La Argentina ostenta el triste récord de ser el país latinoamericano con más crisis macroeconómicas en los últimos 70 años, y tiene el dudoso honor de ser el laboratorio preferido por los economistas a la hora de estudiar fenómenos como la inflación, crisis cambiarias, bancarias y de deuda pública.
Esta mezcla de fascinación y desconcierto es lo que llevó a Miguel Kiguel, economista, docente, ex funcionario en el Ministerio de Economía, el Banco Central y el Banco Mundial, a escribir un libro sobre Las Crisis Económicas Argentinas (Sudamericana), en colaboración con su hijo Sebastián, historiador e investigador.
A propósito del lanzamiento editorial, Kiguel conversó con 3Días acerca de las causas de este historial de ajustes y desajustes, haciendo un repaso por la gestión económica de los últimos 12 años, a la que bautizó como «el modelo pingüinomics», y se animó a vaticinar los desafíos económicos para el próximo presidente.
¿Por qué las crisis económicas en la Argentina son más frecuentes y profundas que en otros países de la región?
– Ocurre que hemos tenido menos respeto por los equilibrios económicos y fiscales. Y también somos una sociedad con más tolerancia a la inflación. El Banco Central, que es el principal responsable, la tolera. Pero la gente, también. Esto es algo muy singular, porque todos (los países) en la región está en un dígito y nosotros con Venezuela tenemos dos dígitos. En los 80, éramos varios los países con alta inflación. Y aquellos pocos que sufrieron hiperinflación, como Alemania en la década del 20, generaron anticuerpos. Pero nosotros, no. Y hoy se está dando una resistencia a devaluar, cuando en realidad hace falta.
¿Devaluar sería una medida acertada?
– Creo que si el Gobierno devalúa con apoyo externo y reservas en el Central, es una medida que funciona. Pero si no se hace, y se mantiene un tipo de cambio artificialmente alto, al final es el mercado el que obliga a una devaluación desordenada, cuyas consecuencias conocimos los que vivimos el Rodrigazo en los 70. Si en 2011, en vez de poner el cepo se hubiera devaluado, no estaríamos ahora tan mal, al borde de otra crisis… El problema es creer que estamos re-inventando la teoría económica. Acá se discuten cosas que en el mundo están resueltas, y se sacan a relucir ideas que ya fracasaron, como el control estatal, que en lugar de dar incentivos como en Silicon Valley, ahoga las inversiones…
Algunos economistas dicen que devaluar con inflación no tiene sentido.
– Históricamente y en el mundo, cuando se devalúa, los precios aumentan menos de la mitad. Con la devaluación de 2002, los precios subieron un 40%. Y en enero de 2014, cuando devaluó (Juan Carlos) Fábrega, el impacto fue similar.
¿Cree que los ministros de Economía de alto perfil son contraproducentes?
– Los ministros fuertes hicieron débil a la economía. Un caso extremo fue Cavallo, y antes Martínez de Hoz. Después tuvimos ministros de perfil más bajo, pero un secretario de Comercio que parecía un superministro. Y ahora Kicillof, que se dice keynesiano, pero tiene un estilo dirigista propio de las economías centralmente planificadas. Los países que andan bien tienen ministros aburridos, que respetan las leyes económicas.
¿Qué haría usted con el tipo de cambio?
– Cada vez que hubo atraso cambiario, nos fue mal. Y terminamos con un ajuste más lento o más rápido. Cuando se intentó superar ese atraso sin devaluar, como propuso López Murphy en 2001, desembocó en un ajuste y un impuestazo por lo que salió eyectado del Ministerio de Economía. Lograr el equilibrio es un proceso lento y requiere educación y aumento de la productividad. Es el camino que está haciendo Grecia, aunque por estos días no tiene buena prensa. Si hay que bajar los costos en dólares, o se bajan salarios o se sube el tipo de cambio. Otra no queda.
¿Está de acuerdo con que el dólar blue es un «mercado insignificante» como dijo el ministro de Economía?
– La realidad es que por día, los arbolitos y cuevas negocian dólar blue por 15 ó 20 millones diarios, mientras el mercado de bonos, que es el contado con liqui, son unos 200 millones diarios… Al Gobierno le cuesta controlar el blue, por eso el ministro Kicillof dice que no es importante. Pero tampoco puede controlar al contado con liqui, porque el Central no tiene tantos bonos para vender.
¿Cómo caracteriza al modelo económico pingüinomics?¿Hubo una continuidad de Néstor a Cristina Kirchner?
– Pingüinomics se basa en algunos principios que impuso Néstor Kirchner con Roberto Lavagna, como mantener los superávits gemelos. Esto es, lograr equilibrio fiscal para no depender de los mercados y superávit externo para tener reservas y manejar la economía interna. Los pingüinomics originales tenían un tipo de cambio competitivo. Pero desde la crisis de 2008, y sobre todo después de 2011, se perdieron los superávits, se atrasó el tipo de cambio y el contexto económico mundial cambió. Los emergentes ahora crecen menos, y la soja, que estaba por encima de u$s 400 la tonelada, empezó a caer.
¿Cómo ve la economía en lo que queda de este año electoral?
– De acá a fin de año, no deberíamos esperar sorpresas, salvo que el mundo se siga complicando. Habrá menos nivel de actividad, menos demanda y menos ingreso de divisas. Van a ser meses complicados, pero la Argentina está bastante aislada de la debacle mundial por el cepo, las restricciones a las importaciones y el poco flujo de capitales. Los países con atraso cambiario no son atractivos para traer capital, menos, cuando se espera una devaluación.
¿Cree que el próximo gobierno debe hacer un giro en el rumbo económico?
– No hay que cambiar todo. Ése es el problema de la Argentina: empezar de cero después de cada crisis. Pasar de ser el país con mayor libertad económica de América latina a ser el más cerrado. Hay que ser prudente con los virajes económicos. Hay que abrir la economía, pero sería un error hacerlo de golpe. Hay que proteger a los sectores que generan mano de obra y mantener los planes sociales. Pero otras cosas deben cambiar. Los subsidios absurdos deben eliminarse. Si hay gente que paga $ 80 por una hamburguesa y $ 15 por mes de gas, el costo será comer una hamburguesa menos, y tener una tarifa social.
¿Cuáles son los problemas pendientes para el futuro presidente?
– La próxima gestión deberá corregir los desequilibrios. Hay que aumentar las reservas generando más exportaciones. Hoy no tenemos acceso a dólares del exterior por nuestra situación con los holdouts y porque el atraso cambiario no nos hace atractivos para recibir las inversiones.
Y el tema de la deuda, ¿cree que hay que negociar con los buitres?
– Sin duda. El problema es cómo se negocia desde la debilidad. Los buitres saben que la Argentina necesita dólares y entonces se agrandan y van por todo. Pero si tenemos estrategia, podemos obtener una quita.
Esta mezcla de fascinación y desconcierto es lo que llevó a Miguel Kiguel, economista, docente, ex funcionario en el Ministerio de Economía, el Banco Central y el Banco Mundial, a escribir un libro sobre Las Crisis Económicas Argentinas (Sudamericana), en colaboración con su hijo Sebastián, historiador e investigador.
A propósito del lanzamiento editorial, Kiguel conversó con 3Días acerca de las causas de este historial de ajustes y desajustes, haciendo un repaso por la gestión económica de los últimos 12 años, a la que bautizó como «el modelo pingüinomics», y se animó a vaticinar los desafíos económicos para el próximo presidente.
¿Por qué las crisis económicas en la Argentina son más frecuentes y profundas que en otros países de la región?
– Ocurre que hemos tenido menos respeto por los equilibrios económicos y fiscales. Y también somos una sociedad con más tolerancia a la inflación. El Banco Central, que es el principal responsable, la tolera. Pero la gente, también. Esto es algo muy singular, porque todos (los países) en la región está en un dígito y nosotros con Venezuela tenemos dos dígitos. En los 80, éramos varios los países con alta inflación. Y aquellos pocos que sufrieron hiperinflación, como Alemania en la década del 20, generaron anticuerpos. Pero nosotros, no. Y hoy se está dando una resistencia a devaluar, cuando en realidad hace falta.
¿Devaluar sería una medida acertada?
– Creo que si el Gobierno devalúa con apoyo externo y reservas en el Central, es una medida que funciona. Pero si no se hace, y se mantiene un tipo de cambio artificialmente alto, al final es el mercado el que obliga a una devaluación desordenada, cuyas consecuencias conocimos los que vivimos el Rodrigazo en los 70. Si en 2011, en vez de poner el cepo se hubiera devaluado, no estaríamos ahora tan mal, al borde de otra crisis… El problema es creer que estamos re-inventando la teoría económica. Acá se discuten cosas que en el mundo están resueltas, y se sacan a relucir ideas que ya fracasaron, como el control estatal, que en lugar de dar incentivos como en Silicon Valley, ahoga las inversiones…
Algunos economistas dicen que devaluar con inflación no tiene sentido.
– Históricamente y en el mundo, cuando se devalúa, los precios aumentan menos de la mitad. Con la devaluación de 2002, los precios subieron un 40%. Y en enero de 2014, cuando devaluó (Juan Carlos) Fábrega, el impacto fue similar.
¿Cree que los ministros de Economía de alto perfil son contraproducentes?
– Los ministros fuertes hicieron débil a la economía. Un caso extremo fue Cavallo, y antes Martínez de Hoz. Después tuvimos ministros de perfil más bajo, pero un secretario de Comercio que parecía un superministro. Y ahora Kicillof, que se dice keynesiano, pero tiene un estilo dirigista propio de las economías centralmente planificadas. Los países que andan bien tienen ministros aburridos, que respetan las leyes económicas.
¿Qué haría usted con el tipo de cambio?
– Cada vez que hubo atraso cambiario, nos fue mal. Y terminamos con un ajuste más lento o más rápido. Cuando se intentó superar ese atraso sin devaluar, como propuso López Murphy en 2001, desembocó en un ajuste y un impuestazo por lo que salió eyectado del Ministerio de Economía. Lograr el equilibrio es un proceso lento y requiere educación y aumento de la productividad. Es el camino que está haciendo Grecia, aunque por estos días no tiene buena prensa. Si hay que bajar los costos en dólares, o se bajan salarios o se sube el tipo de cambio. Otra no queda.
¿Está de acuerdo con que el dólar blue es un «mercado insignificante» como dijo el ministro de Economía?
– La realidad es que por día, los arbolitos y cuevas negocian dólar blue por 15 ó 20 millones diarios, mientras el mercado de bonos, que es el contado con liqui, son unos 200 millones diarios… Al Gobierno le cuesta controlar el blue, por eso el ministro Kicillof dice que no es importante. Pero tampoco puede controlar al contado con liqui, porque el Central no tiene tantos bonos para vender.
¿Cómo caracteriza al modelo económico pingüinomics?¿Hubo una continuidad de Néstor a Cristina Kirchner?
– Pingüinomics se basa en algunos principios que impuso Néstor Kirchner con Roberto Lavagna, como mantener los superávits gemelos. Esto es, lograr equilibrio fiscal para no depender de los mercados y superávit externo para tener reservas y manejar la economía interna. Los pingüinomics originales tenían un tipo de cambio competitivo. Pero desde la crisis de 2008, y sobre todo después de 2011, se perdieron los superávits, se atrasó el tipo de cambio y el contexto económico mundial cambió. Los emergentes ahora crecen menos, y la soja, que estaba por encima de u$s 400 la tonelada, empezó a caer.
¿Cómo ve la economía en lo que queda de este año electoral?
– De acá a fin de año, no deberíamos esperar sorpresas, salvo que el mundo se siga complicando. Habrá menos nivel de actividad, menos demanda y menos ingreso de divisas. Van a ser meses complicados, pero la Argentina está bastante aislada de la debacle mundial por el cepo, las restricciones a las importaciones y el poco flujo de capitales. Los países con atraso cambiario no son atractivos para traer capital, menos, cuando se espera una devaluación.
¿Cree que el próximo gobierno debe hacer un giro en el rumbo económico?
– No hay que cambiar todo. Ése es el problema de la Argentina: empezar de cero después de cada crisis. Pasar de ser el país con mayor libertad económica de América latina a ser el más cerrado. Hay que ser prudente con los virajes económicos. Hay que abrir la economía, pero sería un error hacerlo de golpe. Hay que proteger a los sectores que generan mano de obra y mantener los planes sociales. Pero otras cosas deben cambiar. Los subsidios absurdos deben eliminarse. Si hay gente que paga $ 80 por una hamburguesa y $ 15 por mes de gas, el costo será comer una hamburguesa menos, y tener una tarifa social.
¿Cuáles son los problemas pendientes para el futuro presidente?
– La próxima gestión deberá corregir los desequilibrios. Hay que aumentar las reservas generando más exportaciones. Hoy no tenemos acceso a dólares del exterior por nuestra situación con los holdouts y porque el atraso cambiario no nos hace atractivos para recibir las inversiones.
Y el tema de la deuda, ¿cree que hay que negociar con los buitres?
– Sin duda. El problema es cómo se negocia desde la debilidad. Los buitres saben que la Argentina necesita dólares y entonces se agrandan y van por todo. Pero si tenemos estrategia, podemos obtener una quita.