los viernes la relevancia que merecía. Esos contactos con Kirchner eran oro en polvo. Cristina no sólo es menos dialoguista en el ámbito laboral: casi no se le conocen amigas.
Estas cuestiones de índole psicológico vienen a ser gravitantes mientras se acerca la hora de las definiciones. Quienes dan por descontada la reelección ponderan un factor ignorado hasta ahora: la vuelta de Florencia Kirchner a Olivos. La hija del matrimonio es, dicen, la única razón por la que la jefa del Estado tendría ganas de seguir. Tras su paso por Nueva York, la joven aficionada a las redes sociales no sólo come todos los días con su madre o la acompaña en sus caminatas sino que muestra, para jolgorio del entorno, un espíritu militante que se le desconocía y que acaso conmueva a la líder del movimiento.
Hasta la muerte de Kirchner, Florencia no era querida entre colaboradores que la juzgaban antojadiza e intratable. Ahora emerge como único sostén anímico de la familia, en una actitud que contrasta con la paulatina retirada de su hermano Máximo, abocado a problemas personales.
Tal vez estas razones hayan incidido en la finalización del período glacial para los empresarios. Sebastián Eskenazi, CEO de YPF, es uno de los que pudo volver de visita. Vaya si tenía motivos para aparecer por Olivos. Una andanada de rumores lo venía acechando. Siempre propensos a doblar la apuesta de la jefa, los jóvenes militantes que se identifican -no siempre con la aprobación del implicado- con Máximo Kirchner fantaseaban con la posibilidad de concretar en YPF las ideas de Roberto Feletti, algo así como un precursor para todos ellos. El viceministro de Economía sorprendió hace un mes con declaraciones acerca de la necesidad de «radicalizar el populismo» y tomar parte de la renta de las empresas. A tal punto sonaba YPF como el próximo objetivo que algunas historias sobrevolaron, con detalles insólitos, las cámaras corporativas: se habrían gastado unos dos millones de pesos en afiches para hostigar a la familia del accionista del grupo Petersen, aunque no llegaron a difundirse.
En la charla, Eskenazi le adelantó a la Presidenta una operación financiera que en realidad planea Repsol, la controlante de la filial: abrir otro 3% de YPF a la bolsa argentina, incluida una participación de los empleados. A Cristina Kirchner no le gustó la idea. Le advirtió que, con una iniciativa similar, se convertiría en el enemigo N°1 del Gobierno. El empresario entendió. Pero la operación ya fue comunicada oficialmente en Madrid por Repsol, que anunció que la concretaría durante el verano europeo.
Eskenazi debe llevarse bien con la Casa Rosada. La empresa mantiene, por lo pronto, un sugestivo silencio sobre el polvorín en que se han convertido los yacimientos de Santa Cruz, donde no está resuelta la extensión de las concesiones, un elemento crucial para los petroleros. Además, en las próximas semanas, los organismos de control deberán expedirse sobre la compra de YPF a las acciones de GASA, firma que controla en un 70% las acciones de Metrogas. Una aprobación implicaría una excepción a la ley del gas (24.076), cuyo artículo 34 prohíbe expresamente que un productor de hidrocarburos controle una distribuidora de gas.
La compra se complicó la semana pasada por desacuerdo entre los acreedores de Metrogas, en concurso preventivo e intervenida por el Gobierno. Pero ya De Vido se había anticipado a las controversias casi dando por descontada la operación, a la que definió, de todos modos, sujeta a la aprobación de los organismos. «Si los nuevos accionistas de Metrogas desisten de las acciones contra el Estado en tribunales internacionales, se renegociará el contrato, como se hizo con Gas Natural en 2006, cuando esta empresa suspendió la demanda que había empezado en el Ciadi», dijo.
Hay, con todo, un dato que Eskenazi y todos los empresarios saben de sobra: al contrario de lo que ocurría con Néstor Kirchner en vida, el sí de De Vido ya no es el sí de la Casa Rosada.
folivera@lanacion.com.ar