La economía argentina transita una inercia compleja. Existen algunos condicionantes económicos que serán imposibles de revertir durante los últimos dos años de gestión, dado el enfoque económico imperante.
Por un lado el crecimiento económico resultará tan escaso (menos del 2% real anual) que tenderá a ser nulo en términos per cápita. La expansividad de la política económica (fiscal y monetaria) sirvió para reactivar nuestra economía con aumentos reales de más del 7% en 2010 y 2011, aunque con inflación del 25% anual. Ya en el bienio siguiente (2012 y 2013), con una inflación ligeramente en alza, el crecimiento fue magro. Esto demuestra el agotamiento de la política económica expansiva como motor de la economía real.
Por otro lado, tanto la brecha cambiaria, como la caída de reservas internacionales perdurarán hasta el final del mandato de la presidenta de la Argentina, siempre que se descarte una mega devaluación. La utilización del Banco Central como monedero del gobierno desde 2010, que desembocó en la decisión del cepo cambiario a fines de 2011, provocó un círculo vicioso sumamente peligroso. Primero, brecha cambiaria y luego, pérdida de reservas internacionales, que se retroalimentan de la peor manera. En este contexto, no se podrá abandonar el cepo en los dos últimos años del gobierno kirchnerista, ya que son muchos los pesos en relación a los dólares y el retraso cambiario practicado entre 2010 y 2012 es un atractivo mayúsculo para la demanda de dólares de los agentes económicos, si no existieran trabas para acceder a los mismos.
El escenario económico base para los próximos dos años, mostrará crecimiento económico exiguo, salarios y empleos escuálidos, inflación y tipos de cambio en suba; operando la dominancia fiscal sobre la política monetaria y con reservas internacionales cayendo.
Ahora bien, en este escenario la nominalidad migrará por lo menos del 25 al 30% anual. Los agregados monetarios y el gasto público seguirán creciendo en torno al 30% anual. Adicionalmente, la devaluación de nuestra moneda dejó de ser ancla inflacionaria. Entre 2010 y 2012 el dólar subió su precio casi un 30%, mientras la inflación acumuló aproximadamente el 100%, durante esos tres años. Ahora la devaluación corre más rápido que la inflación, pero esto no es eterno sin cambios de fondo, ya que la inflación alcanzará a la devaluación acelerada, no más allá del cierre de nuestro verano. Es casi imposible que los salarios sean el ancla inflacionaria, después del conflicto policial, los saqueos y los cortes de luz. Por lo tanto, la nominalidad de las variables económicas relevantes (el gasto público, el dinero, la devaluación, los salarios y los precios) será más alta durante los próximos dos años.
¿Como evitar que la nominalidad sea creciente?
Pese a los cambios realizados por el gobierno las dudas no desaparecen, en particular no hay respuesta para las siguientes preguntas: ¿Qué nivel de tipo de cambio quiere defender el gobierno?, ¿por qué los ahorristas no cuentan con alternativas de inversión?, ¿disminuirá la dominancia fiscal sobre la política monetaria?
Mientras tanto, el estado de situación del frente monetario-cambiario de la Argentina está comprometido. Los agregados monetarios crecieron al 35% anual durante los últimos cuatro años (2010/13), las reservas líquidas internacionales cayeron más de u$s 20.000 millones, el financiamiento al Sector Público del Banco Central representa dos de cada tres pesos del total de su activo y su Patrimonio Neto ajustado (con Letras Intransferibles al 50%) es negativo en casi 50.000 millones de pesos.
Equiparando nuestra situación económica, con la de un equipo grande de futbol con muchas frustraciones acumuladas; si este quiere acceder al premio del campeonato necesita de buenos jugadores, de una adecuada infraestructura, de una mística ganadora y principalmente de trabajo físico y táctico. Si repasamos la situación de la economía argentina; bienvenidos el cambio de gabinete (aunque parece más cosmético que profundo) y la mejor infraestructura provista por el acelerado dólar oficial y el abatido contado con liquidación. También es elogiable la nueva filosofía (más zanahoria y menos palo) en el accionar de la política económica; aunque lo más importante para alcanzar el éxito (en este caso, que ingresen dólares) es el trabajo. Y el trabajo es un plan anti-inflacionario que comience por la correcta medición de la inflación (¿a través del nuevo IPC?), la restricción a los subsidios no necesarios (para bajar la dominancia fiscal), objetivos de variación nominal del gasto público, del dinero, los salarios y precios; más un Programa Financiero del Sector Público en el que desaparezca el Banco Central como proveedor excluyente de recursos con derivaciones crecientes de inflación y devaluación.
Para evitar, en los próximos dos años, una nominalidad creciente (tal vez, del 30 al 50%), la institución monetaria deberá cambiar su protagonismo como proveedor financiero (uso y abuso de reservas internacionales y de pesos) por otro donde priorice la estabilidad monetaria, a través de la protección y el cuidado de los ahorristas. En los próximos dos meses (diciembre y enero/febrero) las licitaciones semanales de Lebac y Nobac, la continuidad o no de la línea de crédito para la inversión productiva, la lectura de la programación monetaria 2014 (Objetivos y Planes) y el destino de la fuerte emisión monetaria de fin de año; permitirán anticipar si la nominalidad, además de ser más alta (en el orden del 30% anual) será creciente con el paso de los meses.