Foto: Rodrigo Néspolo
Más notas para entender este tema
Feinmann: «Es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que te hablan del hambre»
Ojalá que no les caiga mal lo que dice y que no lo condenen al exilio de los que se animan a pensar distinto. Ojalá que los kirchneristas no trituren a José Pablo Feinmann después de enterarse de algunas cosas inconvenientes para el relato oficial que afirma en esta entrevista con Enfoques. Ojalá que se cumplan estos deseos navideños antes de que Papá Noel haga su trabajo habitual (el otro deseo es que Guillermo Moreno no controle también el tráfico de obsequios porque si no, esta noche, el autor de Ultimos días de la víctima no va a recibir ni el moño del regalo).
Se sabe que Feinmann es Feinmann. Casi una categoría en sí misma en el mundo de los intelectuales, que incluye desde su condición de genial escritor hasta la de difusor del pensamiento filosófico en la señal Encuentro, pasando por su oficio como guionista de cine, su pasión por la música, los films y, obviamente, la política.
En este último punto, este «escritor de izquierda, ligado a los derechos humanos», como alguna vez se definió, encontró en la adhesión al kirchnerismo el mismo entusiasmo que había tenido cuando militaba en la Juventud Peronista de los años setenta. Su libro El Flaco, al que Feinmann define como «una versión de Las manos sucias, de Jean Paul Sartre, porque es el diálogo entre un intelectual y un político», recrea su amistad con Néstor Kirchner y, de paso, desnuda las formas de hacer política en la Argentina de hoy.
El hecho de que Feinmann sea Feinmann, más allá de cualquier etiqueta, habla bien de él, de su independencia, de su honestidad intelectual. No cualquier miembro de la constelación oficialista dice cosas como éstas: «No me insulten: ¿cómo voy a ser kirchnerista?.» «Soy un intelectual K, pero de Kant, Kierkegaard y Kafka». «Cristina es más cerrada porque es posible que se crea autosuficiente». «Lo que me preocupa de La Cámpora es el exceso de pragmatismo y la carencia de ideas». «Es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que están comandando un gobierno nacional, popular y democrático y te hablan del hambre.»
Pero, antes de indignarse, los fundamentalistas del oficialismo deberían tener en cuenta que también dijo cosas como éstas: «Cristina es brillante e inteligente». «Cristina está a la izquierda de Néstor.» «La Presidenta da otras señales. Se enfrenta en los foros internacionales al consenso de Washington y tiene mucho coraje para ir a un foro internacional y decirles que están equivocados. Es la primera vez que un presidente le dice eso al Fondo Monetario, al Banco Mundial.»
Con la excusa de la aparición de su libro Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina , el segundo volumen de su historia sobre el movimiento que fundó Juan Domingo Perón, un fascinante y arbitrario fresco de la política nacional del período 1972-1976, Feinmann habló con La Nacion.
-Disculpe que revele públicamente este dato, pero cuando lo llamé para concertar esta entrevista usted me dijo que no era kirchnerista, algo que me sorprendió. ¿Es así?
-Por supuesto que no soy kirchnerista. Primero habría que definir bien qué es el kirchnerismo. La gente, de un modo muy banal, define como kirchnerista al que adhiere a un gobierno, pero esa definición es muy ligera. Ser algo implica un compromiso mayor y no adherir a un gobierno. Si usted me pregunta qué soy yo, cuando me definen como un intelectual K, yo digo: «Sí, sí, cómo no, Kant, Kierkegaard, Kafka». No me insulten, no me tomen el pelo: ¿cómo voy a ser kirchnerista? Yo me formé con Hegel, Marx, Sartre, Adorno, Foucault… ¿y ahora soy un intelectual K?
-¿Esto no implica tomar distancia?
-No, pero yo siempre tomé saludables distancias. Si no, no puedo pensar. ¿Cómo va a pensar un intelectual que está pegado a un partido? En ese sentido, estoy totalmente en contra del intelectual orgánico, el intelectual tiene que tener libertad. Si vos me preguntas qué soy a esta altura de mi vida: soy feinmanneano . Pienso desde mí. El que piensa desde otro filósofo o desde un partido político piensa en exterioridad, pero, a cierta altura de la vida uno ya tiene que pensar por sí mismo, y eso lo hago desde hace mucho tiempo.
-Aunque usted es un crítico del peronismo, me llamó la atención que en su nuevo libro se muestre tan implacable contra Perón.
-Soy muy duro con el tercer Perón. Los peronistas lo tapan porque no quieren ver que el jefe del movimiento hizo cosas muy oscuras. Cuando vuelve, Perón pierde su capacidad de mito porque se historiza. Desde afuera, podía totalizar toda la caótica realidad del peronismo, todas las particularidades chocaban entre sí y el líder les daba una unidad desde afuera. Como él decía: «Cuando hay dos grupos peronistas, yo soy el padre eterno, tengo que hacer que se amiguen». Ahora, cuando él vuelve, es uno más, pasa a formar parte del problema y, además, ya no es el «padre eterno» porque claramente elige a la derecha.
– Usted no parece tan de acuerdo con esa imagen de un Perón que vuelve al país con cierta dosis de espíritu de concordia.
-Sí, ése es el Perón del 72, el que vuelve. Es muy abierto, muy herbívoro, como dice él, muy democrático, y quiere una unidad nacional. El fondo de la cuestión es que ya era tarde para todo. Perón había demorado mucho su regreso, pero no por su voluntad; el gran error del Estado antiperonista que se desarrolla desde 1955 hasta 1973, en que asume Cámpora, fue prohibir a Perón durante 18 años, en una actitud absolutamente antidemocrática en nombre de la democracia. Si Perón hubiera vuelto en el 64 no hay guerrilla, ni miles de muertos, ni tanto odio en el 73.
-En una entrevista usted dijo algo muy duro: «Ojalá Perón se hubiera muerto en Madrid, es una tragedia que haya vuelto».
-Es una tragedia para su figura, sobre todo. Recuperó el uniforme de teniente general, pero quedó desacreditado como líder revolucionario de masas y, además, se ensució con sangre. Y no resolvió nada, se murió a los seis meses. Pero, por otro lado, hay una organización, que es Montoneros, sobre todo, y hay una Juventud Peronista que acepta a esa organización como hegemónica de la JP, algo que también es un error muy grande. Todos hicieron exactamente lo necesario para que la tragedia se consumara. El asesinato de Rucci es una calamidad. En el libro Diario de un clandestino , Bonasso cuenta que lo va a ver a Firmenich y le pregunta: «¿Fuimos nosotros?». «Sí, fuimos nosotros», dice Maderita (como lo llaman a Firmenich). «Pero entonces -le dice Bonasso-, si hacemos una ejecución y no la firmamos somos una banda clandestina.» Impecable.
-En el libro también se muestra muy crítico de las organizaciones guerrilleras.
-No sólo enumero los errores de Perón, sino también los de las organizaciones armadas. Eric Hobsbawm dijo: «Se trató de un error espectacular». ¿En qué consistió? En no evaluar el poder del enemigo. En equivocarse confiando en que podrían manejar a Perón. Después, el gran error es el de la Revolución Cubana, que se hizo con doce guerrilleros. Esa es la leyenda. El otro gigantesco error es el del foco guerrillero, que es una teoría del francesito Régis Debray, que él le pasó a Guevara y la fue a practicar en Bolivia, donde Guevara no podía estar con su asma. Pobrecito, la pasó horrible, no logró nada y los campesinos lo delataron. Pero en lugar de ver los errores de Guevara, se lo transforma en un mártir. «Sean como el Che», dice Castro en un célebre discurso. Habría que haberles dicho a los muchachos: «No sean como el Che, evalúen mejor a las fuerzas con las que se oponen, con ocho guerrilleros en una selva no van a nuclear a la población.
-Pasemos a la política actual, pero sigamos hablando del peronismo: ¿qué imagina que puede pasar en el conflicto que se creó entre Cristina Kirchner y Hugo Moyano?
-Tendrá que haber un diálogo. Si hay ruptura, la situación es muy peligrosa porque el sindicalismo no creo que apele a la razón, sino que está, por historia, muy cerca de la violencia. Ha hecho acciones violentas muy claras: la UOM de Lorenzo Miguel invade Villa Constitución en el 75. Después, las bandas que se crean en la CGT, como la Juventud Sindical Peronista, también eran temibles. Ahí la sociedad tiene que tomar partido: a nadie le conviene un gobierno de Moyano. Ahí sí que van a ver lo que es el autoritarismo peronista. Lo va a llamar a Duhalde, a Menem, a Rodríguez Saá, y viene la derecha peronista.
-Es raro el conflicto porque fue Néstor Kirchner el que alentó a Moyano, el que le dio negocios, un poder político inusitado. ¿Por qué está hoy cerca de la ruptura, entonces?
-Porque Cristina no le habrá dado lo que le dio Néstor. Cristina está a la izquierda de Néstor, que le dio todo porque era quizá más negociador que Cristina. Todo tipo que llega al gobierno tiene que negociar con el aparato peronista. Por eso me da un poco de pena la oposición: había algunos que si subían, a los dos días los tiraba el aparato peronista. Hay que gobernar con el aparato peronista… Supongo que Cristina lo va a llamar a Moyano y si él no quiere ir, no sé, se acuartelará en la CGT, la policía se acuartelará en la provincia y ahí sí hay peligros en el horizonte y hay que ver qué hacen los que dicen defender la democracia.
-¿Le parece que el kirchnerismo es la etapa superior del peronismo?
-Eso es muy leninista? (Risas). No creo que sea una etapa superior del peronismo. No sé si dentro del kirchnerismo vamos a terminar englobando al cristinismo…
-¿Hay matices? ¿De qué tipo?
-Cristina tiene una tendencia a ir más hacia lo que podríamos llamar, no te digo izquierda, pero más hacia un capitalismo de inclusión y de solución de la pobreza, que va a implicar un mayor compromiso para enfrentar a los sectores más poderosos económicamente y ver cómo se les puede extraer medios económicos para realizar esta distribución. ¿Querés que te diga algo de corazón? Yo no entiendo cómo los muy muy ricos no se dan cuenta de que tienen que ceder algo de su riqueza para vivir más felices.
-¿En el aporte de los más ricos no hay señales confusas? Siempre me llamó la atención que los Kirchner quintuplicaron su patrimonio en apenas cinco años. Son ricos…
-Entonces habría que hacer dos cosas: si los que dan algo y comparten lo hacen, exigirles a los que gobiernen que también lo hagan en la misma medida? Es una utopía, pero es una utopía para vivir mejor. Si no, no vamos a vivir mejor.
-O sea, que Cristina reparta, ceda parte de su fortuna. Eso sí que es revolucionario?
-Hay que hacer una verificación final de eso. Con Menem había causas abiertas y había políticos corruptos presos a patadas, y con los gobiernos kirchneristas no ha habido ese tipo de cosas.
-También hay una Justicia funcional al poder y una virtual ausencia de organismos de control. ¿Pero no le hace ruido el vertiginoso y enorme aumento patrimonial de los Kirchner? ¿O le parece un tema menor?
-No, no me parece un tema menor. Habría que hacer un muy buen análisis de cómo creció ese patrimonio, que alguien demuestre con qué mecánica se hizo la extracción ilegal. Eso me tranquilizaría mucho más. Me dolió cuando se habló de un hotel de dos millones de dólares que pertenecía a Néstor Kirchner. Pero no me duele tanto: no tengo mi causa total comprometida con los Kirchner y estoy acostumbrado a que los líderes en los que uno confía hagan también grandes macanas. Yo creí, o quise creer, en Perón. Fijate cómo me fue y cómo nos fue a todos. La cabeza, a esta altura, no la doy por nadie. Uno sufre con estas cosas porque desearía que se aclaren y que ellos digan: «Esto viene de acá». Y que les quiten la incomodidad a los que adhieren al Gobierno porque es muy incómodo adherir a un gobierno de dos gobernantes multimillonarios que están comandando un gobierno nacional, popular y democrático, y que te hablan del hambre. Por ejemplo, cuando Cristina dice que es la primera que renuncia a los subsidios, sería muy bueno un acto simbólico: «Yo doy 10 millones de dólares para hacer un barrio en tal lugar». Un millón, aunque sea. «De esa fortuna que dicen que yo robé, uno va ahí.» Eso me gustaría, pero más para los militantes.
-Sería una señal distinta…
-Eso habría que aclararlo, pero Cristina da otras señales: se enfrenta en los foros internacionales al consenso de Washington, explica muy claramente por qué sólo una política keynesiana puede salvar al capitalismo. Todas esas cosas que dice me parecen importantes también, no sólo la fortuna que haya acrecentado. También tiene mucho coraje para ir a un foro internacional y decirles: «Ustedes están equivocados». Es la primera vez que un presidente le dice eso al Fondo Monetario, al Banco Mundial. Lo que hay que hacer acá es lo que estamos haciendo nosotros, una intervención estatal en el mercado. Si no, el mercado se concentra solo y terminan siendo cuatro o cinco grupos económicos los que lo manejan.
-La Presidenta parece intelectualmente mucho más sólida, pero parece más cerrada.
-Más cerrada porque es muy posible que Cristina se crea autosuficiente. Tampoco le faltan motivos: es muy inteligente. Alguien muy inteligente es posible que diga: «Estas cosas las voy a arreglar yo, qué va a venir fulano a bajarme línea».
-En una nota de hace unos años usted criticó al kirchnerismo por «la ausencia total de formación de cuadros políticos». ¿La Cámpora no es una forma de remoción de cuadros?
-Lo que me preocupa de La Cámpora es que hay un exceso de pragmatismo y una carencia de ideas. Además, muchos han tomado puestos en el Gobierno, cosa que la Juventud Peronista no había hecho y se pasaba el día hablando de ideas, ideas e ideas. Era la época, pero ahora hablan de a quién poner acá, allá, a quién sacar de aquí y eso me deja un poco aparte. Prefiero que se hable de ideas en un mundo muy complejo.
-¿Lo decepciona el hecho de que los Kirchner, contrariamente a lo que usted les recomendó, no rompieran con el peronismo?
-La cosa es más lenta, pero hay signos: a la liturgia del movimiento no la usan, no se canta, no hay fotos de Perón ni de Evita, no hay escudos, Cristina jamás cita a Perón. Hay algunos atisbos.
-Y hasta lo criticó, en su reasunción.
-Y hasta lo criticó… Pero no creo que Cristina rompa con el peronismo: nadie va a poder gobernar sin el peronismo hoy, todavía. Por más que venga el que vos quieras, no va a poder gobernar sin un pacto fuerte con el peronismo. Imaginate si al tercer o cuarto día Moyano se te planta como un gran rey, como Hoffa. Hay que ver qué poder tiene el Gobierno, qué hace si le larga una huelga, el 17 de octubre de Moyano. ¿Reprime? No, no puede. El país está en una situación bastante peligrosa. Como siempre. Y como estamos acostumbrados, lo podremos sobrellevar.
Mi primera charla con José Pablo Feinmann estuvo a punto de ser la última. Lo llamé para entrevistarlo, pero estaba furioso por una información publicada en La Nacion sobre su declaración en una causa judicial por el asesinato del coronel Larrabure. Allí, erróneamente, se lo mencionaba como secretario de prensa del gobierno de Héctor J. Cámpora. Y me aseguró que él nunca había dicho, como afirmaba la nota, que «Perón estaba convencido de que la guerrilla era un ataque contra toda la sociedad argentina». Le prometí que lo podría aclarar en la charla y así logramos encontrarnos para una apasionante entrevista de casi dos horas. El diálogo con Feinmann, de quien soy un lector consecuente, superó mis expectativas. Pensé, prejuicioso como soy, que iba a recitarme los diez mandamientos de los K y a retarme por trabajar en un medio «enemigo». Tuvimos, en cambio, un diálogo sin concesiones, leal y profundo sobre los Kirchner, el país y el peronismo (eje de sus dos libros sobre el tema, que suman 1500 páginas). Obviamente, me sorprendió que dijera que no es kirchnerista y que lo planteara en términos tan tajantes, reivindicando la libertad de todo intelectual. También, cuando le pregunté por la asombrosa multiplicación patrimonial de los Kirchner y terminó admitiendo que «es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que te hablan del hambre». Si bien se preocupó por elogiar enseguida a la Presidenta, aquella frase lo podría ubicar, en la visión maniqueísta del oficialismo, en la vereda de Moyano. Sería injusto. Feinmann, como él mismo destacó, es feinmanneano. Y si eso equivale a opinar con tanta libertad, me dan ganas de sumarme..
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Feinmann: «Es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que te hablan del hambre»
Ojalá que no les caiga mal lo que dice y que no lo condenen al exilio de los que se animan a pensar distinto. Ojalá que los kirchneristas no trituren a José Pablo Feinmann después de enterarse de algunas cosas inconvenientes para el relato oficial que afirma en esta entrevista con Enfoques. Ojalá que se cumplan estos deseos navideños antes de que Papá Noel haga su trabajo habitual (el otro deseo es que Guillermo Moreno no controle también el tráfico de obsequios porque si no, esta noche, el autor de Ultimos días de la víctima no va a recibir ni el moño del regalo).
Se sabe que Feinmann es Feinmann. Casi una categoría en sí misma en el mundo de los intelectuales, que incluye desde su condición de genial escritor hasta la de difusor del pensamiento filosófico en la señal Encuentro, pasando por su oficio como guionista de cine, su pasión por la música, los films y, obviamente, la política.
En este último punto, este «escritor de izquierda, ligado a los derechos humanos», como alguna vez se definió, encontró en la adhesión al kirchnerismo el mismo entusiasmo que había tenido cuando militaba en la Juventud Peronista de los años setenta. Su libro El Flaco, al que Feinmann define como «una versión de Las manos sucias, de Jean Paul Sartre, porque es el diálogo entre un intelectual y un político», recrea su amistad con Néstor Kirchner y, de paso, desnuda las formas de hacer política en la Argentina de hoy.
El hecho de que Feinmann sea Feinmann, más allá de cualquier etiqueta, habla bien de él, de su independencia, de su honestidad intelectual. No cualquier miembro de la constelación oficialista dice cosas como éstas: «No me insulten: ¿cómo voy a ser kirchnerista?.» «Soy un intelectual K, pero de Kant, Kierkegaard y Kafka». «Cristina es más cerrada porque es posible que se crea autosuficiente». «Lo que me preocupa de La Cámpora es el exceso de pragmatismo y la carencia de ideas». «Es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que están comandando un gobierno nacional, popular y democrático y te hablan del hambre.»
Pero, antes de indignarse, los fundamentalistas del oficialismo deberían tener en cuenta que también dijo cosas como éstas: «Cristina es brillante e inteligente». «Cristina está a la izquierda de Néstor.» «La Presidenta da otras señales. Se enfrenta en los foros internacionales al consenso de Washington y tiene mucho coraje para ir a un foro internacional y decirles que están equivocados. Es la primera vez que un presidente le dice eso al Fondo Monetario, al Banco Mundial.»
Con la excusa de la aparición de su libro Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina , el segundo volumen de su historia sobre el movimiento que fundó Juan Domingo Perón, un fascinante y arbitrario fresco de la política nacional del período 1972-1976, Feinmann habló con La Nacion.
-Disculpe que revele públicamente este dato, pero cuando lo llamé para concertar esta entrevista usted me dijo que no era kirchnerista, algo que me sorprendió. ¿Es así?
-Por supuesto que no soy kirchnerista. Primero habría que definir bien qué es el kirchnerismo. La gente, de un modo muy banal, define como kirchnerista al que adhiere a un gobierno, pero esa definición es muy ligera. Ser algo implica un compromiso mayor y no adherir a un gobierno. Si usted me pregunta qué soy yo, cuando me definen como un intelectual K, yo digo: «Sí, sí, cómo no, Kant, Kierkegaard, Kafka». No me insulten, no me tomen el pelo: ¿cómo voy a ser kirchnerista? Yo me formé con Hegel, Marx, Sartre, Adorno, Foucault… ¿y ahora soy un intelectual K?
-¿Esto no implica tomar distancia?
-No, pero yo siempre tomé saludables distancias. Si no, no puedo pensar. ¿Cómo va a pensar un intelectual que está pegado a un partido? En ese sentido, estoy totalmente en contra del intelectual orgánico, el intelectual tiene que tener libertad. Si vos me preguntas qué soy a esta altura de mi vida: soy feinmanneano . Pienso desde mí. El que piensa desde otro filósofo o desde un partido político piensa en exterioridad, pero, a cierta altura de la vida uno ya tiene que pensar por sí mismo, y eso lo hago desde hace mucho tiempo.
-Aunque usted es un crítico del peronismo, me llamó la atención que en su nuevo libro se muestre tan implacable contra Perón.
-Soy muy duro con el tercer Perón. Los peronistas lo tapan porque no quieren ver que el jefe del movimiento hizo cosas muy oscuras. Cuando vuelve, Perón pierde su capacidad de mito porque se historiza. Desde afuera, podía totalizar toda la caótica realidad del peronismo, todas las particularidades chocaban entre sí y el líder les daba una unidad desde afuera. Como él decía: «Cuando hay dos grupos peronistas, yo soy el padre eterno, tengo que hacer que se amiguen». Ahora, cuando él vuelve, es uno más, pasa a formar parte del problema y, además, ya no es el «padre eterno» porque claramente elige a la derecha.
– Usted no parece tan de acuerdo con esa imagen de un Perón que vuelve al país con cierta dosis de espíritu de concordia.
-Sí, ése es el Perón del 72, el que vuelve. Es muy abierto, muy herbívoro, como dice él, muy democrático, y quiere una unidad nacional. El fondo de la cuestión es que ya era tarde para todo. Perón había demorado mucho su regreso, pero no por su voluntad; el gran error del Estado antiperonista que se desarrolla desde 1955 hasta 1973, en que asume Cámpora, fue prohibir a Perón durante 18 años, en una actitud absolutamente antidemocrática en nombre de la democracia. Si Perón hubiera vuelto en el 64 no hay guerrilla, ni miles de muertos, ni tanto odio en el 73.
-En una entrevista usted dijo algo muy duro: «Ojalá Perón se hubiera muerto en Madrid, es una tragedia que haya vuelto».
-Es una tragedia para su figura, sobre todo. Recuperó el uniforme de teniente general, pero quedó desacreditado como líder revolucionario de masas y, además, se ensució con sangre. Y no resolvió nada, se murió a los seis meses. Pero, por otro lado, hay una organización, que es Montoneros, sobre todo, y hay una Juventud Peronista que acepta a esa organización como hegemónica de la JP, algo que también es un error muy grande. Todos hicieron exactamente lo necesario para que la tragedia se consumara. El asesinato de Rucci es una calamidad. En el libro Diario de un clandestino , Bonasso cuenta que lo va a ver a Firmenich y le pregunta: «¿Fuimos nosotros?». «Sí, fuimos nosotros», dice Maderita (como lo llaman a Firmenich). «Pero entonces -le dice Bonasso-, si hacemos una ejecución y no la firmamos somos una banda clandestina.» Impecable.
-En el libro también se muestra muy crítico de las organizaciones guerrilleras.
-No sólo enumero los errores de Perón, sino también los de las organizaciones armadas. Eric Hobsbawm dijo: «Se trató de un error espectacular». ¿En qué consistió? En no evaluar el poder del enemigo. En equivocarse confiando en que podrían manejar a Perón. Después, el gran error es el de la Revolución Cubana, que se hizo con doce guerrilleros. Esa es la leyenda. El otro gigantesco error es el del foco guerrillero, que es una teoría del francesito Régis Debray, que él le pasó a Guevara y la fue a practicar en Bolivia, donde Guevara no podía estar con su asma. Pobrecito, la pasó horrible, no logró nada y los campesinos lo delataron. Pero en lugar de ver los errores de Guevara, se lo transforma en un mártir. «Sean como el Che», dice Castro en un célebre discurso. Habría que haberles dicho a los muchachos: «No sean como el Che, evalúen mejor a las fuerzas con las que se oponen, con ocho guerrilleros en una selva no van a nuclear a la población.
-Pasemos a la política actual, pero sigamos hablando del peronismo: ¿qué imagina que puede pasar en el conflicto que se creó entre Cristina Kirchner y Hugo Moyano?
-Tendrá que haber un diálogo. Si hay ruptura, la situación es muy peligrosa porque el sindicalismo no creo que apele a la razón, sino que está, por historia, muy cerca de la violencia. Ha hecho acciones violentas muy claras: la UOM de Lorenzo Miguel invade Villa Constitución en el 75. Después, las bandas que se crean en la CGT, como la Juventud Sindical Peronista, también eran temibles. Ahí la sociedad tiene que tomar partido: a nadie le conviene un gobierno de Moyano. Ahí sí que van a ver lo que es el autoritarismo peronista. Lo va a llamar a Duhalde, a Menem, a Rodríguez Saá, y viene la derecha peronista.
-Es raro el conflicto porque fue Néstor Kirchner el que alentó a Moyano, el que le dio negocios, un poder político inusitado. ¿Por qué está hoy cerca de la ruptura, entonces?
-Porque Cristina no le habrá dado lo que le dio Néstor. Cristina está a la izquierda de Néstor, que le dio todo porque era quizá más negociador que Cristina. Todo tipo que llega al gobierno tiene que negociar con el aparato peronista. Por eso me da un poco de pena la oposición: había algunos que si subían, a los dos días los tiraba el aparato peronista. Hay que gobernar con el aparato peronista… Supongo que Cristina lo va a llamar a Moyano y si él no quiere ir, no sé, se acuartelará en la CGT, la policía se acuartelará en la provincia y ahí sí hay peligros en el horizonte y hay que ver qué hacen los que dicen defender la democracia.
-¿Le parece que el kirchnerismo es la etapa superior del peronismo?
-Eso es muy leninista? (Risas). No creo que sea una etapa superior del peronismo. No sé si dentro del kirchnerismo vamos a terminar englobando al cristinismo…
-¿Hay matices? ¿De qué tipo?
-Cristina tiene una tendencia a ir más hacia lo que podríamos llamar, no te digo izquierda, pero más hacia un capitalismo de inclusión y de solución de la pobreza, que va a implicar un mayor compromiso para enfrentar a los sectores más poderosos económicamente y ver cómo se les puede extraer medios económicos para realizar esta distribución. ¿Querés que te diga algo de corazón? Yo no entiendo cómo los muy muy ricos no se dan cuenta de que tienen que ceder algo de su riqueza para vivir más felices.
-¿En el aporte de los más ricos no hay señales confusas? Siempre me llamó la atención que los Kirchner quintuplicaron su patrimonio en apenas cinco años. Son ricos…
-Entonces habría que hacer dos cosas: si los que dan algo y comparten lo hacen, exigirles a los que gobiernen que también lo hagan en la misma medida? Es una utopía, pero es una utopía para vivir mejor. Si no, no vamos a vivir mejor.
-O sea, que Cristina reparta, ceda parte de su fortuna. Eso sí que es revolucionario?
-Hay que hacer una verificación final de eso. Con Menem había causas abiertas y había políticos corruptos presos a patadas, y con los gobiernos kirchneristas no ha habido ese tipo de cosas.
-También hay una Justicia funcional al poder y una virtual ausencia de organismos de control. ¿Pero no le hace ruido el vertiginoso y enorme aumento patrimonial de los Kirchner? ¿O le parece un tema menor?
-No, no me parece un tema menor. Habría que hacer un muy buen análisis de cómo creció ese patrimonio, que alguien demuestre con qué mecánica se hizo la extracción ilegal. Eso me tranquilizaría mucho más. Me dolió cuando se habló de un hotel de dos millones de dólares que pertenecía a Néstor Kirchner. Pero no me duele tanto: no tengo mi causa total comprometida con los Kirchner y estoy acostumbrado a que los líderes en los que uno confía hagan también grandes macanas. Yo creí, o quise creer, en Perón. Fijate cómo me fue y cómo nos fue a todos. La cabeza, a esta altura, no la doy por nadie. Uno sufre con estas cosas porque desearía que se aclaren y que ellos digan: «Esto viene de acá». Y que les quiten la incomodidad a los que adhieren al Gobierno porque es muy incómodo adherir a un gobierno de dos gobernantes multimillonarios que están comandando un gobierno nacional, popular y democrático, y que te hablan del hambre. Por ejemplo, cuando Cristina dice que es la primera que renuncia a los subsidios, sería muy bueno un acto simbólico: «Yo doy 10 millones de dólares para hacer un barrio en tal lugar». Un millón, aunque sea. «De esa fortuna que dicen que yo robé, uno va ahí.» Eso me gustaría, pero más para los militantes.
-Sería una señal distinta…
-Eso habría que aclararlo, pero Cristina da otras señales: se enfrenta en los foros internacionales al consenso de Washington, explica muy claramente por qué sólo una política keynesiana puede salvar al capitalismo. Todas esas cosas que dice me parecen importantes también, no sólo la fortuna que haya acrecentado. También tiene mucho coraje para ir a un foro internacional y decirles: «Ustedes están equivocados». Es la primera vez que un presidente le dice eso al Fondo Monetario, al Banco Mundial. Lo que hay que hacer acá es lo que estamos haciendo nosotros, una intervención estatal en el mercado. Si no, el mercado se concentra solo y terminan siendo cuatro o cinco grupos económicos los que lo manejan.
-La Presidenta parece intelectualmente mucho más sólida, pero parece más cerrada.
-Más cerrada porque es muy posible que Cristina se crea autosuficiente. Tampoco le faltan motivos: es muy inteligente. Alguien muy inteligente es posible que diga: «Estas cosas las voy a arreglar yo, qué va a venir fulano a bajarme línea».
-En una nota de hace unos años usted criticó al kirchnerismo por «la ausencia total de formación de cuadros políticos». ¿La Cámpora no es una forma de remoción de cuadros?
-Lo que me preocupa de La Cámpora es que hay un exceso de pragmatismo y una carencia de ideas. Además, muchos han tomado puestos en el Gobierno, cosa que la Juventud Peronista no había hecho y se pasaba el día hablando de ideas, ideas e ideas. Era la época, pero ahora hablan de a quién poner acá, allá, a quién sacar de aquí y eso me deja un poco aparte. Prefiero que se hable de ideas en un mundo muy complejo.
-¿Lo decepciona el hecho de que los Kirchner, contrariamente a lo que usted les recomendó, no rompieran con el peronismo?
-La cosa es más lenta, pero hay signos: a la liturgia del movimiento no la usan, no se canta, no hay fotos de Perón ni de Evita, no hay escudos, Cristina jamás cita a Perón. Hay algunos atisbos.
-Y hasta lo criticó, en su reasunción.
-Y hasta lo criticó… Pero no creo que Cristina rompa con el peronismo: nadie va a poder gobernar sin el peronismo hoy, todavía. Por más que venga el que vos quieras, no va a poder gobernar sin un pacto fuerte con el peronismo. Imaginate si al tercer o cuarto día Moyano se te planta como un gran rey, como Hoffa. Hay que ver qué poder tiene el Gobierno, qué hace si le larga una huelga, el 17 de octubre de Moyano. ¿Reprime? No, no puede. El país está en una situación bastante peligrosa. Como siempre. Y como estamos acostumbrados, lo podremos sobrellevar.
Mi primera charla con José Pablo Feinmann estuvo a punto de ser la última. Lo llamé para entrevistarlo, pero estaba furioso por una información publicada en La Nacion sobre su declaración en una causa judicial por el asesinato del coronel Larrabure. Allí, erróneamente, se lo mencionaba como secretario de prensa del gobierno de Héctor J. Cámpora. Y me aseguró que él nunca había dicho, como afirmaba la nota, que «Perón estaba convencido de que la guerrilla era un ataque contra toda la sociedad argentina». Le prometí que lo podría aclarar en la charla y así logramos encontrarnos para una apasionante entrevista de casi dos horas. El diálogo con Feinmann, de quien soy un lector consecuente, superó mis expectativas. Pensé, prejuicioso como soy, que iba a recitarme los diez mandamientos de los K y a retarme por trabajar en un medio «enemigo». Tuvimos, en cambio, un diálogo sin concesiones, leal y profundo sobre los Kirchner, el país y el peronismo (eje de sus dos libros sobre el tema, que suman 1500 páginas). Obviamente, me sorprendió que dijera que no es kirchnerista y que lo planteara en términos tan tajantes, reivindicando la libertad de todo intelectual. También, cuando le pregunté por la asombrosa multiplicación patrimonial de los Kirchner y terminó admitiendo que «es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que te hablan del hambre». Si bien se preocupó por elogiar enseguida a la Presidenta, aquella frase lo podría ubicar, en la visión maniqueísta del oficialismo, en la vereda de Moyano. Sería injusto. Feinmann, como él mismo destacó, es feinmanneano. Y si eso equivale a opinar con tanta libertad, me dan ganas de sumarme..
Piensa José P. F. que:
-Cristina tiene una tendencia a ir más hacia lo que podríamos llamar, no te digo izquierda, pero más hacia un capitalismo de inclusión y de solución de la pobreza, que va a implicar un mayor compromiso para enfrentar a los sectores más poderosos económicamente y ver cómo se les puede extraer medios económicos para realizar esta distribución. ¿Querés que te diga algo de corazón? Yo no entiendo cómo los muy muy ricos no se dan cuenta de que tienen que ceder algo de su riqueza para vivir más felices.
-¿En el aporte de los más ricos no hay señales confusas? Siempre me llamó la atención que los Kirchner quintuplicaron su patrimonio en apenas cinco años. Son ricos…
-Entonces habría que hacer dos cosas: si los que dan algo y comparten lo hacen, exigirles a los que gobiernen que también lo hagan en la misma medida? Es una utopía, pero es una utopía para vivir mejor. Si no, no vamos a vivir mejor.»
Bueno. Un poco tarde:
http://www.perfil.com/contenidos/2011/12/27/noticia_0004.html