La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central fue justificada por los funcionarios bajo el argumento de que era necesaria para evitar un ajuste brutal. Es cierto que, utilizando parte de los stocks acumulados en el pasado se puede morigerar el impacto sobre la economía de un shock desfavorable, pero las reservas no son suficientes para asegurarle al Gobierno que podrá transitar sin sobresaltos los próximos años sin modificar el mix de políticas actual.
Durante 2010 y 2011 los desequilibrios macroeconómicos que estaban tapados por la bonanza de las commodities y el boom de Brasil se agravaron. No se necesita ser economista para percibir que el gasto público y los salarios no pueden aumentar a un ritmo anual de 25% como lo hicieron en esos dos años. Sumados al impacto de la crisis de 2009 sobre las finanzas públicas, explican que la Argentina haya perdido los superávits gemelos: la Nación y las provincias tienen hoy un déficit después del pago de intereses del orden del 4% del PIB cuando se excluyen de los ingresos el financiamiento del BCRA y de otros organismos públicos; y la cuenta corriente del balance de pagos está equilibrada. El impuesto inflacionario que en los tiempos de superávit fiscal se utilizaba para acumular reservas en el BCRA, pasó a usarse parcialmente para financiar el déficit y hace un par de años que no alcanza y requiere del uso de reservas para hacer frente a los vencimientos de deuda.
A finales del año 2011 parecía que el Gobierno entendía que debía aprovechar el año 2012 (cuando no hay elecciones) para encauzar los números. Pero esos signos de moderación parecen haberse perdido. El gasto público nacional retomó en los dos primeros meses del año el ritmo de aumento de los dos años previos y la esperada moderación salarial no ha sido de la magnitud suficiente para frenar una peligrosa tendencia hacia el atraso cambiario.
Eso dejaría como único instrumento a los controles sobre las importaciones y sobre la compra de divisas para motivos no comerciales. Además del daño que generan en el mediano plazo, los controles, en el mejor de los casos, sólo permiten ganar tiempo que debería ser utilizado para poner en línea a los fundamentals. Si los funcionarios se enamoran de los controles corren el riesgo de profundizar la tendencia recesiva que ha empezado a insinuarse en la economía, sea por la falta de insumos y productos energéticos o por la menor inversión afectada negativamente por las trabas a girar dividendos y pagar regalías al exterior, y por el intento de culpar a determinadas empresas de los errores de política económica del pasado.
Si no vuelve a generar espacio la suerte (por medio de una nueva suba en el precio de las commodities o un nuevo salto del PIB de Brasil medido en dólares) la economía argentina no podrá transitar los próximos años sin evitar una corrección. Si se empieza hoy dicha corrección todavía puede hacerse sin un impacto desmesurado sobre la actividad económica; en cambio, si se acumulan los desequilibrios el ajuste puede ser severo con consecuencias visibles sobre la calidad de vida de la población.
Durante 2010 y 2011 los desequilibrios macroeconómicos que estaban tapados por la bonanza de las commodities y el boom de Brasil se agravaron. No se necesita ser economista para percibir que el gasto público y los salarios no pueden aumentar a un ritmo anual de 25% como lo hicieron en esos dos años. Sumados al impacto de la crisis de 2009 sobre las finanzas públicas, explican que la Argentina haya perdido los superávits gemelos: la Nación y las provincias tienen hoy un déficit después del pago de intereses del orden del 4% del PIB cuando se excluyen de los ingresos el financiamiento del BCRA y de otros organismos públicos; y la cuenta corriente del balance de pagos está equilibrada. El impuesto inflacionario que en los tiempos de superávit fiscal se utilizaba para acumular reservas en el BCRA, pasó a usarse parcialmente para financiar el déficit y hace un par de años que no alcanza y requiere del uso de reservas para hacer frente a los vencimientos de deuda.
A finales del año 2011 parecía que el Gobierno entendía que debía aprovechar el año 2012 (cuando no hay elecciones) para encauzar los números. Pero esos signos de moderación parecen haberse perdido. El gasto público nacional retomó en los dos primeros meses del año el ritmo de aumento de los dos años previos y la esperada moderación salarial no ha sido de la magnitud suficiente para frenar una peligrosa tendencia hacia el atraso cambiario.
Eso dejaría como único instrumento a los controles sobre las importaciones y sobre la compra de divisas para motivos no comerciales. Además del daño que generan en el mediano plazo, los controles, en el mejor de los casos, sólo permiten ganar tiempo que debería ser utilizado para poner en línea a los fundamentals. Si los funcionarios se enamoran de los controles corren el riesgo de profundizar la tendencia recesiva que ha empezado a insinuarse en la economía, sea por la falta de insumos y productos energéticos o por la menor inversión afectada negativamente por las trabas a girar dividendos y pagar regalías al exterior, y por el intento de culpar a determinadas empresas de los errores de política económica del pasado.
Si no vuelve a generar espacio la suerte (por medio de una nueva suba en el precio de las commodities o un nuevo salto del PIB de Brasil medido en dólares) la economía argentina no podrá transitar los próximos años sin evitar una corrección. Si se empieza hoy dicha corrección todavía puede hacerse sin un impacto desmesurado sobre la actividad económica; en cambio, si se acumulan los desequilibrios el ajuste puede ser severo con consecuencias visibles sobre la calidad de vida de la población.
Inetersante contraponer esta columna y la de abajo en lecturas
el ajuste se está haciendo con cuidado
inetersante es una nueva palabra
Y digamos que de ajuste Artana la sabe lunga.