Jalics visitó a Francisco para cerrar una herida

Fue uno de esos gestos que hablan por sí mismos. El papa Francisco recibió ayer en el Vaticano al sacerdote jesuita Franz Jalics, cuyo secuestro durante la última dictadura militar en la Argentina dio lugar a acusaciones contra Jorge Bergoglio, quien entonces era su superior en la Compañía de Jesús. Aunque este año el propio Jalics desligó al Pontífice de su detención ilegal en 1976, hay quienes aún sostienen que Bergoglio habría sido quien lo entregó a los grupos de tareas.
La agencia italiana ANSA–que suele tener información de primera mano sobre el Vaticano– publicó ayer que el simbólico encuentro se produjo por la mañana. La Santa Sede no ofreció ningún detalle sobre la reunión y ni siquiera la confirmó oficialmente. Tampoco se difundieron fotografías de Francisco junto a Jalics. El hermetismo llama la atención si se tiene en cuenta que la Oficina de Prensa vaticana difunde todas las audiencias y actividades que protagoniza el Papa argentino a diario.
Jalics, de 87 años y nacido en Hungría, vive actualmente en un monasterio en Alemania. El sacerdote fue secuestrado en marzo de 1976 junto a otro jesuita, Orlando Yorio. Luego de cinco días de interrogatorio, el oficial que los custodiaba les dijo que ellos “no tenían la culpa” de su situación y les prometió que “se aseguraría de que pudieran volver a trabajar en los barrios pobres”, según el relato del propio Jalics. Sin embargo, los tuvieron en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante cinco meses más, con los ojos vendados y bajo frecuentes torturas.
El caso se hizo famoso por intermedio del periodista Horacio Verbitsky, quien sostuvo y aún sostiene que Bergoglio fue cómplice en el secuestro de Jalics y Yorio. Verbitsky se basa en un libro de Jalics escrito en 1994 y en una carta de Yorio redactada en 1977. En ambos textos se vincula con la detención ilegal de los dos religiosos a quien entonces era el superior provincial de la Compañía de Jesús y el responsable directo de los sacerdotes jesuitas.
Luego de la elección papal de Francisco, Jalics rompió el silencio tras varios años y publicó un comunicado que se prestó a diversas interpretaciones. “No puedo juzgar el papel de Bergoglio en aquellos sucesos”, escribió en ese texto. Allí reconoció que pasó mucho tiempo desde su liberación hasta que habló con el ex arzobispo de Buenos Aires sobre su detención ilegal. “Después celebramos juntos una misa y nos abrazamos solemnemente. Yo me he reconciliado con lo sucedido y considero, por lo menos por mi parte, que el asunto está cerrado”, completó el húngaro.
Poco después, en un segundo comunicado, Jalics se desdijo de lo que había escrito en su libro en 1994 y eximió de toda culpa a Bergoglio. “Estos son los hechos: Orlando Yorio y yo no fuimos denunciados por Bergoglio –afirmó en su segunda carta desde Alemania–. Antes me inclinaba por la idea de que habíamos sido víctimas de una denuncia. Pero a fines de los 90, después de numerosas conversaciones, me quedó claro que esa suposición era infundada”.
Según la versión del propio Jalics, su secuestro se debió a la conexión que él y Yorio tenían con una catequista que había trabajado en los barrios pobres de Buenos Aires y que luego había ingresado a la guerrilla. El cura arriesgó otra hipótesis poco probable: dijo que, al ver en su documento que había nacido en Budapest, los militares argentinos creyeron que era un espía soviético.
El rol del papa Francisco durante la dictadura militar se convirtió en motivo de debate e investigaciones para todos los gustos. Esta semana se publicó en Italia el libro La lista de Bergoglio, del periodista italiano Nello Scavo, donde se afirma en base a testimonios directos que el ex superior provincial de la Compañía de Jesús protegió y le salvó la vida a más de un centenar de personas que eran perseguidas por los grupos de tareas de la dictadura argentina. En una reciente entrevista, Bergoglio confesó que experimentó “un período de gran crisis interna” durante el terrorismo de Estado.
En la reunión íntima que mantuvo ayer con Jalics, el Pontífice habrá tenido oportunidad de revivir en palabras aquellos años de plomo. ¿Fue el sello a la reconciliación definitiva? Sólo ellos dos lo saben.

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