Argentina
La agenda: perfiles y tensiones
El análisis de Sergio De Piero, Politólogo UBA/FLACSO
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner inicia su segundo mandato en condiciones políticas óptimas: un claro apoyo popular que se traduce también en mayoría en ambas cámaras y el liderazgo indiscutido de la propia presidenta al interior del partido y de los diversos grupos que apoyan su gobierno. Esa orientación se expande también a la iniciativa política. Desde luego, esta situación es hija de los resultados electorales, pero los debates y demandas en el espacio público no siempre logran ser contenidos por un gobierno, aún con amplia mayoría. Algunos signos claros muestran esa preponderancia: por ejemplo, la oposición informó que ocupará los puestos que le corresponden en la nueva autoridad reguladora de servicios audiovisuales, (AFSCA) espacio que se había negado a integrar. La que parecía una incontrolable corrida cambiaria, hace sólo tres semanas, comenzó a diluirse de a poco, no sin costos para el sistema en su conjunto, desde luego. La insistencia del Poder Ejecutivo en tratar la ley de tierras, por ejemplo, va en el mismo sentido de iniciativa.
Sin embargo, no fue menor el intento de redefinir conceptualmente la política de quita de subsidios en algunos servicios a ciertos sectores sociales, leyéndolo no sólo como ajuste (por los mismos sectores que lo pedían desde hace años) sino directamente como un giro a la derecha del gobierno. Lo que parecía estar detrás, como cierta idea conductora, era que aún con el respaldo electoral que había obtenido la presidenta, era posible cambiar la sensación de confianza que esa elección implicaba, por la sensación de estar ante un gobierno en crisis. Nada mejor que la realidad para desarmar especulaciones. De este modo, queda claro que la impronta del gobierno sobre la agenda política es notoria, y le permite mantener la iniciativa, al punto que hace que la propia oposición política reconsidere estrategias.
Con ese margen de maniobra, la Presidenta dejó en claro, en el discurso del sábado ante la Asamblea Legislativa, que no hay cambios sustanciales en la orientación de las políticas. Lo puso en palabras con la discusión acerca de la inflación: el eje no es la política financiera, sino la productiva; la clave es aumentar la oferta, no restringir la demanda, lo cual implicaría necesariamente cambiar la coalición de alianzas que el FPV ha sostenido hasta ahora.
Entonces, mantenimiento de la iniciativa, sostenimiento de las políticas económicas, naufragio de intentos de inestabilidad. ¿Implica que el camino del gobierno está allanado? De ninguna manera, porque las tensiones permanecen, y en distintas esferas. Por una parte las presiones de los sectores de la economía, tanto de empresarial como obrero. Pero en el sector estrictamente político, el 2012 nos hará conocer cuál será el sector que lidere la oposición al gobierno; la estrategia del «grupo A» se manifestó como un rotundo fracaso, de modo que desalentará cualquier intento similar. Hay muchos candidatos a ocupar ese lugar: algunos con resultados electorales exitosos; pero otros que emergerán con capacidad para aprovechar las situaciones de la coyuntura. Es probable, ante otros fracasos electorales, que emerjan nuevas figuras con cierta proyección nacional.
Finalmente, el FPV, en su interior también convive con tensiones. Y creo que ellas se manifestarán en dos líneas que convergen: las pretensiones electorales de cara al 2015, y si estas tendrán más de continuidad o más de ruptura. Más temprano o más tarde, ello emergerá, y sabremos si quienes proponen políticas más moderadas o los que se refieren a trabajar por lo que falta, por la profundización, son los que llevarán la posta.
Para definir esos caminos, el gobierno de Cristina Fernández parece decidido a mantener la iniciativa y renunciar a ser una mera administración, e inclinar la balanza en favor de la segunda opción dentro del FPV. Seguro en pocos meses, conoceremos las líneas específicas de esa agenda.
La agenda: perfiles y tensiones
El análisis de Sergio De Piero, Politólogo UBA/FLACSO
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner inicia su segundo mandato en condiciones políticas óptimas: un claro apoyo popular que se traduce también en mayoría en ambas cámaras y el liderazgo indiscutido de la propia presidenta al interior del partido y de los diversos grupos que apoyan su gobierno. Esa orientación se expande también a la iniciativa política. Desde luego, esta situación es hija de los resultados electorales, pero los debates y demandas en el espacio público no siempre logran ser contenidos por un gobierno, aún con amplia mayoría. Algunos signos claros muestran esa preponderancia: por ejemplo, la oposición informó que ocupará los puestos que le corresponden en la nueva autoridad reguladora de servicios audiovisuales, (AFSCA) espacio que se había negado a integrar. La que parecía una incontrolable corrida cambiaria, hace sólo tres semanas, comenzó a diluirse de a poco, no sin costos para el sistema en su conjunto, desde luego. La insistencia del Poder Ejecutivo en tratar la ley de tierras, por ejemplo, va en el mismo sentido de iniciativa.
Sin embargo, no fue menor el intento de redefinir conceptualmente la política de quita de subsidios en algunos servicios a ciertos sectores sociales, leyéndolo no sólo como ajuste (por los mismos sectores que lo pedían desde hace años) sino directamente como un giro a la derecha del gobierno. Lo que parecía estar detrás, como cierta idea conductora, era que aún con el respaldo electoral que había obtenido la presidenta, era posible cambiar la sensación de confianza que esa elección implicaba, por la sensación de estar ante un gobierno en crisis. Nada mejor que la realidad para desarmar especulaciones. De este modo, queda claro que la impronta del gobierno sobre la agenda política es notoria, y le permite mantener la iniciativa, al punto que hace que la propia oposición política reconsidere estrategias.
Con ese margen de maniobra, la Presidenta dejó en claro, en el discurso del sábado ante la Asamblea Legislativa, que no hay cambios sustanciales en la orientación de las políticas. Lo puso en palabras con la discusión acerca de la inflación: el eje no es la política financiera, sino la productiva; la clave es aumentar la oferta, no restringir la demanda, lo cual implicaría necesariamente cambiar la coalición de alianzas que el FPV ha sostenido hasta ahora.
Entonces, mantenimiento de la iniciativa, sostenimiento de las políticas económicas, naufragio de intentos de inestabilidad. ¿Implica que el camino del gobierno está allanado? De ninguna manera, porque las tensiones permanecen, y en distintas esferas. Por una parte las presiones de los sectores de la economía, tanto de empresarial como obrero. Pero en el sector estrictamente político, el 2012 nos hará conocer cuál será el sector que lidere la oposición al gobierno; la estrategia del «grupo A» se manifestó como un rotundo fracaso, de modo que desalentará cualquier intento similar. Hay muchos candidatos a ocupar ese lugar: algunos con resultados electorales exitosos; pero otros que emergerán con capacidad para aprovechar las situaciones de la coyuntura. Es probable, ante otros fracasos electorales, que emerjan nuevas figuras con cierta proyección nacional.
Finalmente, el FPV, en su interior también convive con tensiones. Y creo que ellas se manifestarán en dos líneas que convergen: las pretensiones electorales de cara al 2015, y si estas tendrán más de continuidad o más de ruptura. Más temprano o más tarde, ello emergerá, y sabremos si quienes proponen políticas más moderadas o los que se refieren a trabajar por lo que falta, por la profundización, son los que llevarán la posta.
Para definir esos caminos, el gobierno de Cristina Fernández parece decidido a mantener la iniciativa y renunciar a ser una mera administración, e inclinar la balanza en favor de la segunda opción dentro del FPV. Seguro en pocos meses, conoceremos las líneas específicas de esa agenda.