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El estudio se hizo en 28 países. Participaron 33.000 encuestados. La Argentina, Brasil, Colombia y México aparecen como los principales de América latina. El Edelman Trust Barometer, tal como se denomina a este barómetro de confianza global, diferencia por primera vez la visión entre lo que denomina público informado (conforma un 15% de la muestra total) y población general (el 85%).
La desigualdad de confianza es un fenómeno que crece en profundidad. Hay una división significativa. La brecha entre el público informado y el público general se amplía, y es especialmente llamativa en las más grandes economías.
«Esta disparidad crece en la mayoría de los países y está directamente relacionada con la desigualdad de ingresos», sostiene el informe al que LA NACION tuvo acceso en forma exclusiva. En más de dos tercios de las naciones encuestadas, la «población masiva» -como denominan a la mayor parte de la muestra- cree que no estará mejor en los próximos cinco años, mientras que más de la mitad del público informado es optimista acerca de los pronósticos económicos.
La edición 2016 demuestra que las organizaciones no gubernamentales son las instituciones que más confianza obtienen en todo el mundo, aunque en menor medida en los mercados en desarrollo. La confianza en las empresas continúa creciendo a nivel global, y en el sector de medios aumentó en los últimos dos años. El gobierno continúa como la institución menos confiable en el mundo.
Allí se revela también la importancia del posicionamiento de una compañía. El 60% de los consumidores no está dispuesto a comprar un producto de una firma si no confía en ella. En tanto, ocho de cada diez se muestran convencidos de elegir uno en detrimento de otro cuando la empresa que lo respalda forma parte de la selecta liga de los que tienen identidad positiva. Los «fans» de las marcas son los mejores propulsores. A tal punto que se las recomiendan a amigos y colegas, comparten comentarios positivos, pagan más por el servicio y hasta defienden a la compañía.
Hoy la influencia descansa entre la población más amplia, que habla entre sí en las redes sociales o realiza búsquedas para acceder a la información, y ya no en unos pocos líderes de opinión como ocurría en los primeros años del Trust Barometer. Si se observan las fuentes de medios de referencia más frecuentes, los resultados son elocuentes: «los pares» ganan la batalla.
En la Argentina se da otra particularidad. La confianza en el CEO y los empleados es la que más aumentó. Si bien el nivel se encuentra muy por debajo que el de confianza en los expertos técnicos, los académicos y la liga denominada «alguien como yo», en relación con los consejos interpares, tanto los CEO como los empleados subieron 9 puntos en 2016 versus la edición 2015. Este incremento se refleja también en los desafíos para las empresas que, según el relevamiento, tienen la oportunidad (si tienen el coraje) de liderar la vinculación de la «grieta» de la confianza. En la Argentina se considera a la ONG como la institución con la mejor oportunidad de conectar esa división de confianza, y se espera que las empresas cumplan un papel en resolver un amplio rango de problemas sociales, según los datos del estudio.
Esto en un contexto en el que el debate está instalado. En la Argentina el rol de los CEO que migraron del sector privado al público plantea una tendencia inédita en la democracia local y un desafío para los que ven nuevos interlocutores desde el sector privado.
Mario Quintana y Gustavo Lopetegui en la coordinación general del gabinete; Juan José Aranguren al frente del Ministerio de Energía; Isela Costantini en Aerolíneas Argentinas, y Carlos Melconian en el Banco Nación, son sólo algunos de los 35 casos en los que se vive el difícil paso de una gestión corporativa al mundo del Estado.
Las anécdotas, sin embargo, no dejan de sorprenderlos. Desde la exposición pública que toman cada una de las decisiones que consideran menores, hasta los riesgos de «no gobernar solos» como estaban habituados en sus vidas anteriores. Lo que viene ahora es lo más complejo. Desde el frío invierno con faltante de gas hasta la imperiosa necesidad de ajustar los números en un terreno en el que los subsidios se reducen a mayor velocidad de la que estaba proyectada, forman parte de la agenda.
Agenda que incluye también nuevas idas y venidas que se suman a las que ya se produjeron entre el Gobierno y los empresarios en el primer cuatrimestre. La firma del compromiso para no despedir empleados fue, de hecho, el resultado de llamados cruzados y de una desprolija convocatoria de último momento con el claro objetivo de mostrar con nombre y apellido el respaldo de un sector que venía siendo generoso en los aplausos, pero esquivo en el respaldo concreto.
Al menos eso es lo que cuestionaban en la mesa chica de Balcarce 50. Con nombre y apellido se enumera en lo más alto de la Casa de Gobierno a aquellos que habían aumentado los precios por encima de la devaluación, generado despidos en contextos micro muy favorables, o a los que definen sencillamente como «insaciables» por la búsqueda constante del cortoplacismo extremo. «Ética, honestidad, competencia, visión e innovación» son los cinco atributos que más requiere el público general para que un CEO sea confiable entre los 33.000 encuestados, pero el 60% no puede nombrar a uno cuando se le pregunta por algún director general de referencia. La oportunidad está latente.
El estudio se hizo en 28 países. Participaron 33.000 encuestados. La Argentina, Brasil, Colombia y México aparecen como los principales de América latina. El Edelman Trust Barometer, tal como se denomina a este barómetro de confianza global, diferencia por primera vez la visión entre lo que denomina público informado (conforma un 15% de la muestra total) y población general (el 85%).
La desigualdad de confianza es un fenómeno que crece en profundidad. Hay una división significativa. La brecha entre el público informado y el público general se amplía, y es especialmente llamativa en las más grandes economías.
«Esta disparidad crece en la mayoría de los países y está directamente relacionada con la desigualdad de ingresos», sostiene el informe al que LA NACION tuvo acceso en forma exclusiva. En más de dos tercios de las naciones encuestadas, la «población masiva» -como denominan a la mayor parte de la muestra- cree que no estará mejor en los próximos cinco años, mientras que más de la mitad del público informado es optimista acerca de los pronósticos económicos.
La edición 2016 demuestra que las organizaciones no gubernamentales son las instituciones que más confianza obtienen en todo el mundo, aunque en menor medida en los mercados en desarrollo. La confianza en las empresas continúa creciendo a nivel global, y en el sector de medios aumentó en los últimos dos años. El gobierno continúa como la institución menos confiable en el mundo.
Allí se revela también la importancia del posicionamiento de una compañía. El 60% de los consumidores no está dispuesto a comprar un producto de una firma si no confía en ella. En tanto, ocho de cada diez se muestran convencidos de elegir uno en detrimento de otro cuando la empresa que lo respalda forma parte de la selecta liga de los que tienen identidad positiva. Los «fans» de las marcas son los mejores propulsores. A tal punto que se las recomiendan a amigos y colegas, comparten comentarios positivos, pagan más por el servicio y hasta defienden a la compañía.
Hoy la influencia descansa entre la población más amplia, que habla entre sí en las redes sociales o realiza búsquedas para acceder a la información, y ya no en unos pocos líderes de opinión como ocurría en los primeros años del Trust Barometer. Si se observan las fuentes de medios de referencia más frecuentes, los resultados son elocuentes: «los pares» ganan la batalla.
En la Argentina se da otra particularidad. La confianza en el CEO y los empleados es la que más aumentó. Si bien el nivel se encuentra muy por debajo que el de confianza en los expertos técnicos, los académicos y la liga denominada «alguien como yo», en relación con los consejos interpares, tanto los CEO como los empleados subieron 9 puntos en 2016 versus la edición 2015. Este incremento se refleja también en los desafíos para las empresas que, según el relevamiento, tienen la oportunidad (si tienen el coraje) de liderar la vinculación de la «grieta» de la confianza. En la Argentina se considera a la ONG como la institución con la mejor oportunidad de conectar esa división de confianza, y se espera que las empresas cumplan un papel en resolver un amplio rango de problemas sociales, según los datos del estudio.
Esto en un contexto en el que el debate está instalado. En la Argentina el rol de los CEO que migraron del sector privado al público plantea una tendencia inédita en la democracia local y un desafío para los que ven nuevos interlocutores desde el sector privado.
Mario Quintana y Gustavo Lopetegui en la coordinación general del gabinete; Juan José Aranguren al frente del Ministerio de Energía; Isela Costantini en Aerolíneas Argentinas, y Carlos Melconian en el Banco Nación, son sólo algunos de los 35 casos en los que se vive el difícil paso de una gestión corporativa al mundo del Estado.
Las anécdotas, sin embargo, no dejan de sorprenderlos. Desde la exposición pública que toman cada una de las decisiones que consideran menores, hasta los riesgos de «no gobernar solos» como estaban habituados en sus vidas anteriores. Lo que viene ahora es lo más complejo. Desde el frío invierno con faltante de gas hasta la imperiosa necesidad de ajustar los números en un terreno en el que los subsidios se reducen a mayor velocidad de la que estaba proyectada, forman parte de la agenda.
Agenda que incluye también nuevas idas y venidas que se suman a las que ya se produjeron entre el Gobierno y los empresarios en el primer cuatrimestre. La firma del compromiso para no despedir empleados fue, de hecho, el resultado de llamados cruzados y de una desprolija convocatoria de último momento con el claro objetivo de mostrar con nombre y apellido el respaldo de un sector que venía siendo generoso en los aplausos, pero esquivo en el respaldo concreto.
Al menos eso es lo que cuestionaban en la mesa chica de Balcarce 50. Con nombre y apellido se enumera en lo más alto de la Casa de Gobierno a aquellos que habían aumentado los precios por encima de la devaluación, generado despidos en contextos micro muy favorables, o a los que definen sencillamente como «insaciables» por la búsqueda constante del cortoplacismo extremo. «Ética, honestidad, competencia, visión e innovación» son los cinco atributos que más requiere el público general para que un CEO sea confiable entre los 33.000 encuestados, pero el 60% no puede nombrar a uno cuando se le pregunta por algún director general de referencia. La oportunidad está latente.