PARÍS.- Un navío a la deriva , sin capitán y habitado por centenares de ratas caníbales, se acerca peligrosamente a las costas británicas.
La historia es aterradora, aunque, por suerte, es falsa. Sin embargo, transportada por las redes sociales y los nuevos medios electrónicos de comunicación, hace tres años que no cesa de crecer.
Ya lo afirmaba Gioachino Rossini en 1816, cuando compuso el Barbero de Sevilla: el rumor, como la calumnia, «prende forza piano, piano.». Poco a poco, suavemente, se introduce en la cabeza de la gente hasta que «cual un rayo, como el fuego, ya nada lo puede detener».
El rumor es, sin duda, el modo de comunicación más viejo del mundo. Mientras más pasa el tiempo, mejor le va. Incluso en las sociedades más avanzadas y más racionales.
En Europa, por lo menos, los nuevos canales de comunicación -redes sociales e Internet- le otorgan a los rumores títulos de nobleza y una velocidad insospechada de propagación al punto que han llegado a obsesionar hasta a los principales medios de comunicación tradicionales y a inquietar a gobiernos.Mientras más grande es la mentira propagada por el rumor, más posibilidades tiene de ser creída.
Ése es el caso de la historia del barco fantasma, que terminó por enloquecer a la prensa anglosajona (e incluso francesa).
El paquebote Lyubov Orlova fue construido en Yugoslavia para la Unión Soviética en 1976 y destinado a realizar cruceros con miembros de la elite comunista en el Antártico.
En 2010 fue confiscado por las autoridades canadienses como parte de las deudas de su propietario. Dos años después, el buque partió de la isla de Terranova para ser desguazado en la República Dominicana. Pero al día siguiente, en una tempestad se rompieron las amarras que lo sujetaban al remolcador y la nave se perdió en el mar.
Según el diario británico The Independent, los guardacostas estadounidenses lo encontraron recién a fines de enero de 2013 y, como el buque no representa ningún peligro, decidieron abandonarlo en aguas internacionales.
Desde entonces, atizada por las redes sociales y la prensa anglosajona, la historia del Lyubov Orlova se transformó en objeto de todos los fantasmas, incluso en los diarios más prestigiosos de Gran Bretaña como The Guardian.
El periódico The Sun publicó recientemente las declaraciones de un cazador de barcos perdidos, Pim de Rhodes, que habló de la posibilidad de que el navío no esté muy lejos de las costas británicas. El diario afirmó además que lo habitan «centenares de ratas caníbales» que se estarían devorando entre ellas.
El rumor adquirió tanta envergadura que obligó a las autoridades británicas a desmentir la presencia del buque cerca de las costas de Gran Bretaña.
«No hemos recibido ningún signo del navío desde el mes de abril», aseguró a la BBC el vocero de la agencia marítima y guardacostas del reino, sin demasiado éxito.
Lo mismo le está sucediendo al gobierno francés, que desde hace unas semanas intenta inútilmente poner fin a «Un día por mes», un programa destinado a boicotear a las escuelas, que ya provocó un considerable ausentismo en un centenar de establecimientos.
Coordinado desde el sitio de Internet llamado el movimiento de «Las jornadas de ausencia de los niños de las escuelas «(JRE), denuncia lo que denomina «la enseñanza de la teoría del género» en la escuela, destinada a negar las diferencias entre chicas y chicos, y que «atenta contra la integridad y el pudor» de los niños.
Para atemorizar todavía más a los padres, sus iniciadores afirman que se dictan cursos de educación sexual desde el jardín de infantes, se incita a la masturbación y se hace la apología de la homosexualidad.
Que esto suceda en Francia parece imposible de creer. Sin embargo, el rumor terminó convirtiéndose en un tsunami.
El disparador de ese gran delirio fueron los llamados «ABCD de la igualdad». Lanzados conjuntamente por los ministerios de Educación y del Derecho de la Mujer, en septiembre de 2013, esos programas consisten en organizar talleres para luchar contra los prejuicios y estereotipos de géneros en la escuela. El objetivo es claro: corregir la desigualdades entre sexos desde la infancia. La sublevación sería ridícula, si no revelara una realidad política inquietante: incluso en el país que creó el cartesianismo, la gente común puede ser manipulada por los extremismos con un simple clic en Internet.
Lo grave es que no se trata de casos aislados: el rumor se volvió un clásico de la política y, lamentablemente, de los medios.
Otro rumor crece vertiginosamente en las redes sociales planetarias desde hace dos semanas. Afirma que, el día que el presidente François Hollande confesó su infidelidad con una bella actriz, su entonces compañera, Valérie Trierweiler, fue presa de una furia tan incontenible que terminó destrozando muebles y objetos del despacho presidencial por un valor de tres millones de euros.
En una semana, el Servicio del Mobiliario Nacional, responsable de administrar los objetos del Palacio del Elíseo, se vio obligado a desmentir. Una vez más, inútilmente.
En todo caso, ¿dónde está el Lyubov Orlova? Es bien probable que esté en el fondo del mar, avanza el periódico francés Libération.
Según el matutino, la Agencia de Inteligencia Geoespacial norteamericana (NGA) lo divisó en febrero de 2013 «gracias a una baliza de emergencia activada en forma automática, seguramente por el agua que entraba en el navío».
Los servicios estadounidenses lo siguieron durante tres días, cuando derivaba en dirección noroeste, a 800 kilómetros de su punto de partida. En ese momento, estaba a 2400 kilómetros de las costas irlandesas.
Vehículos del horror, ciertos temas son recurrentes en el fenómeno del rumor: envenenamientos alimentarios, crímenes sexuales, complots de todo tipo, violencias urbanas.
El problema es que el rumor es bulímico, se alimenta de todo lo que le pasa cerca. ¿Cómo identificarlo, controlarlo, canalizarlo? ¿Y en qué reside su irrefrenable poder de seducción? Ése es el verdadero enigma. .
La historia es aterradora, aunque, por suerte, es falsa. Sin embargo, transportada por las redes sociales y los nuevos medios electrónicos de comunicación, hace tres años que no cesa de crecer.
Ya lo afirmaba Gioachino Rossini en 1816, cuando compuso el Barbero de Sevilla: el rumor, como la calumnia, «prende forza piano, piano.». Poco a poco, suavemente, se introduce en la cabeza de la gente hasta que «cual un rayo, como el fuego, ya nada lo puede detener».
El rumor es, sin duda, el modo de comunicación más viejo del mundo. Mientras más pasa el tiempo, mejor le va. Incluso en las sociedades más avanzadas y más racionales.
En Europa, por lo menos, los nuevos canales de comunicación -redes sociales e Internet- le otorgan a los rumores títulos de nobleza y una velocidad insospechada de propagación al punto que han llegado a obsesionar hasta a los principales medios de comunicación tradicionales y a inquietar a gobiernos.Mientras más grande es la mentira propagada por el rumor, más posibilidades tiene de ser creída.
Ése es el caso de la historia del barco fantasma, que terminó por enloquecer a la prensa anglosajona (e incluso francesa).
El paquebote Lyubov Orlova fue construido en Yugoslavia para la Unión Soviética en 1976 y destinado a realizar cruceros con miembros de la elite comunista en el Antártico.
En 2010 fue confiscado por las autoridades canadienses como parte de las deudas de su propietario. Dos años después, el buque partió de la isla de Terranova para ser desguazado en la República Dominicana. Pero al día siguiente, en una tempestad se rompieron las amarras que lo sujetaban al remolcador y la nave se perdió en el mar.
Según el diario británico The Independent, los guardacostas estadounidenses lo encontraron recién a fines de enero de 2013 y, como el buque no representa ningún peligro, decidieron abandonarlo en aguas internacionales.
Desde entonces, atizada por las redes sociales y la prensa anglosajona, la historia del Lyubov Orlova se transformó en objeto de todos los fantasmas, incluso en los diarios más prestigiosos de Gran Bretaña como The Guardian.
El periódico The Sun publicó recientemente las declaraciones de un cazador de barcos perdidos, Pim de Rhodes, que habló de la posibilidad de que el navío no esté muy lejos de las costas británicas. El diario afirmó además que lo habitan «centenares de ratas caníbales» que se estarían devorando entre ellas.
El rumor adquirió tanta envergadura que obligó a las autoridades británicas a desmentir la presencia del buque cerca de las costas de Gran Bretaña.
«No hemos recibido ningún signo del navío desde el mes de abril», aseguró a la BBC el vocero de la agencia marítima y guardacostas del reino, sin demasiado éxito.
Lo mismo le está sucediendo al gobierno francés, que desde hace unas semanas intenta inútilmente poner fin a «Un día por mes», un programa destinado a boicotear a las escuelas, que ya provocó un considerable ausentismo en un centenar de establecimientos.
Coordinado desde el sitio de Internet llamado el movimiento de «Las jornadas de ausencia de los niños de las escuelas «(JRE), denuncia lo que denomina «la enseñanza de la teoría del género» en la escuela, destinada a negar las diferencias entre chicas y chicos, y que «atenta contra la integridad y el pudor» de los niños.
Para atemorizar todavía más a los padres, sus iniciadores afirman que se dictan cursos de educación sexual desde el jardín de infantes, se incita a la masturbación y se hace la apología de la homosexualidad.
Que esto suceda en Francia parece imposible de creer. Sin embargo, el rumor terminó convirtiéndose en un tsunami.
El disparador de ese gran delirio fueron los llamados «ABCD de la igualdad». Lanzados conjuntamente por los ministerios de Educación y del Derecho de la Mujer, en septiembre de 2013, esos programas consisten en organizar talleres para luchar contra los prejuicios y estereotipos de géneros en la escuela. El objetivo es claro: corregir la desigualdades entre sexos desde la infancia. La sublevación sería ridícula, si no revelara una realidad política inquietante: incluso en el país que creó el cartesianismo, la gente común puede ser manipulada por los extremismos con un simple clic en Internet.
Lo grave es que no se trata de casos aislados: el rumor se volvió un clásico de la política y, lamentablemente, de los medios.
Otro rumor crece vertiginosamente en las redes sociales planetarias desde hace dos semanas. Afirma que, el día que el presidente François Hollande confesó su infidelidad con una bella actriz, su entonces compañera, Valérie Trierweiler, fue presa de una furia tan incontenible que terminó destrozando muebles y objetos del despacho presidencial por un valor de tres millones de euros.
En una semana, el Servicio del Mobiliario Nacional, responsable de administrar los objetos del Palacio del Elíseo, se vio obligado a desmentir. Una vez más, inútilmente.
En todo caso, ¿dónde está el Lyubov Orlova? Es bien probable que esté en el fondo del mar, avanza el periódico francés Libération.
Según el matutino, la Agencia de Inteligencia Geoespacial norteamericana (NGA) lo divisó en febrero de 2013 «gracias a una baliza de emergencia activada en forma automática, seguramente por el agua que entraba en el navío».
Los servicios estadounidenses lo siguieron durante tres días, cuando derivaba en dirección noroeste, a 800 kilómetros de su punto de partida. En ese momento, estaba a 2400 kilómetros de las costas irlandesas.
Vehículos del horror, ciertos temas son recurrentes en el fenómeno del rumor: envenenamientos alimentarios, crímenes sexuales, complots de todo tipo, violencias urbanas.
El problema es que el rumor es bulímico, se alimenta de todo lo que le pasa cerca. ¿Cómo identificarlo, controlarlo, canalizarlo? ¿Y en qué reside su irrefrenable poder de seducción? Ése es el verdadero enigma. .