Argentina
Guiño de De Mendiguren a Carta Abierta en base a las diferencias entre industriales
Marcó la necesidad de profundizar el diálogo
El titular de la UIA pidió una reunión con los principales referentes de Carta Abierta
Por Pablo Waisberg
En una reunión reservada, donde no participaron más de quince personas, el jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, explicó a los principales referentes de Carta Abierta que la gremial empresarial que encabeza no es monocolor y que él está dispuesto a sentarse a conversar para “avanzar en un proyecto de desarrollo nacional”. También buscó alivianar el peso del último documento de la agrupación de intelectuales, donde se cuestionó “la transferencia de ingresos a los sectores más concentrados de la economía” que garantizó la llamada “pesificación asimétrica”, y les dijo que ése fue un mal menor. “Eso fue parte de una etapa de resistencia, para que no nos llevaran puestos los del club de la dolarización”, justificó De Mendiguen.
No se encontró allí con una pared porque “fue una reunión amable, para escuchar”, como definió uno de los cuatro participantes del encuentro que reconstruyeron el intercambio para BAE. Incluso escuchó algunas definiciones que lo hicieron pensar en que había hecho bien en pedir la reunión. “Hace treinta años íbamos contra las empresas, pero ahora estamos dispuestos a recrear una burguesía nacional”, le dijo uno de los intelectuales que firmaron la Carta 11, que se difundió en diciembre y que contiene cuestionamientos al comportamiento de la UIA.
“Creo en la necesidad de que un proyecto nacional de desarrollo tiene que tener un diálogo profundo. Un diálogo que permita analizar los disensos. Sé que tienen dudas, pero el empresariado no es uno solo. Está mal catalogar a la UIA como uno solo, porque es una central muy extensa”, les dijo, más o menos textual, De Mendiguren en un intento por acortar distancias.
En la Sala de Situación de la Biblioteca Nacional, ubicada dentro de la dirección de la entidad, en el primer piso del edificio, lo escucharon, entre otros, el anfitrión, Horacio González; el titular del Cefid-ar (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo), Guillermo Wierzba; el director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Eduardo Jozami, y el rector de la Universidad de General Sarmiento, Eduardo Rinesi, que había ido de visita y se sumó a la reunión. También había varios integrantes de la Comisión de Economía de Carta Abierta.
En esa oficina, que tiene una mesa para una veintena de personas, vista a la cuidada y prolija Plaza del Lector y se utiliza para las reuniones de la mesa chica de Carta Abierta, De Mendiguren dijo que después de la crisis del 2002 construyó junto al kirchnerismo y que hubo “mucho acuerdo”. Y aprovechó para destacar la figura de Hugo Moyano y resaltar esa coincidencia con los intelectuales, que en su último documento señalaron que “el grupo que hoy conduce la CGT se templó en la resistencia de los años ’90, y desde el 2003 para aquí articuló alianzas al tiempo que sostuvo la mejora de los salarios y la ampliación de derechos”.
Pero lo que llevó al “Vasco” –como le dicen en la UIA al dueño de la pyme Texlona– a la Biblioteca Nacional no fue ese acuerdo sino las críticas destempladas que anotaron los intelectuales, como a la “persistente fuga de capitales” que durante los ’90 se financiaba con endeudamiento y “hoy se lo hace con las divisas del superávit comercial, conseguido como resultado de la actual política económica y de las condiciones de la economía mundial”.
Esos señalamientos tienen como antecedente el trabajo de Pablo Manzanelli sobre la inversión y concentración de capital en los últimos años. Se trata de un paper que incluye a la UIA, que tiene entre sus asociados a algunas de esas 500 grandes empresas. Entre ellas se anotan Fiat, Techint y Ledesma, tres empresas que mantuvieron posiciones oscilantes y confrontativas con el Gobierno nacional.
Por eso, De Mendiguren –que recibió la suficiente cantidad de preguntas para exponer durante casi cuatro horas– insistió en la necesidad de dialogar, diferenciar y trabajar juntos.
El comportamiento de la formación de capital
En el trabajo “Peculiaridades en el comportamiento de la formación de capital en las grandes empresas durante la posconvertibilidad”, Pablo Manzanelli plantea tres grandes cuestionamientos al sector empresarial: el alto grado de concentración, la baja tasa de inversión del conglomerado de las 500 más grandes empresas y su alto margen de ganancia.
“Durante la posconvertibilidad persisten los sesgos concentradores subyacentes en los años ’90, pero en un nuevo nivel (muy superior) después de los profundos reacomodamientos que trajo aparejada la salida del régimen de convertibilidad”, señala Manzanelli.
También compara que “mientras que en las 500 firmas más grandes la tasa de inversión fue del 19,3% en el 2008, en el conjunto de la economía nacional dicha tasa trepó hasta alcanzar el 25,1% en el mismo año, es decir, casi 6 puntos porcentuales más elevada que la de las grandes corporaciones”.
“Las 500 firmas de mayor tamaño que, en consonancia con la creciente oligopolización de la estructura productiva, explican porciones crecientes del valor agregado, no hacen lo propio en materia de inversión, estableciendo, así, una suerte de ‘círculo vicioso’, puesto que, de esta forma, estarían limitando la expansión económica de la que ellos se estarían nutriendo”, advierte el economista.
En cuanto a los márgenes de ganancia de las grandes empresas, Manzanelli subraya que “principalmente por el sostenimiento de bajos costos laborales”, las grandes corporaciones muestran “elevados márgenes de ganancia (utilidades netas sobre valor agregado bruto) en la posconvertibilidad (31,8%), incluso más altos que los no desdeñables niveles que se registraron en los años ’90 (19,6%)”.
Guiño de De Mendiguren a Carta Abierta en base a las diferencias entre industriales
Marcó la necesidad de profundizar el diálogo
El titular de la UIA pidió una reunión con los principales referentes de Carta Abierta
Por Pablo Waisberg
En una reunión reservada, donde no participaron más de quince personas, el jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, explicó a los principales referentes de Carta Abierta que la gremial empresarial que encabeza no es monocolor y que él está dispuesto a sentarse a conversar para “avanzar en un proyecto de desarrollo nacional”. También buscó alivianar el peso del último documento de la agrupación de intelectuales, donde se cuestionó “la transferencia de ingresos a los sectores más concentrados de la economía” que garantizó la llamada “pesificación asimétrica”, y les dijo que ése fue un mal menor. “Eso fue parte de una etapa de resistencia, para que no nos llevaran puestos los del club de la dolarización”, justificó De Mendiguen.
No se encontró allí con una pared porque “fue una reunión amable, para escuchar”, como definió uno de los cuatro participantes del encuentro que reconstruyeron el intercambio para BAE. Incluso escuchó algunas definiciones que lo hicieron pensar en que había hecho bien en pedir la reunión. “Hace treinta años íbamos contra las empresas, pero ahora estamos dispuestos a recrear una burguesía nacional”, le dijo uno de los intelectuales que firmaron la Carta 11, que se difundió en diciembre y que contiene cuestionamientos al comportamiento de la UIA.
“Creo en la necesidad de que un proyecto nacional de desarrollo tiene que tener un diálogo profundo. Un diálogo que permita analizar los disensos. Sé que tienen dudas, pero el empresariado no es uno solo. Está mal catalogar a la UIA como uno solo, porque es una central muy extensa”, les dijo, más o menos textual, De Mendiguren en un intento por acortar distancias.
En la Sala de Situación de la Biblioteca Nacional, ubicada dentro de la dirección de la entidad, en el primer piso del edificio, lo escucharon, entre otros, el anfitrión, Horacio González; el titular del Cefid-ar (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo), Guillermo Wierzba; el director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Eduardo Jozami, y el rector de la Universidad de General Sarmiento, Eduardo Rinesi, que había ido de visita y se sumó a la reunión. También había varios integrantes de la Comisión de Economía de Carta Abierta.
En esa oficina, que tiene una mesa para una veintena de personas, vista a la cuidada y prolija Plaza del Lector y se utiliza para las reuniones de la mesa chica de Carta Abierta, De Mendiguren dijo que después de la crisis del 2002 construyó junto al kirchnerismo y que hubo “mucho acuerdo”. Y aprovechó para destacar la figura de Hugo Moyano y resaltar esa coincidencia con los intelectuales, que en su último documento señalaron que “el grupo que hoy conduce la CGT se templó en la resistencia de los años ’90, y desde el 2003 para aquí articuló alianzas al tiempo que sostuvo la mejora de los salarios y la ampliación de derechos”.
Pero lo que llevó al “Vasco” –como le dicen en la UIA al dueño de la pyme Texlona– a la Biblioteca Nacional no fue ese acuerdo sino las críticas destempladas que anotaron los intelectuales, como a la “persistente fuga de capitales” que durante los ’90 se financiaba con endeudamiento y “hoy se lo hace con las divisas del superávit comercial, conseguido como resultado de la actual política económica y de las condiciones de la economía mundial”.
Esos señalamientos tienen como antecedente el trabajo de Pablo Manzanelli sobre la inversión y concentración de capital en los últimos años. Se trata de un paper que incluye a la UIA, que tiene entre sus asociados a algunas de esas 500 grandes empresas. Entre ellas se anotan Fiat, Techint y Ledesma, tres empresas que mantuvieron posiciones oscilantes y confrontativas con el Gobierno nacional.
Por eso, De Mendiguren –que recibió la suficiente cantidad de preguntas para exponer durante casi cuatro horas– insistió en la necesidad de dialogar, diferenciar y trabajar juntos.
El comportamiento de la formación de capital
En el trabajo “Peculiaridades en el comportamiento de la formación de capital en las grandes empresas durante la posconvertibilidad”, Pablo Manzanelli plantea tres grandes cuestionamientos al sector empresarial: el alto grado de concentración, la baja tasa de inversión del conglomerado de las 500 más grandes empresas y su alto margen de ganancia.
“Durante la posconvertibilidad persisten los sesgos concentradores subyacentes en los años ’90, pero en un nuevo nivel (muy superior) después de los profundos reacomodamientos que trajo aparejada la salida del régimen de convertibilidad”, señala Manzanelli.
También compara que “mientras que en las 500 firmas más grandes la tasa de inversión fue del 19,3% en el 2008, en el conjunto de la economía nacional dicha tasa trepó hasta alcanzar el 25,1% en el mismo año, es decir, casi 6 puntos porcentuales más elevada que la de las grandes corporaciones”.
“Las 500 firmas de mayor tamaño que, en consonancia con la creciente oligopolización de la estructura productiva, explican porciones crecientes del valor agregado, no hacen lo propio en materia de inversión, estableciendo, así, una suerte de ‘círculo vicioso’, puesto que, de esta forma, estarían limitando la expansión económica de la que ellos se estarían nutriendo”, advierte el economista.
En cuanto a los márgenes de ganancia de las grandes empresas, Manzanelli subraya que “principalmente por el sostenimiento de bajos costos laborales”, las grandes corporaciones muestran “elevados márgenes de ganancia (utilidades netas sobre valor agregado bruto) en la posconvertibilidad (31,8%), incluso más altos que los no desdeñables niveles que se registraron en los años ’90 (19,6%)”.