Un sector del kirchnerismo creó un relato de la historia que usa para hacer política en el presente. Llegaron a decir que no importa la veracidad del relato sino que sirva para su pelea actual.
La historia oficial es una historia de buenos (ellos) y malos (los demás) aunque la realidad tenga la profundidad de los matices.
Los extremistas están estrechamente vinculados a la superficialidad, diría Merton. Lo profundo está en el centro y no en los extremos. Las historias entre buenos y malos sirven para dividir o para atacar pero no para acordar y construir. Sin división no hay guerra, sin unidad no hay paz.
Nuestro relato alternativo es el de la unidad nacional, la construcción y el respeto.
No es real que Argentina sea o haya sido un país de bandoleros que se entregan al extranjero y esclavizan a los humildes como quieren hacernos creer desde el relato oficial para inventar un malo y ubicarse entre los buenos. Lo cierto es que Argentina fue libertadora y uno de los principales laboratorios de inclusión, integración y desarrollo del mundo.
Su receta fue la revolucionaria educación popular de los Sarmientos y Avellanedas, que ahora debe ser impulsada por Internet y por el control de la calidad educativa . Nuestro relato suma dos valores: el respeto por el Estado de Derecho y la libertad para que cada argentino pueda desarrollarse. Saavedra, Moreno, Belgrano y San Martín lucharon por lo mismo: independencia, libertad, igualdad, el derecho y la ley, en contra del autoritarismo de los gobiernos de turno.
La Argentina de 1913 era el primer exportador por cabeza del mundo y su ingreso per cápita era mayor al de Francia o Rusia.
Mientras se convertía en la quinta potencia económica de la tierra, Argentina recibió e incluyó a millones de inmigrantes que duplicaron su población. La educación popular de calidad nos igualaba mientras la libertad personal, protegida por el derecho, fortalecía nuestra “tierra de promisión” y de progreso. Lejos del entreguismo generalizado, creíamos que no éramos menos que nadie. Lo hicimos; podemos hacerlo.
En nuestro relato es inaceptable que la Argentina tenga 30% de su pueblo con las necesidades básicas insatisfechas, bajo una línea de pobreza empujada por la inflación. Nuestro relato es que la ley y la libertad generarán una ola de producción que terminará con la inflación y creará empleos de calidad. Nuestro relato es el de la industrialización de materias primas, alimentos y minerales; el de las industrias culturales, los servicios globales, el turismo y la construcción de infraestructura. En nuestro relato hay más inclusión porque hay previsibilidad para invertir y crear trabajo, en una democracia con jueces que no dependan de políticos ni presidentes que legislan por decreto.
En nuestro relato es más importante el largo plazo que el corto; el futuro que el pasado; el cambio que la resignación; los hechos que las palabras; la unión que la división; la construcción que la destrucción; el respeto que la intolerancia; el diálogo que la cadena nacional; el centro que las extremas derechas o izquierdas. Tenemos recursos para garantizar dignidad e igualdad. Nuestro relato es que hay una Argentina mejor y es posible.
La historia oficial es una historia de buenos (ellos) y malos (los demás) aunque la realidad tenga la profundidad de los matices.
Los extremistas están estrechamente vinculados a la superficialidad, diría Merton. Lo profundo está en el centro y no en los extremos. Las historias entre buenos y malos sirven para dividir o para atacar pero no para acordar y construir. Sin división no hay guerra, sin unidad no hay paz.
Nuestro relato alternativo es el de la unidad nacional, la construcción y el respeto.
No es real que Argentina sea o haya sido un país de bandoleros que se entregan al extranjero y esclavizan a los humildes como quieren hacernos creer desde el relato oficial para inventar un malo y ubicarse entre los buenos. Lo cierto es que Argentina fue libertadora y uno de los principales laboratorios de inclusión, integración y desarrollo del mundo.
Su receta fue la revolucionaria educación popular de los Sarmientos y Avellanedas, que ahora debe ser impulsada por Internet y por el control de la calidad educativa . Nuestro relato suma dos valores: el respeto por el Estado de Derecho y la libertad para que cada argentino pueda desarrollarse. Saavedra, Moreno, Belgrano y San Martín lucharon por lo mismo: independencia, libertad, igualdad, el derecho y la ley, en contra del autoritarismo de los gobiernos de turno.
La Argentina de 1913 era el primer exportador por cabeza del mundo y su ingreso per cápita era mayor al de Francia o Rusia.
Mientras se convertía en la quinta potencia económica de la tierra, Argentina recibió e incluyó a millones de inmigrantes que duplicaron su población. La educación popular de calidad nos igualaba mientras la libertad personal, protegida por el derecho, fortalecía nuestra “tierra de promisión” y de progreso. Lejos del entreguismo generalizado, creíamos que no éramos menos que nadie. Lo hicimos; podemos hacerlo.
En nuestro relato es inaceptable que la Argentina tenga 30% de su pueblo con las necesidades básicas insatisfechas, bajo una línea de pobreza empujada por la inflación. Nuestro relato es que la ley y la libertad generarán una ola de producción que terminará con la inflación y creará empleos de calidad. Nuestro relato es el de la industrialización de materias primas, alimentos y minerales; el de las industrias culturales, los servicios globales, el turismo y la construcción de infraestructura. En nuestro relato hay más inclusión porque hay previsibilidad para invertir y crear trabajo, en una democracia con jueces que no dependan de políticos ni presidentes que legislan por decreto.
En nuestro relato es más importante el largo plazo que el corto; el futuro que el pasado; el cambio que la resignación; los hechos que las palabras; la unión que la división; la construcción que la destrucción; el respeto que la intolerancia; el diálogo que la cadena nacional; el centro que las extremas derechas o izquierdas. Tenemos recursos para garantizar dignidad e igualdad. Nuestro relato es que hay una Argentina mejor y es posible.