En el living de Gustavo Grobocopatel hay un piano, muchas partituras y fotos que lo muestran trabajando en el campo. Toda una síntesis de este ingeniero agrónomo, apasionado por el canto y la innovación tecnológica, considerado referente de la agricultura de punta.
-En 2003 vaticinó que la soja era un negocio para 20 años. ..
-La soja sigue siendo un negocio para 20 años más. Existen datos objetivos, por el ritmo de aumento de la demanda. Además de China, hay que pensar en la India y otros países, porque el cambio en la dieta llegó para quedarse. China ya consume 75 kilos de carne por habitante. Y no hay muchos lugares en el mundo para producir soja en forma competitiva. El problema no es qué hacer, sino cómo hacerlo, quiénes, y cuántos van a estar involucrados.
-¿A qué se refiere con el cómo hacerlo?
-Se trata de organizarnos. Si somos importantes en algo en el mundo, eso nos abre otros mercados, no solo en agroindustria. La soja tiene valor por si misma, por lo que genera y por lo que puede lograr para la Argentina. Pero desde hace cuatro años que se destrozó la rentabilidad. Se seguía manteniendo la producción porque los precios eran altos. Preveíamos que eso iba a pasar, pero está ocurriendo de una manera dramática. En el campo no podemos vivir con esta presión impositiva, pagando impuestos aún perdiendo dinero. Además, el mundo no compra el trigo cuando el Gobierno decide autorizarte. Compra cuando lo necesita. Acabo de estar en Tucumán, Salta y Gualeguaychú, con productores e industriales y las empresas están al borde de la quiebra, o de la convocatoria. Ya no hay un problema de pérdida de rentabilidad de las compañías, sino de destrucción de sus patrimonios.
-¿Qué le aconseja a los presidenciables para dar vuelta esa situación?
-No hay una medida particular que lo resuelva. Y hay que tener en cuenta el interés general. Las políticas del Gobierno no lo tuvieron en cuenta. Se hizo una redistribución sin inclusión, porque las políticas no generaron más empleabilidad, más autonomía, emprendedurismo. Hubo una redistribución curativa o reparadora. Tenemos que ir a una redistribución con inclusión, que permita crear capacidades en las personas. Se trata de un conjunto de medidas que permitan que la industria y el sector productivo se ponga en marcha de nuevo, que sea competitivo. Hay urgencia por exportar, para que entren dólares, que pueden entrar por deuda o porque exportamos. Y es mejor que ingresen porque exportamos, en vez de tomar deuda. Y si nos endeudamos, en todo caso que sea para adquirir tecnología o bienes de uso que permitan exportar más. El endeudamiento tonto es tan grave como el desendeudamiento tonto. Nos hemos desendeudado pero hemos postergado inversiones en infraestructura.
-¿Cree que hay que devaluar?
-El tipo de cambio es la consecuencia de la competitividad de un país. Nuestra competitividad es hoy muy baja por costos y productividad. Hay que trabajar en todos los frentes. La agricultura es mucho más compleja. Hoy se requiere más cerebro por metro cuadrado. Antes la tierra era el factor de la producción más retribuido y en el futuro será el conocimiento.
.¿Para el campo, fue una década perdida?
-Tiene que ser la década aprendida. La Argentina que viene tiene que aprender de las experiencias. No hay capitalismo sin Estado y los empresarios tenemos que ayudar a construir un estado moderno. Se nos va la vida en eso también. Tenemos que prepararnos, deberíamos tener una agencia de desarrollo que integre las distintas políticas. Argentina es un país que va a tener distintos territorios pero hay que darles cierta dosis de autonomía y dosis de coordinación con la centralidad, esos son los desafíos del Estado moderno.
-¿Es compatible una Argentina exportadora con garantizar el consumo a la población?
-Países con gran desarrollo estratégico como China buscan el equilibrio entre el consumo interno, la inversión externa y la exportación. El consumo tuvo mucha importancia en los primeros años de Néstor Kirchner y lo aprovechamos para reactivar rápidamente. Pero el problema en la Argentina es que siempre estamos mirando el pasado y no vemos el futuro. Lo hace la política y también lo hacemos los empresarios, porque es más cómodo repetir lo que se conoce que cambiar y hacer algo nuevo. Pero eso invertimos poco en investigación y desarrollo y muchas veces dejamos de lado la innovación.
-En 2003 vaticinó que la soja era un negocio para 20 años. ..
-La soja sigue siendo un negocio para 20 años más. Existen datos objetivos, por el ritmo de aumento de la demanda. Además de China, hay que pensar en la India y otros países, porque el cambio en la dieta llegó para quedarse. China ya consume 75 kilos de carne por habitante. Y no hay muchos lugares en el mundo para producir soja en forma competitiva. El problema no es qué hacer, sino cómo hacerlo, quiénes, y cuántos van a estar involucrados.
-¿A qué se refiere con el cómo hacerlo?
-Se trata de organizarnos. Si somos importantes en algo en el mundo, eso nos abre otros mercados, no solo en agroindustria. La soja tiene valor por si misma, por lo que genera y por lo que puede lograr para la Argentina. Pero desde hace cuatro años que se destrozó la rentabilidad. Se seguía manteniendo la producción porque los precios eran altos. Preveíamos que eso iba a pasar, pero está ocurriendo de una manera dramática. En el campo no podemos vivir con esta presión impositiva, pagando impuestos aún perdiendo dinero. Además, el mundo no compra el trigo cuando el Gobierno decide autorizarte. Compra cuando lo necesita. Acabo de estar en Tucumán, Salta y Gualeguaychú, con productores e industriales y las empresas están al borde de la quiebra, o de la convocatoria. Ya no hay un problema de pérdida de rentabilidad de las compañías, sino de destrucción de sus patrimonios.
-¿Qué le aconseja a los presidenciables para dar vuelta esa situación?
-No hay una medida particular que lo resuelva. Y hay que tener en cuenta el interés general. Las políticas del Gobierno no lo tuvieron en cuenta. Se hizo una redistribución sin inclusión, porque las políticas no generaron más empleabilidad, más autonomía, emprendedurismo. Hubo una redistribución curativa o reparadora. Tenemos que ir a una redistribución con inclusión, que permita crear capacidades en las personas. Se trata de un conjunto de medidas que permitan que la industria y el sector productivo se ponga en marcha de nuevo, que sea competitivo. Hay urgencia por exportar, para que entren dólares, que pueden entrar por deuda o porque exportamos. Y es mejor que ingresen porque exportamos, en vez de tomar deuda. Y si nos endeudamos, en todo caso que sea para adquirir tecnología o bienes de uso que permitan exportar más. El endeudamiento tonto es tan grave como el desendeudamiento tonto. Nos hemos desendeudado pero hemos postergado inversiones en infraestructura.
-¿Cree que hay que devaluar?
-El tipo de cambio es la consecuencia de la competitividad de un país. Nuestra competitividad es hoy muy baja por costos y productividad. Hay que trabajar en todos los frentes. La agricultura es mucho más compleja. Hoy se requiere más cerebro por metro cuadrado. Antes la tierra era el factor de la producción más retribuido y en el futuro será el conocimiento.
.¿Para el campo, fue una década perdida?
-Tiene que ser la década aprendida. La Argentina que viene tiene que aprender de las experiencias. No hay capitalismo sin Estado y los empresarios tenemos que ayudar a construir un estado moderno. Se nos va la vida en eso también. Tenemos que prepararnos, deberíamos tener una agencia de desarrollo que integre las distintas políticas. Argentina es un país que va a tener distintos territorios pero hay que darles cierta dosis de autonomía y dosis de coordinación con la centralidad, esos son los desafíos del Estado moderno.
-¿Es compatible una Argentina exportadora con garantizar el consumo a la población?
-Países con gran desarrollo estratégico como China buscan el equilibrio entre el consumo interno, la inversión externa y la exportación. El consumo tuvo mucha importancia en los primeros años de Néstor Kirchner y lo aprovechamos para reactivar rápidamente. Pero el problema en la Argentina es que siempre estamos mirando el pasado y no vemos el futuro. Lo hace la política y también lo hacemos los empresarios, porque es más cómodo repetir lo que se conoce que cambiar y hacer algo nuevo. Pero eso invertimos poco en investigación y desarrollo y muchas veces dejamos de lado la innovación.