¿La marcha del 1 de abril cambió el humor del Gobierno. ¿Cuál fue el mensaje?
-Hizo visible una muestra de apoyo que no estaba tan clara. Confirmó que el cambio lo decidió la gente antes de haber votado en 2015 y que nosotros encarnamos ese cambio. Y al no ser convocada por el Gobierno, demostró que la gente sigue siendo su propia jefa.
-¿No es peligrosa la falta de liderazgo? Porque así como esa multitud salió a apoyar, puede salir a protestar…
-Nosotros estamos construyendo confianza y sabemos perfectamente que esa relación hay que ganársela todos los días, no estando en campaña necesariamente pero sí siendo consistentes y trabajando para solucionar los problemas de la gente. Tenemos que lograr que en las elecciones intermedias nos renueve su apoyo.
Hubo un endurecimiento del discurso contra gremios, piquetes y kirchnerismo. ¿El conflicto es la nueva estrategia?
-Hay dos cosas distintas. Por un lado, notamos un encrudecimiento de las críticas hacia el Gobierno. Si bien es cierto que en otras ocasiones elegíamos no responder para evitar el conflicto, al que creíamos innecesario, ahora nos parece que cuando nos critican con mentiras, con argumentos falaces, vale la pena salir a contestar y decir que no es verdad. Pero se escribió mucho en estos días sobre la ofensiva del Gobierno contra gremios y piqueteros y no es así. El Gobierno negocia permanentemente con dirigentes gremiales, incluso en la semana del paro hubo acuerdos sectoriales y dirigentes gremiales en la Casa Rosada y la Quinta de Olivos. En relación a los piquetes, se tomó la decisión de liberar la Panamericana durante el paro y se hizo de la mejor manera posible. Pero también las organizaciones sociales tienen diálogo constante con el Gobierno.
Pero sí se acentuó la polarización con el kirchnerismo.
-No es así. Nosotros no somos los que estamos polarizando. Está ocurriendo una polarización en la sociedad. Nosotros la notamos y la aceptamos, pero no la fomentamos. Nos encontramos con esta situación. De hecho, yo no creo que hacer antikirchnerismo nos haga ganar las elecciones. No está claro que electoralmente sea beneficioso para el Gobierno una polarización 50 y 50. Porque no está bueno tener a la mitad de la sociedad en contra. Eso a los kirchneristas les gustaba. A nosotros, no. La gran pregunta que proponemos en esta elección es: ¿seguimos por este camino o volvemos al camino anterior tomado por el otro gobierno. No es una pelea contra el kirchnerismo solamente sino con la cultura política anterior. Excede al kirchnerismo.
Entonces, la batalla cultural es contra todo el peronismo.
– Está relacionada con el peronismo pero no es solamente eso. Tiene que ver con una forma de hacer política, que no compartimos.
Si Cristina no es candidata ¿todo lo demás también será lo viejo? ¿Incluido Randazzo, que pretende encarnar la renovación?
-Sí, todos aquellos dirigentes que fueron ministros hasta el 10 de diciembre de 2015 y que pretendan ahora presentarse como algo distinto del kirchnerismo. Cambiemos va a ir a buscar a todos los votantes que no sean opositores duros. Hay un tercio del país, entre kirchnerismo y la izquierda, que son opositores duros. Respetamos su posición y sabemos que por ahora no están listos para tener una relación con el Gobierno. Pero a todos los demás les estamos proponiendo un camino.
¿Pero cuál es el camino? Porque Cambiemos es eficaz en construir un discurso negativo del pasado pero no tiene un relato positivo de su propia fuerza.
-Yo no lo veo así. La gente lo tiene bastante claro. Sabe que estamos tratando de normalizar la economía paso a paso, con los menores costos sociales posibles, mientras se comienzan a ver los primeros síntomas de una recuperación. Sabe que estamos tratando de fortalecer las instituciones, con todo el costo que eso tiene, porque hay mucho inercia, mucha mala conducta de décadas que a veces dificultan el proceso. Esta propuesta que hemos hecho a la sociedad de elegir un camino gradual pero más consistente, que pueda durar en el futuro, sin encarnar ningún extremo, con una visión más pragmática de las cosas, la gente la valora y la entiende.
Insisto, ¿no le falta al Gobierno un relato M, que hable de futuro, de un plan sobre el país que se quiere?
-El Presidente menciona bastante seguido qué tipo de país queremos. Una Argentina productiva, progresivamente cada vez más integrada al mundo, que genere empleo formal y ayuda a reducir la pobreza. Ahora, el relato de una época lo construye una sociedad, no un Gobierno. El Gobierno puede ayudar a decir cuáles son sus ideas fuerza y proponer como ir, Pero no lo controla. Hay muchas voces en una sociedad y si el Gobierno trata de imponer un relato le va a salir mal, porque además te puede encorsetar. Creo que los relatos de los Gobiernos empiezan a quedar claros a medida que pasan los años. Ahora el relato kirchnerista parece que está clarísimo pero al principio no era así. Quizá dentro de cuatro años, cuando la gente comience a ver que hay nuevas autopistas, diga: «Este es el gobierno de las autopistas». No lo sé. Pero lo va a decidir la sociedad y nosotros intentaremos ser parte. Por lo demás, no tenemos ganas, ni nos parece positivo ni fundamental imponer un gran relato como una verdad única.
-Hizo visible una muestra de apoyo que no estaba tan clara. Confirmó que el cambio lo decidió la gente antes de haber votado en 2015 y que nosotros encarnamos ese cambio. Y al no ser convocada por el Gobierno, demostró que la gente sigue siendo su propia jefa.
-¿No es peligrosa la falta de liderazgo? Porque así como esa multitud salió a apoyar, puede salir a protestar…
-Nosotros estamos construyendo confianza y sabemos perfectamente que esa relación hay que ganársela todos los días, no estando en campaña necesariamente pero sí siendo consistentes y trabajando para solucionar los problemas de la gente. Tenemos que lograr que en las elecciones intermedias nos renueve su apoyo.
Hubo un endurecimiento del discurso contra gremios, piquetes y kirchnerismo. ¿El conflicto es la nueva estrategia?
-Hay dos cosas distintas. Por un lado, notamos un encrudecimiento de las críticas hacia el Gobierno. Si bien es cierto que en otras ocasiones elegíamos no responder para evitar el conflicto, al que creíamos innecesario, ahora nos parece que cuando nos critican con mentiras, con argumentos falaces, vale la pena salir a contestar y decir que no es verdad. Pero se escribió mucho en estos días sobre la ofensiva del Gobierno contra gremios y piqueteros y no es así. El Gobierno negocia permanentemente con dirigentes gremiales, incluso en la semana del paro hubo acuerdos sectoriales y dirigentes gremiales en la Casa Rosada y la Quinta de Olivos. En relación a los piquetes, se tomó la decisión de liberar la Panamericana durante el paro y se hizo de la mejor manera posible. Pero también las organizaciones sociales tienen diálogo constante con el Gobierno.
Pero sí se acentuó la polarización con el kirchnerismo.
-No es así. Nosotros no somos los que estamos polarizando. Está ocurriendo una polarización en la sociedad. Nosotros la notamos y la aceptamos, pero no la fomentamos. Nos encontramos con esta situación. De hecho, yo no creo que hacer antikirchnerismo nos haga ganar las elecciones. No está claro que electoralmente sea beneficioso para el Gobierno una polarización 50 y 50. Porque no está bueno tener a la mitad de la sociedad en contra. Eso a los kirchneristas les gustaba. A nosotros, no. La gran pregunta que proponemos en esta elección es: ¿seguimos por este camino o volvemos al camino anterior tomado por el otro gobierno. No es una pelea contra el kirchnerismo solamente sino con la cultura política anterior. Excede al kirchnerismo.
Entonces, la batalla cultural es contra todo el peronismo.
– Está relacionada con el peronismo pero no es solamente eso. Tiene que ver con una forma de hacer política, que no compartimos.
Si Cristina no es candidata ¿todo lo demás también será lo viejo? ¿Incluido Randazzo, que pretende encarnar la renovación?
-Sí, todos aquellos dirigentes que fueron ministros hasta el 10 de diciembre de 2015 y que pretendan ahora presentarse como algo distinto del kirchnerismo. Cambiemos va a ir a buscar a todos los votantes que no sean opositores duros. Hay un tercio del país, entre kirchnerismo y la izquierda, que son opositores duros. Respetamos su posición y sabemos que por ahora no están listos para tener una relación con el Gobierno. Pero a todos los demás les estamos proponiendo un camino.
¿Pero cuál es el camino? Porque Cambiemos es eficaz en construir un discurso negativo del pasado pero no tiene un relato positivo de su propia fuerza.
-Yo no lo veo así. La gente lo tiene bastante claro. Sabe que estamos tratando de normalizar la economía paso a paso, con los menores costos sociales posibles, mientras se comienzan a ver los primeros síntomas de una recuperación. Sabe que estamos tratando de fortalecer las instituciones, con todo el costo que eso tiene, porque hay mucho inercia, mucha mala conducta de décadas que a veces dificultan el proceso. Esta propuesta que hemos hecho a la sociedad de elegir un camino gradual pero más consistente, que pueda durar en el futuro, sin encarnar ningún extremo, con una visión más pragmática de las cosas, la gente la valora y la entiende.
Insisto, ¿no le falta al Gobierno un relato M, que hable de futuro, de un plan sobre el país que se quiere?
-El Presidente menciona bastante seguido qué tipo de país queremos. Una Argentina productiva, progresivamente cada vez más integrada al mundo, que genere empleo formal y ayuda a reducir la pobreza. Ahora, el relato de una época lo construye una sociedad, no un Gobierno. El Gobierno puede ayudar a decir cuáles son sus ideas fuerza y proponer como ir, Pero no lo controla. Hay muchas voces en una sociedad y si el Gobierno trata de imponer un relato le va a salir mal, porque además te puede encorsetar. Creo que los relatos de los Gobiernos empiezan a quedar claros a medida que pasan los años. Ahora el relato kirchnerista parece que está clarísimo pero al principio no era así. Quizá dentro de cuatro años, cuando la gente comience a ver que hay nuevas autopistas, diga: «Este es el gobierno de las autopistas». No lo sé. Pero lo va a decidir la sociedad y nosotros intentaremos ser parte. Por lo demás, no tenemos ganas, ni nos parece positivo ni fundamental imponer un gran relato como una verdad única.