El politólogo y académico José Nun nunca ocultó su simpatía por el Gobierno de los Kirchner. Pero, nobleza obliga, hay que decir que a diferencia de otros de sus colegas que conforman la llamada intelectualidad kirchnerista, desde que se alejó del Gobierno, Nun se anima -sin dejar de ser extremadamente cauteloso, claro- a poner algunos puntos sobre las íes, aún a riesgo de contradecir el consabido relato oficial. Por ejemplo, cuando sostiene que el problema de la inflación es real y debe ser atendido con urgencia o cuando insta a algunos sectores del oficialismo a abandonar cuanto antes la antinomia amigo/enemigo que -dice- resulta letal para una democracia en construcción como la nuestra.
En cambio, el ex secretario de Cultura de la Nación durante parte de las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner (2004-2009) se muestra sorprendentemente reticente a la hora de opinar sobre los intelectuales de Carta Abierta y su adhesión incondicional al poder. Tampoco dirá palabra alguna sobre la contracara de ese espacio, Plataforma 2012, el recientemente formado grupo de intelectuales y personalidades de la Cultura que cuestiona, precisamente, el discurso hegemónico y la construcción del relato K. Nun aducirá falta de información para incursionar en ese debate. Ante la insistencia de WE, sí le dedicará un áspero párrafo a su colega Beatriz Sarlo, hoy la intelectual más filosa y crítica del kirchnerismo: Lamento que su discurso alimente con tanta fuerza la antinomia amigo/enemigo, sin preocuparse demasiado por las consecuencias.
l La Presidenta tiene por delante cuatro años de Gobierno y, en lo inmediato, deberá gobernar en un contexto internacional de crisis. ¿A qué desafíos se enfrenta?
– Los desafíos son múltiples. Ante todo, nos hallamos nada menos que ante la cuarta gran crisis mundial del capitalismo moderno: la primera fue la de 1890; después, vino la de 1929; la tercera ocurrió en la década de 1970; y ahora enfrentamos la que se inició en 2007-8. Es-tas crisis han tendido a sucederse cada 40 años y a durar por lo menos una década. Si las tres anteriores nos golpearon con fuerza, hoy, en un mundo mucho más globalizado, existen pocos motivos para quedarse tranquilos.
l ¿El Gobierno está lo suficientemente alerta frente a esto?
– El Gobierno parece estar tomando conciencia de la gravedad de la situación, que se complica, para dar sólo un ejemplo, porque este año va a dirimirse la sucesión de Hu Jintao en China -gran destino de nuestras exportaciones- entre una corriente comercialmente muy aperturista y otra que lo es mucho menos y cuyo ascenso podría afectarnos bastante. Por otra parte, el problema de la inflación es real y debe ser atendido con urgencia. También la desaceleración del crecimiento del empleo en blanco, que resulta notoria desde 2007 en sectores tan cruciales como el industrial. A esto se suman las fuertes y contradictorias presiones de los intereses corporativos (empresarios del campo y de la ciudad, sindicatos…); la importancia de fortalecer las instituciones y de luchar vigorosamente contra la corrupción; la necesidad de una reforma impositiva de fondo; la liquidación de la pobreza y el cierre de una brecha de desigualdad que todavía supera en mucho la del tercer gobierno peronista; la conveniencia de revisar la ley de inversiones extranjeras que dictó la dictadura militar y que aun nos rige; la superación de las divisiones internas del partido oficialista… Los desafíos no son menores.
l La figura de Cristina se percibe hoy desde el kirchnerismo más duro como irremplazable. Y CFK no tiene reelección en 2015. ¿Cómo va a resolver el kirchnerismo el dilema del recambio?
– Estamos recién en el comienzo de un nuevo mandato presidencial por cuatro años. No es momento de promover pseudo-dilemas como el del » recambio» que contribuyen a desviar la atención de los temas que son hoy centrales y urgentes.
l ¿Hay, a su juicio, vocación en la Presidenta de buscar una reforma constitucional para conservar el poder? ¿Qué opina del proyecto Zaffaroni para ir a un sistema parlamentario?
– Sobre lo primero, me remito a mi respuesta anterior. Cuando tanto el doctor Zaffaroni como yo mismo planteamos hace ya un par de años la conveniencia de avanzar hacia un régimen parlamentarista, pensábamos básicamente en el fortalecimiento del sistema de partidos y de las instituciones democráticas y no en eventuales continuismos. No es casual que de las 22 democracias representativas que llevan más de medio siglo de vida ininterrumpida, sólo dos tengan regímenes presidencialistas, los EE.UU. y Costa Rica. De todas maneras, desde entonces el parlamentarismo se ha venido debilitando en todo el mundo mientras aumenta el «decisionismo» de los poderes ejecutivos, un fenómeno que la crisis actual se ha encargado de volver mucho más agudo y visible.
l Su colega Ernesto Laclau -firme defensor del proyecto K- dijo hace poco que no debería haber límites a la reelección. ¿Usted qué opina?
– Ya le dije que, en este momento, es un asunto secundario, que distrae la atención y que, en todo caso, resulta más funcional para profundizar la antinomia «amigo/enemigo» que para debatir genuinamente proyectos para el país.
En cambio, el ex secretario de Cultura de la Nación durante parte de las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner (2004-2009) se muestra sorprendentemente reticente a la hora de opinar sobre los intelectuales de Carta Abierta y su adhesión incondicional al poder. Tampoco dirá palabra alguna sobre la contracara de ese espacio, Plataforma 2012, el recientemente formado grupo de intelectuales y personalidades de la Cultura que cuestiona, precisamente, el discurso hegemónico y la construcción del relato K. Nun aducirá falta de información para incursionar en ese debate. Ante la insistencia de WE, sí le dedicará un áspero párrafo a su colega Beatriz Sarlo, hoy la intelectual más filosa y crítica del kirchnerismo: Lamento que su discurso alimente con tanta fuerza la antinomia amigo/enemigo, sin preocuparse demasiado por las consecuencias.
l La Presidenta tiene por delante cuatro años de Gobierno y, en lo inmediato, deberá gobernar en un contexto internacional de crisis. ¿A qué desafíos se enfrenta?
– Los desafíos son múltiples. Ante todo, nos hallamos nada menos que ante la cuarta gran crisis mundial del capitalismo moderno: la primera fue la de 1890; después, vino la de 1929; la tercera ocurrió en la década de 1970; y ahora enfrentamos la que se inició en 2007-8. Es-tas crisis han tendido a sucederse cada 40 años y a durar por lo menos una década. Si las tres anteriores nos golpearon con fuerza, hoy, en un mundo mucho más globalizado, existen pocos motivos para quedarse tranquilos.
l ¿El Gobierno está lo suficientemente alerta frente a esto?
– El Gobierno parece estar tomando conciencia de la gravedad de la situación, que se complica, para dar sólo un ejemplo, porque este año va a dirimirse la sucesión de Hu Jintao en China -gran destino de nuestras exportaciones- entre una corriente comercialmente muy aperturista y otra que lo es mucho menos y cuyo ascenso podría afectarnos bastante. Por otra parte, el problema de la inflación es real y debe ser atendido con urgencia. También la desaceleración del crecimiento del empleo en blanco, que resulta notoria desde 2007 en sectores tan cruciales como el industrial. A esto se suman las fuertes y contradictorias presiones de los intereses corporativos (empresarios del campo y de la ciudad, sindicatos…); la importancia de fortalecer las instituciones y de luchar vigorosamente contra la corrupción; la necesidad de una reforma impositiva de fondo; la liquidación de la pobreza y el cierre de una brecha de desigualdad que todavía supera en mucho la del tercer gobierno peronista; la conveniencia de revisar la ley de inversiones extranjeras que dictó la dictadura militar y que aun nos rige; la superación de las divisiones internas del partido oficialista… Los desafíos no son menores.
l La figura de Cristina se percibe hoy desde el kirchnerismo más duro como irremplazable. Y CFK no tiene reelección en 2015. ¿Cómo va a resolver el kirchnerismo el dilema del recambio?
– Estamos recién en el comienzo de un nuevo mandato presidencial por cuatro años. No es momento de promover pseudo-dilemas como el del » recambio» que contribuyen a desviar la atención de los temas que son hoy centrales y urgentes.
l ¿Hay, a su juicio, vocación en la Presidenta de buscar una reforma constitucional para conservar el poder? ¿Qué opina del proyecto Zaffaroni para ir a un sistema parlamentario?
– Sobre lo primero, me remito a mi respuesta anterior. Cuando tanto el doctor Zaffaroni como yo mismo planteamos hace ya un par de años la conveniencia de avanzar hacia un régimen parlamentarista, pensábamos básicamente en el fortalecimiento del sistema de partidos y de las instituciones democráticas y no en eventuales continuismos. No es casual que de las 22 democracias representativas que llevan más de medio siglo de vida ininterrumpida, sólo dos tengan regímenes presidencialistas, los EE.UU. y Costa Rica. De todas maneras, desde entonces el parlamentarismo se ha venido debilitando en todo el mundo mientras aumenta el «decisionismo» de los poderes ejecutivos, un fenómeno que la crisis actual se ha encargado de volver mucho más agudo y visible.
l Su colega Ernesto Laclau -firme defensor del proyecto K- dijo hace poco que no debería haber límites a la reelección. ¿Usted qué opina?
– Ya le dije que, en este momento, es un asunto secundario, que distrae la atención y que, en todo caso, resulta más funcional para profundizar la antinomia «amigo/enemigo» que para debatir genuinamente proyectos para el país.