No es Mauricio Macri el primer presidente que se reúne oficialmente con una celebridad. Quedaron para la posteridad aquellas postales de Carlos Menem con Madonna y con los Rolling Stones. Y a Cristina Kirchner también la sedujo mostrarse en la Casa Rosada con Antonio Banderas o con el mexicano Luis Miguel. Pero las imágenes del Jefe de Estado jugando ayer a las aplicaciones de snapchat con Marcelo Tinelli ofrecieron el costado más frívolo de una administración que ganó las elecciones proponiendo el fin de todas aquellas prácticas que están en las antípodas de un país en emergencia.
La Argentina de Macri está en su primer año, es cierto, y las reformas estructurales en marcha permiten tener una mirada optimista sobre el mediano plazo. Pero la fotografía actual es la de un país que todavía no baja del 40% de inflación anual; que aún no logra reducir su déficit fiscal; que deberá esperar algún tiempo para reactivar el consumo y volver a generar empleo. Que arrastra el drama del Estado ausente en muchas áreas y que debe sofocar las carencias de 15 millones de pobres. Es a ese universo angustiado al que el Presidente le debe garantizar la ofrendas mínimas de la austeridad y de la sensatez.
Por eso, las morisquetas que el Presidente y el exitoso conductor de la TV ensayaron una hora ante el teléfono celular y su difusión inmediata a través de las redes sociales constituyen un paso atrás que opaca otras políticas acertadas. Una hora del valioso tiempo presidencial merece desafíos de Estado más urgentes. Se trató simplemente de un error. Esos videos adolescentes están lejos de las promesas incluídas en la pretenciosa palabra Cambiemos.
La Argentina de Macri está en su primer año, es cierto, y las reformas estructurales en marcha permiten tener una mirada optimista sobre el mediano plazo. Pero la fotografía actual es la de un país que todavía no baja del 40% de inflación anual; que aún no logra reducir su déficit fiscal; que deberá esperar algún tiempo para reactivar el consumo y volver a generar empleo. Que arrastra el drama del Estado ausente en muchas áreas y que debe sofocar las carencias de 15 millones de pobres. Es a ese universo angustiado al que el Presidente le debe garantizar la ofrendas mínimas de la austeridad y de la sensatez.
Por eso, las morisquetas que el Presidente y el exitoso conductor de la TV ensayaron una hora ante el teléfono celular y su difusión inmediata a través de las redes sociales constituyen un paso atrás que opaca otras políticas acertadas. Una hora del valioso tiempo presidencial merece desafíos de Estado más urgentes. Se trató simplemente de un error. Esos videos adolescentes están lejos de las promesas incluídas en la pretenciosa palabra Cambiemos.