El presidente de FIDE defiende la decisión del Gobierno de combatir bicicletas financieras con el billete verde. Pronostica que las restricciones seguirán hasta 2013 e impulsa la pesificación del mercado inmobiliario. Advierte por los precios.
Héctor Valle es presidente de FIDE, la fundación donde se nutrió durante años la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Desde una visión heterodoxa, el economista analiza en esta entrevista de Página/12 dos aspectos cruciales de la agenda económica: la situación del mercado cambiario y la cuestión inflacionaria. A contramano del discurso de los gurúes de la city, elogia lo que ellos critican y reprocha al Gobierno por no ir más allá.
En los últimos días se debatió sobre la posibilidad de un desdoblamiento del mercado cambiario, ¿cuál es su opinión?
No es buena idea. En los 70 y 80 se apeló a ello como una solución de emergencia frente a presiones muy fuertes en el dólar paralelo. El resultado es que se generan situaciones de inestabilidad y se termina convalidando el precio del mercado negro. Fueron medidas que se dieron en un contexto de gran endeudamiento externo público y privado y en medio de graves tensiones inflacionarias. Nada de eso está presente en la actualidad.
Quienes defienden el proyecto dicen que sería una forma de resolver un problema de atraso cambiario.
Lo que creo es que entraríamos otra vez en el famoso circuito de devaluaciones, golpes inflacionarios y vuelta a empezar. No me parece una salida, sin ignorar que hay un tema con el tipo de cambio, pero que está más vinculado con el denominador de la cuenta, con lo que está pasando con los precios. En un contexto de inflación de dos dígitos es bastante complicado tener un ajuste cambiario de solamente 5 o 6 por ciento anual.
El Gobierno dice que el tipo de cambio sigue siendo competitivo.
Acá habría que hacer una diferenciación. En términos generales el tipo de cambio es muy competitivo para la exportación agropecuaria, medianamente competitivo para la exportación industrial y no es nada competitivo para algunas producciones regionales. Creo que lo que precisaríamos serían algunas medidas de tipo compensatorias.
¿De qué tipo?
Fiscales, financieras, subsidios, distintas medidas que premien la exportación. Deberían apuntar a ese tercio de la oferta exportable que hoy sufre una pérdida de competitividad.
¿Qué repercusión puede tener la devaluación del real en Argentina?
En el plazo de un año hemos tenido una devaluación del real del 25 o 26 por ciento. Es algo que no puede ignorarse, porque mientras el real permanecía apreciado uno podía suponer que el peso mantenía competitividad. Pero la combinación de un real depreciado con una caída importante del comercio automotor no es el mejor mundo para Argentina.
Todos esos son argumentos que refuerzan la percepción del mercado de que se viene una devaluación.
Yo creo que efectivamente la devaluación es un instrumento muy interesante para promover la sustitución de importaciones y estimular la exportación, pero en las actuales condiciones la devaluación significaría una brutal transferencia de ingresos, que a su vez tendría impacto sobre los niveles de precios internos y en 45 días en el mejor de los casos estaríamos otra vez en el mismo punto. Lo que precisa la Argentina es una política muy fuerte antiinflacionaria. Creo que ahí estamos en mora. Los precios en el país, por distintas razones, están yendo más allá de lo que se esperaba.
¿Por qué causas?
Varias. Una muy importante es que tenemos tremendas distorsiones en la estructura de comercialización. La gigantesca diferencia de precios entre el productor y el consumidor es consecuencia de una cadena de comercialización muy oligopólica. Otra cuestión importante es que hay una capa de sectores medios altos y altos que está en condiciones de convalidar cualquier aumento y eso impacta. Otro tema es que somos un país productor de materias primas, por lo tanto cuando las materias primas tienden a aumentar eso repercute sobre nuestros precios internos. Todo eso no tiene nada que ver con la emisión de moneda ni con el desequilibrio fiscal.
El Estado actúa con controles de precios e incentiva la compra en ferias.
Pero es insuficiente. Hay que acercar más al consumidor a las fuentes de producción. Tendrían que difundirse mucho más las ferias y crear estructuras de comercialización con los sindicatos y agrupaciones de la comunidad. La otra gran llave para controlar la inflación es que la economía tenga un empuje de inversión superior al actual. Son soluciones de largo plazo, pero que deben apuntar a corregir las fuentes estructurales de la inflación.
¿Hay espacio para absorber las presiones devaluatorias mientras se avanza con esa política estructural?
Yo creo que sí. Por lo menos este año y buena parte del próximo los controles cambiarios van a seguir. Para mí han sido bastante exitosos, más allá de que pueda haber personas afectadas, pero eso ocurre con toda política económica. Además, el ingreso de dólares seguirá siendo importante. Hay medidas que se tomaron, como obligar a las mineras a liquidar sus dólares en el país, que han dado resultado. En el primer trimestre aportaron 2000 millones de dólares. También fue buena la decisión de controlar bicicletas cambiarias, como la de comprar dólares en el mercado formal y venderlos en cuevas. Eso ha provocado una drástica caída de la compra de divisas por particulares. Son medidas de corto plazo, pero permiten que vayan madurando otras estructurales, como la que se tomó con YPF, que reducirá el déficit comercial en materia petrolera. Además, los vencimientos de deuda a partir de 2013 bajan considerablemente.
El escenario hacia adelante es más desahogado.
Con la tendencia decreciente que teníamos el año pasado en el saldo comercial, con las pulsiones para comprar dólares y con la retracción de Brasil, inevitablemente la economía argentina se tenía que cerrar. Se tenía que cerrar y pensar que el elemento fundamental de crecimiento económico es el mercado interno. Creo que mal o bien, las decisiones que se tomaron fueron correctas.
¿Los controles pueden tener impacto sobre la actividad económica?
La gran duda es qué va a pasar con la construcción. Yo me inclino a pensar que de a poco la actividad se va a ir pesificando. Aunque pueda haber una desaceleración en un primer momento, si se logra la pesificación sería un cambio sustancial, porque el mercado inmobiliario es una de las mayores expresiones de la dolarización de la economía. No podemos modificar la pauta cambiaria en función de unas personas que están en el mercado inmobiliario. Es cuestión de prioridades. Más bien hay que buscar una solución para el mercado inmobiliario por el lado del financiamiento en pesos. Pero no podemos resignar una política de fondo como es esta estrategia cambiaria por la cuestión inmobiliaria. Sé que muchos se van a enojar conmigo, pero es la realidad. Argentina es el único país del mundo donde el cemento se vende en pesos, los ladrillos se venden en pesos, la mano de obra se paga en pesos y los departamentos cotizan en dólares.
Héctor Valle es presidente de FIDE, la fundación donde se nutrió durante años la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Desde una visión heterodoxa, el economista analiza en esta entrevista de Página/12 dos aspectos cruciales de la agenda económica: la situación del mercado cambiario y la cuestión inflacionaria. A contramano del discurso de los gurúes de la city, elogia lo que ellos critican y reprocha al Gobierno por no ir más allá.
En los últimos días se debatió sobre la posibilidad de un desdoblamiento del mercado cambiario, ¿cuál es su opinión?
No es buena idea. En los 70 y 80 se apeló a ello como una solución de emergencia frente a presiones muy fuertes en el dólar paralelo. El resultado es que se generan situaciones de inestabilidad y se termina convalidando el precio del mercado negro. Fueron medidas que se dieron en un contexto de gran endeudamiento externo público y privado y en medio de graves tensiones inflacionarias. Nada de eso está presente en la actualidad.
Quienes defienden el proyecto dicen que sería una forma de resolver un problema de atraso cambiario.
Lo que creo es que entraríamos otra vez en el famoso circuito de devaluaciones, golpes inflacionarios y vuelta a empezar. No me parece una salida, sin ignorar que hay un tema con el tipo de cambio, pero que está más vinculado con el denominador de la cuenta, con lo que está pasando con los precios. En un contexto de inflación de dos dígitos es bastante complicado tener un ajuste cambiario de solamente 5 o 6 por ciento anual.
El Gobierno dice que el tipo de cambio sigue siendo competitivo.
Acá habría que hacer una diferenciación. En términos generales el tipo de cambio es muy competitivo para la exportación agropecuaria, medianamente competitivo para la exportación industrial y no es nada competitivo para algunas producciones regionales. Creo que lo que precisaríamos serían algunas medidas de tipo compensatorias.
¿De qué tipo?
Fiscales, financieras, subsidios, distintas medidas que premien la exportación. Deberían apuntar a ese tercio de la oferta exportable que hoy sufre una pérdida de competitividad.
¿Qué repercusión puede tener la devaluación del real en Argentina?
En el plazo de un año hemos tenido una devaluación del real del 25 o 26 por ciento. Es algo que no puede ignorarse, porque mientras el real permanecía apreciado uno podía suponer que el peso mantenía competitividad. Pero la combinación de un real depreciado con una caída importante del comercio automotor no es el mejor mundo para Argentina.
Todos esos son argumentos que refuerzan la percepción del mercado de que se viene una devaluación.
Yo creo que efectivamente la devaluación es un instrumento muy interesante para promover la sustitución de importaciones y estimular la exportación, pero en las actuales condiciones la devaluación significaría una brutal transferencia de ingresos, que a su vez tendría impacto sobre los niveles de precios internos y en 45 días en el mejor de los casos estaríamos otra vez en el mismo punto. Lo que precisa la Argentina es una política muy fuerte antiinflacionaria. Creo que ahí estamos en mora. Los precios en el país, por distintas razones, están yendo más allá de lo que se esperaba.
¿Por qué causas?
Varias. Una muy importante es que tenemos tremendas distorsiones en la estructura de comercialización. La gigantesca diferencia de precios entre el productor y el consumidor es consecuencia de una cadena de comercialización muy oligopólica. Otra cuestión importante es que hay una capa de sectores medios altos y altos que está en condiciones de convalidar cualquier aumento y eso impacta. Otro tema es que somos un país productor de materias primas, por lo tanto cuando las materias primas tienden a aumentar eso repercute sobre nuestros precios internos. Todo eso no tiene nada que ver con la emisión de moneda ni con el desequilibrio fiscal.
El Estado actúa con controles de precios e incentiva la compra en ferias.
Pero es insuficiente. Hay que acercar más al consumidor a las fuentes de producción. Tendrían que difundirse mucho más las ferias y crear estructuras de comercialización con los sindicatos y agrupaciones de la comunidad. La otra gran llave para controlar la inflación es que la economía tenga un empuje de inversión superior al actual. Son soluciones de largo plazo, pero que deben apuntar a corregir las fuentes estructurales de la inflación.
¿Hay espacio para absorber las presiones devaluatorias mientras se avanza con esa política estructural?
Yo creo que sí. Por lo menos este año y buena parte del próximo los controles cambiarios van a seguir. Para mí han sido bastante exitosos, más allá de que pueda haber personas afectadas, pero eso ocurre con toda política económica. Además, el ingreso de dólares seguirá siendo importante. Hay medidas que se tomaron, como obligar a las mineras a liquidar sus dólares en el país, que han dado resultado. En el primer trimestre aportaron 2000 millones de dólares. También fue buena la decisión de controlar bicicletas cambiarias, como la de comprar dólares en el mercado formal y venderlos en cuevas. Eso ha provocado una drástica caída de la compra de divisas por particulares. Son medidas de corto plazo, pero permiten que vayan madurando otras estructurales, como la que se tomó con YPF, que reducirá el déficit comercial en materia petrolera. Además, los vencimientos de deuda a partir de 2013 bajan considerablemente.
El escenario hacia adelante es más desahogado.
Con la tendencia decreciente que teníamos el año pasado en el saldo comercial, con las pulsiones para comprar dólares y con la retracción de Brasil, inevitablemente la economía argentina se tenía que cerrar. Se tenía que cerrar y pensar que el elemento fundamental de crecimiento económico es el mercado interno. Creo que mal o bien, las decisiones que se tomaron fueron correctas.
¿Los controles pueden tener impacto sobre la actividad económica?
La gran duda es qué va a pasar con la construcción. Yo me inclino a pensar que de a poco la actividad se va a ir pesificando. Aunque pueda haber una desaceleración en un primer momento, si se logra la pesificación sería un cambio sustancial, porque el mercado inmobiliario es una de las mayores expresiones de la dolarización de la economía. No podemos modificar la pauta cambiaria en función de unas personas que están en el mercado inmobiliario. Es cuestión de prioridades. Más bien hay que buscar una solución para el mercado inmobiliario por el lado del financiamiento en pesos. Pero no podemos resignar una política de fondo como es esta estrategia cambiaria por la cuestión inmobiliaria. Sé que muchos se van a enojar conmigo, pero es la realidad. Argentina es el único país del mundo donde el cemento se vende en pesos, los ladrillos se venden en pesos, la mano de obra se paga en pesos y los departamentos cotizan en dólares.