Continuamos con la entrevista al autor de Los tres kirchnerismos
Vos señalas en tu libro, que durante el último período de gobierno de Cristina Fernández hubo un “sostenimiento con forceps” de lo que valorás como logros de los últimos 12 años. ¿En qué medida la política implementada por Macri está avanzando en imponer cambios profundos sobre los cambios en la gestión de la política económica que implementó el kirchnerismo?
Yo defino a este período iniciado en diciembre de 2015 como el neoliberalismo posible. Yo no comparto la idea de quienes dicen que este gobierno no representa los noventa, que el gobierno es una suerte de desarrollismo frondizista, etc. No encuentro un sólo elemento que indique que se va para ese lado. También habría que discutir qué significa desarrollismo frondizista. Pero tampoco creo que se haya hecho un viraje de 180 grados de un día para el otro.
Este gobierno tiene la mitad de sus votos prestados. Cuando miraba las encuestas el año pasado, el antikirchnerismo duro, el “antimodelo”, no pasaba del 25 % del electorado. El resto o apoyaba explícitamente o al menos manifestada que no quería bajarse del piso de logros de estos años. Por supuesto la mayoría quería cambios, porque se visualizaba que se había abortado la fase más dinámica de logros del kirchnerismo.
Entonces, yo creo que este es un gobierno que está claramente virando hacia un ideario neoliberal, pero que lo hace de manera gradual porque tiene muy claro que si va muy de golpe los efectos sociales lo harían ingobernable. De hecho, aún con este viraje lento está enfrentando en parte dificultades por las consecuencias. Lo vemos con las dificultades en la justicia con los tarifazos, por el efecto recesivo que generó la fuerte salida devaluatoria y el aumento de la inflación.
Si lo vemos en lo estructural hay un proceso de apertura económica, gradual pero claramente visualizable. A este gobierno le importa poco la protección del mercado interno; tiene una ideología librecambista y creo que se va a un esquema de mayor liberalización comercial que se va a ir viendo cada vez más. Hay una clara apertura financiera, donde ya la idea no es recurrir al financiamiento por desequilibrios puntuales sino que hay una estrategia de apelar al financiamiento externo de largo plazo. Hay también un total desentendimiento de lo que pasa en el mercado de trabajo. Hasta diciembre el Ministerio Trabajo iba siguiendo, e intervenía rápidamente cuando aparecían conflictos o despidos masivos, tenía políticas de vincular las refinanciaciones impositivas o de otra índole a garantizar el empleo.
Todo esto se levantó. Cuando Prat-Gay usa esta frase de decir que “los sindicatos tienen que elegir entre mantener los puestos trabajo o mantener los niveles de salarios” está diciendo que el mercado de trabajo cerca del pleno empleo no es bueno para la idea que tiene el gobierno en la cabeza, y que los salarios en estos niveles tampoco son buenos. Entonces me parece que estamos yendo a un ajuste en el que habrá una combinación de menos empleo y menores salarios. Esto no es un efecto indeseado, sino una búsqueda premeditada de la política económica. Insisto, de manera gradual. No lo buscan hacer como un shock violento, porque además se encontraron en diciembre con una economía bastante sana: el Estado está bastante desendeudado, no hay entre las empresas ni quiebras masivas ni convocatorias de acreedores extendidas, la morosidad es baja en el sector bancario. Se avanza hacia un mercado laboral más flexibilizado, se recorta la ya de por sí poca imposición que había sobre los sectores más concentrados como el agrario, o minería, donde además se hace sin que medie ningún compromiso de mayores inversiones o empleos adicionales.
Es un gobierno con una ideología pro mercado muy marcada, casi religiosa, que lo ha llevado a cometer errores no forzados. Recordemos cuando Prat-Gay sostuvo que salir del cepo y devaluar no iba a generar inflación porque todos los productores ya valuaban los insumos en dólares; vimos que claramente no era así. También vemos esto cuando Federico Sturzenegger [el presidente del Banco Central] dice que en definitiva la suba de precios se compensaría por un sistema de equilibrio general, es decir que la suba en las tarifas iba a hacer que la gente gaste menos en otros bienes para compensar estos costos, y entonces en compensación los precios de lo que la gente deja de comprar bajarían, o crecerían menos. Está obviando 50 o 60 años de literatura estructuralista que muestran las rigideces en los precios y los canales de transmisión entre unos y otros.
¿Podría hipotéticamente haber habido un cuarto kirchnerismo que no hubiera sido muy parecido al ajuste de Macri o su alternativa sciolista, que si seguimos las declaraciones recientes de Miguel Bein o Gustavo Marangoni, no habría sido muy distinto a lo que se está haciendo?
Por un lado, hay opiniones personales, de Bein o Marganoni, que son evaluaciones personales de ellos. No son cualquier actor, desde ya, porque formaban parte de la mesa chica de Scioli. También hay otras opiniones de integrantes de la mesa chica de Scioli, como Silvina Batakis, que opina muy distinto. Atribuir más validez a una u otra es difícil; qué hubiesen hecho, no lo sabemos.
Lo que sí creo es que este no era el único camino. Me parece que había otras maneras de avanzar para desarmar las restricciones cambiarias, de manera gradual u ordenada. También creo que no era necesario cerrar el acuerdo con los buitres de manera tan apresurada, y por ende con tan poco margen de negociación y con semejante generosidad hacia los acreedores. Me parece que ahí hubo también una mirada completamente ideológica. Agrego la cuestión de la política industrial; esperaba en principio mucho más del equipo de Scioli, aún con sus contradicciones y miradas diferentes que del elenco actual, que tiene una mirada muy liberal. Incluso ingenua. Está la idea de que la agenda de los empresarios es la agenda del país. Como cuando en EE. UU. en los cincuenta el presidente de General Motors decía “lo que es bueno para GM es bueno para el país”, idea que se terminó mostrando falaz. Bueno, acá en la Argentina mucho más aún. La agenda de los empresarios a veces coincide con la agenda del país, y muchas veces no. Pensemos sino el ejemplo de Repsol, que durante años vació las reservas petroleras y gasíferas del país. Sin que eso fuera ilegal, por supuesto. Pero estaban haciendo caja, y financiando inversiones en Trinidad y Tobago, no por una actitud perversa sino porque era lo que le convenía a ellos. Pero eso no le convenía a la Argentina. Por eso era lógico, racional, estatizar la empresa.
Hay entonces un montón de discusiones que entran en consideración. La estrategia de salida del cepo, como señalé, estuvo plagada de ingenuidad al evaluar que no iba a hacer un salto inflacionario; la política monetaria tiene un sesgo completamente monetarista, y por eso la inflación no está bajando. Nos dicen mes a mes que “son los rezagos”, acomodan el discurso, y bueno, si entramos en una fuerte recesión tal vez la inflación va a bajar, pero entonces ¿ahí será producto de los rezagos o de la recesión?
Yo a Miguel Bein lo respeto mucho, y coincido en muchas cosas, pero no comparto la evaluación que hace cuando dice que el gobierno de Macri es neodesarrollista, y no neoliberal. Cuando explica por qué dice que “su familia no hizo negocios financieros, salvo pago fácil, sino que está ligada a la industria y la construcción”. Me parece una explicación pobre, sin mucho anclaje conceptual. Yo creo que el pensamiento de Macri es neoliberal. Su proyecto político, que por primera vez llega al poder mediante elecciones, es algo que obviamente quieren cuidar, y por eso avanzan de manera paulatina, pero aún así con efectos muy negativos para la economía.
Dicho esto, si me preguntas si había condiciones para sostener la política económica del tercer kirchnerismo, yo creo que no. Sin duda hacían falta cambios. Cuando hay restricción externa hay tres formas para afrontarla: o devaluación, o control de cambios o ingreso de capitales. Me parece que habría sido adecuado apostar a una combinatoria. En la Argentina se ha tendido históricamente a extremar los instrumentos, o confundir instrumentos con ideología. Cada instrumento responde a las necesidades de la política económica en cada momento particular. La Argentina durante el tercer kirchnerismo tuvo atraso cambiario, tuvo debilidades que fueron afrontadas con mecanismos de control de cambios, y también, necesitaba vincularse de manera más pragmática con el mercado de capitales. Esto no significaba salir a endeudarse para sostener un déficit de cuenta corriente, sino refinanciar pagos de deuda a tasas razonables. El país me parece que se autolimitó por algunas encerronas en las que cayó por definiciones ideológicas.
Cuando una termina el 2015 con el nivel de reservas que había, y el atraso cambiario, obviamente la conclusión es que no era sostenible, y había que hacer modificaciones en la política económica. ¿El único camino posible era el que tomó Macri o el que proponen Bein o Marangoni? Para nada. Yo creo que era necesaria una combinación de la política macro más pragmática, y profundizar una política industrial mucho más contundente, y menos vinculada al ciclo internacional.
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Vos señalas en tu libro, que durante el último período de gobierno de Cristina Fernández hubo un “sostenimiento con forceps” de lo que valorás como logros de los últimos 12 años. ¿En qué medida la política implementada por Macri está avanzando en imponer cambios profundos sobre los cambios en la gestión de la política económica que implementó el kirchnerismo?
Yo defino a este período iniciado en diciembre de 2015 como el neoliberalismo posible. Yo no comparto la idea de quienes dicen que este gobierno no representa los noventa, que el gobierno es una suerte de desarrollismo frondizista, etc. No encuentro un sólo elemento que indique que se va para ese lado. También habría que discutir qué significa desarrollismo frondizista. Pero tampoco creo que se haya hecho un viraje de 180 grados de un día para el otro.
Este gobierno tiene la mitad de sus votos prestados. Cuando miraba las encuestas el año pasado, el antikirchnerismo duro, el “antimodelo”, no pasaba del 25 % del electorado. El resto o apoyaba explícitamente o al menos manifestada que no quería bajarse del piso de logros de estos años. Por supuesto la mayoría quería cambios, porque se visualizaba que se había abortado la fase más dinámica de logros del kirchnerismo.
Entonces, yo creo que este es un gobierno que está claramente virando hacia un ideario neoliberal, pero que lo hace de manera gradual porque tiene muy claro que si va muy de golpe los efectos sociales lo harían ingobernable. De hecho, aún con este viraje lento está enfrentando en parte dificultades por las consecuencias. Lo vemos con las dificultades en la justicia con los tarifazos, por el efecto recesivo que generó la fuerte salida devaluatoria y el aumento de la inflación.
Si lo vemos en lo estructural hay un proceso de apertura económica, gradual pero claramente visualizable. A este gobierno le importa poco la protección del mercado interno; tiene una ideología librecambista y creo que se va a un esquema de mayor liberalización comercial que se va a ir viendo cada vez más. Hay una clara apertura financiera, donde ya la idea no es recurrir al financiamiento por desequilibrios puntuales sino que hay una estrategia de apelar al financiamiento externo de largo plazo. Hay también un total desentendimiento de lo que pasa en el mercado de trabajo. Hasta diciembre el Ministerio Trabajo iba siguiendo, e intervenía rápidamente cuando aparecían conflictos o despidos masivos, tenía políticas de vincular las refinanciaciones impositivas o de otra índole a garantizar el empleo.
Todo esto se levantó. Cuando Prat-Gay usa esta frase de decir que “los sindicatos tienen que elegir entre mantener los puestos trabajo o mantener los niveles de salarios” está diciendo que el mercado de trabajo cerca del pleno empleo no es bueno para la idea que tiene el gobierno en la cabeza, y que los salarios en estos niveles tampoco son buenos. Entonces me parece que estamos yendo a un ajuste en el que habrá una combinación de menos empleo y menores salarios. Esto no es un efecto indeseado, sino una búsqueda premeditada de la política económica. Insisto, de manera gradual. No lo buscan hacer como un shock violento, porque además se encontraron en diciembre con una economía bastante sana: el Estado está bastante desendeudado, no hay entre las empresas ni quiebras masivas ni convocatorias de acreedores extendidas, la morosidad es baja en el sector bancario. Se avanza hacia un mercado laboral más flexibilizado, se recorta la ya de por sí poca imposición que había sobre los sectores más concentrados como el agrario, o minería, donde además se hace sin que medie ningún compromiso de mayores inversiones o empleos adicionales.
Es un gobierno con una ideología pro mercado muy marcada, casi religiosa, que lo ha llevado a cometer errores no forzados. Recordemos cuando Prat-Gay sostuvo que salir del cepo y devaluar no iba a generar inflación porque todos los productores ya valuaban los insumos en dólares; vimos que claramente no era así. También vemos esto cuando Federico Sturzenegger [el presidente del Banco Central] dice que en definitiva la suba de precios se compensaría por un sistema de equilibrio general, es decir que la suba en las tarifas iba a hacer que la gente gaste menos en otros bienes para compensar estos costos, y entonces en compensación los precios de lo que la gente deja de comprar bajarían, o crecerían menos. Está obviando 50 o 60 años de literatura estructuralista que muestran las rigideces en los precios y los canales de transmisión entre unos y otros.
¿Podría hipotéticamente haber habido un cuarto kirchnerismo que no hubiera sido muy parecido al ajuste de Macri o su alternativa sciolista, que si seguimos las declaraciones recientes de Miguel Bein o Gustavo Marangoni, no habría sido muy distinto a lo que se está haciendo?
Por un lado, hay opiniones personales, de Bein o Marganoni, que son evaluaciones personales de ellos. No son cualquier actor, desde ya, porque formaban parte de la mesa chica de Scioli. También hay otras opiniones de integrantes de la mesa chica de Scioli, como Silvina Batakis, que opina muy distinto. Atribuir más validez a una u otra es difícil; qué hubiesen hecho, no lo sabemos.
Lo que sí creo es que este no era el único camino. Me parece que había otras maneras de avanzar para desarmar las restricciones cambiarias, de manera gradual u ordenada. También creo que no era necesario cerrar el acuerdo con los buitres de manera tan apresurada, y por ende con tan poco margen de negociación y con semejante generosidad hacia los acreedores. Me parece que ahí hubo también una mirada completamente ideológica. Agrego la cuestión de la política industrial; esperaba en principio mucho más del equipo de Scioli, aún con sus contradicciones y miradas diferentes que del elenco actual, que tiene una mirada muy liberal. Incluso ingenua. Está la idea de que la agenda de los empresarios es la agenda del país. Como cuando en EE. UU. en los cincuenta el presidente de General Motors decía “lo que es bueno para GM es bueno para el país”, idea que se terminó mostrando falaz. Bueno, acá en la Argentina mucho más aún. La agenda de los empresarios a veces coincide con la agenda del país, y muchas veces no. Pensemos sino el ejemplo de Repsol, que durante años vació las reservas petroleras y gasíferas del país. Sin que eso fuera ilegal, por supuesto. Pero estaban haciendo caja, y financiando inversiones en Trinidad y Tobago, no por una actitud perversa sino porque era lo que le convenía a ellos. Pero eso no le convenía a la Argentina. Por eso era lógico, racional, estatizar la empresa.
Hay entonces un montón de discusiones que entran en consideración. La estrategia de salida del cepo, como señalé, estuvo plagada de ingenuidad al evaluar que no iba a hacer un salto inflacionario; la política monetaria tiene un sesgo completamente monetarista, y por eso la inflación no está bajando. Nos dicen mes a mes que “son los rezagos”, acomodan el discurso, y bueno, si entramos en una fuerte recesión tal vez la inflación va a bajar, pero entonces ¿ahí será producto de los rezagos o de la recesión?
Yo a Miguel Bein lo respeto mucho, y coincido en muchas cosas, pero no comparto la evaluación que hace cuando dice que el gobierno de Macri es neodesarrollista, y no neoliberal. Cuando explica por qué dice que “su familia no hizo negocios financieros, salvo pago fácil, sino que está ligada a la industria y la construcción”. Me parece una explicación pobre, sin mucho anclaje conceptual. Yo creo que el pensamiento de Macri es neoliberal. Su proyecto político, que por primera vez llega al poder mediante elecciones, es algo que obviamente quieren cuidar, y por eso avanzan de manera paulatina, pero aún así con efectos muy negativos para la economía.
Dicho esto, si me preguntas si había condiciones para sostener la política económica del tercer kirchnerismo, yo creo que no. Sin duda hacían falta cambios. Cuando hay restricción externa hay tres formas para afrontarla: o devaluación, o control de cambios o ingreso de capitales. Me parece que habría sido adecuado apostar a una combinatoria. En la Argentina se ha tendido históricamente a extremar los instrumentos, o confundir instrumentos con ideología. Cada instrumento responde a las necesidades de la política económica en cada momento particular. La Argentina durante el tercer kirchnerismo tuvo atraso cambiario, tuvo debilidades que fueron afrontadas con mecanismos de control de cambios, y también, necesitaba vincularse de manera más pragmática con el mercado de capitales. Esto no significaba salir a endeudarse para sostener un déficit de cuenta corriente, sino refinanciar pagos de deuda a tasas razonables. El país me parece que se autolimitó por algunas encerronas en las que cayó por definiciones ideológicas.
Cuando una termina el 2015 con el nivel de reservas que había, y el atraso cambiario, obviamente la conclusión es que no era sostenible, y había que hacer modificaciones en la política económica. ¿El único camino posible era el que tomó Macri o el que proponen Bein o Marangoni? Para nada. Yo creo que era necesaria una combinación de la política macro más pragmática, y profundizar una política industrial mucho más contundente, y menos vinculada al ciclo internacional.
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