Hervé Falciani, la cara del espionaje bancario

El especialista en informática se considera el rostro público de una red internacional secreta que lo ayudó a concretar, con el caso HSBC, una de las filtraciones de datos más grandes de la historia de los bancos para luchar contra la evasión
Habiendo llegado media hora antes al restaurante en la cima de la Torre Montparnasse, uno de los edificios más altos y odiados de París, tengo tiempo de sobra para examinar el extraño marco de mi desayuno con Hervé Falciani, el especialista en informática devenido en informante del HSBC que llevó a cabo una de las filtraciones de datos más grandes y espectaculares en la historia de los bancos.
A las 7:45 de la mañana, las modernistas mesas blancas y sillas con borde naranja aún no tienen clientes, mientras se escucha música reggae fuerte de fondo. Empiezo a preguntarme por qué el hombre al que los medios apodaron el «Edward Snowden de los bancos» quiere que nos encontremos aquí: si no es por la atmósfera o la comida -el menú del desayuno incluye una breve oferta de tortas, café y poco más que eso- quizás sea por la privacidad que ofrece el restaurante.
En los últimos siete años, Falciani se mudó de país en país; en oportunidades adoptó una identidad falsa y se disfrazó, y generalmente lo acompañaban guardaespaldas. A comienzos de 2008, Falciani, por entonces un ingeniero en sistemas que trabajaba en las oficinas de Ginebra del HSBC, se mudó de Suiza a El Líbano, llevándose consigo datos de más de 100.000 clientes del banco. Algunos, entre ellos las autoridades suizas y su ex-empleador, aseveran que Falciani intentó vender los datos. Falciani, entretanto, sostiene que quería dejar en evidencia un sistema bancario «averiado, que fomentaba la evasión de impuestos». «Me vi frente a cosas estúpidas», me dice después, «no tuve alternativa.»
De cualquier modo, los datos filtrados hicieron estragos. Demostraron que el banco más grande de Europa ayudaba activamente a clientes a evadir impuestos de diversos modos, incluyendo la creación de cuentas offshore y dándoles grandes «ladrillos» de efectivo imposibles de rastrear en monedas extranjeras. Los gobiernos de países como Francia, España y el Reino Unido han utilizado los datos revelados por Falciani para recuperar cientos de millones de impuestos retroactivos de individuos. Una investigación penal del banco e investigaciones vinculadas con las personas que figuran en su lista parece que apenas marcan el comienzo.
Unos días antes de nuestra reunión, se anunció la primera condena penal vinculada con las filtraciones: un tribunal de París condenó a Arlette Ricci, heredera de 73 años del imperio de perfumes Nina Ricci, a tres años de prisión por fraude fiscal. El propio Falciani deberá concurrir a una audiencia luego de haber sido imputado en Suiza a fines del año pasado por espionaje industrial y violación de leyes relativas al secreto bancario.
En febrero, el HSBC emitió un comunicado en el que admitía que su banca privada de Suiza podía haber incluido cuentas de clientes evasores de impuestos y que había comenzado a solucionar la situación. De todos modos, Stuart Gulliver, el director ejecutivo del HSBC, admitió recientemente que el asunto de evasión de impuestos de Suiza sigue siendo un «motivo de vergüenza».
Mientras hojeo mis notas, aparece una empleada de limpieza. Apenas tengo tiempo de pensar si es una agente encubierta antes de que Falciani, de 43 años, entre, obviamente no disfrazado, pero bronceado y luciendo barba recortada prolija, traje oscuro y camisa negra. Me da la mano con firmeza y tomamos asiento.
Una vez que Falciani pide café, jugo de fruta y masitas para ambos, le pregunto por qué eligió este restaurante. Dice que le gusta porque, en general, está vacío y ofrece vistas hermosas de la Torre Eiffel. Además, explica en un inglés con acento marcado, la elección es simbólica. Muchas personas quieren preguntarle detalles de su vida privada. Espera que nuestra charla sea «un poco elevada», como el restaurante.
Nacido en 1972, Falciani creció en Mónaco donde, a pesar de su entorno familiar relativamente humilde, desde temprana edad estuvo expuesto al glamour de la elite adinerada. Fue a la misma escuela que el Príncipe Alberto de Mónaco, afirma, y salió con la hija del ex-corredor de Fórmula Uno Gilles Villeneuve. En Séisme sur la planète finance, su libro recientemente publicado en francés, dice que lo impresionaban los tranquilos pasillos cuando visitaba el banco Sudameris, donde su padre trabajaba en el sector de banca privada.
Fue a la Universidad de Niza para estudiar física y matemática. Al principio trabajaba de noche como empleado de seguridad en el casino de Monte Carlo para ayudar a cubrir sus gastos. Fue allí, trabajando con un equipo de ex-policías e investigadores, dice, que hizo un curso acelerado del lado oscuro de Mónaco y de cómo el principado «facilitaba el lavado de dinero y se negaba a cooperar con las autoridades». A los seis meses, pasó al sector bancario del casino, donde organizaba el crédito de clientes acaudalados.
Cuando en 2000 empezó a trabajar en el HSBC de Mónaco, me cuenta que intentó mejorar una falla de seguridad que permitía a algunos clientes evadir impuestos. Pero sus quejas cayeron en saco roto porque «no querían cambios». (El HSBC negó que Falciani hubiese hecho dichos intentos.) Con una gran frustración, en 2004, comenzó a analizar con otros compañeros descontentos cómo podrían utilizar la opinión pública para «intentar cambiar el sistema».
Mientras un mozo trae una bandeja de masitas a nuestra mesa, con un poco de pan brioche tostado y jugo de naranja, Falciani dice que fue también en 2004, por medio de sus ex-compañeros del casino, que se puso en contacto con lo que llama «la Red», descripta en su libro como un grupo de «activistas internacionales contra la evasión de impuestos», compuesta por funcionarios de inteligencia, funcionarios de alto nivel, espías, policías y abogados.
Para 2008, luego de su paso a la banca privada del HSBC en Ginebra y de muchos años de deliberaciones y planificaciones, «la Red» le había dado la experiencia técnica para robar datos del banco y los conocimientos jurídicos para hacerlos públicos.
«Era una operación compleja , como sabrás, no soy periodista, investigador ni abogado, pero se recurrió a personas de todos estos campos (para filtrar los archivos) También precisaba ayuda técnica para acceder a los datos (porque) no tenía las credenciales», sostiene, mientras pasa una medialuna a un plato blanco limpio pero no la toca.
Falciani afirma que se hizo enemigos poderosos y teme por su vida. En 2012, por ejemplo, dice que se mudó de Francia a España luego de recibir advertencias que su vida corría peligro. En Francia no solo lo protege la policía local, sino también, afirma, «la Red».
Nunca se presentaron pruebas de esta «Red», que, según Falciani, incluye 10 personas del banco y unas 100 personas en todo el mundo. Tanto el HSBC como las autoridades suizas sostienen que actuó solo para robar los datos para su beneficio personal y que solo contactó a varias autoridades luego de ser arrestado en Ginebra en 2008, cuando se convirtió en informante para protegerse.
Mientras suena «Smoke on the Water» de Deep Purple, investigo un poco más a fondo. ¿Por qué piensa él que todos estos espías y abogados supuestamente lo estaban ayudando? ¿Eran también paladines de la moral, o tenían sus propios motivos?
Un poco de cada cosa, afirma, pero decididamente algunos tenían su propia agenda… sobretodo la CIA. «El HSBC era un activo valioso para la CIA», sostiene. «Tenemos una guerra económica (entre bancos de Estados Unidos y Europa) y ahora teníamos intereses estadounidenses que habían encontrado un punto de acceso al bastión del sistema bancario europeo».
No por última vez durante el desayuno, me pregunto si estoy conversando con un fabulador. ¿La CIA realmente quiere perjudicar a la industria bancaria suiza para fortalecer los bancos de Estados Unidos? ¿Existe siquiera «la Red»?
Falciani dice que puede demostrar la participación de «la Red». «Si me llevan a juicio, el juez podrá decidir (si la CIA tuvo una participación o no). Tengo los elementos, aún pueden encontrarse, lo cual llama bastante la atención (en el mundo de la inteligencia)», sostiene, antes de agregar que «la Red» no solo lo ayudó a obtener los datos del HSBC, sino que además elaboró un plan para hacer que los archivos llegasen a manos de las autoridades adecuadas.
Si Falciani es la cara pública de una red internacional secreta contra la evasión impositiva o un simple oportunista dependerá de la versión de los hechos en que uno crea. La versión de las autoridades suizas es que él robó los datos en 2007 y al año siguiente se fue a El Líbano junto con otra empleada del HSBC, Georgina Mikhael, y trató de vender los archivos. Uno de los bancos de El Líbano alertó a la Asociación Suiza de Banqueros y el juego se acabó.
El 22 de diciembre de 2008, fue detenido en Ginebra pero escapó, huyendo rápidamente a Francia, donde las autoridades incautaron los datos, pero se negaron a extraditarlo a Suiza.
La versión que él declara es que fue a El Líbano a pedido de los organismos de inteligencia y, usando el alias de Rubén Al-Chidiak, un empresario de Oriente Medio, fue a visitar a varios bancos locales para inducir a las autoridades suizas a iniciar una investigación. No quería vender nada, pero era la única forma en que podía asegurarse de que los datos sensibles caerían en poder de las personas adecuadas cuando fue finalmente detenido en Francia y se incautaron los datos.
«Déjame explicarte algo. Si te diriges al fiscal general (de Suiza) con datos robados, te ponen en la cárcel. Debíamos engañar al sistema. Como fue capturado en Francia, fue legal. Contábamos con una red de abogados para ayudarnos con el plan».
Falciani hacía varios años que cooperaba con el gobierno francés cuando en 2010 una base de datos de 2.000 griegos con cuentas en una sucursal de Ginebra del HSBC fue entregada a las autoridades griegas, lo que provocó una protesta en el país golpeado por la crisis.
En 2012, después de años de huir de las autoridades suizas, fue detenido en España y pasó cinco meses y medio en la cárcel mientras los tribunales deliberaban la posibilidad de extraditarlo a Suiza. Este hecho también fue intencional, dice, para apurar la investigación penal contra el HSBC en Francia.
Pregunto si en algún momento consideró la posibilidad de vender los datos. «Yo estaba en contacto con [las agencias de inteligencia de] Estados Unidos y otros, incluso (las agencias de inteligencia de) Alemania y habría sido fácil y justo haber pedido dinero. Sin embargo, sería tan tonto vendérselo al banco. Sabía de otras (personas) que habrían ofrecido cientos de millones».
Mientras muerde su primer bocado de la pequeña croissant que tenía en el plato, se inclina hacia mí con complicidad y dice: «Voy a obtener dinero, le aviso, voy a obtener dinero puedo recurrir a muchos países y decir, ‘Hey… yo hice aquello, ahora tienen que apoyarme». Me mira a los ojos fijamente y agrega: «Me van a pagar por lo que hice, que vale mucho».
Falciani afirma que podría surgir más información sobre la banca privada. «Yo soy sólo una parte (de «la Red»), pero hay muchas cosas (que podemos hacer) Esto es algo que, con suerte, no tendré que manejar yo mismo. Si tengo que ayudar a crear conciencia pública al respecto, voy a exponerme, incluso si hay que correr algún riesgo Podrían matarme, por supuesto».
En el tiempo que me llevó terminar mis tres masitas, Falciani, al más puro estilo parisino, apenas tocó el café y todavía le queda la mitad de su primer pain au chocolate en el plato. Tomo un sorbo de jugo de naranja y, resistiendo la tentación de tomar sus croissants intactos, desvío la conversación a temas más personales.
Le pregunto cuánto peligro podría llegar a correr su vida dado que los bancos, que yo sepa, no salen a matar gente. «Está bien, pero ¿los intereses de cuántos clientes están en juego? ¿Existe la posibilidad de que piense que uno de ellos quiere evitar cualquier extensión de la investigación? ¿Cree usted que existe?»
En un intento por levantar los ánimos, pregunto si en lo más recóndito de su ser no disfruta de tener que actuar como un espía, usando identidades falsas, teléfonos especiales y disfraces secretos. «¿Si soy una persona a la que le guste disfrazarse, vestirse de mujer, tal vez, usando delineador de ojos?» dice, riendo. «No hace falta disfrazarse la mayor parte del tiempo. En general, la mejor manera es estar entre la multitud. Las multitudes son la mejor manera de protegerse, tal como ocurre con las ovejas».
Sí afirmó que la gente de «la Red» le había enseñado alguna técnica de espionaje. «Claro, yo fui entrenado», cuenta, moviendo su peso hacia adelante y mirándome a los ojos. «Sabes que te puedo matar con mis manos».
Se ríe con efusividad. Me muevo incómodo en la silla y cambio rápidamente de tema.
Le consulto cuál ha sido su momento más gratificante desde que reveló el secreto del presunto punto débil de la banca suiza. Falciani dice que la idea era arrojar luz sobre el sistema corrupto. «Se trataba de revelar la manera -cuando ves un directorio seguro y amable que presenta el perfecto estado de sus instituciones- de darse cuenta de lo falso que es esto en realidad Los bancos aún no son capaces de controlar (lo que está sucediendo)».
Este mes los tribunales franceses sometieron al HSBC a una investigación formal por supuestamente haber ayudado a clientes a evadir impuestos. Se esperan más de 60 juicios sólo en Francia, según los fiscales franceses.
Falciani sostiene que su caso es similar al del denunciante de la Agencia de Seguridad Nacional, Edward Snowden, «en términos de impacto» en el mundo, pero que ahora se encuentran en circunstancias muy diferentes.
Afirma que siempre temerá por su vida, y que si llega un día en que ya no siente que sus acciones pueden beneficiar a la causa, por supuesto que desaparecerá. «Hay muchas islas en la Polinesia francesa que son vírgenes. Puedo ir allí y llevar una vida tranquila».
Mientras nos ponemos de pie, pregunto si tiene guardia de seguridad en la planta baja o con nosotros en el lugar. «Tengo protocolo de seguridad», dice, mirándome como si le hubiera pedido su número de PIN. «¿Quieres mi ADN también?», preguntó de nuevo antes de ingresar, sin mí, en el viejo ascensor.

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