Jorge Lanata: el azote de los Kirchner

El periodista que se dedica a desenmascarar a los políticos de Argentina duerme con una máscara. Padece apnea de sueño, ronca con fuerza y a veces su respiración se detiene unos segundos. Por eso el kinesiólogo le indicó que durmiera con una BiPAP: la misma careta con la que volaba Maverick, el teniente de Top Gun encarnado por Tom Cruise. “¿Te imaginás lo que es ponerse eso en la jeta todas las noches?”, dice Jorge Lanata (Mar del Plata, 1960), quien también sufre diabetes, hipertensión e insuficiencia renal.
Su frondosa figura disimula esa frágil salud. Cada domingo, desde hace poco más de un año, asoma rotundo en su programa del canal El Trece, Periodismo para todos, donde conjuga show y denuncia. El nombre sirve de réplica al discurso de la presidenta Cristina Fernández, quien sostiene que debe haber carne para todos, leche para todos, vivienda para todos, escuela para todos, fútbol para todos… Lanata se ha convertido en el azote de los Kirchner. Denuncia la financiación estatal al fútbol, las miserables viviendas del Gran Buenos Aires, la inflación desbordada, la inseguridad, la educación, las tragedias provocadas. Se regodea exhibiendo a los corruptos, inflama la agenda nacional. Y, a cambio, suma una creciente audiencia.
Desde abril viene denunciando una red de lavado de dinero encabezada por Lázaro Báez, uno de los principales socios empresariales del expresidente Néstor Kirchner, “siempre en euros, porque hay billetes de 500 y son más fáciles de transportar. Así hasta se evitaban contar la plata: la pesaban. Por eso no lo hacían en dólares. Un millón de euros pesa un kilo cien gramos; un millón de dólares pesa diez kilos”. El viernes pasado, un fiscal imputó a Báez por ese supuesto delito. Presuntamente, se llevó 55 millones de euros de Argentina por avión. Y el domingo, una exsecretaria de Kirchner contaba en el programa de Lanata el trasiego de “bolsos con plata” por la Casa Rosada.
En un país donde la oposición está fragmentada y la presidenta veta preguntar en las ruedas de prensa y no da entrevistas, Lanata (y su equipo) parece erigirse como la oposición real. Tras sus kilos de más, su andar de pingüino y sus gafas de pasta, se esconde, según él mismo, “un hombre tímido, inseguro, que odia las fiestas y reuniones”. Porque es “medio fóbico” al gentío.
Quizá el poder me odie más que nadie. Pero está bien, porque yo trabajo para eso, ‘¿entendés?»
Su trinchera es el Grupo Clarín, el mismo emporio mediático con el que compitió (y al que denostó) durante muchos años y hoy se encuentra enfrascado en una ardua batalla contra el gobierno por la nueva Ley de Medios que, según sostienen sus integrantes, intenta desmembrar la empresa. “Hay dos maneras de ver esto. Una es la que vos decís: yo terminé trabajando con mi enemigo. La otra es: mi enemigo tuvo que llamarme. Me necesitaban. Y yo a ellos. ¡Fue un milagro que produjo el kirchnerismo! Y como hoy nuestros objetivos coinciden, estoy ahí. Pero pasado mañana, Clarín se puede arreglar con el próximo gobierno y me echa. Mirá: yo no trabajo porque creo que me quieran, ¿eh? En ninguna empresa vos trabajás por amor”, cuenta en su reciente visita a Madrid, donde recogió el Premio Internacional de la Academia de Televisión de España.
En 1987, con 26 años, fundó el periódico Página/12, que pronto se convirtió en un emblema de los progresistas. “Tuvimos varios hitos. Por ejemplo, el día que hicimos un diario que se llamó Amarillo/12. Porque Menem dijo que éramos periodistas amarillos y, entonces, le compramos papel a la guía de teléfonos e hicimos un diario amarillo. Sí, fue divertida toda esa época”.
Pero en la vida de Jorge Lanata hay épocas que no fueron tan divertidas. Cuando faltaban 15 minutos para que terminara el año 1997, estaba solo, en el silencio de su piso de 250 metros cuadrados, en la planta 26 de un edificio del barrio porteño de Belgrano, con unos gramos de cocaína, un champán francés, un paquete de cigarrillos medio vacío y una pistola calibre 38 sobre su mesa. Llevaba meses sumido en una profunda depresión porque sentía que sus compañeros de Página/12 lo habían traicionado y no habían hecho algo para impedir su salida del diario. Quería suicidarse, pero no lo hizo.
Ya lo había intentado antes. Cuando él tenía siete años, su madre sufrió un meningioma en el cerebro. Con 12, se sentía el niño más desdichado del mundo. Ya no podía aguantar verla sin poder hablar, sin poder moverse, sin poder abrazarlo, sin jugar con él. Y sin una fiesta de cumpleaños, “siempre me decían: ‘cuando mamá esté mejor”. Entonces cogió un puñado de las pastillas de su madre, pero su tía se dio cuenta a tiempo y lo llevó con el médico. A los 13, se escapó de casa y estuvo viviendo varios días en la calle.
Anécdotas tan personales y fuertes como estas se desgranan en Lanata. Secretos, virtudes y pecados del periodista más amado y más odiado de la Argentina (Editorial Margen Izquierdo), que Luis Majul publicó en diciembre. Lanata sabía que, además de Majul, otros periodistas tenían la intención de escribir su vida. Y entonces reflexionó: “Entre que la escriba un hijo de puta que no conozco o la escriba un hijo de puta que conozco, prefiero que la escriba un hijo de puta que conozco”. Así que accedió a contarle sus “cosas” públicas y privadas y su lado oscuro y abrirle la puerta de “otras fuentes”.
Michael Moore es ingenuo. No lo llamo tonto, lo llamo ingenuo. Es muy optimista sobre el futuro. Yo soy sudamericano»
En lo que se ha llegado a calificar de sincericidio, reveló que durante diez años fue adicto a la cocaína “de la buena” y que gracias a eso sigue vivo, porque consumiendo ocho gramos diarios “de la mala” quién sabe… Que el proceso de desintoxicación en EE UU fue “muy doloroso”. Que le encantan las mujeres y el despilfarro. Que ha vivido “grandes aventuras” junto a los rockeros Charly García y Fito Páez. Que aceptó dinero de un exguerrillero para echar a andar Página/12. Y que aceptaría la candidatura a la presidencia de Argentina si, y solo si, el país estuviera envuelto en una crisis como la de 2001-2002.
Ha escrito libros-reportaje, cuentos y novelas. Participado en una película, una obra de teatro, una telenovela. Incluso, dirigió el videoclip La argentinidad al palo, del grupo de rock Bersuit. En 2008, fundó otro periódico: Crítica —“el último diario de papel”—, que quebró a los tres años de estar en la calle “porque los anunciantes nos boicotearon”, dice.
También ha hecho documentales. Sobre las consecuencias de destinar la mayor parte del presupuesto de Argentina para pagar la deuda exterior y sobre las empresas que se beneficiaron con la Guerra de las Malvinas, que ganó Inglaterra en 1982. Por eso se le ha comparado con Michael Moore. “Naaa. Yo soy distinto. Yo nunca iría a tratar de convencer a Walmart de que no venda armas. Moore es ingenuo. Yo lo respeto, ¿eh? No lo llamo tonto, lo llamo ingenuo. Es muy optimista con respecto al futuro. Yo soy sudamericano”, aclara.
Fumón desde los 13 años (“hasta sesenta cigarrillos al día; los que me piden que lo deje son unos fascistas de la salud”), hincha del River (“mi abuelo jugó en el equipo en 1914”), más delgado (“bajé 25 kilos, dejé de dializarme y estoy mejor de salud”), enemigo de sus antiguos colegas (“porque hay una división entre los periodistas: están con el gobierno o contra él”), presentador de Lanata sin filtro en Radio Mitre y columnista de Clarín, Lanata (a quien sus amigos llaman “El Gordo”) está acostumbrado a reconocimientos. “Dicen que mi ego es grande. Pero yo no lo veo así. Yo solo me fijo en la gente que me quiere, no en la que me odia. Pero, afortunadamente, la sensación que tengo es que es mucha más la gente que me quiere. Quizá sea más odiado por el poder. Pero está bien porque yo trabajo para eso, ¿me entendés?”.

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