Lo felicitan por no «meterse» en política, pero él asegura que hace política con la «excusa» de la solidaridad. Los políticos lo tientan a ser candidato. Él se rehúsa porque conoce y defiende su rol y vocación, pero señala que la superación de la solidaridad es a través de la participación política para llegar a la «justicia».
Hace mucho frío en la «oficina nocturna» de Juan en Plaza de Mayo. El puesto de Red Solidaria frente a la Catedral Metropolitana no es suficiente reparo para el viento. Se llena de cientos de personas que llegan para buscar abrigo, comida y acompañamiento. Una larga mesa de comida los espera, «la gran mesa de los viernes» (ver aparte).
También se suman muchos a colaborar. Organizaciones políticas, sociales y religiosas. En la calle estacionados hay un Chevy viejo y una combi con aspecto de funcionar con dificultad, pero también paran un Volkswagen y un Mini Cooper, ambos con patente de diseño 2016 y con valores que acumulan largamente 6 cifras. De los cuatro vehículos baja gente a ayudar a Juan. Tres características sobresalen en la situación: la necesidad, la solidaridad y lo variopinto del encuentro.
Muchos parecen flaneurs, esos eternos espectadores urbanos que andan y andan, miran y miran pero no se comprometen. Juan camina para un lado y para el otro. Se mueve como nervioso. Trabaja, revuelve una olla y entrega ropa. Le agradecen cosas pero él agradece más. Habla y se acerca a la gente con supina tranquilidad. Necesitan ayuda para conseguir la tarifa social y la tarjeta SUBE. Él levanta un tablón. Reparte abrazos que no le piden. Lo llaman por teléfono y arden sus redes sociales. Exagera con intencionalidad la pronunciación del inglés cuando acusa a Snapchat o Twitter. Dos de sus hijas lo ayudan. Él sí se compromete.
“Esta mesa de los viernes en Plaza de Mayo del año pasado a éste se duplicó”, confiesa. Él es Juan Carr, el impulsor de la cultura solidaria más reconocido en la Argentina, a quien el frío y su tarea en la histórica plaza no le hicieron eludir ni un solo tema. De la serenidad y la alegría al referirse a la juventud política, la participación solidaria o las nuevas tecnologías, pasó a la preocupación mezclada con firmeza cuando el tema son los más necesitados. Y la seriedad y cierta incomodidad lo alcanzaron cuando llegó el turno de los tiempos políticos. Habló de todo: la participación y la solidaridad, él y la política, Cambiemos y La Cámpora. Y dio fuertes definiciones respecto de qué pasa con los despidos, la pobreza, el hambre y la situación de calle en tiempos de Macri.
Hay problemáticas que diversas organizaciones y consultoras afirman que han aumentado: la pobreza, la gente sin hogar, la desocupación y la necesidad de comedores. ¿Está de acuerdo?
Te digo lo que pasa acá ahora esta noche: para nosotros no aumentó la cantidad de personas en situación de calle, de ningún modo vemos una situación de altísima preocupación en eso, pero sí hay más personas que vienen a comer porque no les alcanza y les resolvemos la comida de dos o tres días. Yo estoy preocupado siempre, porque un pobre es una catástrofe. Y en la Argentina, salvo en 2001 que la mitad fue pobre, del 83 hasta acá lo que no pudimos resolver ni en el mejor momento en estos 30 años es que uno de cada cinco argentinos esté afuera del sistema. Ése es nuestro número. Y eso lo digo a propósito porque participamos todos, yo también, y ese número no se movió.
Varias organizaciones civiles no coinciden con que no haya cambiado el panorama de las personas en situación de calle.
La calle es muy estable, oficialmente hay 840 u 850 personas en situación de calle permanente en Buenos Aires. Hay mucha ropa y mucha generosidad, a la Argentina le ha ido bien durante muchos años. Durante la semana la gente trae ropa, porque está todo muy caro. ¿Alguien dice que no?
¿Y la pobreza? Todos coinciden en que pasó, desde el CEPA hasta la UCA e incluso el propio oficialismo, de aproximadamente 29 a 35% entre enero y marzo, o sea un incremento del 18,9%. Con el tarifazo, se arrojan números que oscilan entre 1,5 y 5 millones de nuevos pobres.
No soy inocente, los números deben ser los que dicen por ahí. Nosotros no medimos números. Evidentemente acá estamos ante una mesa larga. Del año pasado a éste, la mesa de Plaza de Mayo se duplicó, y la mitad viene porque la comida está cara y no la pueden comprar. La foto de hace unos años es distinta a la de ahora. Pero yo quiero construir, y me parece que las cifras a veces sirven para estar en contra o a favor y yo de eso me escapo. Lo que pasa ahora es que la situación de calle está igual. La situación de los que no tienen la comida garantizada está igual, pero la novedad es que, como lo que se ve acá incluso con personas que no están en la calle, como la mitad de esta mesa, está impactando que la comida es muy cara y por eso esta mesa se duplicó. Después hay muchas informaciones. Informa Unicef, la UCA, el Gobierno. Yo hasta que no haya 0 pobres no paro.
¿Cómo es la situación en el caso de la pobreza extrema?
No es fácil medir la pobreza extrema. Es difícil estar cerca de los más pobres. Coca-Cola no sabe lo que consumen los pobres más extremos, sabe lo que consumimos vos y yo y los pobres. Los pobres extremos están afuera del sistema y no le interesan a nadie. Mi otro drama es que de esos, unos dicen que 500 mil y otros 3 millones, pobres extremos, la tercera parte yo sé dónde está, otra tercera parte hay que salir a buscarla a lugares difíciles, pero la última tercera parte es inaccesible. No sabemos ni dónde están de lo extrema que es la situación.
¿Qué es lo que más afecta a estos sectores de pobreza extrema?
Al problema de la pobreza extrema no lo mueve ningún índice de inflación, porque es tan extrema que no la mueve nada. En esta mesa que se duplicó, el 30% es pobreza extrema, los demás son más bien pobres. Cuando me dicen ´la inflación sobre todo complica a los más pobres´, sí, a los pobres sí, pero a los excluidos no. Nada, porque están afuera del sistema.
¿Y los despidos? Según cifras que van desde el Gobierno hasta la consultora CEPA, se puede hablar de entre 70 mil y 170 mil echados, entre privados y públicos.
Un despedido ya es una catástrofe, entonces si hay por lo menos 70 mil, mucho peor. Es una situación preocupante, es de terror. La que más me preocupa a mí. Lo que más miro es la evolución del empleo, que es la solidaridad bien entendida y digna. Porque además la solidaridad puede hacer cualquier cosa menos generar empleo. Me genera especial atención y me ocupa la cabeza la mitad de mi tiempo este tema.
¿Y cómo se sale de todas estas dificultades?
En este clima de cifras en contra y a favor, que ya hubo mucho tironeo por eso, yo estoy esperando el llamado del Gobierno, de la oposición, de la Iglesia, de los judíos, de todos para formar una mesa que se había conformado y que había tenido éxito con la Asignación Universal por Hijo. Ese momento fue glorioso. La idea de la AUH fue de la izquierda y de la CTA, la doctora (Elisa) Carrió se suma. Al radicalismo y a la Iglesia con Caritas le parecen bien. Y el anterior gobierno, el Frente para la Victoria, lo pone en marcha. Ésa fue la última vez que la Argentina acordó y logró un impacto fabuloso sobre la pobreza extrema. Yo por eso me cuido en lo que digo, porque estoy esperando esa construcción. Hace falta reconstruir algo parecido para ir por el “hambre cero” y pegarle un mazazo. Creo que en la Argentina, en los próximos 4, 8 o 12 años, se puede acabar el hambre. No la pobreza, para eso nos faltan dos o tres generaciones, gobierne quien gobierna, aunque pueda haber algún milagro. Necesito que nos juntemos todos esos que miden y los políticos. Eso es lo que más me cuesta ahora.
¿Y ve posible ese encuentro?
A esta gran mesa de los viernes en la plaza, del «Frío Cero» y la comida, etcétera, vienen de todos los sectores. Acá están La JP La Cámpora, la Juventud Radical, Los Irrompibles, la Juventud Socialista, la juventud del PRO, los adventistas de ayuda urbana, los católicos de acá en frente, los judíos. Se juntan todos. Pero generalmente nos une AMIA, los 100 cantantes o la tragedia. Es posible, pero todavía está verde. No perdí la fe. La mayoría de nuestro pueblo no, pero evidentemente hay una dirigencia que tiene un enfrentamiento que respeto pero que no me resulta fácil de superar. Tiene un nombre famoso pero que no uso ni creo mucho en él. La Argentina tiene que encontrarse en honor a los más pobres.
Del año pasado a éste, la mesa de Plaza de Mayo se duplicó, y la mitad viene porque la comida está cara y no la pueden comprar
¿Cree que algunos esperan que usted diga cosas más agresivas respecto del contexto actual?
Muchos que dicen cosas fuertes tienen un ánimo que no es el que yo tengo. Yo tengo el ánimo de construir. De cada 7 personas en el mundo, cuatro están en el sistema y tres están afuera. En Argentina, uno de cada cinco en el mejor momento de los últimos 30 años estuvo fuera del sistema. Si no hubiera ningún pobre en el mundo me pelearía posiblemente con un montón de gente. Calculé que me quedan 9 mil días de vida en 30 años. No puedo dedicar tiempo a eso. Hacés una declaración amistosa sobre el hambre o la pobreza y terminás tres días envuelto en debates que no son tuyos. Ahora, si uno sólo de esos debates sirviera en serio para que hubiera un pobre menos, ahí me sumo. Pero hasta ahora no es así.
LA HORA DE LA SOLIDARIDAD Y SU TRANSFORMACIÓN
El tiempo no para, pero el viento tampoco en «la gran mesa de los viernes», como a Juan Carr le gusta decirle a la jornada del último día de la semana del encuentro solidario que organizó y denominó «Frío Cero». Este evento tiene su lugar todos los días a partir de las 19 en el puesto que la Red Solidaria tiene frente a la Catedral porteña, y también los sábados y domingos de menos de 6 o 7 grados de temperatura. Cada noche se acercan cientos de personas, pobres y de extrema pobreza, personas sin hogar y otras que sí tienen vivienda. Todas tienen muchas necesidades, cada vez más. Hay ropas para combatir el frío y una heladera con viandas para que puedan llevar libremente. Y una muy larga mesa para compartir la comida y más.
El entrevistado fue el creador de Red Solidaria, la organización no gubernamental -sin papeles ni personería- que desde 1995 realiza campañas de todo tipo «con un único motor que es vincular a aquellos que necesitan ayuda con quienes puedan darles una mano». Ya pasaron 21 años desde que nació esta creación.
«¿Usted quién es?», pregunta un señor muy mayor. «Juan Carr, muchísimas gracias por venir», responde él. El abuelo le pide ayuda para gestionar la tarifa social, Juan llama a una de sus hijas y una voluntaria para resolver la necesidad. Otra señora necesita una SUBE. Los voluntarios corren apurados pero gentiles: la mesa se empieza a llenar y hay que agregar bancos y tablones, y poner una extenso plástico como mantel. Juan no puede parar de saludar y agradecer. Todos los saludan. “En este contexto tan duro, hay razones para celebrar la capacidad de dar de la Argentina”, valoró.
¿Cuándo explotó esa capacidad de dar?
No vi los 70 porque no me daba la edad. Desperté en el 82 con la guerra, fue mi generación y mi despertar, y vi en los primeros años desde el 83 un fenómeno de participación más ciudadana y más política. Después llegó la década del 90 en que se apagó un poco. Nosotros, con mi mujer y tres amigos, en el 95 quisimos intentar humildemente en esa década más quieta. Arrancamos con Red Solidaria. Calculábamos una crisis posible, por lo que veíamos en nuestra vida social, para el 2002, 2003 o 2004. Pero fue en el 2001. Veíamos que algo se venía. No somos especialistas en nada, y vivimos de la intuición, pero aprendimos. Es malo pero real que el 2001 fue negativo por el impulso, pero a esa sociedad que venía creciendo en participación le dio una explosión de participación y solidaridad fabulosa. Esa crisis generó una respuesta solidaria bestial, con el club del trueque, una tremenda interrelación entre los sectores en una Argentina que es fragmentada, pero en ese momento todos sentían que podían ser pobres y había una gran colaboración salida de algo negativo.
¿Qué pasó a partir de allí?
De ahí en adelante vi un crecimiento tremendo en la cultura solidaria en general que se ve en los números. Antes, en los 80, cuando yo sí era joven, el mundo social estaba ligado a la izquierda, a una parte del peronismo, a alguna persona exótica y rara, mientras hoy en día acá están todos los perfiles dando una mano y eso también pasó, la cultura solidaria se prestigió.
Estoy esperando el llamado del Gobierno, de la oposición, de la Iglesia, de los judíos, de todos para formar una mesa que se había conformado y que había tenido éxito con la Asignación Universal por Hijo
¿Y qué es lo que falta?
Nosotros en el 95 suponíamos que en este universo de participación solidaria iban a aparecer como aparecieron un montón de nuevos líderes y que algunos iban a ir a la política, iban a ir al Estado, y eso todavía no pasó. Ésa es mi preocupación. De a ratos hay una solidaridad que a veces miramos con cierta atención, que casi es “hacer el bien me hace bien”, que es cierto que te hace bien pero eso no es la cultura solidaria bien entendida. Vos podés así casi cosificar al pobre. No necesitás un grupo de pobres para ayudarlos, eso es una situación de injusticia. Yo me sentía muy bien antes de dedicarme a esto, no tengo que hacer esto para sentirme bien.
¿Hay sectores que rechazan la emergencia de esos líderes?
Aparece un discurso antipolítico. ´Que todo es corrupción, que todo es política´, que todo es esto y aquello. Y a eso sí le tememos, porque nosotros creemos que lo que sigue a esto es que se convierta en un encuentro de la solidaridad con la política. Y que en este mundo del autismo, del medioambiente, de la situación de calle, de toda esta generación joven que está participando algunos y algunas decidan que la solidaridad cambia la realidad un instante y que la que cambia la realidad, en realidad, es la política.
¿Le ocurrió que le adjudiquen una pertenencia partidaria?
Cuando me insultan por si soy esto o si soy lo otro respecto de algo que diga sobre el hambre, yo respondo que hablo de universos que casi nadie conoce, y que incluso a mí mismo me cuesta llegar. La influencia de uno u otro gobierno se lo dejo a otro. Cuando el hambre llegue a cero, podrán festejar todos los partidos políticos, porque con todos estoy haciendo algo respecto de eso. Es una temática que podría ser un éxito de país, pero cuando me mando por ahí siempre se enoja alguien.
JUAN Y LA POLÍTICA Y LA POLÍTICA DE JUAN
Suena muy fuerte la música, pero Juan pide que la bajen. «Acá se viene a compartir y hablar». El teléfono le suena sin parar. Lo llaman de una radio de Mendoza. Otra vez su hija, la más chica, viene en su auxilio. «Decile que me llame en media hora», le pide a la joven. Ella toma el celular nuevamente. Le dice que tiene que ser «ahora, porque el programa termina en 30 minutos». Entonces «que hablen con Racu», pide Juan, «que es el director» de la Red.
Carr delegó algunas funciones directivas, pero no es secreto que conduce con amplio margen la organización que fundó. La conducción y los liderazgos a los que siempre llega. Y con ellos también llegan las preguntas sobre política. El gesto y el semblante se ponen más rígidos. A veces cambia la voz. Pero es hábil, y recuerda las quejas de los sectores medios durante las elecciones 2015 por tener que ir a votar muchas veces. Finalmente los comicios fueron con alta participación.
«Mi tesis sociológica es que todo ese universo que se movió ahora está esperando y va a esperar porque fue año de mucho movimiento. Hay una expectación. Probablemente también haya un costo, siempre lo hay”, arriesgó. Juan Carr se describe como «un pedante, que de tan pedante se da vuelta y parece humilde», y agrega que trabaja en esa humildad «porque la realidad» lo humilla «todo el tiempo». En medio de ese debate entre lo pedante y lo humilde, dispara: “creo que esto que hago yo desde la pseudo-política es para los que gobiernan y para los que van a gobernar. Con orgullo ciudadano».
Habló de un paso de la solidaridad a la política ¿Hacia dónde debe ir esa evolución?
Debe ir hacia la justicia. No tengo todo claro, pero lo que sí pasó en los últimos tiempos, entre la reaparición de la política y la explosión de la solidaridad, es que el peronismo y La Cámpora tuvieron un fenómeno de participación nuevo, clarísimo. Posiblemente algunos sectores del radicalismo también, tal vez no muchos. Claramente el PRO, que un poco, si se quiere en menor grado, apareció un PRO joven. Son destellos todavía. Siento que aún los sectores medios y medios-altos son muy duros con el que se involucra en política. En la década del 80 el que se involucraba en la política era una especie de héroe nacional, y hoy en día todavía eso no es así. Posiblemente en 2002, 2003, 2004, 2005 se creció en participación. Incluso no me quiero olvidar del 2008 con la participación del campo que, mal o bien, en esa crisis que aparecieron un montón de sectores jóvenes que decidieron que había que salir de la tranquera y participar. Pero creo que falta para que se convierta en política.
¿Qué síntomas observa de eso?
Sobre todo falta en el sentido de que el agravio a la política da un poco de cosa. Alguien podría estar enojado con la medicina, pero no, se enojará con un par de médicos, no con la mayoría de los médicos que son admirables, dan la vida por los demás y la medicina ha permitido que millones de personas estemos acá. Hay una agresión, una animadversión, como una cuestión ambiental contra la política.
¿A usted no lo juzgan en uno u otro sentido por no meterse en política?
A nosotros nos pasa que nos felicitan porque no nos metemos en política, cosa que yo agradezco pero que es durísimo.
Pero usted parece alentar a la participación en política.
Absolutamente. Y también deben creer que lo digo porque soy medio bueno.
¿Qué relación concreta tiene con la política?
En Casa de Gobierno estuve hace 10 días. Con La Cámpora estuve hace 15 días. Con el radicalismo joven todo el tiempo. Con la Sociedad Rural y el mundo joven de la SR también. Eso es política. Por supuesto que yo lo hago con una excusa solidaria: «¿Qué hacemos con las escuelas rurales? ¿Cómo mejoramos la situación de calle?». Pero eso es política.
¿Y cuál es entonces su propuesta desde lo político?
Hay dos acuerdos que yo le propondría a la Argentina y que están verdes: uno es el acuerdo del ´hambre cero´, que seguimos igual de cerca. Cuando uno dice que el hambre cero está cerca parece que favorece al gobierno que gobierna, y en el proceso del gobierno anterior el hambre fue bajando. Sigue bajando, no la pobreza, el hambre. Hay comida que el campo argentino genera y sigue generando que ya sobra. Ahora hay que distribuirla. Pero para eso hace falta un acuerdo y ese acuerdo está verde. Ésa es una de las búsquedas. Y la otra propuesta que también me inquieta es: ¿Vamos a valorar las instituciones y la política? ¿Podemos los 500 grandes dirigentes de la Argentina, aunque se enojen con un político o con uno u otro gobierno, volver a decirle al mundo joven que hace falta una nueva participación para renovarla? Eso está verde, esas dos cosas cuando me angustio me impresionan mucho.
¿Cuándo percibe situaciones en que siente angustia por no lograr esas dos ideas?
Cuando tuiteás, cuando estás en Facebook, en Snapchat, en la red Instagram, y yo estoy mucho en esas redes, ante la insinuación de verte en algo como las cosas maravillosas que hace la JP en lo social, la Juventud Radical también, la juventud PRO –cercano al sector social al que pertenezco, que le cuesta mucho hacer política y se metieron-, la Juventud socialista en Santa Fe, todavía ante un retuiteo de eso o una invitación a participar de una actividad, saltan dos o tres a decir ´ah, ya está ahí, que todo lo que hacemos es porque…´. Hace 40 años que dicen que todo lo que hacemos es porque queremos no sé qué.
¿Cómo fue el encuentro en Casa de Gobierno?
Tengo una relación casi permanente con la Vicepresidenta (Gabriela Michetti), que somos muy amigos, y con Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social, también. Ese día nos fuimos a ver al jefe de Gabinete (Marcos Peña), que a esta altura del gobierno teníamos muchas cosas para ver.
¿De qué hablaron?
Por supuesto que del mundo social, que es lo mío. Fue un diálogo muy ameno, muy razonable. Hablamos de comunicación. Me acostumbré a no tocar lo que no es mi tema. Es razonable que yo vaya a Casa de Gobierno en los últimos 20 años dos o tres veces por año con cierta naturalidad y con mucho gusto.
En Casa de Gobierno estuve hace 10 días. Con La Cámpora estuve hace 15 días. Con el radicalismo joven todo el tiempo. Con la Sociedad Rural y el mundo joven de la SR también. Eso es política.
Sin embargo estuvo presente en la marcha por el 24 de marzo, en la manifestación de las centrales sindicales por diversos reclamos y en las protestas en apoyo de la educación pública de las universidades.
A mí me encanta estar. Las cooperativas y los gremios son la cultura solidaria por excelencia. Y yo fui a la universidad pública, y es posible que nunca tantos intelectuales y académicos estuvieran juntos en la calle como en la expresión de las universidades. Fue una señal que ni siquiera fue en contra de nada. Éramos muchos y éramos muy diferentes. No creo en las revoluciones con sangre. Yo creo en las revoluciones culturales, y creo que las revoluciones son en la calle. Existe Twitter, Facebook y todo, pero me fascina la comunidad en movimiento. Por algo los sistemas que excluyen te quieren en tu casa, quieto y tranquilo.
¿Y con el gobierno anterior cómo era la relación?
Con el gobierno anterior también hablaba mucho, era un diálogo permanente. A mí me interesa mucho La Cámpora, que tiene 300 chicos en una segunda o tercera línea que son interesantísimos futuros líderes de la Argentina, y ese universo me atrae. Con ellos hablo mucho del mundo social, como también con los radicales de Los Irrompibles, hoy muy juntos con La Cámpora.
¿Le ofrecieron alguna vez ser candidato desde algún partido?
Siempre me ofrecen ser candidato a algo en todas las elecciones. Lo tomo con naturalidad.
¿Alguna vez consideró aceptar esas propuestas?
No, porque yo sé lo que es la vocación y admiro a los políticos, pero no es para mí eso. Lo tengo claro. Yo hago política todo el tiempo, y lo hago con mucho gusto y banco a todo Gobierno votado por el pueblo.
FRANCISCO Y LOS ENOJADOS
«Para mí, el que sufre siempre dice la verdad», aseguró Juan Carr hace unos años. Y por aquellos tiempos, expresó su parecer respecto de las percepciones de los pobres porque recordó que casi un mes después de la asunción de Jorge Bergoglio al frente de la Iglesia Católica, muchos de sus amigos estaban enojados. “Juan, acá los pobres que lo conocen al cardenal Bergoglio antes de que sea Francisco, están de pie”, relató como anécdota.
Pasaron casi tres años y medio de la conversión de Bergoglio en Francisco. ¿Cómo observa su liderazgo?
Yo respecto del Papa estoy como ante un rock star. Lo observo mucho. A mí me formó la Iglesia de Francisco. Y acuerdo mucho con lo que dice. Los que endiosan al mercado, postergan al hombre. Y los que endiosan al Estado, también postergan al hombre. Cada tanto la humanidad va hacia a un lado, y le agarra un ataque estatizador hasta que el Estado se convierte en una especie de dios «untouchable», intocable. Otras la Argentina se va, y el mercado forma parte de una especie de iluminación. No me sorprende la doctrina de Francisco.
Siempre me ofrecen ser candidato a algo en todas las elecciones.
¿Y qué lo sorprende del fenómeno del papa argentino?
Me sorprende cómo algunos se han enojado ahora con él. Se han molestado. Pero es razonable.
¿Se refiere a los que se enojaron por cosas como su gesto en la foto con el presidente Mauricio Macri?
Sí. Cuando durante mucho tiempo todo el mundo te aplaude, tenés que sospechar que algo estás haciendo mal. Si hay un 4% de corruptos en cualquier lugar, como esta mesa, y te aplaude el 100% quiere decir que también te están aplaudiendo los corruptos. Que cada tanto alguien se enoje con él está bien, incluso si se enojan ideológicamente aunque no sean corruptos. Yo sigo fascinado: en los próximos 200 años no habrá un argentino que empareje lo que va a significar este hombre en la humanidad.
Hace mucho frío en la «oficina nocturna» de Juan en Plaza de Mayo. El puesto de Red Solidaria frente a la Catedral Metropolitana no es suficiente reparo para el viento. Se llena de cientos de personas que llegan para buscar abrigo, comida y acompañamiento. Una larga mesa de comida los espera, «la gran mesa de los viernes» (ver aparte).
También se suman muchos a colaborar. Organizaciones políticas, sociales y religiosas. En la calle estacionados hay un Chevy viejo y una combi con aspecto de funcionar con dificultad, pero también paran un Volkswagen y un Mini Cooper, ambos con patente de diseño 2016 y con valores que acumulan largamente 6 cifras. De los cuatro vehículos baja gente a ayudar a Juan. Tres características sobresalen en la situación: la necesidad, la solidaridad y lo variopinto del encuentro.
Muchos parecen flaneurs, esos eternos espectadores urbanos que andan y andan, miran y miran pero no se comprometen. Juan camina para un lado y para el otro. Se mueve como nervioso. Trabaja, revuelve una olla y entrega ropa. Le agradecen cosas pero él agradece más. Habla y se acerca a la gente con supina tranquilidad. Necesitan ayuda para conseguir la tarifa social y la tarjeta SUBE. Él levanta un tablón. Reparte abrazos que no le piden. Lo llaman por teléfono y arden sus redes sociales. Exagera con intencionalidad la pronunciación del inglés cuando acusa a Snapchat o Twitter. Dos de sus hijas lo ayudan. Él sí se compromete.
“Esta mesa de los viernes en Plaza de Mayo del año pasado a éste se duplicó”, confiesa. Él es Juan Carr, el impulsor de la cultura solidaria más reconocido en la Argentina, a quien el frío y su tarea en la histórica plaza no le hicieron eludir ni un solo tema. De la serenidad y la alegría al referirse a la juventud política, la participación solidaria o las nuevas tecnologías, pasó a la preocupación mezclada con firmeza cuando el tema son los más necesitados. Y la seriedad y cierta incomodidad lo alcanzaron cuando llegó el turno de los tiempos políticos. Habló de todo: la participación y la solidaridad, él y la política, Cambiemos y La Cámpora. Y dio fuertes definiciones respecto de qué pasa con los despidos, la pobreza, el hambre y la situación de calle en tiempos de Macri.
Hay problemáticas que diversas organizaciones y consultoras afirman que han aumentado: la pobreza, la gente sin hogar, la desocupación y la necesidad de comedores. ¿Está de acuerdo?
Te digo lo que pasa acá ahora esta noche: para nosotros no aumentó la cantidad de personas en situación de calle, de ningún modo vemos una situación de altísima preocupación en eso, pero sí hay más personas que vienen a comer porque no les alcanza y les resolvemos la comida de dos o tres días. Yo estoy preocupado siempre, porque un pobre es una catástrofe. Y en la Argentina, salvo en 2001 que la mitad fue pobre, del 83 hasta acá lo que no pudimos resolver ni en el mejor momento en estos 30 años es que uno de cada cinco argentinos esté afuera del sistema. Ése es nuestro número. Y eso lo digo a propósito porque participamos todos, yo también, y ese número no se movió.
Varias organizaciones civiles no coinciden con que no haya cambiado el panorama de las personas en situación de calle.
La calle es muy estable, oficialmente hay 840 u 850 personas en situación de calle permanente en Buenos Aires. Hay mucha ropa y mucha generosidad, a la Argentina le ha ido bien durante muchos años. Durante la semana la gente trae ropa, porque está todo muy caro. ¿Alguien dice que no?
¿Y la pobreza? Todos coinciden en que pasó, desde el CEPA hasta la UCA e incluso el propio oficialismo, de aproximadamente 29 a 35% entre enero y marzo, o sea un incremento del 18,9%. Con el tarifazo, se arrojan números que oscilan entre 1,5 y 5 millones de nuevos pobres.
No soy inocente, los números deben ser los que dicen por ahí. Nosotros no medimos números. Evidentemente acá estamos ante una mesa larga. Del año pasado a éste, la mesa de Plaza de Mayo se duplicó, y la mitad viene porque la comida está cara y no la pueden comprar. La foto de hace unos años es distinta a la de ahora. Pero yo quiero construir, y me parece que las cifras a veces sirven para estar en contra o a favor y yo de eso me escapo. Lo que pasa ahora es que la situación de calle está igual. La situación de los que no tienen la comida garantizada está igual, pero la novedad es que, como lo que se ve acá incluso con personas que no están en la calle, como la mitad de esta mesa, está impactando que la comida es muy cara y por eso esta mesa se duplicó. Después hay muchas informaciones. Informa Unicef, la UCA, el Gobierno. Yo hasta que no haya 0 pobres no paro.
¿Cómo es la situación en el caso de la pobreza extrema?
No es fácil medir la pobreza extrema. Es difícil estar cerca de los más pobres. Coca-Cola no sabe lo que consumen los pobres más extremos, sabe lo que consumimos vos y yo y los pobres. Los pobres extremos están afuera del sistema y no le interesan a nadie. Mi otro drama es que de esos, unos dicen que 500 mil y otros 3 millones, pobres extremos, la tercera parte yo sé dónde está, otra tercera parte hay que salir a buscarla a lugares difíciles, pero la última tercera parte es inaccesible. No sabemos ni dónde están de lo extrema que es la situación.
¿Qué es lo que más afecta a estos sectores de pobreza extrema?
Al problema de la pobreza extrema no lo mueve ningún índice de inflación, porque es tan extrema que no la mueve nada. En esta mesa que se duplicó, el 30% es pobreza extrema, los demás son más bien pobres. Cuando me dicen ´la inflación sobre todo complica a los más pobres´, sí, a los pobres sí, pero a los excluidos no. Nada, porque están afuera del sistema.
¿Y los despidos? Según cifras que van desde el Gobierno hasta la consultora CEPA, se puede hablar de entre 70 mil y 170 mil echados, entre privados y públicos.
Un despedido ya es una catástrofe, entonces si hay por lo menos 70 mil, mucho peor. Es una situación preocupante, es de terror. La que más me preocupa a mí. Lo que más miro es la evolución del empleo, que es la solidaridad bien entendida y digna. Porque además la solidaridad puede hacer cualquier cosa menos generar empleo. Me genera especial atención y me ocupa la cabeza la mitad de mi tiempo este tema.
¿Y cómo se sale de todas estas dificultades?
En este clima de cifras en contra y a favor, que ya hubo mucho tironeo por eso, yo estoy esperando el llamado del Gobierno, de la oposición, de la Iglesia, de los judíos, de todos para formar una mesa que se había conformado y que había tenido éxito con la Asignación Universal por Hijo. Ese momento fue glorioso. La idea de la AUH fue de la izquierda y de la CTA, la doctora (Elisa) Carrió se suma. Al radicalismo y a la Iglesia con Caritas le parecen bien. Y el anterior gobierno, el Frente para la Victoria, lo pone en marcha. Ésa fue la última vez que la Argentina acordó y logró un impacto fabuloso sobre la pobreza extrema. Yo por eso me cuido en lo que digo, porque estoy esperando esa construcción. Hace falta reconstruir algo parecido para ir por el “hambre cero” y pegarle un mazazo. Creo que en la Argentina, en los próximos 4, 8 o 12 años, se puede acabar el hambre. No la pobreza, para eso nos faltan dos o tres generaciones, gobierne quien gobierna, aunque pueda haber algún milagro. Necesito que nos juntemos todos esos que miden y los políticos. Eso es lo que más me cuesta ahora.
¿Y ve posible ese encuentro?
A esta gran mesa de los viernes en la plaza, del «Frío Cero» y la comida, etcétera, vienen de todos los sectores. Acá están La JP La Cámpora, la Juventud Radical, Los Irrompibles, la Juventud Socialista, la juventud del PRO, los adventistas de ayuda urbana, los católicos de acá en frente, los judíos. Se juntan todos. Pero generalmente nos une AMIA, los 100 cantantes o la tragedia. Es posible, pero todavía está verde. No perdí la fe. La mayoría de nuestro pueblo no, pero evidentemente hay una dirigencia que tiene un enfrentamiento que respeto pero que no me resulta fácil de superar. Tiene un nombre famoso pero que no uso ni creo mucho en él. La Argentina tiene que encontrarse en honor a los más pobres.
Del año pasado a éste, la mesa de Plaza de Mayo se duplicó, y la mitad viene porque la comida está cara y no la pueden comprar
¿Cree que algunos esperan que usted diga cosas más agresivas respecto del contexto actual?
Muchos que dicen cosas fuertes tienen un ánimo que no es el que yo tengo. Yo tengo el ánimo de construir. De cada 7 personas en el mundo, cuatro están en el sistema y tres están afuera. En Argentina, uno de cada cinco en el mejor momento de los últimos 30 años estuvo fuera del sistema. Si no hubiera ningún pobre en el mundo me pelearía posiblemente con un montón de gente. Calculé que me quedan 9 mil días de vida en 30 años. No puedo dedicar tiempo a eso. Hacés una declaración amistosa sobre el hambre o la pobreza y terminás tres días envuelto en debates que no son tuyos. Ahora, si uno sólo de esos debates sirviera en serio para que hubiera un pobre menos, ahí me sumo. Pero hasta ahora no es así.
LA HORA DE LA SOLIDARIDAD Y SU TRANSFORMACIÓN
El tiempo no para, pero el viento tampoco en «la gran mesa de los viernes», como a Juan Carr le gusta decirle a la jornada del último día de la semana del encuentro solidario que organizó y denominó «Frío Cero». Este evento tiene su lugar todos los días a partir de las 19 en el puesto que la Red Solidaria tiene frente a la Catedral porteña, y también los sábados y domingos de menos de 6 o 7 grados de temperatura. Cada noche se acercan cientos de personas, pobres y de extrema pobreza, personas sin hogar y otras que sí tienen vivienda. Todas tienen muchas necesidades, cada vez más. Hay ropas para combatir el frío y una heladera con viandas para que puedan llevar libremente. Y una muy larga mesa para compartir la comida y más.
El entrevistado fue el creador de Red Solidaria, la organización no gubernamental -sin papeles ni personería- que desde 1995 realiza campañas de todo tipo «con un único motor que es vincular a aquellos que necesitan ayuda con quienes puedan darles una mano». Ya pasaron 21 años desde que nació esta creación.
«¿Usted quién es?», pregunta un señor muy mayor. «Juan Carr, muchísimas gracias por venir», responde él. El abuelo le pide ayuda para gestionar la tarifa social, Juan llama a una de sus hijas y una voluntaria para resolver la necesidad. Otra señora necesita una SUBE. Los voluntarios corren apurados pero gentiles: la mesa se empieza a llenar y hay que agregar bancos y tablones, y poner una extenso plástico como mantel. Juan no puede parar de saludar y agradecer. Todos los saludan. “En este contexto tan duro, hay razones para celebrar la capacidad de dar de la Argentina”, valoró.
¿Cuándo explotó esa capacidad de dar?
No vi los 70 porque no me daba la edad. Desperté en el 82 con la guerra, fue mi generación y mi despertar, y vi en los primeros años desde el 83 un fenómeno de participación más ciudadana y más política. Después llegó la década del 90 en que se apagó un poco. Nosotros, con mi mujer y tres amigos, en el 95 quisimos intentar humildemente en esa década más quieta. Arrancamos con Red Solidaria. Calculábamos una crisis posible, por lo que veíamos en nuestra vida social, para el 2002, 2003 o 2004. Pero fue en el 2001. Veíamos que algo se venía. No somos especialistas en nada, y vivimos de la intuición, pero aprendimos. Es malo pero real que el 2001 fue negativo por el impulso, pero a esa sociedad que venía creciendo en participación le dio una explosión de participación y solidaridad fabulosa. Esa crisis generó una respuesta solidaria bestial, con el club del trueque, una tremenda interrelación entre los sectores en una Argentina que es fragmentada, pero en ese momento todos sentían que podían ser pobres y había una gran colaboración salida de algo negativo.
¿Qué pasó a partir de allí?
De ahí en adelante vi un crecimiento tremendo en la cultura solidaria en general que se ve en los números. Antes, en los 80, cuando yo sí era joven, el mundo social estaba ligado a la izquierda, a una parte del peronismo, a alguna persona exótica y rara, mientras hoy en día acá están todos los perfiles dando una mano y eso también pasó, la cultura solidaria se prestigió.
Estoy esperando el llamado del Gobierno, de la oposición, de la Iglesia, de los judíos, de todos para formar una mesa que se había conformado y que había tenido éxito con la Asignación Universal por Hijo
¿Y qué es lo que falta?
Nosotros en el 95 suponíamos que en este universo de participación solidaria iban a aparecer como aparecieron un montón de nuevos líderes y que algunos iban a ir a la política, iban a ir al Estado, y eso todavía no pasó. Ésa es mi preocupación. De a ratos hay una solidaridad que a veces miramos con cierta atención, que casi es “hacer el bien me hace bien”, que es cierto que te hace bien pero eso no es la cultura solidaria bien entendida. Vos podés así casi cosificar al pobre. No necesitás un grupo de pobres para ayudarlos, eso es una situación de injusticia. Yo me sentía muy bien antes de dedicarme a esto, no tengo que hacer esto para sentirme bien.
¿Hay sectores que rechazan la emergencia de esos líderes?
Aparece un discurso antipolítico. ´Que todo es corrupción, que todo es política´, que todo es esto y aquello. Y a eso sí le tememos, porque nosotros creemos que lo que sigue a esto es que se convierta en un encuentro de la solidaridad con la política. Y que en este mundo del autismo, del medioambiente, de la situación de calle, de toda esta generación joven que está participando algunos y algunas decidan que la solidaridad cambia la realidad un instante y que la que cambia la realidad, en realidad, es la política.
¿Le ocurrió que le adjudiquen una pertenencia partidaria?
Cuando me insultan por si soy esto o si soy lo otro respecto de algo que diga sobre el hambre, yo respondo que hablo de universos que casi nadie conoce, y que incluso a mí mismo me cuesta llegar. La influencia de uno u otro gobierno se lo dejo a otro. Cuando el hambre llegue a cero, podrán festejar todos los partidos políticos, porque con todos estoy haciendo algo respecto de eso. Es una temática que podría ser un éxito de país, pero cuando me mando por ahí siempre se enoja alguien.
JUAN Y LA POLÍTICA Y LA POLÍTICA DE JUAN
Suena muy fuerte la música, pero Juan pide que la bajen. «Acá se viene a compartir y hablar». El teléfono le suena sin parar. Lo llaman de una radio de Mendoza. Otra vez su hija, la más chica, viene en su auxilio. «Decile que me llame en media hora», le pide a la joven. Ella toma el celular nuevamente. Le dice que tiene que ser «ahora, porque el programa termina en 30 minutos». Entonces «que hablen con Racu», pide Juan, «que es el director» de la Red.
Carr delegó algunas funciones directivas, pero no es secreto que conduce con amplio margen la organización que fundó. La conducción y los liderazgos a los que siempre llega. Y con ellos también llegan las preguntas sobre política. El gesto y el semblante se ponen más rígidos. A veces cambia la voz. Pero es hábil, y recuerda las quejas de los sectores medios durante las elecciones 2015 por tener que ir a votar muchas veces. Finalmente los comicios fueron con alta participación.
«Mi tesis sociológica es que todo ese universo que se movió ahora está esperando y va a esperar porque fue año de mucho movimiento. Hay una expectación. Probablemente también haya un costo, siempre lo hay”, arriesgó. Juan Carr se describe como «un pedante, que de tan pedante se da vuelta y parece humilde», y agrega que trabaja en esa humildad «porque la realidad» lo humilla «todo el tiempo». En medio de ese debate entre lo pedante y lo humilde, dispara: “creo que esto que hago yo desde la pseudo-política es para los que gobiernan y para los que van a gobernar. Con orgullo ciudadano».
Habló de un paso de la solidaridad a la política ¿Hacia dónde debe ir esa evolución?
Debe ir hacia la justicia. No tengo todo claro, pero lo que sí pasó en los últimos tiempos, entre la reaparición de la política y la explosión de la solidaridad, es que el peronismo y La Cámpora tuvieron un fenómeno de participación nuevo, clarísimo. Posiblemente algunos sectores del radicalismo también, tal vez no muchos. Claramente el PRO, que un poco, si se quiere en menor grado, apareció un PRO joven. Son destellos todavía. Siento que aún los sectores medios y medios-altos son muy duros con el que se involucra en política. En la década del 80 el que se involucraba en la política era una especie de héroe nacional, y hoy en día todavía eso no es así. Posiblemente en 2002, 2003, 2004, 2005 se creció en participación. Incluso no me quiero olvidar del 2008 con la participación del campo que, mal o bien, en esa crisis que aparecieron un montón de sectores jóvenes que decidieron que había que salir de la tranquera y participar. Pero creo que falta para que se convierta en política.
¿Qué síntomas observa de eso?
Sobre todo falta en el sentido de que el agravio a la política da un poco de cosa. Alguien podría estar enojado con la medicina, pero no, se enojará con un par de médicos, no con la mayoría de los médicos que son admirables, dan la vida por los demás y la medicina ha permitido que millones de personas estemos acá. Hay una agresión, una animadversión, como una cuestión ambiental contra la política.
¿A usted no lo juzgan en uno u otro sentido por no meterse en política?
A nosotros nos pasa que nos felicitan porque no nos metemos en política, cosa que yo agradezco pero que es durísimo.
Pero usted parece alentar a la participación en política.
Absolutamente. Y también deben creer que lo digo porque soy medio bueno.
¿Qué relación concreta tiene con la política?
En Casa de Gobierno estuve hace 10 días. Con La Cámpora estuve hace 15 días. Con el radicalismo joven todo el tiempo. Con la Sociedad Rural y el mundo joven de la SR también. Eso es política. Por supuesto que yo lo hago con una excusa solidaria: «¿Qué hacemos con las escuelas rurales? ¿Cómo mejoramos la situación de calle?». Pero eso es política.
¿Y cuál es entonces su propuesta desde lo político?
Hay dos acuerdos que yo le propondría a la Argentina y que están verdes: uno es el acuerdo del ´hambre cero´, que seguimos igual de cerca. Cuando uno dice que el hambre cero está cerca parece que favorece al gobierno que gobierna, y en el proceso del gobierno anterior el hambre fue bajando. Sigue bajando, no la pobreza, el hambre. Hay comida que el campo argentino genera y sigue generando que ya sobra. Ahora hay que distribuirla. Pero para eso hace falta un acuerdo y ese acuerdo está verde. Ésa es una de las búsquedas. Y la otra propuesta que también me inquieta es: ¿Vamos a valorar las instituciones y la política? ¿Podemos los 500 grandes dirigentes de la Argentina, aunque se enojen con un político o con uno u otro gobierno, volver a decirle al mundo joven que hace falta una nueva participación para renovarla? Eso está verde, esas dos cosas cuando me angustio me impresionan mucho.
¿Cuándo percibe situaciones en que siente angustia por no lograr esas dos ideas?
Cuando tuiteás, cuando estás en Facebook, en Snapchat, en la red Instagram, y yo estoy mucho en esas redes, ante la insinuación de verte en algo como las cosas maravillosas que hace la JP en lo social, la Juventud Radical también, la juventud PRO –cercano al sector social al que pertenezco, que le cuesta mucho hacer política y se metieron-, la Juventud socialista en Santa Fe, todavía ante un retuiteo de eso o una invitación a participar de una actividad, saltan dos o tres a decir ´ah, ya está ahí, que todo lo que hacemos es porque…´. Hace 40 años que dicen que todo lo que hacemos es porque queremos no sé qué.
¿Cómo fue el encuentro en Casa de Gobierno?
Tengo una relación casi permanente con la Vicepresidenta (Gabriela Michetti), que somos muy amigos, y con Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social, también. Ese día nos fuimos a ver al jefe de Gabinete (Marcos Peña), que a esta altura del gobierno teníamos muchas cosas para ver.
¿De qué hablaron?
Por supuesto que del mundo social, que es lo mío. Fue un diálogo muy ameno, muy razonable. Hablamos de comunicación. Me acostumbré a no tocar lo que no es mi tema. Es razonable que yo vaya a Casa de Gobierno en los últimos 20 años dos o tres veces por año con cierta naturalidad y con mucho gusto.
En Casa de Gobierno estuve hace 10 días. Con La Cámpora estuve hace 15 días. Con el radicalismo joven todo el tiempo. Con la Sociedad Rural y el mundo joven de la SR también. Eso es política.
Sin embargo estuvo presente en la marcha por el 24 de marzo, en la manifestación de las centrales sindicales por diversos reclamos y en las protestas en apoyo de la educación pública de las universidades.
A mí me encanta estar. Las cooperativas y los gremios son la cultura solidaria por excelencia. Y yo fui a la universidad pública, y es posible que nunca tantos intelectuales y académicos estuvieran juntos en la calle como en la expresión de las universidades. Fue una señal que ni siquiera fue en contra de nada. Éramos muchos y éramos muy diferentes. No creo en las revoluciones con sangre. Yo creo en las revoluciones culturales, y creo que las revoluciones son en la calle. Existe Twitter, Facebook y todo, pero me fascina la comunidad en movimiento. Por algo los sistemas que excluyen te quieren en tu casa, quieto y tranquilo.
¿Y con el gobierno anterior cómo era la relación?
Con el gobierno anterior también hablaba mucho, era un diálogo permanente. A mí me interesa mucho La Cámpora, que tiene 300 chicos en una segunda o tercera línea que son interesantísimos futuros líderes de la Argentina, y ese universo me atrae. Con ellos hablo mucho del mundo social, como también con los radicales de Los Irrompibles, hoy muy juntos con La Cámpora.
¿Le ofrecieron alguna vez ser candidato desde algún partido?
Siempre me ofrecen ser candidato a algo en todas las elecciones. Lo tomo con naturalidad.
¿Alguna vez consideró aceptar esas propuestas?
No, porque yo sé lo que es la vocación y admiro a los políticos, pero no es para mí eso. Lo tengo claro. Yo hago política todo el tiempo, y lo hago con mucho gusto y banco a todo Gobierno votado por el pueblo.
FRANCISCO Y LOS ENOJADOS
«Para mí, el que sufre siempre dice la verdad», aseguró Juan Carr hace unos años. Y por aquellos tiempos, expresó su parecer respecto de las percepciones de los pobres porque recordó que casi un mes después de la asunción de Jorge Bergoglio al frente de la Iglesia Católica, muchos de sus amigos estaban enojados. “Juan, acá los pobres que lo conocen al cardenal Bergoglio antes de que sea Francisco, están de pie”, relató como anécdota.
Pasaron casi tres años y medio de la conversión de Bergoglio en Francisco. ¿Cómo observa su liderazgo?
Yo respecto del Papa estoy como ante un rock star. Lo observo mucho. A mí me formó la Iglesia de Francisco. Y acuerdo mucho con lo que dice. Los que endiosan al mercado, postergan al hombre. Y los que endiosan al Estado, también postergan al hombre. Cada tanto la humanidad va hacia a un lado, y le agarra un ataque estatizador hasta que el Estado se convierte en una especie de dios «untouchable», intocable. Otras la Argentina se va, y el mercado forma parte de una especie de iluminación. No me sorprende la doctrina de Francisco.
Siempre me ofrecen ser candidato a algo en todas las elecciones.
¿Y qué lo sorprende del fenómeno del papa argentino?
Me sorprende cómo algunos se han enojado ahora con él. Se han molestado. Pero es razonable.
¿Se refiere a los que se enojaron por cosas como su gesto en la foto con el presidente Mauricio Macri?
Sí. Cuando durante mucho tiempo todo el mundo te aplaude, tenés que sospechar que algo estás haciendo mal. Si hay un 4% de corruptos en cualquier lugar, como esta mesa, y te aplaude el 100% quiere decir que también te están aplaudiendo los corruptos. Que cada tanto alguien se enoje con él está bien, incluso si se enojan ideológicamente aunque no sean corruptos. Yo sigo fascinado: en los próximos 200 años no habrá un argentino que empareje lo que va a significar este hombre en la humanidad.